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Atención España: una OTAN más anglosajona que nunca nos debe hacer reflexionar en el sur
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Atención España: una OTAN más anglosajona que nunca nos debe hacer reflexionar en el sur

Entre el 9 y 11 de julio, se celebró en Washington la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN, que celebró su 75º aniversario gozando, según los expertos, de una "excelente mala salud de hierro"

Foto: Pedro Sánchez en la cumbre de la OTAN en Washington. (EFE/Lenin Nolly)
Pedro Sánchez en la cumbre de la OTAN en Washington. (EFE/Lenin Nolly)

La cumbre de la OTAN de Washington deja varios elementos militares, geopolíticos y estratégicos sobre los que España haría bien en reflexionar. Además de los comunicados habituales de estas citas, en esta ocasión los cuatro ejes principales fueron: 1) la reafirmación del compromiso de la Alianza con la disuasión 2) la continuidad de la ayuda militar a Ucrania —ya en el tercer año de la guerra de agresión de Rusia— 3) el famoso y manido reparto de la carga entre los aliados y 4) el relevo en la secretaría general de la organización, que pasa del noruego Jens Stoltenberg al ex primer ministro neerlandés Mark Rutte.

La coincidencia con el aniversario del Tratado del Atlántico Norte, firmado precisamente en Washington en abril de 1949, ha añadido a esta cumbre la reivindicación de los logros de la Alianza que, en efecto, sale reforzada por su respuesta a la invasión rusa, aunque muchos expertos piensen que podría haber hecho algo más por Ucrania pese al riesgo de iniciar una escalada con Rusia. Es curioso observar cómo la historia 75 años después, se repite y, de nuevo, tenemos un conflicto enquistado en el Este de Europa.

Como continuación a las cumbres de Madrid (2022) y Vilna (2023), la OTAN sigue apostando por una victoria de Ucrania que implique contrarrestar la ocupación rusa. Para ello, la Alianza pretende reforzar sus compromisos de asistencia que, recordemos, es proporcionada directamente por los países y no por la organización. La OTAN, podemos estar seguro, proporciona otro tipo de asistencia a Ucrania, como inteligencia y capacidad de planeamiento y conducción de operaciones militares. Pero el material enviado, es de los socios.

Ahora en Washington, le hemos dicho a Zelenski que tiene nuestro apoyo a largo plazo y que su país se encuentra en un camino "irreversible" hacia la adhesión. Se puede aplaudir esta idea pero, como la memoria no falla, también habría que mencionar que eso mismo se le dijo a Ucrania entre 2018 y 2021 y eso no evitó la agresión de Rusia en febrero 2022. La entrada de Ucrania a la OTAN es posible, pero estamos hablando de un plazo de muchos años, cuando esta guerra haya terminado en uno u otro sentido. Es inviable una Ucrania en guerra en la Alianza Atlántica, ya que pondría a la OTAN en guerra abierta con la Federación Rusa, en aplicación del artículo 5 de su tratado fundacional.

Foto: El expresidente de EEUU Donald Trump, en un mitin. (Reuters/Elizabeth Frantz)

En el comunicado de la cumbre, de nuevo se cita a China con “serias” advertencias por el apoyo que presta a Rusia con el envío de recursos para sostener el esfuerzo bélico en Ucrania. De nuevo, Europa se encuentra con una China que es, a la vez, un adversario (como demuestra en el ciberespacio), un competidor estratégico en el comercio mundial (todo viene de China) y, a la vez, socio imprescindible para desafíos globales, como mitigar las consecuencias del cambio climático.

Por todo ello, es muy difícil tratar de dilucidar cómo deben ser las relaciones internacionales y diplomáticas con Pekín. Suponemos que China quiere “amigos” y, al mismo tiempo, cambiar el orden internacional (RBIO, por sus siglas en inglés) para hacerlo más a su medida pero sin pasar (por ahora) el umbral de conflicto abierto. Entendemos que el Gobierno chino quiere una Europa fuerte para hacer negocios. Sirva como un ejemplo que China proporciona a Europa el 98% de las “tierras raras” necesarias para la tecnología actual (materiales que, por cierto, extrae de África).

Por todo ello, creo que tenemos una asignatura pendiente trascendental —tanto para la OTAN como para la Unión Europea— en decidir y coordinar una postura de política exterior hacia China que, por lo menos en el caso de la Unión Europea, no tendría por qué ser exactamente coincidente con la de nuestros aliados estadounidenses.

¿Qué hacer con China? ¿Y con Trump?

Mientras la guerra en Ucrania se alarga indefinidamente, Estados Unidos aparcará, por el momento, la idea de una OTAN global en el Indo Pacífico, con Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur, entre otros países aliados, para hacer frente a la competición estratégica global china. Pekín está sacando rédito de que Occidente se mantenga enfocado y anclado en el conflicto ucraniano.

Por ello, deberíamos hacer la siguiente reflexión estratégica. Cuando se acabe la guerra de Ucrania, ¿estaríamos los aliados de la OTAN dispuestos a acompañar a Estados Unidos al Indo Pacífico? ¿Están nuestros equipamientos militares preparados para ello? Ni lo parece, ni se ha hablado de ello en la cumbre. Al contrario, con la guerra de Ucrania, los esfuerzos euroatlánticos se concentrarán durante años en doctrinas, estrategias y equipamiento dedicado a la defensa colectiva en el Este de Europa, volviendo de alguna manera a aquella antigua OTAN de la vieja Guerra Fría.

Foto: La bandera ucraniana frente al emblema de la OTAN en Kiev. (Reuters)
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E. Andrés Pretel N. Alarcón. Bruselas

Sobre la cumbre ha planeado las elecciones que tendrán lugar a cuatro meses vista en Estados Unidos, donde debemos tener presentes las críticas vertidas por Donald Trump contra la OTAN y los aliados europeos y sus ataques a la Administración Biden por su política hacia Ucrania. Concretamente, Trump insiste en la necesidad de que los aliados europeos tomen las riendas de su propia seguridad y evitar, a toda costa, un conflicto con Rusia. Para ello, creen los analistas, forzará a Kiev a sentarse a la mesa de negociaciones con Moscú.

Como anécdota de las reacciones del candidato republicano, en el año 2018 se inauguró la nueva y fastuosa sede de la OTAN en Bruselas, digna de visitar. Su diseño original son dos manos con los dedos entrecruzados simbolizando el vínculo trasatlántico de defensa entre Europa y Estados Unidos. Cuando Trump, entonces presidente de Estados Unidos, visitó esta sede, preguntó cuánto ha costado. Más de 1.000 millones de euros, le dijeron. "¿Y cuánto he pagado yo (EEUU)?" Tras unos momentos de titubeo, alguien le contestó: un 40%. Su cara de asombro fue digna de enmarcar. “Y todo esto para que lo disfruten los europeos y los belgas”, masculló como respuesta. Un episodio que muestra la desconfianza que tiene el magnate neoyorquino hacia la organización militar.

¿Somos los morosos?

Otro de los ejes (recurrentes) de la cumbre fue el reparto de la carga entre los aliados (uno de los caballos de batalla de Trump contra Europa). En la cumbre OTAN de Madrid de junio de 2022, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, prometió incrementar el gasto en defensa en los presupuestos generales del estado hasta un 2% del PIB, que sería efectivo en 2029. No obstante, no debemos olvidar que esta promesa ya la hizo el presidente Mariano Rajoy en la cumbre OTAN de Gales 2014, asegurando que España incrementaría esta inversión hasta el 2% en 2024, cuando este año seremos los aliados que menos gasten de los 32 con un 1,28%.

En realidad, mejor que hablar de tantos por ciento, podemos hablar de cantidades. España pasaría de dedicar, en números redondos, unos 13.000 millones de euros en defensa en 2024, a nada más y nada menos que unos 24.000 millones de euros anuales en 2029, algo que no es sencillo de imaginar. Aunque se vayan dando pasos importantes en Consejo de Ministros con la aprobación de gastos militares y nuevos programas especiales de armamento, todos sabemos que esta promesa es difícil de cumplir. Ni siquiera tenemos presupuesto en 2024 y las negociaciones para aprobar las cuentas de 2025 no parece que vayan a ser fáciles.

Foto: Brigada Canarias del Ejército de Tierra en 2023. (EFE/Quique Curbelo)

Tras mi experiencia de más de 40 años, creo que nunca llegaré a ver un presupuesto de defensa de más de 20.000 millones. Ni con este Gobierno, ni con otro posible de coalición de otros partidos políticos. Alcanzar ese gasto militar sin fricciones requeriría de un partido con mayoría absoluta, algo impensable hoy día, y la intención de hacerlo, que no veo ni en las izquierdas ni en las derechas (para los españoles siempre existen otros problemas más acuciantes y urgentes).

Así las cosas, nuestro esfuerzo como España en la Alianza se debería enfocar en que nuestra contribución a la OTAN y a la defensa de la UE no se mida simplemente por estos parámetros. Existen otros factores que considerar, otras métricas, como son la aportación a operaciones internacionales, donde estamos presentes prácticamente en todas las iniciativas de la OTAN y la UE con unidades y militares desplegados.

También las capacidades que ponemos a disposición de la Alianza y de la UE, que son muy significativas en fuerzas terrestres, aéreas y navales. Sumando los tres parámetros (presupuesto, contribución a operaciones y capacidades puestas a disposición), el lugar de España pasaría a estar entre los 10 primeros, que es donde se nos debería considerar.

El dominio anglosajón

Como último eje de la cumbre, se ha confirmado la elección por el Consejo Atlántico del ex primer ministro neerlandés Mark Rutte como nuevo secretario general de la OTAN, relevando al noruego Jens Stoltenberg quien ha ejercido este puesto 10 años consecutivos. Merece la pena recordar que se trata de un puesto muy significativo, que dirige el funcionamiento político de la Alianza y que su nivel de relación son los jefes de Estado y de Gobierno. El relevo será efectivo el próximo 1 de octubre y da muestra una vez más que la OTAN es una “Alianza anglosajona”.

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, en campaña. (EFE/Steve Apps)

En efecto, por la experiencia acumulada tras muchos años en la Organización, ésta es finalmente anglosajona. Se habla el inglés, que hay que dominar para todo tipo de trabajos, a pesar de los históricos esfuerzos de París para utilizar también el francés. Asimismo, el peso de los países “del Norte” acaba siendo siempre superior al de los países “del Sur” en cuanto a elección de cargos significativos en la Organización. Sin embargo, no es así en la contribución de fuerzas y medios, donde los países “del Sur” damos la talla (aunque no se nos reconozca abiertamente).

En este caso además, se ha elegido un neerlandés cuando, precisamente, el presidente del Comité Militar venía de ser liderado también por un neerlandés durante los últimos tres años. Hay que tener en cuenta que Países Bajos no es precisamente un ejemplo en cuanto al desarrollo de las capacidades de seguridad y defensa de la Unión Europea, y que suele representar (de manera informal) los intereses de sus aliados británicos en la UE desde que Reino Unido abandonó el bloque tras el Brexit.

También es preciso poner en valor la capacidad política del saliente Stoltenberg. Como muestra, un botón: tras una reunión del Consejo Atlántico en la que Grecia y Turquía se echaban los trastos a la cabeza mientras unos y otros tomaban partido, las intervenciones fueron subiendo a un tono fuera del habitual y moderado lenguaje diplomático. En ese momento, Jens Stoltenberg cerró la reunión diciendo, literalmente, que tomaba nota de todo; que había sido una discusión y un intercambio de posiciones y de intereses “muy productivo” que llevaría a alcanzar soluciones en un breve plazo de tiempo. Todos los presentes sabíamos que no iba a ser así, pero supo desactivar la perenne tensión entre algunos aliados.

A partir de octubre, Rutte hereda los problemas de Stoltenberg con dos tareas iniciales de gran envergadura: asegurar la cohesión transatlántica en torno al apoyo a Ucrania, y actuar como puente entre Europa y Estados Unidos. Un escenario que podría poner a prueba su camaleónica personalidad si Trump vuelve a la Casa Blanca.

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También en la cita de la OTAN hubo un espacio para la reflexión industrial. Es preciso transformar y mejorar la capacidad industrial y tecnológica de los aliados para adecuarla al riesgo de escalada militar. Hemos constatado que nuestra industria de defensa no estaba preparada para sostener una guerra convencional de alta intensidad, donde se emplean drones y proyectiles de artillería y misiles en números que alcanzan los millones de unidades por año. En este esfuerzo habrá que lidiar con las posibles tensiones que, sin duda, seguirán existiendo entre las industrias europeas y norteamericanas.

Sin embargo, por el momento todavía no somos capaces de observar un cambio drástico de tendencia en la política de defensa y seguridad de la Unión Europea, que sigue con los mismos demonios al hablar de asuntos militares. La Unión parece más unida que nunca tratando de sacar cabeza en el concierto internacional de defensa y dejar de ser tan “herbívora” para ser más “carnívora”, como la OTAN. En la actualidad, y por primera vez, la política de seguridad y defensa de la UE dispone de objetivos ambiciosos y concretos que se pueden alcanzar, si existiera voluntad política. Habrá que ver cómo queda conformada la Comisión Europea y si, como dijeron en la anterior legislatura, hacen de la defensa una prioridad para el nuevo ciclo bajo el lema que llevamos grabada desde que éramos pequeños: Si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepara la guerra).

* Juan Montenegro es teniente general (retirado), ex representante de España en los comités militares de la OTAN y de la Unión Europea

La cumbre de la OTAN de Washington deja varios elementos militares, geopolíticos y estratégicos sobre los que España haría bien en reflexionar. Además de los comunicados habituales de estas citas, en esta ocasión los cuatro ejes principales fueron: 1) la reafirmación del compromiso de la Alianza con la disuasión 2) la continuidad de la ayuda militar a Ucrania —ya en el tercer año de la guerra de agresión de Rusia— 3) el famoso y manido reparto de la carga entre los aliados y 4) el relevo en la secretaría general de la organización, que pasa del noruego Jens Stoltenberg al ex primer ministro neerlandés Mark Rutte.

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