Otro 'loco verano' de Vox: bajas "irrelevantes" y psicosis en los cuadros porque les "vigilan"

Vox se ha convertido en el culebrón político más esperado del verano. El 29 de julio de 2022, Macarena Olona dio un sonoro portazo a Santiago Abascal tras su tropezón andaluz, y lo que disfrazó como un supuesto problema médico derivó en una estrambótica peregrinación para montar una alternativa, sin éxito. El 8 de agosto de 2023, Iván Espinosa de los Monteros, una de sus cabezas visibles, dejó por sorpresa la política y profundizó en la grave brecha interna del sector liberal del partido, que se ha vuelto a resentir tras anunciar Vox su mudanza al grupo europeo de Viktor Orbán. Ahora, el abandono de los gobiernos autonómicos que compartían con el PP ha agitado los cimientos internos con nuevas deserciones y la misma acusación resonando de fondo: el escoramiento de Abascal hacia posiciones "cada vez más ultras" y la "bunkerización" del líder en un reducido grupo de colaboradores. "La moral está descompuesta", dicen los críticos, convencidos de que Abascal se ha "suicidado". "Nos han matado 14 veces", ironizan en la cúpula.

En la sede de Bambú se preparan para otro verano caliente. Hasta el momento, cinco de los doce consejeros autonómicos de Vox han desacatado a la dirección, así como un par de concejales, que se han rebelado y no entregarán el acta al partido. Del centenar de cargos regionales que tenían en total en las comunidades, la inmensa mayoría lo ha dejado ya con la salvedad de los titulares de la cartera de Medio Rural en Extremadura y de Cultura en Castilla y León, "y sus equipos". Además, "unos pocos directores generales" han sido "autorizados" desde la formación a seguir en sus puestos "pues se entiende que son cargos técnicos y no políticos", refiere un portavoz oficial.

Varias fuentes de la cúpula dan por hecho que en las próximas semanas se producirán más bajas, denuncian que el PP tratará de explotar para generar una sensación de crisis aún mayor, y que los medios difundirán titulares alimentados por la "disidencia", es decir, los críticos que se acumulan fuera de la organización. Incluso ven posible que sean con "malas maneras", como definen la espantada de su exconsejera de Justicia e Interior en la Comunidad Valenciana, que esta semana denunció en una carta pública la "deriva radical" de los de Abascal.

Sin embargo, en la dirección despachan las alusiones a una nueva crisis con una mezcla de ironía y suficiencia. "Ya nos han matado 14 veces. Cada verano es lo mismo. Pero el partido está muy unido, muy fuerte y muy respaldado por la base", afirman en el núcleo duro de Vox, donde desdeñan las deserciones sufridas: "Son irrelevantes". Por el contrario, destacan el haber logrado la unidad de sus vicepresidentes autonómicos, lo que más les preocupaba antes de dar la orden de disolver los equipos en las cinco comunidades donde gobernaban. "El objetivo se ha cumplido", señalan pese a reconocer el "trago amargo" que supuso en algún caso como el de la Comunidad Valenciana, Vicente Barrera, visiblemente molesto tras la reunión del comité ejecutivo nacional donde se formalizó el adiós.

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"El partido está sólido", refuerzan en la dirección nacional. "La acción ha sido buena, el apoyo de las bases es grande, hay avalancha de afiliaciones, también hay bajas, muchos menos... y me interesa muy poco que se vaya uno aquí o allá, me parece irrelevante", insisten en la sede central. "El partido está muy sólido", redunda otra fuente. También Abascal tapó grietas interiores en la entrevista con este periódico 24 horas después de anunciar la ruptura con el PP: "En absoluto. No hay ninguna quiebra interna, no la hay en el comité ejecutivo nacional de Vox, no la hay en la militancia".

Pero las voces críticas del partido, los que se fueron y los que aún están dentro, desmienten esa balsa de aceite que pintan en Bambú. "Por lo que va a caer Vox, y lo digo con pena, no es por sus ideas políticas, sino por la organización interna", cuestiona un excargo, que habla de "suicidio" colectivo. "El desprecio que la dirección siente por sus cuadros y militantes es lamentable. ¿Quién se va a dar de alta ahora en el partido si hay gente que ha dejado el trabajo y se han quedado tirados? Y todo porque lo ha decidido un ser superior desde Madrid, dicho con ese lenguaje, opusino...", lamenta esta fuente en relación a las explicaciones que la dirección ofreció a los cargos autonómicos ante la inmediata ruptura de los gobiernos. Un encuentro en el que se les pidió confianza ante la decisión, al tiempo que se les trasladó comprensión por las críticas desatadas desde los equipos regionales.

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Bastante peor ha sentado la salida con cajas destempladas de la titular de Justicia e Interior de la Comunidad Valenciana, Elisa Núñez, quien en una carta pública denunció "la deriva radical del comité ejecutivo" en las cuestiones de la inmigración irregular y la violencia contra la mujer, al tiempo que criticó amargamente el alineamiento formal en el Parlamento Europeo con Orbán y Le Pen. "Cuando era consejera no le importaban las declaraciones de Orbán", resuelven en el equipo de confianza de Abascal. "Es ella la que parece que no tenía un compromiso real ni con los ciudadanos ni con el partido", responden en la cúpula. Los críticos señalan la responsabilidad directa de Madrid a la hora de seleccionar a los consejeros autonómicos, algunos de ellos independientes, como la díscola valenciana, o que provenían del PP, como su representante extremeño.

La denuncia de este grupo disidente trasciende lo ideológico. Diversas fuentes acusan a la guardia pretoriana de Abascal de haber sometido a los cuadros a un régimen de terror, según su descripción. "La gente sabe que les vigilan, que miran hasta quién daba un like o no a la entrevista con El Confidencial", expone un excargo que mantiene amistad con sus antiguos compañeros de militancia. "Un diputado me comentaba que dentro ven fantasmas y que están obsesionado con los que ya no estamos", añade sobre la supuesta caza de brujas desplegada sobre las voces disidentes.

"La moral está descompuesta. Hay gente que está muy quemada porque saben que están vigilados", incide otra fuente regional que abunda en la idea de un líder "secuestrado" y "bunkerizado". "Los cuadros se sienten maltratados porque todo lo decide Madrid, a distancia", afirma. Uno de los vicepresidentes comentaba hace un par de semanas a una visita exterior que la presencia de la dirección nacional en cada decisión que tomaban se les hacía "insufrible". "Nos han puesto una vigilanta, no podemos hacer nada sin que nos lo autoricen. Llega a ser insufrible", explicitó este exalto cargo de Vox a su interlocutor, tal y como relata este a El Confidencial.