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La estrategia de Sánchez para lidiar con un Puigdemont irritado y hostil
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La estrategia de Sánchez para lidiar con un Puigdemont irritado y hostil

La larga marcha de Junts todavía no ha terminado. Quiere el poder en Cataluña, y mientras eso no ocurra, la inestabilidad estará presente en Madrid. En ese escenario,el PSOE juega sus bazas

Foto: El secretario general de Junts, Jordi Turull. (Europa Press/David Zorrakino)
El secretario general de Junts, Jordi Turull. (Europa Press/David Zorrakino)
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La larga marcha de Junts, es decir, la deriva de Convergència hacia las tesis populistas que desembocaron en el procés, es una historia que todavía no ha finalizado, porque queda por resolver lo más importante: justo aquello que la originó.

El procés nació mucho menos como fruto de una aspiración, que como producto de una doble crisis. La económica, que permitió se desplegase con fuerza el discurso de la culpa el Estado español sobre el mal momento catalán, y la interna de la formación de Pujol: los convergentes apostaron por las posturas desafiantes respecto del Estado justo cuando Esquerra amenazó con convertirse en el primer partido catalán. Artur Mas y los suyos quisieron cerrar la puerta al ascenso de Esquerra adoptando una posición claramente independentista, y los años 10 se convirtieron en un pulso constante con el Estado, por una parte, y entre ERC y las sucesivas encarnaciones de los convergentes por otra. Esa pelea entre las dos formaciones por dominar el espacio político catalán, llena de fines teóricos coincidentes y de objetivos concretos muy dispares, ha dado forma a los enredos presentes.

El objetivo de la independencia en los términos planteados hace siete años está solo en la mente de una pequeña parte de los votantes catalanes

Esa competición sigue viva hoy, hasta el punto de que está configurando el posprocés, incluso cuando la independencia como objetivo político en términos similares a los planteados hace siete años está solo en la mente de una parte minoritaria de los votantes catalanes. Hay, además, dos factores que complican el viejo objetivo: la sociedad catalana desea pasar página y enfocarse más en los asuntos de la vida cotidiana, entre ellos los económicos, que en los identitarios (Collboni ha aumentado su intención de voto de manera significativa tras el anuncio de sus medidas sobre vivienda). En segundo lugar, el momento internacional es muy poco propicio para que cualquier reclamación de independencia pueda tener un respaldo internacional efectivo y sólido.

Todo esto es bien conocido por las poblaciones catalanas, pero también por los dos principales partidos independentistas. Quizá Puigdemont quiera seguir en la guerra, pero ahora es más ficticia que antes, si cabe, y todos son conscientes. Es el momento del repliegue, aunque sea táctico, para los indepes. Sin embargo, nada de esto altera el primer asunto, el que está en juego en el fondo: qué partido de los dos va a gobernar Cataluña.

El objetivo es ser el primer partido

La intención del PSOE de unirse a ERC para dejar sin la Generalitat a Junts es una línea roja. El rechazo el pasado martes al objetivo de déficit propuesto por el PSOE solo es comprensible desde esta perspectiva. Es un aviso para marcar terreno. Si los socialistas pretenden dar aire a sus rivales, y más si comparten la Generalitat con ellos, se lo harán pagar en el Gobierno de Madrid. La amnistía se está aplicando con un ritmo más rápido del esperado, pero todavía quedan muchas cosas por solucionar, de modo que, hasta que sea del todo efectiva, no se esperan muchas novedades en el terreno de la ruptura total. El recurso sobre la ley de amnistía presentado por el Tribunal Supremo retrasa esa posibilidad y da tiempo a los socialistas.

En todo caso, la hostilidad de Junts puede ser muy elevada y complicar mucho la legislatura. Incluso si se alcanzase un presupuesto, lo que hoy parece poco probable, la amenaza de Junts de hacer descarrilar el Gobierno de Madrid está presente, y la utilizarán si creen que servirá para volver a otorgarles el lugar preeminente en Cataluña.

Junts se acercará a PSOE o a PP, según convenga. Ahora juega la baza del irredentismo, mañana podrá utilizar la de un mayor institucionalismo

De momento, la retórica independentista es un arma contra una Esquerra que apostó en Madrid por el eje de izquierdas y que trató de hacer valer el soberanismo en Cataluña mediante las fotografías de sus encarcelados. Sin embargo, ERC no ha sacado rédito de nada de ello, más al contrario: el hecho de haber pasado por la cárcel no ha sido retribuido por sus simpatizantes y la posición en Madrid tampoco ha tenido peso electoral. De alguna manera, los votantes han encontrado motivos para la desilusión: eran el espacio que pretendió unir izquierda y reivindicación soberanista, y ahora están perdiendo votantes por ambos lados. Junts está presionando en esa herida mediante una posición soberanista más insistente.

Pero eso también es coyuntural. Dado que el objetivo es conseguir el poder en Cataluña, todo está sujeto a cambios. Junts se acercará al PSOE o al PP, según convenga al propósito mayor. Ahora juega la baza del irredentismo, mañana podrá jugar la del institucionalismo si le es provechoso.

La baza del PSOE

Todo este movimiento de piezas implica una legislatura trabada, con escasas opciones de hacer cambios de calado y con pocas facilidades para aprobar nuevas leyes. Y con una incertidumbre añadida, la de tener un socio indispensable para mantener el gobierno cuya hostilidad resulta evidente. Los socialistas afirman estar acostumbrados desde la legislatura pasada a las negociaciones en el alero, a ir pactando cada cosa con geometrías variables. Su objetivo era permanecer en Moncloa y está logrado: es mejor hacer pocas cosas en el Gobierno que ninguna en la oposición.

Foto: Pedro Sánchez (i) y Pere Aragonès (i), durante la reunión en el Palau de la Generalitat. (Europa Press/David Zorrakino)

Este es el momento de ir lidiando con el día a día, de no hacer grandes planes, y de jugar con una ventaja estratégica, la de tener en la mano el momento de convocar elecciones. De momento, los posibles acuerdos del PP y Junts están lejos, Vox mediante, y la aplicación de la ley de amnistía deja todavía cierto margen de maniobra a Moncloa. La clave es resistir el tiempo que sea posible y convocar generales en el instante en que sea factible obtener un buen resultado o antes de que el agujero sea demasiado grande. Los partidos de la derecha perciben, en sus encuestas, que el PP no crece lo suficiente y que Vox se mantiene en su nivel, con el inconveniente del enigma Alvise, que puede sumar dos o tres diputados, pero restar al bloque unos cuantos más por la estructura de la ley electoral. De modo que, de momento, hay tranquilidad en Moncloa. El siguiente paso es que Illa gobierne la Generalitat, intentar aprobar los presupuestos y a partir de ahí, salgan o no salgan, esperar el momento adecuado para las elecciones. Política del partido a partido.

La larga marcha de Junts, es decir, la deriva de Convergència hacia las tesis populistas que desembocaron en el procés, es una historia que todavía no ha finalizado, porque queda por resolver lo más importante: justo aquello que la originó.

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