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El calvario de Loly: "Vivo con miedo por las palizas de mi hijo, secuestrada en mi casa"
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pide ayuda para atender a su hijo Álvaro

El calvario de Loly: "Vivo con miedo por las palizas de mi hijo, secuestrada en mi casa"

Pide desesperadamente una plaza para ingresar a Álvaro, 16 años, con un trastorno grave del espectro autista, tras cerrar por vacaciones el ala del hospital donde estaba ingresado

Foto:  Álvaro.
Álvaro.

“Vivo con miedo a sus palizas, aquí, secuestrada en mi propia casa”. Loly Navarro aguanta lo que puede, pero a ratos se le entrecorta la voz. Su hijo Álvaro, 16 años y 90 kilos de peso, la mantiene atada a él las 24 horas del día. “Lo único que quiero es una vida normal. Poder ir a comprar el pan y que mi hija viva sin miedo”, cuenta. Su hija menor tiene nueve años y mientras que esté su hermano no pueden convivir en el mismo domicilio. Ha presenciado ya muchos golpes, muchas palizas y está aterrada. La penúltima vez tuvo que huir a buscar ayuda antes de que Álvaro la emprendiera con ella a golpes.

Esta jiennense de Bailén ha puesto en marcha una recogida de firmas para buscar salidas a su situación desesperada. Su hijo sufre un trastorno grave del espectro autista en grado 3 y tiene una conducta violenta. Loly vive pendiente de su botón de la teleasistencia. En cuanto se le va la situación de las manos, lo pulsa y el protocolo se activa. A su casa llegan el 061, la Policía Local y la Guardia Civil en un santiamén. Ha denunciado a su propio hijo por si eso puede acelerar los trámites. Quiere ayuda ya, ahora, una plaza en una residencia para Álvaro. “Luego no quiero llantos, ni lamentos, ni minutos de silencio”, dice tajante. Se lamenta de la frialdad, de la indiferencia con que reciben sus ruegos y súplicas en la delegación de la Junta de Andalucía.

Se lamenta de la frialdad con que reciben sus ruegos y súplicas en la delegación de la Junta

"Inquietud y agresividad importantes", "no ha adquirido lenguaje", relata el informe de su psiquiatra, donde reclama su ingreso en un centro adecuado y advierte de que, tras varios meses en que entró y salió del hospital en dos ocasiones, tienen claro que no pueden hacer efectiva el alta pese a su mejoría porque "el regreso al domicilio de Álvaro nos asegura la recaída". "Es especialmente agresivo con la madre", indica el informe hospitalario. "A día de hoy, no veo la posibilidad de que Álvaro pueda regresar al domicilio familiar", suscribe la psiquiatra, que reseña "la desesperación y el miedo" de la progenitora y solicita una plaza residencial que se le ha denegado.

Graves lesiones

La penúltima paliza que recibió de su hijo fue tremenda. El parte de lesiones es desolador. La espalda destrozada a golpes. La noche del martes vivió la última agresión. Su hermano llegó a su domicilio a tiempo y trató de sostener al adolescente, que daba alaridos mientras trataba de zafarse para agredir a su madre. La escena, que un familiar grabó con el móvil ante el temor de que pasara algo grave, es violenta y dolorosa hasta que la medicación deja grogui a Álvaro. Toma 17 pastillas cada día. Fue la gota que colmó el vaso. “Es que cualquier día, de un mal golpe...”, balbucea Loly para comunicar que finalmente han decidido ingresarlo en un centro privado con ayuda de toda la familia. Un mes o dos, como mucho. No pueden pagar más. Son 2.000 euros mensuales.

placeholder Álvaro.
Álvaro.

La situación se complica porque ella solo puede trabajar en horario escolar, mientras que su hijo acude a la escuela residencial donde está los meses lectivos. Su último empleo era como auxiliar en un comedor escolar, donde no llegaba a los 300 euros mensuales. “Para mí, plantearme un trabajo con un horario normal es imposible”, admite.

La desgracia de Loly es la de muchas familias que ven cómo la Ley de Dependencia es papel mojado

La desgracia de Loly es la de muchas familias que ven cómo la Ley de Dependencia es solo papel mojado. Tendría derecho a una plaza, a una atención para su hijo, pero no lo tiene en la realidad. El número de pacientes que pueden ser atendidos o ingresados con trastornos mentales es ínfimo en relación con el número de casos. Las alas de psiquiatría de los hospitales públicos andaluces suman importantes carencias. Las plazas públicas o concertadas son demasiado pocas. En provincias como Córdoba, ni siquiera existe ningún recurso o residencia para atender a estos menores.

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Álvaro.

Se expresa a golpes

Álvaro apenas se comunica. Ha encontrado su forma de expresarse a golpes. Sabe que tiene el control y somete a su madre a rutinas como bañarse hasta 10 veces al día. “Yo me meto en la bañera cuando me lo pide. Una y otra vez. Es obsesivo. ¿Qué voy a hacer?”, se lamenta Loly. Siempre ha sido difícil atender las necesidades de su hijo, pero la situación es ingobernable conforme Álvaro crece en tamaño y fuerza. Acaba de salir de un largo ingreso. Cinco meses. En verano, cierra el ala hospitalaria en Jaén que atiende a los menores con trastornos. Pero en esta casa no hay vacaciones. La vuelta a casa de Álvaro se ha convertido en un infierno.

Ha encontrado su forma de expresarse a golpes. Sabe que tiene el control y somete a su madre a rutinas como bañarse hasta 10 veces al día

La psiquiatra que lo ha tratado durante los últimos meses, y que ha conseguido regular su medicación para controlar su agresividad, se echó las manos a la cabeza cuando supo que no había plazas para su paciente en ningún centro público y que volvía a su domicilio. La única salida era pedir plaza en el ala de psiquiatría del hospital general, con adultos, pero no era una solución viable porque el menor iba a estar “contenido”, amarrado, las 24 horas. Ni la médica lo aconsejó ni su madre, explica, lo iba a permitir. “Lo que quiero es un centro donde pueda estar atendido, donde haya los recursos para que puedan ayudarle. Un centro especializado. ¿No dice la Ley de Dependencia que tengo ese derecho?”, se pregunta Loly.

"Hay más casos"

La solicitud, con un exhaustivo informe médico, de una plaza para ingresar a Álvaro tras salir del hospital está denegada. No hay plazas disponibles. Ni en Jaén ni en Málaga. La delegación ha derivado el expediente a Sevilla, desde cuyos servicios centrales la Consejería de Igualdad y Asuntos Sociales (Cs) admite que es un problema para muchas familias.

La psiquiatra que lo ha tratado los últimos meses se echó las manos a la cabeza cuando supo que no había plazas para él en ningún centro público

“Entendemos la reivindicación de la familia”, respondieron desde la Junta, “desgraciadamente hay más casos de este tipo”. “Intentamos dar respuesta en función de las plazas y recursos de los que disponemos”, añadieron las fuentes oficiales. En septiembre, apuntan, la Asociación Autismo Sevilla abrirá una residencia para gravemente afectados y la consejería “conveniará' 14 plazas” que actualmente están “en proceso de adjudicación”.

El defensor del pueblo ha alertado en sucesivos informes de las graves carencias de la atención a menores con trastornos de conducta y mentales en Andalucía. Las deficiencias en la atención a la salud mental se agravan en el caso de la infancia. En 2013, un extenso informe se dedicó por completo a la situación en la comunidad autónoma tras el cierre de los centros psiquiátricos. Ya hace seis años, el defensor puso el acento en las “serias limitaciones” en el acceso a prestaciones sanitarias y sociales para estos enfermos, la carencia de plazas públicas o concertadas, la excesiva medicalización como única salida especialmente dura en el caso de los menores y la falta de especialización sanitaria para niños con estos problemas. La Ley de Dependencia recogió los derechos de esta población a recibir atención y ayuda, pero no dispuso los recursos ni los instrumentos.

En su informe de 2018, como cada año, el defensor volvió a poner el foco en los problemas que padece la población infantil con trastornos mentales y apuntó algunos avances. Detalla los servicios de salud mental dentro del Servicio Andaluz de Salud (SAS), el III Plan Integral de Salud Mental de Andalucía (2016-2020) y el Programa de Atención a la Salud Mental de la Infancia y la Adolescencia (Pasmia).

En 2017, última cifra publicada, se atendieron un total de 24.8165 personas menores de 18 años en las Unidades de Salud Mental Comunitaria en Andalucía. El 60,1% son chicos (14.915) y el 39,9% son chicas (9.899).

“Vivo con miedo a sus palizas, aquí, secuestrada en mi propia casa”. Loly Navarro aguanta lo que puede, pero a ratos se le entrecorta la voz. Su hijo Álvaro, 16 años y 90 kilos de peso, la mantiene atada a él las 24 horas del día. “Lo único que quiero es una vida normal. Poder ir a comprar el pan y que mi hija viva sin miedo”, cuenta. Su hija menor tiene nueve años y mientras que esté su hermano no pueden convivir en el mismo domicilio. Ha presenciado ya muchos golpes, muchas palizas y está aterrada. La penúltima vez tuvo que huir a buscar ayuda antes de que Álvaro la emprendiera con ella a golpes.

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