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Cofradías o libertad: ley seca en la Madrugá sevillana para evitar los disturbios de 2000
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El PP lo derogará si gobierna

Cofradías o libertad: ley seca en la Madrugá sevillana para evitar los disturbios de 2000

El ayuntamiento pacta con los hosteleros una ampliación de horarios, pero mantiene el veto a la venta de alcohol que se decretó en 2018 tras unas carreras que sembraron el pánico hace casi un cuarto de siglo

Foto: Aglomeración de personas al paso de la Esperanza Macarena, en la calle Resolana. (EFE/Raúl Caro)
Aglomeración de personas al paso de la Esperanza Macarena, en la calle Resolana. (EFE/Raúl Caro)

Cuenta una leyenda que un borracho le tiró, por error, un vaso de vino a la Esperanza Macarena en una Madrugá de finales del siglo XIX. El joven, que acabó preso según el relato, le dejó una mancha, que todavía se ve en la cara de la virgen, en un momento de efusividad mientras piropeaba a la imagen más universal de la Semana Santa de Sevilla. Más allá del cambio cultural, que se ha producido en este siglo y medio, es muy difícil, por no decir imposible, que la leyenda se convierta en realidad, porque la venta de alcohol está muy limitada en Sevilla en la noche que va del Jueves al Viernes Santo desde 2018.

La Semana Santa de 2023 será la cuarta en la que, por decreto, esté prohibida la venta de alcohol en la zona más señera del centro de la ciudad, aunque es cierto que habrá más horarios de apertura y tendrán permiso para funcionar las cafeterías, confiterías y churrerías, que no podrán servir bebidas alcohólicas. Ese es el acuerdo al que ha llegado el Gobierno local del socialista Antonio Muñoz con los hosteleros de la capital andaluza, que habían presionado para intentar acabar con esta ley seca que instauró el consistorio hace ya un lustro.

Foto: La Virgen de los Dolores del Cerro en las calles de su barrio. (EFE/Raúl Caro)

El motivo hay que buscarlo en la Madrugá de 2017, cuando se repitieron, con menos intensidad, las carreritas del año 2000. Con ese nombre, se bautizó a una suerte de disturbios que aterrorizaron a los sevillanos hace ya casi un cuarto de siglo. A día de hoy, no está claro qué ocurrió, pero hubo avalanchas que se produjeron de forma simultánea en varios puntos del centro de la ciudad y que dejaron a 200 personas atendidas entre ataques de ansiedad y heridas leves. Entre los motivos barajados, hay algunos muy peregrinos, como que hubo un toro que se escapó de la Maestranza o que varios jóvenes pusieron en práctica un juego de rol.

Con menos intensidad, la situación se repitió otras cuatro veces, la última en 2017. En esta ocasión, hubo 13 detenidos y una investigación judicial que situó el origen de las avalanchas en una pelea en la calle Arfe, en la zona del Arenal, cuando pasaba el Gran Poder. Fue, según la jueza, "un incidente inicial que se aprovechó para generar otras revueltas" con algunos de los detenidos usando barras de metal para hacer ruido y otros gritando "Alá es grande" y "gora ETA". El ayuntamiento, que entonces estaba regido por Juan Espadas, tomó una decisión drástica y al año siguiente se cerraron los bares entre las 23:00 y las 6:00 en 49 calles aledañas a la carrera oficial y en los itinerarios que realizan las seis hermandades de la Madrugá hasta la catedral. También hubo aforamientos de calles para evitar aglomeraciones, pero esto ocurrió durante toda la Semana Santa.

Este año, los bares podrán abrir hasta la 1:30 y se permitirá la venta de dulces y churros en zonas cercanas al recorrido oficial

Un lustro después, aunque con dos semanas santas en blanco por la pandemia, los hosteleros han presionado para evitar las pérdidas que les genera esta ley seca. Tras varias semanas de negociación, el cierre se retrasa hasta la 1:30, aunque hay zonas donde comenzará antes, por el paso de la hermandad del Silencio, la más antigua de Sevilla. La otra medida novedosa es el permiso para la apertura de bares para la venta de café, dulces y churros en siete calles del entorno de la carrera oficial. Pero hay condiciones, como que todos los clientes deberán estar sentados, no podrá superarse el aforo y los negocios tendrán que contar con seguridad privada que garantice que se cumplen estas normas.

El ayuntamiento calcula que son cinco los establecimientos que estarán interesados en abrir, para lo que deben solicitar un permiso al consistorio. Lo que permanecerá cerrado es el ocio nocturno, a pesar de que el centro histórico de Sevilla tiene áreas con gran cantidad de negocios de este corte en zonas como el Arenal —donde se originó la avalancha de 2017—, el paseo de Colón o la alameda de Hércules.

Foto: La Esperanza de Triana al llegar al centro de Sevilla. EFE Julio Muñoz
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El consumo de alcohol en la Madrugá, más allá de la leyenda del vaso de vino y la Macarena, era habitual hasta hace no tanto. El escritor madrileño Eugenio Noel, que inmortalizó una Semana Santa sevillana de los años veinte en una de sus obras, lo deja claro cuando cuenta que se trataba de una de las noches en que había más animación en tabernas y burdeles. Ahora, más allá de la ley seca, hay quien pone el foco en el botellón y en los vendedores ambulantes.

Es lo que ha hecho el candidato del PP a las elecciones municipales del 28 de mayo, José Luis Sanz, que ha prometido que acabará con estas restricciones y señala las concentraciones callejeras para beber —prohibidas por ley autonómica desde 2017— como el problema. Ese y el de la falta de urinarios públicos, ya que el cierre de los establecimientos deja a los cofrades sin un lugar donde hacer sus necesidades en una ciudad donde los baños públicos no son habituales. Por eso, el ayuntamiento ha anunciado que instalará más urinarios portátiles que los que hubo el pasado año.

Cuenta una leyenda que un borracho le tiró, por error, un vaso de vino a la Esperanza Macarena en una Madrugá de finales del siglo XIX. El joven, que acabó preso según el relato, le dejó una mancha, que todavía se ve en la cara de la virgen, en un momento de efusividad mientras piropeaba a la imagen más universal de la Semana Santa de Sevilla. Más allá del cambio cultural, que se ha producido en este siglo y medio, es muy difícil, por no decir imposible, que la leyenda se convierta en realidad, porque la venta de alcohol está muy limitada en Sevilla en la noche que va del Jueves al Viernes Santo desde 2018.

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