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El periodista más longevo… y en activo de España cumple hoy 97 años y está en Málaga
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Guillermo Jiménez Smerdou

El periodista más longevo… y en activo de España cumple hoy 97 años y está en Málaga

Guillermo Jiménez Smerdou ganó un Premio Ondas en 1979. Lleva 75 años de profesión y cada mañana escribe artículos que publica una vez a la semana en 'La Opinión de Málaga'. Ya ha enviado los que saldrán en septiembre

Foto: Guillermo Jiménez Smerdou. (A.R.)
Guillermo Jiménez Smerdou. (A.R.)

Hace unos días disfrutó de la película Ninotchka dirigida por Ernst Lubitsch, con guion de Billy Wilder e interpretación de Greta Garbo, que le dejó más feliz que un chavea con pantalones cortos. La vio, con Conchita, su mujer, rozando la medianoche, en la salita de su casa del barrio del Limonar de Málaga, en una televisión que de cerca carece de la nitidez suficiente, pero que engaña: de lejos parece tecnología 4K.

Guillermo Jiménez Smerdou conoció la II República y nació en Villa Maya, donde residió su tío, Porfirio Smerdou, el cónsul de México en Málaga, el llamado Schindler malagueño. Esa historia le marcó su vida. También su pasión, su oficio: el cine y el periodismo. O viceversa.

Este periodista, que apenas sonríe en las fotografías, de bigotillo fino, y gafas negras de quita y pon, muy afable y que no se cansa de hablar y hablar, pero con sentido, orden y contestando a repreguntas, fue pionero en España de una fórmula de periodismo cinematográfico en la década de los años cincuenta que jamás se volvió a repetir a pesar de su éxito arrollador.

placeholder El registro de artículos de Guillermo Jiménez Smerdou. (A.R.)
El registro de artículos de Guillermo Jiménez Smerdou. (A.R.)

Atesora un memorión de asombro, de opositor sabelotodo. Se acuerda de fechas concretas, de nombres y apellidos, de imágenes, de fragmentos de películas, de peripecias vitales. Ha escrito ocho novelas (aún sin publicar), le han operado dos veces de cadera y en la última pensó, porque esta intervención suele tener un promedio de un 20% de supervivencia en personas de su edad, que no saldría de esa.

Se despidió de su mujer, de sus hijos, de sus nietos, de algún íntimo amigo. Y volvió con más fuerza… porque quería seguir escribiendo, recordando, viviendo. Su vida sería lo más próximo, si existiera el término, a un gerundio pluscuamimperfecto.

La antítesis del pesimismo

En 1979 recibió un Premio Ondas a su trayectoria. Fue jefe de programas, director de informativos, no paraba de inventarse espacios, de dirigir equipos. Avaló con su casa la sede de la Asociación de la Prensa de su ciudad y se jubiló en 1992 de redactor de Radio Nacional en Málaga. No quiso almuerzo o cena de despedida, porque en realidad no se iba. No puede estar sin hacer nada. Pura inquietud la de este Hijo Predilecto de Málaga y Medalla de la Ciudad del año 2022.

Hoy mismo, este sábado de Chupinazo en Pamplona y todavía en las vísperas de un estío al que le quedan muchas horas por radiar, cumple 97 años. Y planea a corto, medio y largo plazo. Vislumbra el futuro, su futuro, y es la antítesis del pesimismo. Tampoco se abona a la melancolía, ni a la autoindulgencia. Las cosas del pasado las relata con entusiasmo. Va a la habitación del fondo con el andador para traer recortes de sus reportajes de hace cinco o seis décadas. Algunos amarillean, otros parecen recién salidos de imprenta. Todos están fechados con bolígrafo azul.

Lo mismo ahora aparece uno más mayor perdido en una aldea que sigue en activo, pero se puede afirmar que es el periodista español más veterano que escribe a diario un artículo, aunque los publica semanalmente, cada lunes en ‘La Opinión de Málaga’ en su sección Memorias de Málaga, donde exhibe anécdotas, practica la ironía en un estilo desenfadado y ameno. El último de ellos se llama ‘Del cine Royal a minicines Aleixandre’.

Viste un polito azul turquesa que lleva el escudo del Real Club Mediterráneo, el más antiguo club náutico de España

A primeros de julio ya tiene escritos los que se publicarán en septiembre. Su hijo Carlos, catedrático (tiene otros tres: el primogénito se llama también Guillermo y es abogado) se encarga desde hace un año de enviarlos porque aunque se encuentra con plenas facultades prefiere que alguien de confianza pueda cotejar datos por si se le escapa algo. Y el profesor viaja constantemente. A veces ha mandado el artículo de su padre desde el Polo Norte o alguna isla perdida de los mares del Pacífico.

Mantiene la curiosidad del adolescente soñador, rubio y con ojos azules, en un amplio salón con el aire acondicionado puesto a 27 grados. Viste un polito azul turquesa que lleva el escudo del Real Club Mediterráneo, el más antiguo club náutico de España, en el que es uno de los socios más veteranos y donde hasta hace varias temporadas nadaba largos en su piscina de 50 metros.

O se tomaba pescaítos en el antiguo restaurante de la Casa de Botes. También, en la hora de la siesta, devoraba periódicos en una silla blanca cerca del lugar donde las señoras juegan apasionadas partidas de cartas. Guillermo leía, como ahora hace por las tardes en su casa, quitándose las gafas. Para que el sol no le dañara su piel blanca, delicada, llevaba puesta una gorra sin publicidad ni marca. No faltaba el bañador clásico. No era un Meyba.

Foto: Imagen: Sergio Beleña.

Escribe, con dos dedos, en un ordenador Windows con cuerpo 14 y letra Times New Roman. Cuando algunos de sus nietos o sus hijos llegan a casa les pregunta las dudas que tiene del sistema informático. Las innatas ganas de aprender. Se maneja bien con el ratón y cerrando y abriendo ventanas. Desde su escritorio se divisan unos jardines espaciosos y un próximo edificio, no muy alto de altura, en el barrio predilecto de la burguesía malacitana y que está amenazado con algunas nuevas construcciones que le están quitando personalidad.

Jiménez Smerdou narra a El Confidencial secuencias de su existencia en una tranquila tarde de verano mientras Conchita, de 87 años, ve la televisión convencional en la salita y llega de vez en cuando al salón para saber si Guillermo ha bebido suficiente agua y para ratificar, amplificar o dar los puntos de vista de los episodios que relata su marido en un sofá de tres plazas y cojines voluminosos, anchotes y comodísimos.

La longeva vida profesional de este periodista cinematográfico “de provincias” que consiguió a base de trabajo, constancia y pluriempleos sacar adelante una familia, arrancó una mañana de febrero de 1949. Tenía 22 años y solicitó elaborar un programa de cine en Radio Nacional de España en Málaga. Su padre era amigo del director. Le pidieron un número cero. A los dos días le llamaron. El martes se empezaría a radiar.

El pionero y único Cine invisible

Su voz no era imperial, pero tenía la curiosidad del reportero, el conocimiento profundo del cine y la juventud que todo lo puede. Escribía los guiones que luego los locutores pronunciaban con una perfecta dicción. También preparaba las entrevistas con preguntas que leían otros. Este mismo año se convirtió en uno de los fundadores de la Sociedad Cinematográfica Malagueña, que organizó el Primer Festival Español Cinematográfico de Málaga. Cinco años antes había empezado a apuntar en una libreta todas las películas estrenadas en su ciudad con la fecha, el título y en algunos casos con el nombre del director y los actores o actrices protagonistas. Lo hizo sin interrupción hasta el año 2005.

Cine Invisible es un término que, en sí, supone un contrasentido. El cine no debe explicarse, pero él lo explicaba. Jiménez Smerdou sabía que eso nunca se había hecho en España y tampoco después nadie lo volvió a hacer. “Eso fue un invento mío, valga la palabra”, sentencia. Y hay pocas veces en la conversación que se vanagloria de algo. El invento se llamaba retransmitir películas en la radio.

El director, Francisco Sanz Cagigas, que compaginaba la jefatura de RNE en Málaga con la dirección del diario Sur, no veía clara la propuesta. Al menos le dijo que lo intentara. Entonces se fue a ver a los principales empresarios del cine de la ciudad: al Albéniz (hoy sede del Festival de Málaga y templo de las películas en versión original) o al Goya, que funcionó de 1923 a 1970.

El éxito fue inmediato. Los empresarios le pedían que escribiera el guion de los filmes que estrenaban

Lo crucial era que se emitiera en directo, sin grabación. El locutor y el técnico, con el guion de Jiménez Smerdou de unos 10 o 12 folios en la mano, se situaban en la última fila del cine con una pequeña lámpara. El sonido se tomaba de la sala de proyección. Siempre seleccionaba las películas que tenían más diálogo. Y para ello, en la oscuridad y soledad de la sala, tomaba notas en unas cuartillas. En el guion se especificaba cuándo iba a intervenir el locutor.

El éxito fue inmediato. Los empresarios le pedían que escribiera el guion de los filmes que estrenaban. La ONCE le felicitó. Mucha gente aún no tenía radio y se reunían en casas de Málaga para escuchar las películas juntos. Fueron 50 películas y el cine radiado solo duró un año, pero durante décadas se recordó a Jiménez Smerdou por esta iniciativa. Películas que eran medianías triunfaban como si fuesen megaproducciones de los grandes estudios.

El público estaba asombrado. Y el periodista recuerda a los compañeros locutores que ponían la voz como si fueran los primeros de la lista de su clase: Antonio Carmona, Antonio Barceló, Daniel de la Puerta, Miguel Martín Alonso. Le paraban por la calle. Fue el hombre del Cine invisible durante 30 años. Otro programa de su cosecha, de nombre ‘Tobogán’, duró más de 20 años y se emitía en directo durante dos horas. Este periodista, que se autodefine como un hombre con rostro circunspecto, mezclaba en el espacio cine y humor. Un hombre que parece serio y no lo es.

La mañana del Ondas

Y es un hombre que salva instantes como la mañana que supo que había logrado el Premio Ondas. Ese día tenía previsto viajar a Ronda y un compañero suyo técnico de la emisora de Málaga le llamó por teléfono: Guillermo, Guillermo, ¡que has ganado el Ondas! ¡Que estás diciendo! Sí, sí, que lo he oído en el informativo de Madrid. ¿Pero cómo puede ser si yo no me he presentado? Resulta que Juan Antonio Rando, el entonces director de RNE Málaga, había propuesto su candidatura. Radio Barcelona de la Cadena SER había solicitado perfiles de periodistas relevantes fuera del circuito de Madrid y la Ciudad Condal que pudieran ser premiados.

Viajó a Barcelona a recoger el premio y antes de la ceremonia se le acercó un señor mayor. ¿Usted es Guillermo Jiménez? Que sepa que su premio ha sido por unanimidad. Y al periodista de 2024 se le quiebra la voz contándolo. La emoción. Y enseña el premio, que guarda en el mejor lugar de la casa.

El crítico de cine ganó una vez la Lotería. Se administró muy bien el dinero, como los excesos. Si se toma un whisky para ver una película en casa es raro que llegue a la segunda copa. Cuidarse, la genética y la suerte le ha llevado a vislumbrar la frontera de los 100. En la Lotería ganó 200.000 pesetas a finales de la década de los sesenta. Fue con el número 41444. Gracias a este guarismo ahorró dinero y se compró un Seat 600 con el que viajó por carreteras secundarias.

Foto: Una de las fotografías de Jordi Socías expuesta en la muestra. (Cedida)

Como tiene escrito Manuel Vicent, Jiménez Smerdou podría contar su vida por los coches que ha tenido. Tras el 600 llegó un Renault 12 familiar hasta desembocar en un Seat Córdoba. Dejó de conducir de un día para otro. Conchita, a quien conoció cuando ella tenía 17 años y él 27 y que tenía otros pretendientes, le dijo que ya se había acabado el volante. Lo que no se acabaron fueron las ganas de escribir.

"Comemos carne de tiburón"

Aunque se considera ante todo un periodista radiofónico, también trabajó en muchos periódicos como corresponsal en Málaga y lo hizo practicando el reporterismo, saliendo a la calle, olfateando vida. Aquí esta crónica publicada en el mítico diario Pueblo, el 13 de marzo de 1970, con un titular de impacto de periodismo de denuncia: “Comemos carne de tiburón” y este subtítulo: “Aunque se anuncia como pez espada, atún, cazón y otras especies, al cortárseles la cabeza y quitarles la piel no se reconocen”. Su firma también era habitual en La Vanguardia de los setenta y lideró la redacción malagueña del diario granadino Ideal de Granada.

En los años ochenta le ofrecieron dirigir RNE en Bilbao. Luego la emisora de San Sebastián. Eran los años del plomo, de atentados y coches bombas de ETA y pensaba que estaría en el punto de mira, que se pasaría todos los días mirando debajo del coche. También llegó la oferta para capitanear RNE en Huelva… y tampoco. Si siempre iba a regresar a Málaga, ¿para qué irse del lugar donde quería vivir?

placeholder Un artículo de los años 70. (A.R.)
Un artículo de los años 70. (A.R.)

Muchos años antes, cuando su carrera en la radio ya empezaba a despuntar, el cineasta José Luis Sáenz de Heredia al que ya había entrevistado en alguna ocasión y del que se hizo amigo, le propuso irse a Madrid, pero para empezar de cero, sin un trabajo. Estaba soltero y ni siquiera entonces había conocido a Conchita.

— Yo no quería irme de aquí. Si la gente de Finlandia estaba deseando vivir en Málaga, ¿me voy yo a Finlandia?

El periodista no solo escribe los artículos de La Opinión de Málaga. También prepara un libro sobre las bodegas familiares y quien sabe si alguna de sus novelas como ‘Bali’, que no tiene nada que ver con la isla de Indonesia, acabe interesando a algún editor. Admite que no se sabe vender, pero que amigos suyos como Rafael Esteve Secall, profesor de Economía jubilado de la UMA, se la ha leído Bali y las otras. Dice que son entretenidas.

Foto: Una imagen histórico del hotel Caleta Palace (Archivo fotográfico UMA).

El abuelo materno del periodista era natural de Trieste cuando la ciudad Italiana era austriaca y pertenecía al imperio Austro-Húngaro, la frase que siempre colocaba Luis García Berlanga en sus películas. Luego se fue a México y allí nació la madre de Jiménez Smerdou. El padre pertenecía a la Falange y un mes después del inicio de la Guerra Civil abandonó Málaga en barco junto a su mujer y sus siete hijos, uno de ellos de seis meses de edad. El niño Guillermo apenas tenía nueve años. Era agosto del 36.

Tras más de dos horas y media de conversación, lo suelta:

— Yo esto no lo cuento casi nunca.

Su testimonio en primera persona: "Mi padre estaba perseguido. Se salvó gracias a su cuñado, a mi tío, a Porfirio Smerdou. Mi tío nos metió en un barco alemán rumbo a Tánger. No teníamos maletas, sino sábanas con ropa. No había comida. Pasamos hambre. Había ratas y dormíamos en lonas. Al día siguiente un acorazado nos custodió. En el acorazado proyectaban películas para los marineros alemanes en una pantalla gigante que veíamos desde nuestro barco. Estábamos cerca de una batalla naval de las tropas republicanas y las nacionales. Vimos los bombazos y el ruido tardaba en llegar. Entonces descubrí que la luz es más rápida que el sonido. Tardamos dos días en llegar a Tánger. De allí nos llevaron a Gibraltar y luego a Jerez, donde nos acogió una familia en una finca espléndida a las afueras. Todo eso no lo puedo olvidar".

Guillermo Jiménez Smerdou enseña un cuadro que le hizo el escultor Francisco Palma Burgos cuando apenas era aquel chavea rubiales de pantalón corto y ojos piscina de 50 metros. Lleva a la habitación la carpeta marroncilla con los recortes de prensa. En la salita está puesto el Portugal-Eslovenia. Está a punto de anochecer y enciende el ordenador. Teclea con dos dedos. Le quedan muchos párrafos para escribir el punto final de su vida.

Hace unos días disfrutó de la película Ninotchka dirigida por Ernst Lubitsch, con guion de Billy Wilder e interpretación de Greta Garbo, que le dejó más feliz que un chavea con pantalones cortos. La vio, con Conchita, su mujer, rozando la medianoche, en la salita de su casa del barrio del Limonar de Málaga, en una televisión que de cerca carece de la nitidez suficiente, pero que engaña: de lejos parece tecnología 4K.

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