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El momento dulce de la cultura aragonesa o el arte de no rendirse
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El momento dulce de la cultura aragonesa o el arte de no rendirse

Desde la Comunidad o desde fuera, los últimos premios literarios o cinematográficos llevan apellido aragonés. En una tierra sin capitales ociosos, mucha escuela y bastante obstinación, la historia se reedita

Foto: Celebración de los Premios Nacionales de Cultural. (EFE/Javier Cebollada)
Celebración de los Premios Nacionales de Cultural. (EFE/Javier Cebollada)

La última noche de los Goya tuvo mucho acento aragonés. El propio nombre del premio, el homenaje al recién fallecido Carlos Saura, y tres galardones a creadores aragoneses: Isabel Peña y Yasmina Praderas, por mejor guion y mejor sonido en As bestas, y Gaizka Urresti y Paula Labordeta, al mejor documental por Labordeta, un hombre sin más. En los recientes premios literarios, la oscense de Benasque, Luz Gabás, se llevaba el Planeta con Lejos de Luisiana, y el oscense de Barbastro, Manuel Vilas, el Nadal con Nosotros. Incluso los dos últimos premios nacionales de narrativa han sido editados por Xordica, desde Aragón. Uno de ellos, Xesús Fraga, lo recogió este lunes en la entrega de los Premios Nacionales de Cultura, que presidieron los Reyes en una ceremonia que se celebró en Zaragoza.

Además, sin dejar su ciudad, Irene Vallejo se ha convertido en una escritora universal y, al margen de donde vivan, autores como Daniel Gascón y Sergio del Molino son referentes con sus obras y el ya consagrado Ignacio Martínez de Pisón ha presentado esta semana Castillos de fuego. Según Alberto Olmos, “a años luz de todas las demás novelas que han llegado a las librerías en 2023, por ambición, por técnica, por emoción, por trabajo”.

Foto: La escritora y exalcaldesa, Luz Gabás. (EFE/Toni Albir)

Es una sucesión de éxitos individuales y colectivos que llevan a preguntarse qué los hacen posible, en estas disciplinas o en arte, música, fotógrafos o ilustradores. Históricamente, con una casi obligada emigración y hoy, con la posibilidad de quedarse. Pero siempre trabajando y, en una expresión muy aragonesa, sin reblar.

“Esa es la diferencia fundamental respecto a otras épocas, que no he tenido que irme”, dice la escritora Irene Vallejo (Zaragoza, 1979). Sigo en mi barrio de San José, en mi entorno familiar y cerca del hospital donde cuidan a mi hijo”. En el mismo sitio donde escribió El infinito en un junco, que lleva 50 ediciones en España, más las americanas; que se ha traducido a 35 idiomas y se ha distribuido en 50 países, con más de un millón de ejemplares vendidos. Un éxito universal que le llevará esta primavera a Canadá, EEUU e Inglaterra, entre otros destinos, para apoyar la versión en inglés.

Irene Vallejo: “Tenemos amor por las palabras”

“En el pasado, las carreras siempre se hacían fuera. Goya, Buñuel, Sender, … Hoy estamos mejor comunicados y hay muchos autores trabajando en sus lugares de origen. Pero es verdad que aquí hay más densidad. La Facultad de Letras ha tenido siempre un gran plantel de profesores; en mi caso, José Carlos Mainer, Aurora Egido, Agustín Sánchez Vidal, Luis Beltrán… que han sembrado creatividad. Pero el entorno acompaña desde mucho antes. Aragón es tierra de filólogos y de aquí han sido varios académicos y directores de la Real Academia, como Fernando Lázaro Carreter, Manuel Alvar o los Blecua, y un lugar donde tenemos amor por las palabras, desde Gracián. Nos gusta hablar, capacear y analizar las palabras, y perseverar. El ejemplo es María Moliner, que se hizo ella sola un diccionario, desde la mesa de la cocina de su casa, ficha a ficha, palabra a palabra. Ser terco es muy importante en el trabajo artístico. Yo, menos mal que también lo soy, aunque mi madre me lo reprochara cuando era niña”.

Foto: Carlos Saura, en el Instituto Cervantes de Nueva York. (EFE)

Para Irene no es el menor el clima de complicidad que se vive en Aragón entre los creadores de distintas disciplinas, además de disponer de un ecosistema de librerías, clubs de lectura, festivales… que estimulan la creación y hacen que las ratios de lectura estén por encima de la media. “Es una red que nos apoya, que facilita el encuentro con los lectores y que impulsa. Como lo hacen Antón Castro, José Luis Melero y Luis Alegre, siempre apoyando, en la mejor estela del desaparecido Félix Romeo. Y vivir de cerca fenómenos como La España Vacía escrito desde aquí, por un amigo, ha sido un lujo muy estimulante. Y desde luego, no debemos olvidar que la actual generación somos los nacidos ya en democracia, que hemos tenido muy buena enseñanza pública”.

Que hay un clima especial lo ratifican sus profesores. El catedrático e historiador de la literatura José-Carlos Mainer, uno de los más respetados críticos españoles, ha expuesto a menudo que Aragón ya ha tenido otros buenos momentos y, a la vez, que no es ajena al estirón que han dado las regiones españolas: “España no ha tenido nunca una cultura tan centralizada como Francia, sino quizá más parecida a la italiana”. Eso sí, señala que Aragón disfruta del primer grupo coherente de escritores que, desde los ochenta, publica en grandes editoriales, reconciliados con su ciudad y cuyos integrantes se tratan con asiduidad, sin asomo de rivalidades o malquerencias”. Él mismo, autor de obras de referencia como La edad de plata, acaba de ser objeto de reconocimiento, al otorgarle una de las Cajas de las Letras del Instituto Cervantes, la 1418, donde depositó objetos y publicaciones el pasado 23 de enero.

placeholder Irene Vallejo en un retrato de  Jorge Fombuena.
Irene Vallejo en un retrato de Jorge Fombuena.

La historia del cine, llena de aragoneses

Otro de los profesores de Irene y de tantos creadores aragoneses, Agustín Sánchez Vidal, catedrático de Historia del cine, gran experto en Luis Buñuel y autor de ensayos como Buñuel, Lorca, Dalí: el enigma sin fin, explica que este buen momento “tiene sustratos profundos, algunos cambios estructurales y ciertas coincidencias, que se ha traducido en una mayor visibilidad desde fuera, frente a la falta de atención anterior. Un ejemplo es el cine, cuya singularidad y continuidad es bien conocida, desde la pionera Salida de misa de doce de los Jimeno o Segundo de Chomón, hasta Florián Rey o Buñuel, que luego se prolonga con Forqué, el Cine Club de Zaragoza, la productora Moncayo Films, Eduardo Ducay, José Luis Borau y Carlos Saura. Pero que ha conocido una muy importante renovación gracias a las recientes incorporaciones femeninas, la televisión aragonesa y algunos productores independientes”.

“La música popular -añade- es un caso similar, como mostró Matías Uribe en su libro Polvo, niebla, viento y rock, donde repasa cuatro décadas en Aragón, desde Rocky Kan a Labordeta, Héroes del Silencio/Bunbury y Amaral. En el caso del rock, en la primacía de Zaragoza, reconocida recientemente por Miguel Ríos, fue clave la base americana, un auténtico puente aéreo con EE.UU.”

“En letras -concluye Sánchez Vidal-, la novedad es que a los ensayistas académicos se han sumado otros con mayor impacto popular, editoriales independientes y magníficos ilustradores. Y la dominante de poetas anterior ha sido sustituida por la de narradores. De este modo, algunos escritores han logrado gran proyección sin moverse de Aragón, facilitado el efecto AVE: Viajar ahora a Madrid o Barcelona es como coger un cercanías”.

Antón Castro, premio nacional de periodismo cultural, escritor y responsable desde hace dos décadas del suplemento ‘Artes y Letras’ de Heraldo de Aragón, corrobora esa densidad en casi todas las disciplinas artísticas, desde ser Zaragoza el escenario de la primera película que se conserva en España, rodada en 1899, a las jóvenes directoras actuales, Paula Ortiz y Pilar Palomero, a tener tres premios nacionales de música: Santiago Auserón, Amaral y Carmen París. “Los que están fuera siempre miran a las raíces. También se ha multiplicado la presencia de la música clásica, con la gran programación del Auditorio y el desarrollo de grupos locales, como Los músicos de su Alteza. En el caso del arte, que Aragón es tierra de grandes creadores es muy evidente. A Goya le siguieron Pradilla, Pablo Gargallo, el Grupo Pórtico y El Paso, que estaba lleno de aragoneses: Antonio Saura, Pablo Serrano y Juana Francés. También en los últimos años, con Víctor Mira, José Manuel Broto, Jorge Gay, Dino Valls, Eduardo Laborda e Iris Lázaro, o Pepe Cerdá, o las nuevas manifestaciones artísticas que florecen en Etopia”.

Foto: Antón Castro (EFE)

De este momento, Castro destaca el clima que entre todos han construido. “Se crea con independencia, sin presión, y en un clima de amistad y cooperación, con todos atentos entre ellos. Eso sí, desde el trabajo, mucho trabajo; que la inspiración te pille trabajando”.

También coincide en que ya no hace falta irse de Zaragoza. “Si antes era opcional, ahora mucho más. En el cine, aun sin industria, hay 50 cineastas trabajando, en una tierra con varios festivales de más de 25 años, ahora reforzado por las ‘film commission’”.

El arte de trabajar duro y llevarse bien

El escritor y bibliófilo José Luis Melero, siempre al lado de los creadores y gran conocedor de los hitos y protagonistas que trenzan la historia de la cultura aragonesa, también refrenda que el actual momento dulce tiene pasado. “Siempre ha habido talentos singulares, ya desde Marcial, Servet, Gracián o Ramón y Cajal. Y siempre se ha trabajado duro: no tenemos clases ociosas, ni hemos tenido latifundistas ni burguesía acaudalada. Y sí mucha persistencia. Se ha visto también en el mundo del Derecho”.

Melero evoca un pasado en el que ya brillaron en las letras autores como Sender, García Mercadal o Jarnés; después, Soledad Puértolas, o Javier Tomeo. Y entre ellos y la generación actual de Irene Vallejo o Daniel Gascón, Ignacio Martínez de Pisón. “Pero es que ocurre lo mismo con la fotografía, la escultura, los ilustradores, el teatro o la edición. Ahora, con la ventaja de poder seguir, si se desea, viviendo en Zaragoza, al menos para los creadores individuales. Donde hace falta industria, como en el cine, eso es aún difícil”.

Foto: La escritora Irene Vallejo  (EFE)

Luis Alegre, profesor, también escritor e hilo invisible por lo mejor del cine español, para explicar el ‘por qué’ se acuerda de Bigas Luna. “Ante la cantidad de aragoneses que habían brillado en el cine decía que, para llegar muy lejos rodando, ‘es preciso ser muy obstinado’. Jugaba con el cliché pegado a nuestra personalidad colectiva y creo que daba en el clavo. Esta observación se puede extender a la cultura en general: para llegar muy lejos en este mundo es necesario ser muy laborioso y testarudo. Hay que empeñarse mucho, ir a por todas y no reblar, no arrojar la toalla, no darse por vencido, no rendirse”.

Uno de los que vive fuera, Ignacio Martínez de Pisón, entre presentación y presentación de su recién alumbrada Castillos de fuego, cree que, como quiera que la creación cultural es un fenómeno eminentemente urbano, la concentración de la población en Zaragoza puede tener algo que ver. “Pero si en otros momentos hubo figuras que destacaron, fue por pura coincidencia. Que Buñuel, Saura y Borau fueran aragoneses no implica que en Aragón se dieran mejores condiciones que en otros sitios para ser cineastas. Y ante la cuestión de irse o no irse, aunque se dieran las condiciones óptimas, lo ideal para el creador siempre es irse de casa, romper amarras, conocer otros mundos, renunciar a la protección de los tuyos”.

Quedarse o marcharse, una decisión personal

De los que se han quedado, Sergio del Molino, que con el fenómeno de La España vacía ha abierto todo un campo narrativo, dice que en los creadores aragoneses hay dos rasgos constantes: “De aquí salen talentos individuales, con una originalidad muy marcada e imprevisible, y casi ninguno deja escuela. Ni surgen de una tradición clara (o la boicotean) ni dejan discípulos. De Gracián hasta Saura (incluyendo a las figuras más jóvenes y actuales), Aragón es tierra de individuos. Y sí, con un protagonismo desproporcionado con su importancia demográfica y su peso político”.

Del Molino coincide con Irene Vallejo en que el cambio más radical ha sido el de que sea irrelevante quedarse o marcharse sea irrelevante. “El AVE permite tener una vida en Madrid, atendiendo a todas las servidumbres que una vida pública requiere en un país con una industria cultural y mediática muy centralizada, y, al mismo tiempo, dormir en tu casa de Zaragoza y llevar a tus hijos a un colegio zaragozano. Dónde vivir es una decisión personal”. Para el autor de ‘Un tal González’, su último libro y con el que está de nuevo cruzando España en varias direcciones, “Aragón tiene la doble condición de centro y periferia, vertebrada en un centro urbano potente y muy bien conectado con los ambientes intelectuales y artísticos; así, crecer en Zaragoza permite mezclar lejanía y cercanía con ‘la pomada’, que facilita empaparse de las corrientes y modas de cada época, pero, a la vez, distanciarse de ellas. Te influye, pero no te condiciona”.

Foto: Sergio del Molino (EFE)
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Desde Aragón trabaja la cineasta Paula Ortiz, ahora embarcada en Teresa, la película que estrenará en otoño, basada en La lengua en pedazos de Juan Mayorga y protagonizada por Blanca Portillo y Asier Etxeandia. “Llevar el desierto en el ADN, esta tierra hermosa, dura y salvaje, sin los recursos ni los ornamentos de otros paisajes, nos ha llevado a tener la imaginación como la mayor herramienta para creer que cualquier cosa es posible. Esta dureza nos ha dado una resistencia y tenacidad única, imprescindible para cristalizar cualquier proyecto creativo -dice Ortiz-“.

“Hay muchas razones -continua-, por las que las artes, las humanidades… están teniendo un momento explosivo en Aragón. La llegada de la democracia y la educación pública universal para todos permitió que cualquier persona, de cualquier rincón de nuestra tierra, pudiera desarrollar su vocación en Aragón y en el mundo entero. Hay una generación de creadores aragoneses casi todos formados internacionalmente que luego, aunque no sin esfuerzo, han vuelto a casa a desarrollar sus obras”.

Foto: El dramaturgo Juan Mayorga tras recibir el Premio La Barraca (EFE)

En la localidad zaragozana de Luesma ha escrito buena parte del guion de La chica la nieve, el último y rutilante éxito de Netflix, el autor aragonés Javier Andrés Roig. “Escribir no hay por qué hacerlo en Madrid, pero para abrirte camino yo sentí casi como una obligación irme a vivir allí, aunque pueda pasar semanas en el pueblo de mi padre, como hago a veces. Orson Welles decía que un pintor necesita una brocha, un escritor una pluma, y un director un ejército. El audiovisual, el cine, requiere de ejércitos, y montar ejércitos desde Aragón es muy complicado… aunque no imposible”.

Aragón, un plató al alza

Pero que el panorama cinematográfico aragonés está cambiando lo acredita la creación del Clúster Audiovisual de Aragón que preside la periodista Adriana Oliveros. En menos de un año ha aglutinado a más de 50 empresas y se ha convertido en el segundo clúster audiovisual de España reconocido por el Ministerio de Industria. “Demuestra su fortaleza -dice Oliveros-, pues para tener esa denominación, que abre la puerta a ayudas europeas, hay que cumplir requisitos como representar más de 1% del PIB de la comunidad. El clúster ha unido cine, producciones virtuales, contenidos televisivos, realidad inmersiva, audio y videojuegos. Además, el Ayuntamiento de Zaragoza dispone desde 2021 de la Zaragoza Film Office y tiene una ordenanza audiovisual propia y un registro electrónico único para los rodajes; y está en vísperas de lanzar la web con todos estos servicios y el acceso a 125 localizaciones film friendly”.

Foto: Rodaje de la serie "Berlín", derivada de "La casa de papel", de Netflix. (EFE)

Pero si algo ha dinamizado el sector audiovisual aragonés ha sido el impulso que le ha dado la televisión autonómica. Es uno de los objetivos de la corporación pública: ayudar a la formación de profesionales, financiar o buscar los recursos, producir, difundir y promocionar el cine con sello aragonés. El director general, Francisco Querol, explica que, en los dos últimos años, han apoyado 61 proyectos, entre ellos, el ganador del Goya al Mejor documental Labordeta. Un hombre sin más, de Paula Labordeta y Gaizka Urresti; o La Maternal de Pilar Palomero, que optaba a tres. Y en este 2023 se espera que sigan la estela de los reconocimientos La Abadesa, de Antonio Chavarrías, rodada en el castillo de Loarre; Lo que queda de ti, la ópera prima de Gala Gracia, rodada en Benabarre y diversas localidades de la Ribagorza, y Rider, de Ignacio Estaregui.

Foto: Carla Quílez, en el centro, es la protagonista de 'La maternal', de Pilar Palomero. (BTeam)

En el último año, Aragón Film Commission ha colaborado con 36 producciones audiovisuales externas, en un centenar de localizaciones distintas, que han generado 481 días de actividad fílmica, con 18.000 pernoctaciones y con un impacto económico directo en el territorio de 4,8 millones de euros.

Desde las altas instituciones

Además de la extensa nómina de creadores, varios aragoneses ostentan altas instituciones culturales del Estado: Ana Santos, directora de la Biblioteca Nacional; Ignacio García-Berenguer, director del Teatro Real, o Aurora Egido, secretaria de la Real Academia Española. Santos cree que la geografía influye, sea por la dureza del clima o estar en medio de comunidades muy diversas. “Es un entorno que contribuye a forjar un carácter, a defender nuestro territorio, pero sintiéndonos parte de un todo. Y si son muchos los aragoneses que han brillado con luz propia en ciencia, pensamiento o creación, es por la gran capacidad de adaptación, sin menoscabar la defensa de nuestras ideas y de nuestra vocación. Al final es un estilo de vida: hacer una apuesta vital e ir a por ella”.

La última noche de los Goya tuvo mucho acento aragonés. El propio nombre del premio, el homenaje al recién fallecido Carlos Saura, y tres galardones a creadores aragoneses: Isabel Peña y Yasmina Praderas, por mejor guion y mejor sonido en As bestas, y Gaizka Urresti y Paula Labordeta, al mejor documental por Labordeta, un hombre sin más. En los recientes premios literarios, la oscense de Benasque, Luz Gabás, se llevaba el Planeta con Lejos de Luisiana, y el oscense de Barbastro, Manuel Vilas, el Nadal con Nosotros. Incluso los dos últimos premios nacionales de narrativa han sido editados por Xordica, desde Aragón. Uno de ellos, Xesús Fraga, lo recogió este lunes en la entrega de los Premios Nacionales de Cultura, que presidieron los Reyes en una ceremonia que se celebró en Zaragoza.

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