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Barcelona se convierte en una ciudad blindada para recibir la visita del Papa
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MÁS POLICÍAS QUE MANIFESTANTES FRUSTRAN UNA PROTESTA DE LA CGT

Barcelona se convierte en una ciudad blindada para recibir la visita del Papa

La obsesión por la seguridad puede jugar, a veces, malas pasadas. Es lo que ocurrió ayer en Barcelona. La Confederación General del Trabajo (CGT) había convocado

Foto: Barcelona se convierte en una ciudad blindada para recibir la visita del Papa
Barcelona se convierte en una ciudad blindada para recibir la visita del Papa

La obsesión por la seguridad puede jugar, a veces, malas pasadas. Es lo que ocurrió ayer en Barcelona. La Confederación General del Trabajo (CGT) había convocado una concentración a las tres de la tarde ante la catedral de Barcelona para protestar contra la visita de Benedicto XVI. Pero el acto no tenía permiso gubernamental. “Íbamos a ir unas cien o ciento y pico personas, por lo que ni siquiera pedimos permiso. Sólo queríamos hacernos la foto, dejar constancia de nuestra protesta y disolvernos pacíficamente”, explicó a El Confidencial uno de los organizadores de la manifestación. Pero el centenar de sindicalistas que quisieron llegar hasta la plaza frente a la catedral no pudieron cumplir su propósito. Dieciséis furgonetas de los Mossos d’Esquadra les cercaron y no les dejaron cruzar la calle para llegar hasta la explanada. En total, más policías que manifestantes.

 

El caos, entonces, fue total, porque al estar invadiendo la calzada de la Via Laietana, la arteria que cruza la ciudad de mar a montaña, los policías se vieron obligados a cortar el tráfico. “Si nos hubieran dejado pasar, no se habría creado el caos que se creó, porque nuestra intención no era armar follón ni cortar la circulación. Pero así, los problemas para los ciudadanos se vieron multiplicados. Lo malo es que, cuando quisimos darnos la vuelta para volver a la sede, un par de manzanas más abajo, tampoco nos dejaban. Dos horas y media estuvimos así, hasta que vino alguien con dos dedos de cerebro que, al ver la que se había armado, ordenó que nos dejasen bajar por Via Laietana hasta la sede y disolvernos, que es lo que hicimos”, añade la misma fuente.

Justamente cuando los sindicalistas volvían sobre sus pasos, otra concentración comenzaba en la plaza a la que ellos habían pretendido acceder. Era de gente que portaba banderolas amarillas y blancas (del Vaticano), que pudo llegar sin problemas hasta el lugar. “A algunos de nosotros nos hicieron enseñar nuestros documentos e incluso hubo cacheos, pero a los que iban con las banderas del Vaticano no les hacían ni caso. Yo mismo le dije a los policías que si hubiéramos querido armar jaleo, no habríamos llevado nuestras banderas rojas y negras, sino que nos hubiéramos provisto de banderas vaticanas y, una vez allí, hubiésemos montado el espectáculo”.

De esta manera, los aledaños de la catedral barcelonesa se llenaron de un público paciente que, desde las cinco de la tarde, esperaba poder ver llegar al Pontífice... sobre las diez de la noche. Una imagen del Papa en vivo bien vale una penitencia de cinco incómodas horas. Aún así, un estricto cordón policial dejaba libre la zona central de la explanada para que pudiese pasar por ella el séquito de Benedicto XVI (compuesto por una veintena de vehículos con la curia papal) y acceder al cercano palacio del arzobispo, donde el Pontífice pernoctó. Su cena fue típica catalana, donde no faltó la escudella (cocido catalán), los panellets (dulces de mazapán) y una Sagrada Familia de chocolate.

Cinco manzanas de calles aisladas

A las 9.30 de la mañana, Benedicto XVI tiene una cita pendiente: un encuentro con los Reyes en la basílica de la Sagrada Familia, donde a las 10 de la mañana oficiará misa y pronunciará una homilía. Seguidamente, el Papa recitará el Angelus Domini en el exterior, justamente en el sitio donde hace exactamente 28 años lo hizo su antecesor, Juan Pablo II, también un 7 de noviembre. Por la tarde, visita la Obra Benéfico Social Nen Déu de Barcelona y acto seguido se dirigirá al aeropuerto, desde donde volará a Roma a las 19.15 horas.

Para cumplir con esta agenda, las autoridades han blindado Barcelona. La Sagrada Familia permanece cerrada al público desde el pasado jueves al mediodía, con el objeto de preparar el templo para la ceremonia que ha de convertirlo en basílica. Y las calles de los alrededores están desde ayer cerradas a la circulación. Agentes de paisano controlan toda la zona y escudriñan los movimientos de personas para dilucidar si son vecinos o no. La parada de Metro (de las líneas 2 y 5) anexa al templo está cerrada también desde medianoche de ayer y no se volverá a abrir hasta que la zona quede descongestionada, después de la misa y el rezo del Angelus. Los autobuses cuyas líneas cruzan las calles adyacentes también verán alterado su recorrido para no romper el cordón de seguridad. En los exteriores de la imponente obra de Gaudí, se han distribuido unas 30.000 sillas para los fieles que quieran seguir de cerca la visita papal.

Las estrictas normas de seguridad también exigen que todos los invitados o las personas que dispongan de acreditación para seguir la ceremonia en el interior del templo estén en sus asientos a las 9 de la mañana. Para acceder al mismo, se han aislado cinco manzanas de calles y también se exigen unas rígidas normas: los cardenales, obispos y arzobispos entran por la calle Cerdeña; las autoridades, por la calle Marina; los sacerdotes y diáconos, por la calle Rosellón; los invitados con invitación, por una puerta especial de la calle Cerdeña; los invitados con acreditación, por la calle Marina y los cantores, por una puerta especial del pasaje Maiol.

La obsesión por la seguridad puede jugar, a veces, malas pasadas. Es lo que ocurrió ayer en Barcelona. La Confederación General del Trabajo (CGT) había convocado una concentración a las tres de la tarde ante la catedral de Barcelona para protestar contra la visita de Benedicto XVI. Pero el acto no tenía permiso gubernamental. “Íbamos a ir unas cien o ciento y pico personas, por lo que ni siquiera pedimos permiso. Sólo queríamos hacernos la foto, dejar constancia de nuestra protesta y disolvernos pacíficamente”, explicó a El Confidencial uno de los organizadores de la manifestación. Pero el centenar de sindicalistas que quisieron llegar hasta la plaza frente a la catedral no pudieron cumplir su propósito. Dieciséis furgonetas de los Mossos d’Esquadra les cercaron y no les dejaron cruzar la calle para llegar hasta la explanada. En total, más policías que manifestantes.

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