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El tatuaje de una nube que delató al asesino en serie de mendigos en Barcelona
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HAY, AL MENOS, TRES SINTECHO ASESINADOS

El tatuaje de una nube que delató al asesino en serie de mendigos en Barcelona

El 19 de marzo, tras la muerte de un sintecho, nadie sospechaba que un asesino en serie había empezado a matar. Volvió a actuar el 16 de abril y, de nuevo, el día 18. Ya está detenido

Foto: Los Mossos d'Esquadra custodian la caravana en la que vivía el supuesto asesino en serie de al menos tres sintecho en Barcelona. (EFE)
Los Mossos d'Esquadra custodian la caravana en la que vivía el supuesto asesino en serie de al menos tres sintecho en Barcelona. (EFE)

Aprovechó que era de noche y dormía en la calle para acercarse a él. Fue un ataque sorpresivo, sin posibilidad de defensa. Le cosió a puñaladas sin que el sintecho pudiera gritar para pedir socorro. Nadie escuchó nada. Cuando el asesino intuyó que había muerto, huyó. Despreocupado, en la escena del crimen abandonó el cuchillo, ovalado, ni grande ni pequeño.

Poco después, la Guardia Urbana detuvo a un sospechoso, otro mendigo, como responsable del crimen. Aquella decisión, sin quererlo, de alguna manera enlenteció la investigación de los Mossos d'Esquadra, porque las pesquisas se centraron en buscar pruebas que lo incriminasen a él, rastrear su vida y sus últimos movimientos. Era el 19 de marzo, nadie sospechaba que un asesino en serie había comenzado a actuar en Barcelona y que el que habían esposado nada tenía que ver.

Foto: Imagen del contenedor donde fue encontrado el cadáver en Moraira. (EFE)

Casi un mes después, el 16 de abril, otro mendigo es asesinado en las mismas circunstancias y en el mismo barrio de Barcelona, solo varia el método empleado. En esta ocasión usa una barra de hierro para destrozarle el cráneo. Pero al igual que en el primer homicidio, con total ausencia de conciencia forense, deja el arma del crimen allí abandonada junto al cuerpo. Lo primero que hacen los investigadores es tirar de cámaras de seguridad.

En un primer momento, la Guardia Urbana de Barcelona detuvo a un sospechoso, otro mendigo, como responsable del crimen

Revisan las imágenes buscando al detenido por la Guardia Urbana al que el juez, a las pocas horas del primer crimen, había dejado en libertad por falta de pruebas. No lo encuentran por ningún lado, pero sí detectan a un tipo con actitud extraña, que va y viene, mira arriba y abajo, se da la vuelta de repente… Lleva gafas de sol a pesar de que es de noche, una gorra del Fútbol Club Barcelona, guantes negros sin dedos de 'skater', chaleco negro, pantalones oscuros. No lo tienen grabado cometiendo el crimen, solo en las cercanías, pero el olfato, trabajado a base de experiencia, les dice que hay que identificarlo. Lo logran situar entrando al metro. Tiran de las cámaras del interior y rescatan alguna imagen, pero sin que se le vea de forma nítida la cara.

placeholder La caravana precintada. (EFE)
La caravana precintada. (EFE)

Treinta y seis horas después, el 18 de abril, el asesino vuelve a matar en el mismo barrio de la Ciudad Condal. Las circunstancias son idénticas, ya es de noche, la víctima otro "sin techo", el arma del crimen otra barra con la que golpea en la cabeza al mendigo y como siempre, como si le diese lo mismo, la deja allí tirada para que la encuentren. Esta vez el crimen, con toda su crudeza, queda grabado. Una cámara de seguridad registra la brutalidad de la agresión. Es el mismo tipo que el del segundo asesinato.

Los Mossos siguen la trayectoria del sospechoso y detectan que de nuevo entra en el metro. Usa la misma ropa, incluidas las gafas de sol. Su actitud sigue siendo extraña, mirándolo todo y girándose de repente como si estuviese aleccionado en medidas de contraespionaje. Esta vez hay más suerte y una cámara graba su rostro completo. No solo eso, los investigadores, tras repasar cientos de veces las grabaciones logran detectar un tatuaje de tan solo 5 centímetros en la cara interna del antebrazo izquierdo. Es una marca singular y plenamente identificativa en el caso de que logren detenerlo. El tatuaje es una especie de nube mal pintada.

En este punto, los responsables de las pesquisas deciden destinar a más de 70 agentes a vigilar la zona, un despliegue enorme. Entre ellos hay expertos en seguimientos a las bandas de crimen organizado. La ciudad está desierta por el confinamiento y es difícil ocultarse, pero lo hacen. Se colocan en zonas estratégicas distribuidas por cuadrantes para tratar de detectarlo. Los turnos son de seis de la tarde a seis de la mañana. Esperan durante días sin resultado, hasta que el 27 de abril entra una llamada en el 112 a eso de las once de la noche. "Iba caminando por la calle cuando me he cruzado con un individuo que daba verdadero miedo", dice el testigo.

He visto cómo intentaba matar a un indigente golpeándolo con una especie de palo. La víctima no para de sangrar

"He subido corriendo a casa, me he asomado por la ventana y he visto cómo intentaba matar a un indigente golpeándolo con una especie de palo. La víctima no para de sangrar". Acabó falleciendo. Los Mossos reciben el aviso y sellan la zona. Nadie puede escaparse sin que lo detecten. Una hora después, en la plaza de Urquinaona, un binomio lo ve. Las calles parecen las de una ciudad muerta, no hay un alma, y se hace muy complicado seguirle. Avisan a los especialistas en seguimiento que se colocan a su espalda sin ser detectados. Como siempre, el asesino parece un especialista en contraespionaje. Se gira, mira hacia los lados, va y vuelve por el mismo camino observando todo, gira en las esquinas…

placeholder La caravana en la que vivía el asesino en serie de al menos tres sintecho. (EFE)
La caravana en la que vivía el asesino en serie de al menos tres sintecho. (EFE)

La prioridad es saber dónde vive e identificarlo. Hay que aguantar con nervios de acero, sin perderle la pista. Los agentes observan cómo se sube en un autobús y se pegan detrás con el coche. A distancia para que no se dé cuenta. Va solo. Cuando llega a Sant Cugat se baja y echa a correr. Hay un momento de enorme tensión porque parece que el tipo se les puede escapar, pero aguantan con temple y profesionalidad, hasta que localizan la caravana en la que vive. Solo entonces le paran, identifican y lo detienen. Comprueban su documentación. No queda claro que sea autentica porque está muy deteriorada.

En principio se llama Thiago Fernández, brasileño de 35 años. "¿De dónde vienes?", le preguntan. "De pasear", responde. "¿Has estado en la zona del Eixample hace un rato?", insisten mientras se fijan en el tatuaje en forma de nube del antebrazo. "Puede que sí, no sé. He estado paseando". "¿Has asesinado a golpes a un mendigo?", le preguntan. "¿Asesinar a alguien? No, yo no", desmiente. La conversación sigue. Habla una especie de portugués españolizado, que se entiende pero no en su plenitud. Parece sereno, incluso cuerdo, pero su discurso se vuelve caótico y alocado cuando se aborda el tema de los crímenes.

Foto: Lenin Antonio Rubio, uno de los sin hogar, en la vacía T4. (R. M.)

Durante el registro de la caravana encuentran todas las ropas que se ven en las imágenes del segundo y tercer crimen. Lo más importante restos de sangre perfectamente visibles en los guantes de 'skate'. Si hay suerte, esos marcadores genéticos le vincularán con los cuatro crímenes de forma indubitada. Con el que hay más dudas es con el primero, porque todavía no hay imágenes que le sitúen cerca del lugar. Se están revisando, pero de momento, además de los guantes y el resto de prendas, los agentes cuentan con un cuchillo que es de la misma familia que el usado en el asesinato con el que comenzó su escalada criminal. Un indicio más.

El caso está resuelto y el sospechoso en prisión provisional, pero a los Mossos d'Esquadra les quedan cientos de horas de trabajo. A los exámenes de laboratorio, y a la revisión de decenas de cámaras de los días del crimen hay que sumarle la revisión de las imágenes de otros días. Los investigadores no descartan que quizá tratara de matar a alguien más y le saliera mal. De hecho, hay varias llamadas al 112 en esas fechas que denuncian peleas y agresiones entre sintecho. Por otro lado, se ha abierto una vía internacional. A los expertos en homicidios de los Mossos les cuesta creer que este desenfreno sangriento sea la primera vez que explota. Por esa razón han mandado a Brasil y a los países de nuestro entorno la ficha del detenido y su 'modus operandi' por si pudiese coincidir con algún crimen no resuelto.

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Aprovechó que era de noche y dormía en la calle para acercarse a él. Fue un ataque sorpresivo, sin posibilidad de defensa. Le cosió a puñaladas sin que el sintecho pudiera gritar para pedir socorro. Nadie escuchó nada. Cuando el asesino intuyó que había muerto, huyó. Despreocupado, en la escena del crimen abandonó el cuchillo, ovalado, ni grande ni pequeño.

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