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Torra inicia ante el Supremo el martirio que culminará en su inhabilitación
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Intenta exprimirlo electoralmente

Torra inicia ante el Supremo el martirio que culminará en su inhabilitación

El martirio sobre todo ha de ser público. Ya lo era en Jerusalén en el año 33, imagínense en la era de Instagram. Se ha de poder mostrar para convertir a los fieles y a los que dudan

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su intervención en el debate de política general que anualmente celebra el Parlament de Cataluña. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su intervención en el debate de política general que anualmente celebra el Parlament de Cataluña. (EFE)

Quim Torra inicia en Madrid los primeros pasos del martirio político que, en teoría, ha de suponer su inhabilitación y que él y sus asesores jurídicos quieren prolongar lo máxima posible. Ya dio este miércoles una pista ante el Parlament: "Mi compromiso es y será siempre servir a mi país hasta las últimas consecuencias, hasta el último minuto de mi presidencia". La vida política le ha dado a Torra limones y él en vez de hacer limonada se los frotará por las heridas para que así le duelan más.

El martirio sobre todo ha de ser público. Ya lo era en Jerusalén en el año 33, imagínense en la era de Instagram. Se ha de poder mostrar para convertir a los fieles y a los que dudan. Si este jueves en Madrid empieza su viacrucis, este miércoles en Barcelona, en el debate de política general fue su huerto de los olivos, donde Pedro–ERC, transfigurado en la figura de Sergi Sabrià, le negó tres veces y las que hiciese falta. El portavoz de ERC incluso le acusó de “entregar las instituciones a los represores”, si no convocaba elecciones. Ni por esas. Un mártir no duda y Torra no reveló sus intenciones, aunque, eso sí, pidió incluso el apoyo de sus rivales políticos para que quedase prueba palmaria de su soledad en medio de tanto dolor.

Torra no convoca elecciones a pesar de que este jueves puede ser inhabilitado

El viaje de este jueves a Madrid se enmarca dentro de ese exhibicionismo que precisa cualquier martirologio de nivel avanzado. No es necesaria su presencia, la ley no prevé que declare en la vistilla del Tribunal Supremo y él tendrá que dar una rueda de prensa en el Centre d’Estudis Blanquerna, sede de la delegación de la Generalitat en Madrid. Torra, como el nazareno rodeado de romanos, lo estará en esta ocasión de la prensa de Madrid, que será menos amable a sus tesis de que es una víctima de la libertad de expresión.

Como en aquellos partidos de básquet que no se acaban nunca, Torra piensa exprimir al máximo los minutos de la basura. Pero no para hacer un triple sino para arañar más tiempo a su dolor televisado. Como si eso fuese a servir para robar votantes a ERC.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el Parlament. (EFE)

Y puede que no. Pero Torra espera que al menos le ayude a justificar su renuncia a convocar elecciones tras su pacto con Carles Puigdemont. Un 'president' que hace omisión de funciones de su capacidad política más relevante. Parece difícil de vender a un electorado habituado a que se exalte ante él la capacidad de autogobierno pero ante una situación tan injusta solo cabe murmurar, “perdónales, Señor, que no saben lo que hacen”.

Torra se reserva

El presidente catalán se cuidó este miércoles mucho de desvelar sus planes. Como Jesús, que tampoco adelantó que iba a resucitar al tercer día en un giro de guion que alguno podría considerar un vulgar “Deus ex machina”. Aquí los milagros se esperan del calendario judicial, de lo que tarde en salir publicado su nombramiento en el BOE y de los trámites del incidente de nulidad que piensan presentar sus abogados ante el Supremo. Se jugará de nuevo a forzar la ley, a hablar de si la sentencia del alto tribunal es firme o no… Se pondrá de nuevo a prueba la fe de los creyentes. Tomás, pon el dedo en la llaga. Y Tomás, con ese aire de haber sido pintado por Caravaggio, será Roger Torrent cuando el presidente del Parlament convoque, porque no le toca otra si sigue la ley de los hombres y no la de Dios, una ronda de contactos para escoger otro 'president' de la Generalitat. ¡Herejía! Es lo que tiene el claroscuro, se puede interpretar de muchas maneras.

Torra lleva todo el mes de septiembre amagando y sin explicar sus planes, tal vez porque es difícil justificar que renuncia a convocar elecciones


Torra no espera la eternidad pero los días en que se vaya resistiendo a dejar la presidencia se van a hacer muy largos. Aspiran a que sean una veintena a partir del fallo del Tribunal Supremo, que se prevé para principios de octubre. Pero fuentes jurídicas opinan que eso sería mucho. Y que el BOE lo sentenciará de manera definitiva mucho más rápido.

Los precedentes

El martirio tiene precedentes en la Generalitat, el listón está muy alto. Desde el fusilamiento de Lluís Companys, normal que Torra exigiese el 11 de septiembre una disculpa, es la misma que espera por su posible inhabilitación; hasta el intento de procesar a Jordi Pujol por el caso Banca Catalana. Madrid está lleno de fariseos y la presidencia de Cataluña es una senda ya trillada, que Torra recorre convencido de que valdrá la pena cara a las generaciones futuras. Tú eres Puigdemont y sobre esta piedra edificaré la Casa de la República en Waterloo.

El problema es la épica. La fe necesita grandes momentos, un Dios airado que te expulse del paraíso, por ejemplo. Pero Torra solo tiene una pancarta. Una que al final acabó retirando, por cierto. Le fallaron los tiempos. Si cuando estuvo trabajando en Suiza para la multinacional Winterthur se hubiera fijado en los relojes en vez de en las navajas —el libro que hizo sobre esa experiencia se llamaba 'Las puñaladas suizas'—, ahora no estaría bregando con su inhabilitación. La libertad de expresión de un 'president' que durante su mandato ha dicho lo que ha querido, ha escrito lo que ha querido y ha estado presente en las redes sociales no depende de una pancarta. A menos que el mártir en cuestión quiera hacer de la necesidad virtud.

Quim Torra inicia en Madrid los primeros pasos del martirio político que, en teoría, ha de suponer su inhabilitación y que él y sus asesores jurídicos quieren prolongar lo máxima posible. Ya dio este miércoles una pista ante el Parlament: "Mi compromiso es y será siempre servir a mi país hasta las últimas consecuencias, hasta el último minuto de mi presidencia". La vida política le ha dado a Torra limones y él en vez de hacer limonada se los frotará por las heridas para que así le duelan más.

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