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El independentismo aboca Cataluña a un 'procés 2' para no perder sus privilegios
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PUIGDEMONT CAMBIA a la ‘SENTIMENTALIDAD’

El independentismo aboca Cataluña a un 'procés 2' para no perder sus privilegios

De nuevo, estas elecciones serán en clave nacional, con lo que se repetirá un nuevo ciclo procesista en el que el soberanismo solo tiene un objetivo: desgastar al Estado español

Foto: El expresidente de la Generalitat Quim Torra recibe el aplauso del expresidente Carles Puigdemont (en la pantalla). (EFE)
El expresidente de la Generalitat Quim Torra recibe el aplauso del expresidente Carles Puigdemont (en la pantalla). (EFE)
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Cataluña se prepara para cuatro meses de tsunami político, con unas elecciones autonómicas previstas para principios de febrero en las que independentistas quieren poner toda la carne en el asador. O al menos, eso dicen, aunque luego se olviden de sus planteamientos iniciales. Quim Torra, en su despedida ante al Parlament, apeló a que las próximas elecciones serán un plebiscito. "Que el próximo Parlament que surja de las urnas sea fiel al mandato de la ciudadanía: o monarquía española o república catalana". Y matizaba: “Tenemos unas elecciones por delante para demostrarlo. De nosotros y de todos los catalanes depende de que sea un plebiscito de ratificación del mandato del 1-O o que sea otra cosa”. El 27 de septiembre de 2015 ya se convocaron unas elecciones similares: debían ser un plebiscito, pero como el independentismo no consiguió una mayoría de votos, todos silbaron y miraron hacia otro lado. Y lo mismo ocurrió en 2017.

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Y el independentismo no aprendió la lección, por lo que en muchos sectores soberanistas se admite ya que Cataluña entra en una fase de ‘procés 2’. Porque de nuevo estas elecciones serán en clave nacional y se esperan unos resultados muy similares a los de las últimas, con lo que se repetirá un nuevo ciclo procesista en el que el soberanismo sólo tiene un objetivo: desgastar al Estado español.

"Lo malo es que la mayoría están dispuestos a comenzar el 'procés 2', a repetir un bucle que nos llevará siempre al mismo sitio"

"En estas elecciones, se volverá a imponer el eje Cataluña-España en lugar del eje ideológico. Y eso nos condena a repetir la historia", explica a El Confidencial un alto dirigente catalanista que decidió pasarse a las filas moderadas del soberanismo. Y añade: “Lo malo es que la mayoría están dispuestos a comenzar ‘el procés 2’, a repetir un bucle que nos llevará siempre al mismo sitio. Si por desgracia volvemos al frentismo, repetimos el escenario de extrema bipolarización que no nos ha llevado a ninguna parte”.

La sentencia del 1-O y la inhabilitación de Torra debían ser el final del ‘procés’ y el inicio de una nueva era (retrasada unos meses por la pandemia), de un deshielo en el que primase el diálogo y el entendimiento. Pero no. Que nadie se equivoque: el ‘procés 2’ es, en estos momentos, la zona de confort de la mayoría del independentismo. Muchos soberanistas han comprobado lo bien que se vive en la confrontación permanente y quieren repetir experiencia. Se trata de no perder los privilegios que se han conseguido en estos años: una justificación personal y política y, sobre todo, una estructura de cargos bien pagados y de subvenciones políticas a medida.

Desde las posturas más radicales, se abomina de esta estrategia. De hecho, la CUP ha alertado siempre del excesivo interés de los republicanos y los posconvergentes en mantener el ‘procés’ vivo. Pero el ciclo ya se acabó y ahora ha de reinventarse un ‘nuevo procés’ con algunos matices, en el que los principales protagonistas adopten roles un tanto diferentes pero que, en esencia, mantendrá los privilegios políticos de unos grupos expertos en hacer funcionar el clientelismo político.

Los nuevos roles de cada uno

Desde ERC, por ejemplo, se justifica un cambio de estrategia. Los republicanos siempre han apostado por “ensanchar la base” antes de estirar más la cuerda de la ruptura, para no quebrar a la sociedad. Esa estrategia es duramente criticada por los afines a Puigdemont y la CUP, que prefieren una ruptura abrupta con España. “Si no nos sentamos a dialogar, si seguimos por los mismos derroteros, corremos el peligro de volver a la casilla de inicio. Debemos encontrar una solución política y tenemos el deber histórico de intentarlo por todos los medios”, explica una fuente de ERC a este diario.

Desde las filas de JxCAT se responde a los republicanos con ironía: “Sí, es una casilla de salida que impulsaron ellos. Lo que pasa es que Esquerra ha descubierto ahora que puede hacer de Pujol en Cataluña”, argumenta una fuente soberanista de PDeCAT. En cierto modo, Esquerra está jugando el papel que había hecho CiU durante toda su historia: tender puentes con Madrid, mientras que JxCAT está haciendo lo que había hecho ERC, es decir, tensando la cuerda.

Foto: El expresidente de la Generalitat, Quim Torra, aplaudido por Carles Puigdemont por videoconferencia. (EFE)

Pero una de las claves del devenir de la política catalana de los próximos meses está en la coyuntura política de cada momento. “Si ERC vota los presupuestos del PSOE, puede que no le vaya tan bien en las elecciones catalanas. Por eso intenta desviar la atención planteando un escenario en el que prime la mesa de negociación. Pero una cosa no quita la otra: tú puedes tener una mesa de negociación y plantear una oposición dura en la calle”, argumentan desde posiciones cercanas a JxCAT. Los de Puigdemont quieren presentar a ERC ante el independentismo catalán como el partido de la claudicación. De hecho, los mensajes que hacen circular por las redes los ‘gurús’ del ‘expresident’ acusan a los republicanos de ‘botiflers’ (traidores) e incluso algunos les achacan la condición de “colaboracionistas”, con todas las implicaciones intelectuales que tiene la palabra. A pesar de todo, la fugada Marta Rovira, secretaria general de ERC, lanzó una advertencia este jueves desde Suiza: “Si el Estado español no está a la altura de las conversaciones, lo volveremos a hacer”.

Giro a la sentimentalidad

Desde el nuevo partido de Puigdemont, no obstante, se asegura que el ‘expresident’ no se echará al monte, aunque pueda mantener un cierto grado de tirantez. Y a ello le ayudan sondeos internos que le conceden una considerable ventaja sobre Esquerra y vaticinan que él ganará las próximas elecciones autonómicas. “El suflé de la radicalidad va a la baja, pero Puigdemont apela a la sentimentalidad, que es un sentimiento muy enraizado en Cataluña. No tiene ningún interés en radicalizarse más”, explican las fuentes. La situación de ERC puede ayudar al fugado a suavizar las formas. “Esquerra se queda ahora al mando de la Generalitat y, además, ha de gestionar la pandemia. Si la cosa se complica, le puede pasar factura electoral, por lo que Puigdemont no tiene por qué endurecer más su discurso. Le bastará con dejarse llevar, porque ERC no tendrá escudo alguno en que ampararse ni podrá decir que la gestión es de Quim Torra”, aduce una fuente cercana a JxCAT.

En su agenda, el fugado ha anotado con tinta roja un acontecimiento del que espera sacar provecho: su suplicatorio ante el Parlamento Europeo sobre si le levanta o no la inmunidad. Dicho suplicatorio está en marcha y puede haber una resolución antes de las elecciones catalanas. “Si hay resolución, sin duda beneficiará a Puigdemont, en el sentido de que si le es favorable dirá que Europa le da la razón y, si es negativa, culpará a PP y PSOE de presionar para que Europa no le reconozca sus derechos”, explica otra fuente soberanista a El Confidencial.

Foto: El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, junto al presidente de la comisión de Asuntos Institucionales del Parlament, Jean Castel. (EFE)

Pero, al margen de su situación procesal, la principal preocupación del fugado, en estos momentos, es cubrir todos los flancos y presentar una candidatura lo más transversal posible, con elementos incorporados de la extrema derecha y de la extrema izquierda catalanista. De ahí que recientemente incorporase a su Consell per la República, el instrumento ‘ideológico’ o 'think tank' que pone sobre la mesa cuando se le interpela sobre qué pretende, a Solidaritat Catalana per la Independència (SI) y a Moviment d’Esquerres (MES), dos minúsculos grupos con más nombre que militantes.

Además, Puigdemont intentó captar para su lista a dirigentes de Poble Lliure, el mayor partido de los que integran la CUP, y a la pequeña marca Som Alternativa, del expodemita Albano-Dante Fachin (cuya compañera sentimental, Marta Sibina, exdiputada de Podemos, ya forma parte de la cúpula directiva del Consell), además de a otros nombres independientes. En esa cúpula del Consell se integraron también Isaac Peraire, vicesecretario de Organización de ERC; Elisenda Paluzie, presidenta de la ANC; Antoni Castellà, líder de Demòcrates de Catalunya; Carme García, directora general de Memòria Democràtica de la Generalitat hasta el año pasado; el cantautor Lluís Llach, o la diputada de JxCAT Aurora Madaula. Los dos nuevos miembros son Josep Serra (MES) y Enric Folch (SI).

Una de cal y otra de arena

En su estrategia, sin embargo, el fugado da una de cal y otra de arena. Este jueves, coincidiendo con el tercer aniversario del referéndum ilegal, advirtió que los catalanes deben prepararse para terminar el mandato del 1-O “contando con el acuerdo del Estado, como sería deseable y preferente, o sin contar con éste”. Y subrayó que Cataluña “tiene la oportunidad, la legitimidad y el derecho de hacer efectiva aquella decisión por todas las vías democráticas que tenga a su alcance”.

Claro que el concepto de ‘democracia’ que tiene el independentismo varía según el sujeto de la oración. El lenguaje equívoco que habla de ‘ruptura democrática’ con España lleva implícita la luz verde para vulnerar las leyes y justificar cualquier posicionamiento. Para el independentismo, la ilegalidad desaparace cuando a cualquier actitud o concepto se le añade el adjetivo ‘democrático’.

Joan Coscubiela, ex secretario general de CCOO de Cataluña y exdiputado de los comunes, sintetizaba esta semana la esencia del independentismo catalán ante el rechazo a la sentencia que inhabilita a Torra: “Políticamente —con un concepto de la política que considera que las leyes no obligan a los que han sido elegidos—, se puede discutir si ha habido o no delito. Jurídicamente, no es defendible (…) El Supremo confirma que la Junta Electoral —en elecciones— es autoridad superior al ‘President’ de la Generalitat. Lo contrario sería asumir que los cargos políticos están al margen de la ley [el peligroso argumento de que la legitimidad democrática autoriza a incumplir la ley]”.

Y daba una lección de sensatez al radicalismo con una frase lapidaria: “Disculpen que utilice el análisis jurídico para tener opinión política. Sé que es propio de los inadaptados sociales como yo. Soy de los que creen que la democracia no son solo las leyes, pero sin respetar las normas legales no hay democracia”. Eso, al independentismo, le da igual.

Cataluña se prepara para cuatro meses de tsunami político, con unas elecciones autonómicas previstas para principios de febrero en las que independentistas quieren poner toda la carne en el asador. O al menos, eso dicen, aunque luego se olviden de sus planteamientos iniciales. Quim Torra, en su despedida ante al Parlament, apeló a que las próximas elecciones serán un plebiscito. "Que el próximo Parlament que surja de las urnas sea fiel al mandato de la ciudadanía: o monarquía española o república catalana". Y matizaba: “Tenemos unas elecciones por delante para demostrarlo. De nosotros y de todos los catalanes depende de que sea un plebiscito de ratificación del mandato del 1-O o que sea otra cosa”. El 27 de septiembre de 2015 ya se convocaron unas elecciones similares: debían ser un plebiscito, pero como el independentismo no consiguió una mayoría de votos, todos silbaron y miraron hacia otro lado. Y lo mismo ocurrió en 2017.

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