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ERC se sume en el pesimismo ante un mal resultado y teme una fractura interna tras el 12-M
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El gen "autodestructivo"

ERC se sume en el pesimismo ante un mal resultado y teme una fractura interna tras el 12-M

Los republicanos, eclipsados por Sánchez y Puigdemont, se mueven en la bipolaridad. Tras las elecciones deberán decidir si se impone su alma soberanista o la posibilista

Foto: Aragonès, Junqueras y Rufián, de campaña en Santa Coloma, el martes. (EFE/Quique García)
Aragonès, Junqueras y Rufián, de campaña en Santa Coloma, el martes. (EFE/Quique García)
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ERC afronta las elecciones autonómicas en Cataluña sumido en el pesimismo, eclipsado por el teatro de sombras de Carles Puigdemont y Pedro Sánchez -protagonistas indiscutibles de la precampaña y campaña- y atrapado por sus propios fantasmas: la posible reedición de un tripartito con el PSC que rompa el eje independentista, 20 años después, representa una operación de altísimo riesgo para su cohesión interna. Y aunque los republicanos tratan de desviar el foco sobre un posible pacto socioconvergente (PSC-Junts), todas las miradas se posan sobre ellos. Diversos cuadros del partido consultados por El Confidencial anticipan que el resultado será malo, señalan que podrían bajar de sus 33 escaños actuales “por debajo de los 25”, y se preparan para lo peor: una fractura orgánica.

“La pulsión autodestructiva está muy presente entre nosotros”, reconoce un portavoz favorable a romper con Junts, pero pesimista sobre el horizonte electoral de su partido y el camino de salida que tomará la dirección tras los comicios. “ERC es un partido histórico, y como tal debemos entender que no siempre nos va a ir bien”, añade consciente de que llegan a las urnas en débil posición pese a haber liderado el Govern con Pere Aragonès.

La formación de Oriol Junqueras afronta un debate existencialista entre sus dos almas: la más soberanista, que en 2017 empujó a Carles Puigdemont hasta la declaración unilateral de independencia, y la más pragmática y minoritaria, que pide imitar a Bildu y volver a pivotar la política sobre el eje de la izquierda. Y ambas se enfrentan a la hora de decidir con quién pactar. Las encuestas dan por segura una victoria del PSC y esbozan la suma de una mayoría con ERC y los comunes. Aragonès ha modulado su veto inicial a entenderse con Illa, aunque los suyos desvían el foco: "El pacto más viable es el de la socialconvergencia".

Lo que sí parece claro es que los republicanos quedarán en una discreta tercera posición tras el regreso "mesiánico" de Puigdemont al tablero catalán. “El drama de Cataluña es que muchos siguen siendo prisioneros de una realidad mágica. La política catalana se mueve en lo irracional, donde los traidores son los que han estado en la cárcel y el héroe es un señor que se marchó a Waterloo”, se lamentan los de Junqueras. Un dato elocuente: los republicanos aseguran que desde hace años sus líderes no pueden ir a mitinear con normalidad por Girona, territorio de Puigdemont. Y se tienen que apoyar en fuerzas amigas como Bildu para “llenar”.

Foto: El presidente de la Generalitat y candidato de ERC a la reelección, Pere Aragonès, valorando la decisión de Pedro Sánchez de seguir en la Moncloa. (EFE/Toni Albir)

La nefasta relación entre los dos principales partidos independentistas aleja la opción de otro gobierno de concentración nacional, aunque nadie se atreve a prever qué decisión tomará la dirección de ERC, en la que Marta Rovira, “exiliada” en Suiza, habría ganado peso en detrimento de Junqueras tras el pacto con Aragonès para adelantar elecciones y repetir candidato.

Es sintomático que todas las fuentes consultadas en las últimas semanas señalen la debilidad de su candidato, el presidente Pere Aragonès, un tecnócrata gris que intenta vender la gestión de su Govern sin demasiado éxito para un público independentista acostumbrado a la épica. “Nuestro candidato no ayuda”, repiten sin disimular su resignación ante la falta de un líder carismático. Oriol Junqueras, inhabilitado, aspira a seguir comandando el partido y espera a que llegue su turno para presentarse a las urnas, aunque no lo tiene fácil. Dependiendo de la magnitud del derrumbe el 12-M, su continuidad al frente del partido estaría en riesgo.

"La política catalana se mueve en lo irracional; los traidores son los que han estado en la cárcel y el héroe es un señor que se marchó a Waterloo"

Internamente se le cuestiona a Junqueras su estrategia de “ensanchar la base social” más allá del soberanismo en el área metropolitana de Barcelona, pero que no ha tenido el rendimiento esperado. El PSC amplió en mayo pasado su dominio en su feudo histórico, el más poblado de Cataluña. Ahora socialistas y republicanos rivalizan por presentar las mejores credenciales para desarrollar políticas sociales en la nueva legislatura que supere la tensión del procés. "La épica de la lucha cotidiana", lo ha bautizado Aragonès. Aunque en su equipo electoral reconocen que "la gestión no vende" y la coyuntura no les ayuda: la sequía, el demoledor informe PISA sobre la educación catalana o el estado de la sanidad pública tras la pandemia.

La bipolaridad de ERC

Pero el problema esencial para la candidatura de Aragonès es que se presenta arrinconado entre las dos claras ofertas electorales de sus rivales. Puigdemont representa la continuidad del procés mientras que el PSC de Salvador Illa simboliza la salida del procés. Y ellos juegan a las dos manos. Independentismo y gestión del autonomismo. Referéndum pactado con el Estado y financiación a la carta. Una bipolaridad que les diluye ante sus competidores en cada flanco.

Desde ERC disienten y aseguran que su oferta 2x1 es verosímil. Se miran en el espejo del PNV y Bildu, que rivalizan entre sí haciendo política en Madrid sin renunciar a la retórica de ganar soberanía nacional. Los republicanos se precian hoy de haber puesto cordura a la política catalana. Marcaron el ‘punto y aparte’ el 30 de enero de 2018, citan, cuando impidieron con sus votos la celebración del Pleno de investidura a distancia de Puigdemont, por ilegal. “¿El procés? Cuando ERC adopta el principio de legalidad se acabó la unilateralidad”, precisan fuentes de la dirección republicana. Desde entonces, explican, han “externalizado” el soberanismo en una mesa de negociación con el Gobierno de Sánchez. “Eso va a su ritmo, no estamos todo el día con la matraca. Nos hemos dedicado a la gestión del país, sin juegos de artificio ni retóricas vanas. Deseamos el referéndum pero no lo vamos a hacer a las bravas”.

Foto: El candidato Salvador Illa en la apertura de campaña. (Europa Press/Kike Ricón)
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Gráficos: EC Diseño Gráficos: Unidad de Datos Antonio Fernández. Barcelona

El mayor exponente de la vía posibilista de ERC es su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, quien ha abanderado sin éxito los pactos con Moncloa. En el campo independentista, a ERC le ha penalizado. “De manera obsesiva hemos hablado de nuestros logros en el Congreso, pero no se sabe lo que hemos conseguido en derechos sociales, como la ley de vivienda y otras muchas”, señalan fuentes del grupo parlamentario que ven con “envidia” el crecimiento electoral de Bildu, habiendo mantenido ambos idéntica estrategia con respecto a Pedro Sánchez.

Los republicanos señalan al “ecosistema mediático catalán” como el principal culpable de que su apoyo a las políticas “progresistas” de Moncloa no sea premiado en Cataluña. “En Euskadi está bien visto. Allí se hace pedagogía de la práctica política del PNV o Bildu”, remarcan desde la Cámara Baja. “En Euskadi no hay gente que les llame traidores por hacer política en Madrid”, coincide desde Barcelona otra fuente de la cúpula. “El pujolismo, los 23 años de Pujol, crearon una arquitectura mental de lo que es ser catalán. Junts es un papado donde Puigdemont dicta encíclicas que establecen qué es pecado o no. Ellos tienen bula papal. Solo se puede negociar con Sánchez si son ellos”.

“El problema es que no sabemos a quién le hablamos. Es un poco lo que le pasó a Ciudadanos, que hablaba para una España que no existe”, resumen desde el sector pragmático, conscientes del peligro que supone afrontar una campaña electoral hundidos en la melancolía.

ERC afronta las elecciones autonómicas en Cataluña sumido en el pesimismo, eclipsado por el teatro de sombras de Carles Puigdemont y Pedro Sánchez -protagonistas indiscutibles de la precampaña y campaña- y atrapado por sus propios fantasmas: la posible reedición de un tripartito con el PSC que rompa el eje independentista, 20 años después, representa una operación de altísimo riesgo para su cohesión interna. Y aunque los republicanos tratan de desviar el foco sobre un posible pacto socioconvergente (PSC-Junts), todas las miradas se posan sobre ellos. Diversos cuadros del partido consultados por El Confidencial anticipan que el resultado será malo, señalan que podrían bajar de sus 33 escaños actuales “por debajo de los 25”, y se preparan para lo peor: una fractura orgánica.

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