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El independentismo vive con total indiferencia la aprobación de la amnistía
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Apatía social en Cataluña con la media

El independentismo vive con total indiferencia la aprobación de la amnistía

Ni celebraciones ni críticas. Apatía social total ante la luz verde al perdón total a los implicados en el procés. Y sorprende en especial en un soberanismo adicto a salir a la calle

Foto: Pere Aragonès celebrando en marzo el acuerdo por la amnistía aunque adivirtiendo que "queda camino por recorrer" (EFE).–
Pere Aragonès celebrando en marzo el acuerdo por la amnistía aunque adivirtiendo que "queda camino por recorrer" (EFE).–
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El independentismo, y también el constitucionalismo, ha vivido la aprobación de la Ley de Amnistía con una indiferencia total en Cataluña. Mientras la clase política se ha volcado y polarizado, ni uno ni otro bando parecen interesados por la cuestión. Sorprende sobre todo que el independentismo no haya convocado ninguna concentración, ni celebración, cuando antes cualquier excusa servía para tomar la calle. Ni para el jueves o el viernes ni tampoco para el fin de semana. Ante una victoria de tal tamaño y dimensión como la amnistía, el independentismo la ha dado la espalda cuando ha llegado la hora de la verdad.

Pasó lo mismo con el Estatut de Cataluña de 2006, cuando la participación en su votación no llegó al 50% después de que los partidos habían estado meses negociando. Dieciocho años después, la clase política y la población vuelven a ir por caminos muy diferentes.

Ni Òmnium Cultural, que trabajó duramente por la amnistía, ni la ANC –concentrada en sus fuertes desavenencias internas– ni ninguno de los partidos políticos que la impulsó ha convocado nada ante la aprobación de la amnistía.

Lo más destacado fue la declaración de la portavoz de la Generalitat, Patricia Plaja, este martes, tras un Consell Executiu en el que Pere Aragonès y su ejecutivo ni hablasen del tema.

“No hay nadie más satisfecho que este Govern por esta medida. El Govern empezó con nueve presos en la cárcel y se acaba con la Ley de Amnistía aprobada. Es un paso imprescindible, pero no es el final de nada porque queda su aplicación. Y ya conocemos una guía contra la ley y sabemos que habrá estrategias jurídicas contrarias para que no se acabe aplicando. Pero las leyes en un Estado de derecho están para aplicarse. La aprobación de la ley de Amnistía será uno de los legados de este gobierno”, aseguró Plaja sólo cuando fue preguntada por la cuestión.

Foto: Carles Puigdemont (EFE / David Borrat)

Hay varias razones para este vacío en las celebraciones. La principal es la fuerte desmovilización social que vive el independentismo. A las organizaciones les da miedo convocar y quedar en evidencia por la baja asistencia.

A la desmoralización general se le suma el desánimo concreto tras el 12-M. Se ha perdido la mayoría independentista en el Parlament que alimentó todo el procés. Se ha pasado de la “legislatura del 52%”, como fue bautizada por el propio soberanismo, a que sólo el 41% de los diputados sea independentista. Y eso incluyendo los dos diputados de la ultraderechista Aliança Catalana. Por mucho que Carles Puigdemont esté forzando determinadas piruetas, como su pretensión de presentarse a la presidencia sin tener los votos necesarios, la perspectiva de que Salvador Illa llegue a president desalienta a la mayoría de los que respaldaron el procés.

Colectivos desencantados

Además, hay más de medio millón de votantes independentistas del todo desencantados. Que no votan. Y que ven la amnistía como Clara Ponsatí, el exvicepresidente del Parlament, Josep Costa y los sectores más radicales: como una rendición. El equivalente de lo que fue el abrazo de Vergara para el carlismo en 1839: una capitulación en la cual a los perdedores se les dejaba salvar los muebles. En contra de lo que puede parecer, este colectivo es el que marca el tono general vital del movimiento.

En su discurso en Elna, Puigdemont lamentó precisamente refiriéndose a la amnistía y todo lo que se había pactado para que Pedro Sánchez fuese presidente: "En estos 120 días hemos conseguido muchas cosas. Las circunstancias han llegado. Son circunstancias que hemos creado nosotros. A veces las victorias nos duran muy poco. Las victorias no las disfrutamos. Tenemos que saber ganar”.

Pero tampoco el constitucionalismo está movilizado pese a estar en contra de la amnistía. Las cerca de 80.000 personas que reunió el PP en Madrid en su última concentración no saldrían a protestar en Barcelona. Muchos de los votantes de Illa, por ejemplo, lo han hecho a pesar de que se aprobase la polémica ley.

Actitud de los beneficiados

Al constitucionalismo le incomoda en especial el modo en que JxCAT y ERC han reaccionado ante la amnistía, no como si fuese un instrumento de consenso social para curar heridas, sino como un logro político que a pesar de eso no pueden celebrar. El presidente del Cercle d’Economía, Jaume Guardiola, lo verbalizó de manera perfecta cuando le dijo a Pedro Sánchez en las últimas jornadas que "nos hubiese gustado que la medida hubiese contado con más consenso y que se hubiera tramitado de forma más pausada. Y lamentamos la actitud de algunos de los actores beneficiados, que a nuestro juicio debería haber sido más comedida y discreta”.

Pero no ha sido así. Tanto Gabriel Rufián como Toni Comín, sólo por poner dos ejemplos, ya han advertido a sus exhaustas bases que tras la amnistía toca el referéndum. Un intento de mantener vivo el procés cuando la mayoría reconocen que lo que empezó en aquella Diada de 2012 terminará cuando Salvador Illa sea nombrado president. De hecho, los partidos que no hablaron de la amnistía durante la campaña, PSC, JxCAT, PP, Vox… fueron los que obtuvieron mejores resultados.

El independentismo, y también el constitucionalismo, ha vivido la aprobación de la Ley de Amnistía con una indiferencia total en Cataluña. Mientras la clase política se ha volcado y polarizado, ni uno ni otro bando parecen interesados por la cuestión. Sorprende sobre todo que el independentismo no haya convocado ninguna concentración, ni celebración, cuando antes cualquier excusa servía para tomar la calle. Ni para el jueves o el viernes ni tampoco para el fin de semana. Ante una victoria de tal tamaño y dimensión como la amnistía, el independentismo la ha dado la espalda cuando ha llegado la hora de la verdad.

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