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Combate entre el fiscal y el padre del crimen de Godella: "María me dijo: 'Los he matado'"
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EL JUCIO, CENTRADO EN GABRIEL

Combate entre el fiscal y el padre del crimen de Godella: "María me dijo: 'Los he matado'"

El juicio por el asesinato de los dos niños arranca con el claro objetivo del fiscal de lograr la inculpación de Gabriel, que niega los hechos y relata una noche de horror y parricidio

Foto: Gabriel, el centro, acusado del doble parricidio de sus hijos en Godella. (EFE)
Gabriel, el centro, acusado del doble parricidio de sus hijos en Godella. (EFE)

¿Participó Gabriel en el asesinato de su hijos Amiel e Ixchel? ¿Fue el crimen únicamente producto de un arranque de brutal violencia gratuita derivada de la enfermedad mental de María? Esta es la gran incógnita a despejar en el juicio por un caso que conmocionó al país hace algo más de dos años y que este lunes ha arrancado en la Ciudad de la Justicia de Valencia. El 14 de marzo de 2019, agentes de la Guardia Civil desenterraron, en distintos lugares de una zona arbolada y descuidada de la frontera de los términos municipales de Godella y Rocafort (Valencia), los cadáveres de los dos niños, uno de tres años y medio y otra de apenas cinco meses. Los cuerpos estaban a entre 75 y 150 metros de la vivienda okupada en la que Gabriel vivía con la madre de los pequeños, María. Habían perdido la vida como consecuencia de fuertes golpes recibidos en la cabeza, probablemente junto al borde de la piscina de la casa, por los restos de sangre encontrados.

En una vista ante un jurado popular, la Fiscalía concentró la acusación en el padre como inductor y autor material del doble parricidio, toda vez que dos informes forenses han determinado que la madre sufre esquizofrenia paranoide, y que aquella velada, además, vivió un brote violento de la enfermedad. Para ella, el Ministerio Público reclama el internamiento en un centro especializado durante un máximo de 25 años por entender que el cuadro clínico supone un eximente completo de anomalía psíquica. La defensa de María reclama la absolución completa, pero no descarta adherirse subsidiariamente a la petición de internamiento temporal para consolidar su estabilización mental.

Foto: Gabriel y María, los padres acusados de asesinar a sus hijos para huir de una secta. Fotos: Efe

Gabriel, de nacionalidad belga, contestó en su declaración tanto al fiscal como su abogado, no sin ocultar su nerviosismo, especialmente cuando no pudo recordar la fecha de nacimiento de su primer hijo, o cuando se refería a ellos, emocionándose. Fue un pulso dialéctico del que Gabriel salió bastante airoso, negando tener cualquier relación con el crimen y sin apenas contradicciones en el discurso y en el interrogatorio. Relató que conoció a María en unas marchas a Bruselas motivadas por el 15-M hacia 2010 y aguantó un largo turno de preguntas que ganó en intensidad cuando el acusado comenzó a relatar cómo fue la noche del crimen. Según explicó, su pareja venía acumulando días de paranoia y nerviosismo, que atribuyó también a enfrentamientos con su madre, Noemí, de la que aseguró que a su vez arrastraba problemas emocionales.

placeholder María Gombau, a la izquierda con su abogada, acusada del doble homicidio de Godella de 2019. (EFE)
María Gombau, a la izquierda con su abogada, acusada del doble homicidio de Godella de 2019. (EFE)

Según su relato, se fue a dormir con su hijo a la cama, mientras que María se quedó en el sofá para intentar descansar con la pequeña. Cuando despertó casi al amanecer: “Me dice [la acusada] que ha escondido a los niños, accede a llevarme y voy a por los niños, me dice cosas delirantes y me empiezo a preocupar. Me dijo cosas del sol y la luna y que hay que hacer el amor antes de que salga el sol, me pongo a buscar los teléfonos, me dice que tengo que estar tranquilo, que están en su mente, en su corazón”, relató en uno de los momentos más intensos de la vista.

Tras su insistencia, Gabriel declaró que María le confesó el doble parricidio: “Me dijo: ‘Están con Dios, no pasa nada, los he matado. He abortado a dos hijos, pero los puedo hacer renacer”.

A ninguna de las partes le interesa contradecir el argumento del desequilibrio psicológico de la madre de las víctimas. Al fiscal, por la evidencia forense incuestionable sobre el brote psicótico y porque apuntala su relato de una personalidad débil y enferma, fácilmente manipulable por su marido. A Gabriel, justamente por lo contrario: su defensa sostiene que difícilmente pudo meter la idea de “purificar” a sus hijos en la cabeza de alguien con la voluntad alterada por la enfermedad y dirigir sus actos.

Foto: Integrantes del dispositivo de búsqueda en el chalé okupado de Godella. (EFE)

Los dos acusados, en prisión provisional, llegaron a la sala de vistas esposados y acompañados por agentes de la Policía Nacional. Flanqueados por sus abogados, se sentaron separados por un panel, a unos cinco metros de distancia el uno del otro. Fue una petición expresa de la abogada de María que no hubiese contacto visual entre ambos, así como que ella no estuviera presente en la declaración de Gabriel.

Aunque los primeros indicios apuntaban a la madre como autora material de los hechos, comenzando por la sangre de los niños encontrada en su ropa, la acusación arrancó la vista con el claro objetivo de incriminar al progenitor, en prisión provisional desde entonces. "Los acusados, impulsados por sus creencias, tomaron la determinación, que Gabriel inculcó a María, de que la única forma de proteger a sus hijos del asedio del que eran objeto era, previo baño purificador de sus almas, terminar con sus vidas y enviarlos al más allá para que posteriormente pudieran revivir", detallaba el fiscal en su exposición de los hechos en la vista que este lunes ha comenzado en presencia del jurado popular. "Es el juicio más brutal que he presenciado, porque no hay nada más brutal que el asesinato de dos niños a manos de sus padres".

placeholder La sala de vista del juicio por el doble parricidio de Godella. (EFE)
La sala de vista del juicio por el doble parricidio de Godella. (EFE)

El acusador pintó un perfil horrible del padre. Un manipulador que tenía abducida a María en sus creencias sobre ritos mayas y purificación de las almas de los menores a través del sacrificio. “Amaba a sus hijos por encima de todo. Nunca tuvo un mal gesto ni una mala palabra o acción violenta en relación con sus hijos”, señalaba el fiscal, pese a considerar a la madre coautora material. En varias ocasiones, preguntó a Gabriel por su interés por la cultura maya. El acusado no lo negó, pero lo explicó como un interés inocuo, cultural. Negó también tener interés o creencias en ritos de purificación o reencarnación. El fiscal también trató de extraer conclusiones sobre una hipotética mente conspirativa de Gabriel a partir de sus libretas y escritos personales, aunque el acusado salió de esa parte del interrogatorio describiendo comentarios sobre fantasmas o erizos en relación con una suerte de juego imaginativo sobre la relación con su hijo. También aseguró que recogió en una libreta los "delirios" que le comentaba María con la intención de hacerle ver que se trataba de ideas irreales. El fiscal sostiene en cambio que eran pensamientos que Gabriel inculcó en la presunta parricida.

Son sospechas y nada más

"Dudamos que sea posible ponerse de acuerdo con un esquizofrénico en pleno brote porque carece de inteligencia y voluntad", defendía el letrado de Gabriel. “Es un caso construido exclusivamente por sospechas y nada más. Que mi cliente pudo tener unas ideas, ¿y qué? Debería de haber imbuido todas esas ideas con la finalidad de que matara a sus hijos, lo cual es imposible”, insistía recordando el brote psicótico de María. “No hay pruebas que indiquen absolutamente nada. Lo han intentado de todas las formas y no las hay”.

“Les pido que se dejen llevar solo por lo que se pruebe. Y nada más. Mucha prevención con el tema de las ideas. No se culpan ideas, se culpan hechos. Tampoco si era buen marido o mal marido. No se juzga eso”, dijo el abogado.

Foto: Gabriel y María, los padres acusados de asesinar a sus hijos para huir de una secta. Fotos: Efe

Pero el relato de la defensa de Gabriel se topó también con el de la defensa de María, con muchas coincidencias con el del fiscal en referencia a la responsabilidad penal del padre de los niños. “No se dejen llevar por las apariencias. Es muy fácil cuando ocurre un hecho delictivo terrible inculpar a una personas cuya mente está perturbada, es lo que resulta más mediático e inmediato: pensar que un crimen tan horrible solamente puede ser obra de alguien con sus facultades perturbadas”, dijo la abogada de la acusada.

La letrada aportó como nueva prueba siete cartas que días después de entrar en prisión provisional remitió Gabriel a la madre de Amiel e Ixchel en las que, según dijo, le mostraba su amor, dibujaba corazones y quería casarse con ella. “Es algo sorprendente, el 31 de marzo [16 días después del crimen], escribe cartas sin ningún sentimiento. ¿Cómo es posible que un padre que quiere a sus hijos y es inocente y no ha hecho nada a los pocos días de vivir sus muertes se dirija a su madre de ese modo?”, dejó caer, para abonar la tesis de la personalidad fría y manipuladora de Gabriel. La defensa de Gabriel no se opuso a la prueba.

Gabriel solo tuvo tiempo de contestar al fiscal. Este martes continuará la vista y responderá a las defensas. A continuación, será el turno de María, cuya abogada carga toda la responsabilidad del crimen sobre el padre.

¿Participó Gabriel en el asesinato de su hijos Amiel e Ixchel? ¿Fue el crimen únicamente producto de un arranque de brutal violencia gratuita derivada de la enfermedad mental de María? Esta es la gran incógnita a despejar en el juicio por un caso que conmocionó al país hace algo más de dos años y que este lunes ha arrancado en la Ciudad de la Justicia de Valencia. El 14 de marzo de 2019, agentes de la Guardia Civil desenterraron, en distintos lugares de una zona arbolada y descuidada de la frontera de los términos municipales de Godella y Rocafort (Valencia), los cadáveres de los dos niños, uno de tres años y medio y otra de apenas cinco meses. Los cuerpos estaban a entre 75 y 150 metros de la vivienda okupada en la que Gabriel vivía con la madre de los pequeños, María. Habían perdido la vida como consecuencia de fuertes golpes recibidos en la cabeza, probablemente junto al borde de la piscina de la casa, por los restos de sangre encontrados.

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