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Las otras 'rutas' de Valencia: del tour de la corrupción a los edificios galácticos
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Las otras 'rutas' de Valencia: del tour de la corrupción a los edificios galácticos

Derivas urbanas que muestran la parcela vertedero de Calatrava, edificios llegados de otra galaxia y rotondas convertidas en plazas. La Valencia que se demuestra andando

Foto: Varias personas participan en una de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)
Varias personas participan en una de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)

Hace ahora diez años cobraban fortuna los tours turísticos de la corrupción que atravesaban Valencia, ironía en mano, haciendo paradas por aquellos edificios y solares icónicos hechos pufos públicos. En todo un alarde imaginativo, fueron llamados rutas del despilfarro o tours del caloret. Pero tras los vientos de una década, la transformación reputacional y la imagen proyectada por la ciudad sobre sí misma han dado paso a nuevos recorridos; derivas urbanas cuyos protagonistas son otros: edificios galácticos, valencias andadas y una maraña de restos arquitectónicos con sello Calatrava.

Foto: Imagen de archivo de una falla instalada en el barrio de Ruzafa. (EFE/Manuel Bruque)

Nombres como los de Merxe Navarro, Maria Aucejo o LUCE han hecho del descubrimiento de las calles propias una buena manera de sacarle partido a una ciudad que, como señala el lema, no se acaba nunca.

La arquitecta y divulgadora Merxe Navarro comandó la ruta con la que la Fundación Arquia celebraba este octubre sus premios anuales, regresando a Valencia desde su última edición en 2008. Si en aquel momento los recorridos arquitectónicos fueron “a través de sus edificios más relevantes”, en esta ocasión han consistido en “una reflexión sobre la evolución de la ciudad alrededor de tres temas: la importancia de los espacios culturales conectados con la ciudad, la transformación de los últimos años del Cabanyal, y un recorrido a través de la historia de la ciudad y las diferentes corrientes en el planeamiento urbanístico, desde el origen de la urbe hasta nuestros días. Una invitación a pensar cómo se entiende hoy el diseño del espacio público”, comenta Navarro.

placeholder Asistentes a una de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)
Asistentes a una de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)

Es curioso —dice— que en aquellas rutas de 2008 algunas de las principales plazas que formaban parte del recorrido del centro histórico, plaza de la Reina, plaza del Mercado y plaza del Ayuntamiento, contaban con tráfico rodado de alta intensidad y sin embargo hoy son peatonales. Pese a que desde los albores de la democracia en España, la participación ciudadana en Valencia había sido notable —casos de movilización ciudadana ajena a las instituciones como en el Saler o el del ajardinamiento del río lo demuestran—, esa participación no ha formado parte de los procesos formales del planeamiento hasta hace muy pocos años”.

Transformaciones como la de la plaza de Brujas, a las espaldas del Mercado Central, han generado espacios de convivencia, sigue la arquitecta. “Ayudan a ver realidades que de otra forma resultan invisibles. Por ejemplo, hace unas semanas, justo allí, tuvimos oportunidad de ver una competición colombiana de baile donde antes solo se podía atravesar con un vehículo. Contribuye a una sociedad integrada sin que nos demos cuenta y, sobre todo, aleja de los foros polarizados de Internet que no llegan a ninguna parte”.

Foto: Vista del edificio Espai Verd. (Cedida)

El artista LUCE, junto al urbanista Chema Segovia y el diseñador Iván Santana, han definido una nueva aproximación a una zona limbo de Valencia: la parcela M3, un monumento al exceso, una especie de vertedero con las piezas fastuosas que Calatrava imaginó para el Àgora de la Ciudad de las Artes y las Ciencias y que acabaron varadas, sin uso alguno. El solar, destinado inicialmente para la construcción de torres residenciales proyectados por el propio arquitecto, terminó acogiendo hasta 163 lamas creadas para coronar el edificio. Llevan abandonadas cerca de diez años.

“Desde el principio descartamos enfrascarnos demasiado en la idea más política, quisimos no abordarlo desde la evidencia del fraude o de la especulación, tan evidente”, razona LUCE. “Preferimos pensar en la idea de acercar allí a la gente, a que descubran un lugar desconocido y desde el deshecho hablar de lo bello”.

Foto: Erik Harley, durante una de sus rutas. (Foto: M. Mcloughlin)

La ruta es una invitación a reflexionar a propósito de “la importancia de moverse por lugares no definidos". “Existe un conocimiento de los espacios demasiado definido. Vamos de un lugar a otro a realizar actividades programadas. Llegamos tarde a los lugares y eso nos hace perdernos las cosas que ocurren en el recorrido. La manera que tenemos de desplazarnos determina nuestro conocimiento del entorno. ¿Cuántos lugares hemos visto desde la ventanilla de nuestro coche pero nunca hemos pisado?, ¿de qué manera pueden estimularse?”.

La parcela M3 estaba allí, pero nadie parecía querer detenerse para mirar a los ojos a una realidad insólita, de difícil digestión: el cementerio de los restos de una época excesiva.

placeholder Vista general del Ágora diseñado por Calatrava en 2009, año de su inauguración. (EFE/Kai Försterling)
Vista general del Ágora diseñado por Calatrava en 2009, año de su inauguración. (EFE/Kai Försterling)

La arquitecta Maria Aucejo ha publicado uno de los libros más explosivos sobre la arquitectura valenciana: Late to the party. Platillos, Pirámides y Búnkers, una aproximación a aquellos edificios extravagantes que aparentemente quedaron fuera de juego: desde unas antiguas bodegas en forma de enorme colmena (Vinival) hasta unos estudios de televisión aparentemente acabados de llegar a la Tierra.

Recorrer ubicaciones como esas fue el germen de la publicación y —en camino de vuelta— de nuevo la gestación de unas rutas que, en palabras de Aucejo, contribuyen a “conocer las capas de nuestro territorio y entorno construido, saber cómo hemos llegado hasta aquí y generar una vínculo que resulta en el cuidado, el respeto y el pensamiento crítico y activo”.

Foto: Varias personas pasean por la huerta valenciana. (Cedida)

Engarza con una idea “extendida” según la cual la ciudad “tiene la autoestima baja, a partir de la cual en los últimos años se está redescubriendo a sí misma y poniendo en valor patrimonio cultural y social, pero este siempre estuvo ahí al igual que la preocupación por la mirada externa. Se están haciendo muchos esfuerzos por exportar Valencia pero, como nos podría pasar a cualquiera, por apoyarse demasiado en la valoración externa se puede caer en descuidarse a sí misma.”

Ante eso, la propuesta de Aucejo por “pasear, conocer, perderse y vivir la ciudad como mecanismo para sentirla propia y valorarla. Es muy difícil que alguien que vive su entorno con apatía y desconocimiento sienta la capacidad de influir en él y cuando es amenazado, moverse para cuidarlo”.

placeholder Asistentes a uno de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)
Asistentes a uno de las rutas por Valencia. (Brava Estudio / Fundación Arquia)

La Valencia más real, en lugar de en los puntos de destino, está en las rutas que los conectan. Esta nueva fase de Valencia se demuestra andando.

Hace ahora diez años cobraban fortuna los tours turísticos de la corrupción que atravesaban Valencia, ironía en mano, haciendo paradas por aquellos edificios y solares icónicos hechos pufos públicos. En todo un alarde imaginativo, fueron llamados rutas del despilfarro o tours del caloret. Pero tras los vientos de una década, la transformación reputacional y la imagen proyectada por la ciudad sobre sí misma han dado paso a nuevos recorridos; derivas urbanas cuyos protagonistas son otros: edificios galácticos, valencias andadas y una maraña de restos arquitectónicos con sello Calatrava.

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