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El último tabú urbanístico de Valencia: una Alameda peatonal
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El último tabú urbanístico de Valencia: una Alameda peatonal

El paseo urbano junto al Jardín del Túria sigue teniendo como uso principal su función de aparcamiento. Mientras, se suceden las peticiones para crear un gran espacio abierto

Foto: El objetivo de un Paseo de la Alameda peatonal. (Cedida)
El objetivo de un Paseo de la Alameda peatonal. (Cedida)

El científico Santiago Grisolía reclamó en 2009 que el Paseo de la Alameda de Valencia hiciera honor a su nombre y se convirtiera, de nuevo, en una vía peatonal. "Debería ser una de las prioridades de las administraciones, puesto que supondría el aumento de la conciencia medioambiental del ciudadano y, en consecuencia, un mayor uso social y cultural". Lo hacía en su condición de presidente del Consell Valencià de Cultura, y atendiendo a una conexión evidente entre el Paseo Alameda, el Jardín de Viveros y la propia colateralidad con el Jardín del Turia que consolidaría uno de los conjuntos urbanos más cualificados de España.

Las peticiones del profesor Grisolía quedaron en un cajón que, aunque reabierto en varias ocasiones, ha continuado siendo un tabú urbanístico. El consenso sobre la extrañeza de la actual configuración de la Alameda -un paseo que impide serlo- es fácil de detectar a partir de la posición de las formaciones municipales. Quien fuera concejal de Desarrollo Urbano en el primer gobierno de Ribó, Vicent Sarrià (PSPV), dio una definición apurada de la zona: parece "la planta de la Ford", dijo. Más de veinte años antes, un Francisco Camps dando sus primeros pasos en la política local como concejal de tráfico de Rita Barberá, llegó a plantear en 1992 liberar el tráfico, enterrándolo a partir de aparcamientos subterráneos y túneles. Aunque no avanzó, el proyecto de peatonalización ha ido colándose una vez por década en los programas electorales, sin demasiada concreción.

Foto: Vista de la mascletá disparada desde la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. (EFE/Ana Escobar)

Con el intento de achicar parte del aparcamiento sobre suelo a favor de espacio verde, Joan Ribó buscó junto al Colegio de Arquitectos y el Consell Valencià de Cultura, una fórmula para darle la vuelta al Paseo. "Qué proyecto queremos para esta parte de la ciudad", se preguntó. Mientras, en la última campaña, María José Catalá situó a la Alameda como una de sus principales reivindicaciones urbanísticas al anunciar su intención de prolongarla hasta el mar, mediante el soterramiento de las vías de Serrería.

Si el diagnóstico es coincidente -la Alameda no se aprovecha lo suficiente-, donde se difiere es en las soluciones, envueltas de un batiburrillo de ideas. ¿Qué debe ser el Paseo de la Alameda?

"Hacia 1700 la Alameda ya era el lugar de paseo público, una zona de recreo y, también, de acceso al Palacio Real, ya desaparecido. La Alameda ha sido, en realidad, un espejo histórico de la propia ciudad y de su desarrollo urbano: su trazado fue cambiando, afectado por los diferentes acontecimientos bélicos y políticos que iban ocurriendo en Valencia", explica la periodista Clara Sáez, editora del medio especializado Flat Magazine. Esa alameda fue pasando de lugar de recreo de los nobles -“el Marqués de Dos Aguas paseaba con su carruaje entre exóticos ejemplares de flora americana”- a reflejo de la política napoleónica, a bulevar racionalista o a espacio que canaliza la Exposición Regional de 1909.

Foto: Un avión despega en el aeropuerto de Manises de Valencia. (EFE/Kai Forsterling)

Sin embargo, ha acabado instalada en un duermevelas sin apenas modificaciones ambiciosas desde la remodelación del arquitecto Goerlich en 1932, "una reforma regeneracionista -explica Sáez- que fue la última que se hizo a conciencia sobre este paseo. El más histórico, aunque creo que también, ahora mismo, el más olvidado. La ciudad tiene una cuenta pendiente".

El arquitecto David Estal, quien formó parte de algunos de los proyectos del último gobierno municipal respecto a la Alameda, cree que "es una contradicción tener el mejor espacio de la ciudad con diferencia y que, sin embargo, esté envuelto de humo y ruido. Un lugar de estas características merece un entorno digno como ya lo es su arquitectura". Considera Estal que, con un Jardín del Turia encaminado hacia el mar con la previsión del parque de Desembocadura, "es necesario pensar cómo queremos que sean sus bordes, teniendo en cuenta que son autopistas urbanas poco amables".

Foto: El grupo Nebulossa. (Kike Rincón/Europa Press)

Esa es una de las claves que diferencia el Paseo de la Alameda actual respecto al que fue en el pasado: de un paseo con un río a su vera… a un paseo fundamental (el Jardín del Turia) que tiene a su vera una vía de tráfico rodado (la Alameda). Un cambio relevante en la estructura urbana que aumenta la necesidad de replantear la conexión entre los dos ejes. "Si pensamos en facilitar la transversalidad de antiguo cauce del Túria con la ciudad como una clave para que no se convierta únicamente en un refugio para peatones, comenzaría por la Alameda, que vendría a ser el Jardín del Túria de los siglos XVIII y XIX antes de convertirse en el gran aparcamiento gratuito del centro".

Hay otra relación estrecha: la de Alameda con el Museu de Bellas Artes, consecuencia directa de cómo se configura Alameda: "El reto -considera Estal- es también trabajar ambientalmente el eje angular Avenida de Aragón-Alameda histórica-Viveros-entorno del Museo Bellas Artes, donde obviamente los coches deberían pasar a un segundo plano. Clama al cielo que la segunda pinacoteca de España esté arrinconada, sin un espacio de bienvenida donde, como mínimo, se pueda charlar".

Foto: La chef Vicky Sevilla. ( EFE/Sergio Pérez)

Clara Sáez coincide en que su función principal es la de "gran parking y vía rápida, donde solo tres o cuatro veces al año se torna en un lugar dedicado a las personas y sus cosas lúdicas (la Volta a Peu, la cabalgata de reyes, la batalla de flores y poco más). Más de 50.000 vehículos soporta diariamente un paseo que, obviamente, ha ido perdiendo frondosidad. Ojalá su futuro tenga más en cuenta a la gente. El reto sería conseguir que el tráfico rodado no fuera el protagonista y sí las personas y los árboles".

Pensando en soluciones y casos de referencia, sobrevuela la Fira del Llibre como posible primera prueba para la Alameda hacia el futuro. "El Consell Valencià de Cultura ya habló hace años de la idea de ubicarla en la Alameda, lo que dotaría de vitalidad al bulevar y de amplitud al certamen. Viveros se empieza a quedar pequeño", introduce Sáez. "Mientras hacemos estudios y concursos (hay ejemplos de éxito en la reconversión de la Alameda de Hércules, en Sevilla, diseñada por los arquitectos Elías Torres y Martínez Lapeña), la Fira del Llibre podría ser una prueba a gran escala. Es una feria que continúa creciendo y que necesitará ser más visible y respirar. Mientras, la Alameda podría ser un gran paseo de cultura y deporte".

Foto: El antiguo casino Monte Picayo, cerrado en 2014.

La petición de Grisolía sigue en el cajón, pero el tabú cada vez lo es menos. La Alameda necesita rodar de otra manera y los próximos años deberán servir para configurar su nuevo ritmo.

El científico Santiago Grisolía reclamó en 2009 que el Paseo de la Alameda de Valencia hiciera honor a su nombre y se convirtiera, de nuevo, en una vía peatonal. "Debería ser una de las prioridades de las administraciones, puesto que supondría el aumento de la conciencia medioambiental del ciudadano y, en consecuencia, un mayor uso social y cultural". Lo hacía en su condición de presidente del Consell Valencià de Cultura, y atendiendo a una conexión evidente entre el Paseo Alameda, el Jardín de Viveros y la propia colateralidad con el Jardín del Turia que consolidaría uno de los conjuntos urbanos más cualificados de España.

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