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Los últimos de Poio: la Xunta asume la gestión de la única escuela de canteros del mundo
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EL FUTURO DE LA PIEDRA

Los últimos de Poio: la Xunta asume la gestión de la única escuela de canteros del mundo

La Xunta de Galicia se hace cargo de esta actividad para mantener con vida este viejo oficio artesanal, con una demanda creciente, y adaptarlo a las necesidades del siglo XXI

Foto: Escola de Cantería de Pontevedra. Cedida.
Escola de Cantería de Pontevedra. Cedida.

Tallar la piedra es un oficio en peligro de extinción. Una tarea artesanal dura y minuciosa que ha dejado su legado en dólmenes, castros, iglesias y catedrales por todas las esquinas de la geografía. El cemento, el hormigón y el pladur han desplazado a las piedras con las que durante muchos siglos se levantaron gigantes de piedra: pirámides, catedrales, palacios o mausoleos. Pocas niñas o niños aspiran a ser maestros canteros y aprender el viejo oficio de manejar mazas, cinceles, gradinas o el escafilador, pero en un rinconcito al norte de la ría de Pontevedra todavía hay un sitio donde aprender y formarse. Y están deseando llenar sus talleres.

Ese municipio es Poio. Más conocido por los hórreos marineros de Combarro que por su imponente monasterio benedictino —fechado en el año 942—, pero es allí donde resiste la única escuela de cantería del mundo. Y probablemente la última. Aunque discreta y poco conocida, las huellas de esta cantería están diseminadas por edificios icónicos de todo el globo: desde los capiteles y balaustres del Capitolio de Washington al Big Ben de Londres, pasando por la Sagrada Familia de Gaudí y las volutas y arbotantes de la Abadía de Westminster. Los delicados cincelados en piedra aprendidos en las aulas de Poio por los pocos canteros que ejercen el oficio por el mundo también han cruzado el charco hacia Fortaleza (Brasil), Querétaro (México), La Paz (Bolivia) o las islas Filipinas, pero también hay hórreos gallegos en las montañas suizas y en los montes de Transilvania, en Rumanía.

Cesión de la escuela de cantería Xunta-Diputación de Pontevedra

La Xunta de Galicia acaba de asumir la titularidad y la gestión de la Escuela de Cantería de Poio con un doble objetivo: recuperar y potenciar este oficio en línea con las nuevas demandas y necesidades del sector, que son muchas, pero sin mano de obra cualificada donde apenas existe relevo generacional. Desde 1982, el centro estuvo en manos de la Diputación provincial de Pontevedra, pero ahora es el gobierno del popular Alfonso Rueda quien se pone al frente de la escuela asumiendo funciones, servicios y recursos personales y materiales para transformarlo en un centro público docente adscrito a la Consellería de Cultura, Educación, FP y Universidades tras un desembolso de 563.000 euros.

¿Qué implica? Que la cantería se incorpora al aprendizaje de oficios como la soldadura, el electromecanizado o la carpintería con certificado de profesionalidad del que ahora carecía. Es decir, aprendían un oficio, pero no podían acreditarlo con un título. La intención de la Xunta es hacer de esta escuela un Centro Integrado de Formación Profesional en el curso académico 24/25 para ir desarrollando gradualmente las especialidades de Construcción, Cantería y Restauración, explican desde el ejecutivo gallego. Dan respuesta así a una antigua demanda de la Escuela de Cantería que se quejaba amargamente de que cinco años de formación exigente y muy técnica, en un oficio manual y casi vocacional, no tenían acreditación oficial para dar el salto al mundo laboral.

Ser cantero requiere tres años de formación —con opción a beca— y una prueba de acceso para la que se requiere el graduado escolar o su equivalente internacional, para acoger alumnos de todas las nacionalidades. Lograr ser maestro cantero, como Tom Builder en Los pilares de la Tierra, supone dos años más de esfuerzo.

"Faltan profesionales para responder a la creciente demanda de las empresas, de contar con personal competente para dar soluciones innovadoras a los nuevos retos constructivos y para restaurar edificaciones y piezas artísticas", señalan desde el gobierno gallego. Además de trabajar la piedra como elemento constructivo —que junto a la madera vuelve a ser tendencia en la arquitectura orgánica—, la escuela prevé incorporar una vertiente artística para desarrollar la escultura y la creación en piedra, de la que salieron maravillas como el Pórtico de la Gloria, los arcos ojivales de la Catedral de Burgos, las cenefas de la Alhambra o el Alcázar de Segovia.

Las huellas de la piedra

Originalmente, la escuela de cantería se fundó el 15 de enero de 1979 dentro del propio monasterio de Poio, que depende del Ministerio de Cultura. Tres años después, se independizó de la Iglesia y pasó a la Diputación provincial hasta que en el año 2000 hizo la mudanza a una parcela de 26.000 metros cuadrados cedidos por la comunidad de montes de San Salvador de Poio en Boavista, A Caeira.

Esta escuela de canteros suma 8 trabajadores (seis maestros especialistas, un oficial y un operario de servicios) y 25 plazas por curso. La dirección lamenta que hay más plazas que alumnos (13 en 2021/2022) y confían en revertir esa tendencia como centro de Formación Profesional en el catálogo oficial. En el centro combinan la enseñanza teórica: historia del arte, dibujo técnico, dibujo artístico, informática, construcción y materiales…, con mucha práctica en modelado y vaciado con barro y escayola, maquinaria, escultura y trabajo en piedra con hilo y disco de diamante, además de los cinceles y herramientas neumáticas. No es un centro cualquiera: además de ser pública y contar con unas instalaciones enormes, disponen de cocina, comedor, enfermería, salón de actos y sala de exposiciones al aire libre para exponer sus trabajos.

Las huellas de la Escola de Cantería de Pontevedra están documentadas en una veintena de 20 países por los que transitó la emigración gallega: de Cuba a Chile, pasando por Argentina, Venezuela, Uruguay, Bolivia, México, Nicaragua, Estados Unidos, Filipinas hasta Alemania, Francia, Suiza o Portugal. ¿A qué aspiran? A crear un centro de investigación y tratamiento de la piedra y a formar, año tras año, a profesionales capacitados para la restauración del patrimonio histórico-artístico, en empresas de construcción, talleres artesanales y de granito. La piedra, dicen, está viva y con mucha vida.

Tallar la piedra es un oficio en peligro de extinción. Una tarea artesanal dura y minuciosa que ha dejado su legado en dólmenes, castros, iglesias y catedrales por todas las esquinas de la geografía. El cemento, el hormigón y el pladur han desplazado a las piedras con las que durante muchos siglos se levantaron gigantes de piedra: pirámides, catedrales, palacios o mausoleos. Pocas niñas o niños aspiran a ser maestros canteros y aprender el viejo oficio de manejar mazas, cinceles, gradinas o el escafilador, pero en un rinconcito al norte de la ría de Pontevedra todavía hay un sitio donde aprender y formarse. Y están deseando llenar sus talleres.

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