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El tetris demográfico de Canarias: crecer, decrecer o crecer mejor
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El tetris demográfico de Canarias: crecer, decrecer o crecer mejor

El exponencial crecimiento de la población en las islas abre el debate de la inmigración y el turismo en un territorio frágil, cuya huella ecológica es 10 veces mayor que su superficie

Foto: Turistas en la playa de Maspalomas (Gran Canaria). (EFE/Elvira Urquijo A.)
Turistas en la playa de Maspalomas (Gran Canaria). (EFE/Elvira Urquijo A.)

Canarias, con 302 habitantes por kilómetro cuadrado, es la segunda región con mayor densidad de población, solo superada por Madrid. Y se comporta como un imán. De sus 2,2 millones de residentes, el 15% son extranjeros y las islas se encaminan a recuperar los 14 millones de turistas anuales de la prepandemia. Pero el reparto es desigual, con zonas superpobladas frente a otras que se vacían.

El botón de alarma se pulsó con la previsión de crecimiento demográfico para 2033. Según los datos del INE, ese año el número de habitantes en Canarias se incrementará cerca del 17%, hasta alcanzar los 2,5 millones de habitantes, cifras que han abierto la caja de los truenos en un territorio fragmentado, de apenas 7.500 kilómetros cuadrados.

Una proyección que se acumula a los desenfrenados aumentos del pasado. La estadística publicada por el Istac anota que el archipiélago ha ganado unos 570.000 residentes en los últimos 25 años, lo que supone un desmedido 35,5%. Son cifras reveladoras porque, en el mismo periodo, regiones de similar tamaño como el País Vasco lo han hecho un 5%, mientras que el conjunto del país crecía un 19%.

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No es que Canarias se esté llenando de niños. Todo lo contrario, ya que presenta desde hace décadas un crecimiento vegetativo negativo y lo seguirá haciendo en el futuro. La clave está en la inmigración. Miles de extranjeros llegan cada año atraídos por las oportunidades de trabajo y negocio en torno al sol y la playa.

A los residentes —extranjeros o autóctonos— se añade una población flotante media de 300.000 turistas, aunque en temporadas altas se dispara de tal forma que, sin esperar a que se cumplan las proyecciones futuras, “en esos periodos ya coincidimos tres millones de personas”, según valora Guillermo Morales, catedrático de Geografía Humana de la Universidad Carlos III.

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Tal presión causa múltiples consecuencias: servicios públicos saturados; mayor consumo de agua y energía; más emisión de CO₂; escasez de viviendas; un parque automovilístico sobredimensionado; afección al mercado laboral; la gestión de los residuos, o mayor dependencia de las importaciones.

La polémica de poner límites

En este contexto, el debate se ha reabierto en Canarias. Hay voces, como la del presidente del CES, José Carlos Francisco, que consideran que el aumento poblacional no es negativo per se si va acompañado de la planificación de los servicios que se necesitan.

En paralelo, se cruzan opiniones que tajantemente abogan por limitar la llegada de residentes extranjeros —hoy encabezados por italianos y británicos—, que doblarán su presencia en Canarias (30%) en 2033. Una intención que choca con la libre circulación consagrada en la legislación europea, pero que sus defensores pretenden sortear poniéndoles difícil la compra de una vivienda, como hacen en Finlandia o en Malta.

Foto: Santa Cruz de Tenerife. (iStock)

Sea viable o no esta posibilidad, los datos son elocuentes. Las islas encabezan la compra de inmuebles por parte de extranjeros (33,7%), por encima de Baleares (31,5%), cifra que avala cómo en algunas islas se desboca el porcentaje de foráneos residentes: en Fuerteventura representan el 43% y en Lanzarote, el 30% del total de empadronados.

Por otro lado, está el impacto turístico, al que algunas corrientes de opinión pretenden poner coto, pero nos movemos en arenas movedizas. El sector es el motor económico de las islas, genera el 35% del PIB y el 40% del empleo. El éxito es rotundo. Según los datos facilitados por el geógrafo de la Universidad de La Laguna Juan Israel García, Canarias representa el 0,01% del territorio mundial y es capaz de captar el 1% del turismo global.

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Sin embargo, hay islas que se resisten a morir de éxito. Lanzarote, con una población de unos 156.000 habitantes, recibió en 2022 unos 2,8 millones de visitantes. Tras estas cifras, pretende declararse zona saturada turísticamente como paso previo a iniciar una fase de decrecimiento y apostar por la fórmula, nada fácil, de menos turistas con mayor gasto.

Islas desbordadas, islas vaciadas

El caso opuesto lo representan La Palma, La Gomera y El Hierro. Las llamadas islas verdes están muy lejos del turismo masivo y, en su conjunto, apenas superan los 116.000 habitantes, lo que muestra el desigual impacto de la carga demográfica en Canarias.

El grueso de la población isleña (97%) se concentra en Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y Lanzarote. Y dentro de ellas, en solo 16 municipios, provocando el fenómeno dentro de cada isla que enfrenta en el mismo territorio concentraciones extremas con otras zonas que se vacían.

Foto: Numerosos turistas disfrutan de la playa de Maspalomas. (EFE/Elvira Urquijo A.)

En esas áreas, la población o desciende o está estancada desde hace décadas y presenta un notable envejecimiento por la marcha de los jóvenes hacia núcleos más activos. Y es aquí donde los expertos detectan una oportunidad laboral en torno a los cuidados, junto a una política fiscal para incentivar la residencia y el emprendimiento.

No hay soluciones mágicas, ni existe una receta única para todo el archipiélago y ni siquiera para una misma isla. Sí hay propuestas para redistribuir la población, topar el turismo, dificultar el acceso de los extranjeros o seguir creciendo planificando los servicios y bienes de consumo necesarios. Ideas para un debate que intenta responder qué calidad de vida quieren los canarios.

Canarias, con 302 habitantes por kilómetro cuadrado, es la segunda región con mayor densidad de población, solo superada por Madrid. Y se comporta como un imán. De sus 2,2 millones de residentes, el 15% son extranjeros y las islas se encaminan a recuperar los 14 millones de turistas anuales de la prepandemia. Pero el reparto es desigual, con zonas superpobladas frente a otras que se vacían.

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