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Villaverde, las bandas juveniles y los chavales en tierra de nadie: “Voy corriendo a todas partes”
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"Nos dicen que tengamos cuidado"

Villaverde, las bandas juveniles y los chavales en tierra de nadie: “Voy corriendo a todas partes”

Tras el asesinato de un chico de 18 años, varios menores expresan su temor a salir a la calle. Para poder llevar una vida normal, como recomiendan los expertos, piden que les concedan espacios seguros

Foto: Control de la Guardia Civil en el marco del dispositivo antibandas desplegado en la Comunidad de Madrid. (EFE/Mariscal)
Control de la Guardia Civil en el marco del dispositivo antibandas desplegado en la Comunidad de Madrid. (EFE/Mariscal)

En mitad de la charla, María le dice a Carmen que la goma del pelo que lleva sobre el codo es uno de los distintivos de las bandas criminales del barrio. La niña de 11 años se la quita y la lanza a la otra punta de la habitación. No quiere seguir llevándola porque le da miedo. Es una goma negra, normal y corriente. “¿Cómo te vas a agarrar el pelo?”, le preguntan. “Me da igual”, insiste.

Carmen y María tienen la misma edad y van al mismo colegio, Marcos tiene 15 años, Iván va a cumplir 16; todos son adolescentes que viven y se han criado en Villaverde. Bajo nombres ficticios coinciden en lo mismo: en ese terror por las bandas y por los drogadictos que se encuentran a cualquier hora. Se quejan también de lo contrario, del estigma que les han grapado por el asesinato de un chico de 18 años, miembro de los Dominican Don't Play (DDP), e implicado a su vez en el homicidio de otro simpatizante de la banda rival de los Trinitarios.

Foto: Imagen de archivo en el barrio de Villaverde. (EFE/Summa)

“A nuestra edad los chismes van y vienen, pero no nos gusta hablar de esos temas, preferimos charlar de cosas de amigos. Además, parece que en el resto del mundo nadie piensa en lo bueno del barrio”, se molesta Marcos. Ellos se enteraron de la muerte del joven —al que citan por su nombre— por el teléfono. Algunos chavales subieron vídeos en su honor y en la red social TikTok empezaron a circular audios donde se lanzaban indirectas, según explica María: “Eran mensajes discriminativos y malos hacia los que se habían metido en las bandas. Lo que no saben es que muchos no quieren estar ahí, han entrado, han hecho cosas malas y no pueden salir”.

María, que está en sexto de Educación Primaria, cuenta que tratan ese tema en las clases. “En Lengua siempre reflexionamos sobre las noticias y lo que ocurre. Nos dijeron que teníamos que tener mucho cuidado, pero no miedo”. En su misma aula de colegio, una de sus compañeras se relaciona con las bandas. “El profesor la mira mucho, le dice que tenga cuidado”.

placeholder Una agente de la Policía Nacional da una charla sobre bandas en un instituto de Madrid. (EFE/Chema Moya)
Una agente de la Policía Nacional da una charla sobre bandas en un instituto de Madrid. (EFE/Chema Moya)

El aspecto es una de sus señas identitarias. Usan las pulseras; de hecho, los chicos recuerdan que cuando la Policía fue a dar una charla de prevención a los alumnos, los chavales de estos grupos se las quitaron rápidamente. Además, suelen ir en chándal. “Yo a veces me visto como ellos”, reconoce Iván, “llevan gorras grandes, no puestas, sino sobre la cabeza; y también pantalones muy bajados, se les ven los calzoncillos”. María añade que usan cinturones: “Se los sacan para liarse a leches”.

A María le puede la curiosidad. Investiga sobre las personas que se meten en estos grupos y tiene una amiga “que sabe mucho del tema”. Ella también ha dejado de utilizar alguna cinta del pelo porque le han dicho que es un símbolo de esas bandas. “Conozco a gente que ha dejado ir a la calle. Yo también tuve ese problema, no quería salir”, sentencia la niña.

Foto: Policía Nacional, en Villaverde. (EFE/Juan Manuel Yagüe)

Para controlar la situación llaman a sus padres, incluso si solo tienen que cruzar la acera para comprar frente a casa. Marcos ha encontrado su propio método: “Voy corriendo a todas partes para que no me paren. Lo hago incluso cuando voy con amigos”. Llega más cansado, pero le aporta una sensación de tranquilidad. Aun así, el adolescente no suele hacer vida en el barrio, prefiere quedar con sus compañeros en un centro comercial, donde se siente más seguro. “Aquí es normal que te roben el móvil, el otro día se lo quitaron a una amiga a las 10 de la mañana”, lamenta.

Los docentes tratan de que mantengan la calma, pero les alertan. “Una vez, un profesor nos dijo que es imposible salir de una banda. Que un conocido suyo lo intentó y lo atropellaron”, apunta María. Lo repiten todos: una vez que estás dentro mueres dentro. “Es que para entrar te dan un pañuelo blanco y tienes que llenarlo de sangre de la banda contraria”, lo justifica uno, y todos asienten.

placeholder El altar improvisado en memoria del joven trinitario asesinado en la calle Atocha. (EFE/Mariscal)
El altar improvisado en memoria del joven trinitario asesinado en la calle Atocha. (EFE/Mariscal)

Esos rumores nacen del miedo generalizado, según la doctora en Antropología Katia Núñez: “Hay mucha leyenda urbana y alarma social”. La experta en bandas juveniles está de acuerdo en que hay que incidir en la prevención: “Para ser miembro tienes que hacer un juramento y se rompe solo si tienen carga familiar. Por eso, hay que evitar que se unan los menores más jóvenes”. Una vez que están fuera hay otro conflicto: se quedan solos, sin el apoyo del grupo.

La manera de educar a los que se ven atraídos por estos círculos es explicarles los aspectos negativos, ya que se ven obnubilados por todos los positivos. “Si han sufrido bullying o tienen pocas habilidades sociales, esto se convierte en una familia que les da el respeto y que hace que las chicas se quieran acercar a ellos”, narra Núñez.

Las soluciones al miedo

¿Cómo se resuelve esa inseguridad que tienen los menores? “Tienen que hacer vida normal. Lamentablemente, las bandas suelen matarse entre ellas", precisa Núñez. “Hay muchos recursos en los barrios, pueden acercarse a los educadores de calle”, sugiere. En definitiva, el pánico no ayuda, hay que invocar la calma.

Foto: Dos jóvenes frente al homenaje a Jaime G. (EFE/Mariscal)

Esa formación tiene que llegar también a los padres. Núñez recomienda que asistan a las conferencias que se suelen dar en los institutos y colegios para saber cómo afrontar la situación. Una de las madres, al terminar la charla con los chicos de Villaverde, confiesa que le asusta que miren mal a sus hijos. “No les van a matar, pero pueden estar inmersos en algo desagradable. A las afueras del distrito hay focos de droga y eso nos afecta. La gente que puede irse del barrio se va”, admite.

La madre siente que no es un lugar ni amable ni adecuado para los adolescentes: “El Centro Cultural es para señoras mayores, al parque no pueden ir porque están las bandas, la cancha de fútbol más pequeña cuesta 60 euros la hora... Nosotros no llegamos ni a los 1.000 euros al mes, nos podemos permitir una extraescolar”.

placeholder Un chaval atiende a una de las charlas de la Policía sobre bandas juveniles. (EFE/Chema Moya)
Un chaval atiende a una de las charlas de la Policía sobre bandas juveniles. (EFE/Chema Moya)

Es la demanda que hace la asociación vecinal La Incolora, de Villaverde Alto: invertir en prevención y abrir espacios fuera de los horarios escolares. Javier Cuenca, el presidente de la agrupación, señala que el fenómeno de las bandas juveniles no es reciente: “Llevamos 22 años hablando de esto en Madrid, y las medidas son meramente policiales. La Policía debe actuar porque el asesinato del chico fue delito, y ha cumplido su labor, pero hay que acompañarlo con lo social. Hay que trabajar desde la infancia para que los jóvenes sepan que vivir es algo más allá de la navaja”.

Los vecinos asociados proponen un tejido: que se incrementen los dinamizadores, que se trabaje en los institutos, que los chavales tengan lugares propios. “Lo que se invierte en lo social es una apuesta a futuro. Cada euro lo recuperas a la larga”, zanja Cuenca. Echan de menos que las administraciones escuchen a los menores y que les ofrezcan un ocio más allá de la almendra central. El presidente pide, sobre todo, que no estigmaticen a los chicos: “Hay una parte solidaria, que participa en actividades, que saca sus estudios. No se puede reducir todo a un hecho violento”.

Foto: Historias de Instagram.

Carmen, María, Marcos e Iván enumeran lo que hacen en su tiempo libre: van a campamentos, a clases de inglés, a teatro, al fútbol. Alguno participa en actividades de la asociación, como una radio; donde experimentan y aprenden. Disfrutan de las horas muertas como cualquier adolescente, con alguna salvedad. “Casi siempre voy a casa de mis amigas, nunca paseo por el barrio”, expresa Carmen.

A la pregunta “¿cómo se puede mejorar la situación?”, responden tres de ellos:

— Con más cultura.

— Sí, queremos espacios para nosotros porque no nos sentimos escuchados.

— Yo creo que no hay solución. Esto va a ser así siempre.

En mitad de la charla, María le dice a Carmen que la goma del pelo que lleva sobre el codo es uno de los distintivos de las bandas criminales del barrio. La niña de 11 años se la quita y la lanza a la otra punta de la habitación. No quiere seguir llevándola porque le da miedo. Es una goma negra, normal y corriente. “¿Cómo te vas a agarrar el pelo?”, le preguntan. “Me da igual”, insiste.

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