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Historia de las fiestas del Círculo de Bellas Artes: descontrol, mascarada y grandes asistencias
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Historia de las fiestas del Círculo de Bellas Artes: descontrol, mascarada y grandes asistencias

Repaso por las últimas tres décadas de uno de los epicentros de la cultura madrileña, donde el desfase y las artes escénica brillaron como nunca antes

Foto: Una de las multitudinarias fiestas del Círculo de Bellas Artes. (Cedida)
Una de las multitudinarias fiestas del Círculo de Bellas Artes. (Cedida)

Luis Antonio de Villena, uno de los noctámbulos madrileños con más pedigrí, no quiso perderse la primera fiesta que el Círculo de Bellas Artes organizó en 1984. “Fue en época de carnavales. Recuerdo que yo iba con un frac, un sombrero de copa y un antifaz dorado. Aquellas fiestas eran muy multitudinarias”, reconoce el poeta.

Aquel Círculo reabría sus puertas un año antes, contaba con la dirección del escultor Martín Chirino y el apadrinamiento de Joaquín Leguina, eran los tiempos del PSOE y de una fiesta sin medida en Madrid. La aristocracia, la intelectualidad y la gente de la calle iban de la mano. “Fue gracias a ellos que el Círculo cambió su aspecto, en los años anteriores su uso era el de casino”, apunta Gonzalo García Pino, que entre 2005 y 2021 fue Coordinador de Artes Escénicas de la institución.

Foto: Piezas expuestas en la muestra. (Museo Nacionalde Antropología)

“Fueron tiempos donde la cultura estaba ligada al disfrute y a la fiesta”, añade Luis de las Alas, uno de los fotógrafos más renombrados y que retrató a muchos de los asistentes a estas bacanales en un recordado reportaje aparecido en El País Semanal. En la portada del primer fin de semana de febrero de 1991 estaba Javier Gurruchaga caracterizado como Casanova, mientras su interior lo formaban innumerables hombres y mujeres vestidos con diferentes indumentarias. “Fue una historia atractiva porque se ligaba la fiesta a la modernidad. Por otro lado, eran unos vestidos que estaban muy trabajados, no se compraban en un bazar chino”, sintetiza el cámara.

Noche de Muertos

Estos días se habla nuevamente de estas grandes celebraciones por la dirección de Valerio Rocco, que quiere rescatar todo aquel apogeo de los ochentas y noventas. Será en una fiesta dedicada a la Noche de los muertos, el 31 de octubre.

Foto: Flor linyera. (Montecruz Foto)

“Vuelven las míticas fiestas del Círculo de Bellas Artes, y lo hacen con una Noche de Muertos por todo lo alto”, comentan desde la actual organización. La ambientación corre a cargo del colectivo mexicano Enraizarte, con dos escenarios distintos en dos plantas. Y con las sesiones de “Uproot Andy recién llegado de NY, Sonido Sepelio, Meneo, clásicos de la noche madrileña y barcelonesa como Guacamayo Tropical, Sonidero Mandril, Dembooty Club o Dirti Larita”. Además del directo de Tito Ramírez.

Noches Bárbaras

Sin embargo, las fiestas dentro del Círculo nunca dejaron de tener grandes asistencias. Son muy recordadas aquellas que dirigió Cesar Antonio Molina a partir del 94, donde a finales de esa década colaboró con referentes de la noche y el techno como Static Sound System. El periodo anterior al de Rocco, con Juan Barja como director y García Pino en la parte escénica, también firmó algunos de los proyectos de más relumbrón de su historia reciente. “La Noches Bárbaras son una idea del equipo que entra con Barja”, indica García Pino. Todo el equipo de artes escénicas, liderado por él mismo, se lió la manta a la cabeza para firmar una de las fiestas que más interés tuvo durante los veranos de estos tres últimos lustros.

placeholder Portada de El País Semanal. (Cedida)
Portada de El País Semanal. (Cedida)

“La hacíamos en la festividad de San Juan, la noche más larga. Estaba ocupado todo el Círculo de Bellas Artes, desde la calle hasta la azotea. Invitábamos a músicos callejeros a que tocaran en todos los espacios habilitados”, continúa desarrollando el responsable. Las diferentes plantas del edificio construido por Antonio Palacios, con su salón de baile y su sala de columnas, estaban inundadas de escenarios y público. “Unos 60 intérpretes eran los invitados cada año, casi nunca repetíamos. Se les pagaba y se realizaban trabajos de regiduría”.

García Pino también fue el encargado en esos años de celebrar su famosa fiesta de disfraces. “Continuamos con la tradición de esa celebración. Madrid nunca ha sido muy carnavalera, a decir verdad. Pero, de algún modo, conseguimos que se concentrara en un espacio cerrado”, indica. Cada temporada se elegía un tema, se le pedía a un intelectual que elaborara un pregón y se diseñaba una decoración ad-hoc. “También hablábamos con artistas para diseñar el cartel”. En su etapa lo hicieron Ouka Leele, Joan Fontcuberta, Alberto García Alix o Chema Madoz, entre otros.

Gran fiesta

“Aunque lo más llamativo fue un andamio que se colocaba en la calle Alcalá. Aquello llevaba mucho trabajo, pero los transeúntes que pasaban se paraban a ver a todos los invitados”, recuerda García Pino. Villena también apunta cómo uno de sus logros aquella gran escalera que se situaba en la calle. “Por ella se accedía a la segunda planta”, destaca el popular escritor.

Foto: La Terraza Magnética durante el concierto de Ann Deveria. (La Casa Encendida)

García Pino también añade que en la presentación de Los abrazos rotos utilizaron esa misma entrada: “Hablé con Agustín, el hermano de Pedro Almodóvar, y le comenté que si quería hacer algo reseñable debía hacer esto. Al final es algo muy costoso y en la que se deben pedir muchos permisos”.

Las noches eran salvajes para mucha de la audiencia que a lo largo de los años se dejó caer. Concha Marcos aún era una estudiante cuando acudió a una de aquellas primeras fiestas de máscaras. “Iba vestida de romana, no me preguntes por qué. También recuerdo que el ambiente era pijo, a mí me gustaba más lo oscuro”, rememora de esos años, finales ochenta y principios noventa, cuando la Movida se mezclaba con la postmovida y Madrid no conocía el final de la noche. Eso es lo que ahora se quiere retomar. Difícil tarea.

Luis Antonio de Villena, uno de los noctámbulos madrileños con más pedigrí, no quiso perderse la primera fiesta que el Círculo de Bellas Artes organizó en 1984. “Fue en época de carnavales. Recuerdo que yo iba con un frac, un sombrero de copa y un antifaz dorado. Aquellas fiestas eran muy multitudinarias”, reconoce el poeta.

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