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El porro que llevó a la perdición a una banda de ladrones de joyerías y bancos de Madrid
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UNA MINUCIOSA INVESTIGACIÓN

El porro que llevó a la perdición a una banda de ladrones de joyerías y bancos de Madrid

Un fuerte olor a marihuana en una calle escondida de Vallecas alertó a dos agentes de Policía que hacían una patrulla rutinaria. La investigación posterior desembocó en una red que desplumó a un joyero y robó en una sucursal en Salamanca

Foto: Foto: EFE/Isaac Fontana.
Foto: EFE/Isaac Fontana.

La tarde ya había caído en Madrid y dos policías hacían una patrulla preventiva por la calle de Almonacid, cerca del popular parque de las Siete tetas en Vallecas. De repente, algo les huele raro. Literalmente. Los agentes se percatan de un fuerte tufo a marihuana y, a su vez, se fijan en que dos personas corren a esconderse detrás de un vehículo. Ninguno de los presentes se imaginaba cómo ese porro iba a ser la perdición de una banda de ladrones de joyerías y bancos.

Los agentes tratan de echar el alto a estas dos personas, que, tras recibir el aviso, se van de allí. Caminan rápido y muy nerviosos, sin hacer caso. Aprietan el paso hasta echarse a correr y entonces se desata una persecución. Los dos sospechosos entran en una pequeña tienda de ultramarinos y se intentan deshacer de una bolsita con la droga, que los policías recogen antes de interceptar a ambos individuos en el interior del establecimiento.

En ese momento, llega otra patrulla y se procede a la identificación de los dos hombres. Los agentes procedieron a cumplimentar el acta de denuncia a uno de ellos, Juan Carlos G. O., cuando se revolvió violentamente contra ellos, iniciando una violenta pelea en la que este hombre llegó incluso a agredir con un objeto punzante a uno de los policías. Estos hechos acabaron con los dos individuos interceptados en comisaría.

Foto: El edificio de la calle de Santa Engracia, en Madrid, donde intentaron robar las dos mujeres. (Cedida)

Allí, se comprobó su identidad, se les tomaron las huellas, como marca el protocolo en estos casos y, en el interrogatorio, Juan Carlos G. O., de unos 35 años y nacionalidad colombiana, admitió haber estado detenido con anterioridad. La Policía tiró del hilo para ver hasta dónde les conducía el rastro.

Y las pesquisas les llevaron hasta la calle Fernando de Rojas de Salamanca, exactamente a 221 kilómetros de la comisaría de Puente de Vallecas. Allí, en el número 2, se encuentra la Joyería Mónica. Unos días antes del episodio del porro en Vallecas, tres personas le hurtaron varias piezas al dueño.

Eran las 11:25 horas de un sábado, el propietario de la joyería estaba solo en su interior y, en ese momento, entraron dos hombres con apariencia sospechosa. Le pidieron consejo para hacer un regalo, interesándose por varias piezas de oro, con el único objetivo de distraerlo. Mientras tanto, un tercer compinche entró en el local para aprovechar el descuido y robarle varias piezas de alto valor.

Cuando se quiso dar cuenta, el joyero estaba de nuevo solo y detectó que le faltaban algunas piezas, lo que le llevó a presentar una denuncia en la comisaría. Allí, para investigar el caso, los agentes se sirvieron de las grabaciones de seguridad del establecimiento. Gracias a ellas quedó constatado el relato del comerciante sobre el hurto y también se pudo identificar a uno de los ladrones, José Joaquín. V. M. quien, un año antes, había participado en otro hurto similar en una entidad bancaria también en Salamanca. El cotejo fotográfico no dio lugar a dudas. En aquella jugada, la banda logró un botín de 4.370 euros.

Tirando del hilo

Una vez identificado uno de los tres integrantes de la banda, la Policía siguió tirando del hilo y continuó con las pesquisas indagando en el círculo más estrecho de José Joaquín V. M., para intentar identificar a sus dos compañeros en el golpe de Salamanca. En esta búsqueda, dan con un registro ejecutado en una vivienda de Alcalá de Henares, aproximadamente una semana antes del episodio de la marihuana en Vallecas.

Entre los identificados en aquella entrada domiciliaria, figura el propio José Joaquín V. M. y, después de cruzar datos, los investigadores encontraron también a Juan Carlos G. O. -uno de los dos hombres interceptados en Vallecas- y a un tercer individuo de nacionalidad cubana. Los tres, tras la revisión de las cintas y las imágenes policiales, se concluye que fueron los miembros de la banda que actuó en la joyería de Salamanca.

Los tres, a los que la Policía atribuye delitos como la pertenencia a asociación ilícita o un delito menos grave de hurto, forman parte de un grupo criminal perfectamente organizado que no duda en utilizar la violencia, como detallan los investigadores, tanto sobre los agentes como sobre sus víctimas, con el fin de conseguir su propósito.

Estos grupos de delincuentes suelen trabajar en equipos de 5 o 6 personas, que son las elegidas para dar cada golpe. Una parte del equipo ejecuta los hurtos, mientras que otros están dispuestos en los alrededores de las joyerías o bancos para vigilar que no se acerque la Policía o cualquiera que pueda poner en riesgo el palo. No obstante, en todo momento están comunicados, ya que emplean incluso pinganillos.

Foto: Panorámica del centro comercial Plenilunio. (Cedida)

Además, siempre siguen el mismo modus operandi para realizar estos hurtos. Una opción es la del despiste, que siguieron en la joyería de Salamanca; pero también emplean otros métodos, como el pinchazo, la mancha o la siembra.

Con el primero, desinflan una rueda de un vehículo y, cuando alguien para a asistirles, entran en el otro coche para robar las pertenencias que allí encuentren. En el segundo, derraman un líquido sobre la ropa de la víctima y se ofrecen a limpiársela, instante en el que meten la mano en sus bolsas o maletines. Y en el tercero, no dudan en arrojar billetes al suelo y, cuando alguien se agacha, aprovechan para robarle sus objetos personales.

No queda duda de que estas bandas hacen todo lo posible para no dejar ningún cabo suelto. No obstante, en este caso algo les falló. Concretamente un fuerte olor a marihuana, una tarde cualquiera, en una calle cualquiera del madrileño distrito de Vallecas.

La tarde ya había caído en Madrid y dos policías hacían una patrulla preventiva por la calle de Almonacid, cerca del popular parque de las Siete tetas en Vallecas. De repente, algo les huele raro. Literalmente. Los agentes se percatan de un fuerte tufo a marihuana y, a su vez, se fijan en que dos personas corren a esconderse detrás de un vehículo. Ninguno de los presentes se imaginaba cómo ese porro iba a ser la perdición de una banda de ladrones de joyerías y bancos.

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