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Toros de la Feria de San Isidro | Paco y Matrix
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UNA TARDE LLUVIOSA

Toros de la Feria de San Isidro | Paco y Matrix

Casi lleno en tarde agradable. Tras varias horas de aguacero el ruedo estaba impecable, el ambiente fresco y limpio y el viento calmado dejó una tarde perfecta para el desarrollo del festejo

Foto: El diestro Diego Urdiales, en las Ventas. (EFE/Fernando Alvarado)
El diestro Diego Urdiales, en las Ventas. (EFE/Fernando Alvarado)

Plaza Monumental de Las Ventas, 8 de junio de 2024

26.ª de la Feria de San Isidro.

Corrida en honor del segundo centenario de la policía nacional que, como anécdota, tuvo que intervenir en un altercado en el tendido siete al acabar el paseíllo. Con la eficiencia habitual retiraron los macarras, los faltones y los niñatos para que el festejo se desarrollara con toda normalidad. Eso sí, sorprendente el número de operativos en la puerta de la Sala Alcalá, la zona vip de Las Ventas, al finalizar el festejo. Pregunté haciéndome pasar por periodista los motivos del despliegue y casi que no lo cuento.

Casi lleno en tarde agradable, de primavera después de lluvia. Tras varias horas de aguacero el ruedo estaba impecable, muy de agradecer los esfuerzos de la empresa, el ambiente fresco y limpio y el viento calmado dejó una tarde perfecta para el desarrollo del festejo. Uno de esos días grises que sin calentar el ambiente no perjudica el toreo.

Seis toros de Román Sorando de entre 541 y 596 kilos. Bien presentados, aunque bastante desiguales. Altos, serios, cuajados y con el indefinido tipo de la casa. Mansos en general, sin humillar y sin entregarse. Flojo el primer castaño, manso el segundo, el de mejores hechuras. El tercero, demasiado montado, feo y basto, y de menos trapío, manso también a los caballos, fue muy pitado por su falta de fuerza, devuelto después del segundo par de banderillas, criterios de presidencia que ya ni me apetece analizar. Empoderó con su tardía decisión el criterio de los más intransigentes. Fue sustituido por uno de José Vazquez, abandonando el de Sorando la plaza por voluntad propia sin el requerido de los mansos de Florito. El sobrero, largo, montado, serio y con cuello, se movió más, pero le faltó clase y no dio opciones de triunfo. El cuarto y quinto, de igual pelo en condición no anatómico, con el mismo desempeño de mansos y flojes. El sexto bonito de hechuras, muy bien hecho, salió con dudas generando problemas a las cuadrillas que lo recibieron. Flojo, fue devuelto y sustituido por otro de Montalvo, muy serio, grande, alto y áspero, que puso en dificultades a Pablo de salida y confirmó su condición nada más iniciar la faena de muleta. Imposible para el toreo.

DIEGO URDIALES, de barquillo y azabache, silencio y silencio

JUAN ORTEGA, de verde manzana y oro, silencio y silencio, con algunas protestas por la tardanza en finiquitarlo

PABLO AGUADO, de catafalco y plata, silencio y algunos injustificados pitos.

Se me confirma la Matrix. Vivimos en simulación. Después de muchos indicios, la tarde de hoy en las ventas confirma todas las señales de una vida recreada en un superordenador. La explicación es plausible, los datos acreditables. El azar de las entradas me ubica sin previo aviso al ladito de un espectro, al que llamaremos Paco, que reconocí de milagro y que conocí de pequeño. No encuentro mejor prueba del humor del algoritmo, de la precisión informática, de la conexión de los datos, de lo banal y, aun pareciendo aleatorio, programado de nuestra existencia.

Resulta que en trance de incipientes contratistas, con la construcción de por medio, mi padre conoce a un emprendedor de los que están a su altura. Que, por circunstancias divinas, trabaja con la madera. Albañil y carpintero hicieron tan buenas migas que visitaron garitos de reputación conocida con luces de todo tipo excluidas infrarrojas. Los acompañé esos momentos en los que se hicieron mayores, peleaban por lo suyo, sobraba la adrenalina y faltaban los recursos. Mi infancia no era problema, es esa España canalla saliendo de la miseria. Y fui testigo de todo. Jornadas interminables en las casetas de obras se remataban sin prisa en los bares de la zona. Normal que se comprendieran, que se ayudaran, que discutieran. "Que me faltan montadores, que no pagaste el mes pasado, que te abandono la obra, que nunca más te contrato". Broncas que se terminaban al regar de algunas cañas, al calor de algún buen vino, al wiski de última hora. Al talón de ya veremos, al presupuesto fantasma, al final, lo arreglamos, a nos veremos mañana.

Miles de puertas de roble después, barnizadas con cuidado, transportadas por mis huevos, montadas por casi nada, consolidaron la relación que dura, no hablo de años, que dura hasta nuestros días, y estamos hablando de décadas, pandemias y crisis por medio. Sigue Paco en el albur de gestionar los tablones en forma de panel y bloque que ahora reclama chapado porque lo de las puertas blancas son el preludio de estatus, de "mato por el minimalismo, por disimular la madera".

Sigue Paco con su barba, con su gracejo y su puro. Con su gin tonic constante y su invitación para todos, con su bondad de hace años, reflejadas en el dato de no recibir ni una crítica en ese mundo plagado de comentarios y gritos, que es la licitación de obra, la vida del contratista al filo de la navaja, que es el dar el mejor precio mintiendo desde el principio y sobrevivir al intento de cobrar y cumplir poco.

Aficionado cabal, nació, sin querer me apuesto el cuello, en esa tierra con playa en mitad de las castillas. Sacedón, tierra de bien, bendecida o castigada por la decisión generosa de almacenarnos el agua. Siguen las guerras del riego con porcentajes tan bajos en estos malditos y secos últimos y ardientes tiempos, que da miedo decir algo que no perjudique lo nuestro. Soy de Guadalajara, sé a lo que me refiero. El agua en la cabecera es riqueza y es turismo, es el poder hacer algo cuando nos llueve poquito. Luego los tomates que vuelven, vía siempre Mercadona, ni son baratos ni buenos, no entiendo la carambola. Ni compensan ni descuentan a quien les facilitó el agua, a quien almacena vida a cambio de casi nada.

placeholder El diestro Diego Urdiales en la corrida de toros de la Feria de San Isidro. (EFE/Fernando Alvarado)
El diestro Diego Urdiales en la corrida de toros de la Feria de San Isidro. (EFE/Fernando Alvarado)

De astillas, listones y vigas, Paco alimentó su empresa y consiguió con su fina, y responsable, prudencia convencer a constructores de que él acabaría las casas con esas puertas, con esas ventanas de antes, que siempre eran de madera. Sigue cumpliendo el tipo, con carácter castellano y el espíritu alcarreño de "porque yo lo valgo", lo que le garantiza contratos, flujos y margen discreto. Suficiente para acometer el gasto de sus abonos, fila uno, tendido bajo del aspiracional diez, que demuestra, más que ambición, conocimiento del medio.

Voy muy poco al abono que me recibe a su lado. Me gustaría ir más. Y recordar con nostalgia aquellos momentos de inicio donde trabajar era vicio, donde sobrevivir era mucho más que necesario. Con aquella gente tan dura, con todos y con ellos mismos, que levantaron la España adormecida de reglas y presa del catolicismo. Gente con tantas ilusiones que cambiaron nuestra vida, nuestro esquema de trabajo y hasta nuestra perspectiva, y que hoy casi nadie hacemos caso.

Celebro el Paco alegre, que me insiste en el gin tonic, que halaga constantemente la relación con mi padre, que todavía me pregunta por los próximos proyectos… son gente de otra raza que ha conseguido lo nuestro, lo de tumbarse a la bartola y lo de vivir de sus réditos.

Lamentaba mi buen Paco la falta de casta de los Sorando. La poca oportunidad que tuvo la terna artística que prometía los triunfos después de parar la lluvia. Pocos carteles tan lúcidos dieron tan pobre resultado. Culpemos a los cuadrúpedos, los bípedos hoy salen vivos, salvos y justificados. Ni una oportunidad dieron con sus embestidas, ni un minuto de relajo, ni un momento de esperanza con sus descoordinados trancos. Mal encaje el de toreros artistas con toros embrutecidos. Última de San Isidro, quedaron espadas en alto.

Plaza Monumental de Las Ventas, 8 de junio de 2024

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