Es noticia
Moratalaz como faro: por qué gana la derecha y pierde la izquierda en Madrid
  1. España
  2. Madrid
análisis

Moratalaz como faro: por qué gana la derecha y pierde la izquierda en Madrid

El barrio madrileño fue considerado por Alfonso Guerra como uno de los termómetros mediante los cuales se podían conocer los resultados electorales. Lo que allí sucede refleja constantes de la política contemporánea

Foto: El puente que cruza la M30 y que conduce a Moratalaz. (Cordon Press)
El puente que cruza la M30 y que conduce a Moratalaz. (Cordon Press)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

El domingo 12 de noviembre del pasado año, el PP había convocado manifestaciones en toda España como respuesta al pacto entre PSOE y Junts que otorgaba el gobierno a Pedro Sánchez y en el que se incluía la ley de amnistía. Los populares reaccionaron mediante la movilización en las calles. Esa mañana, en el interior de la M30, se notaba la agitación. Era fácil encontrarse personas en el metro con banderas de España que se dirigían a la Puerta del Sol, o escuchar comentarios negativos hacia el presidente en las conversaciones del aperitivo. Ese mismo día, Moratalaz celebraba una carrera popular, su media maratón. En el barrio, las familias paseaban con sus hijos, iban al parque, los grupos de amigos se sentaban en las terrazas, los competidores tomaban la cerveza tras la carrera. Era un domingo más, en el que se podía disfrutar del tiempo de ocio con una temperatura agradable (para esas fechas). La polémica ideológica estaba completamente ausente. Eran dos clases de ciudad, una politizada, la otra dedicada a la vida cotidiana. La M30 ejercía como frontera entre ambos mundos. En las elecciones generales, el PP había ganado en el distrito con un 38,38% de los votos, con una ventaja sobre el PSOE de más de 7 puntos, y con más de 20 sobre Sumar.

Cuatro años antes de ese domingo, el 10 de noviembre de 2019, el PSOE había ganado las elecciones generales en Moratalaz con más de tres puntos sobre el PP. Los populares estaban sufriendo en las urnas la competencia de Ciudadanos y de un emergente Vox, lo que podría explicar esa segunda posición. Sin embargo, la suma de los bloques era favorable a la izquierda.

Los expertos demoscópicos saben que Moratalaz es un distrito termómetro a la hora de conocer hacia dónde se decanta políticamente la sociedad madrileña. Incluso más allá: Alfonso Guerra insistía en que los resultados de las mesas de unos pocos lugares anticipaban hacia dónde se iban a inclinar las elecciones, tanto en la capital como en el resto de España, y Moratalaz era uno de ellos. Allí ha ganado UCD, el PSOE, y por supuesto el PP, el partido dominante en los últimos tiempos.

La posición intermedia

Moratalaz tiene características especiales. En su censo figuraban 72.010 votantes en las generales de 2023. Es uno de los distritos con menos población de los que configuran la ciudad de Madrid, el 19º de 21, y apenas dispone de capacidad de expansión mediante nuevas construcciones. Una parte no menor de sus viviendas son típicas de barrio obrero, ha vivido varias ampliaciones, algunas ligadas a las cooperativas del plan 18000 y otras de promoción privada y de precios más caros. Limita por el oeste con la M30, por el este con Vicálvaro, por el sur con Puente de Vallecas y por el norte con Ventas y Pueblo Nuevo, barrios del Distrito de Ciudad Lineal. Todos ellos han sido, salvo el del otro lado de la M30, el barrio de la Estrella, entornos típicamente de clase trabajadora.

Esa posición, ni rico ni pobre, se nota en el voto. Un distrito en el que prima la clase trabajadora, pero que es cada vez más clase media

Al mismo tiempo, Moratalaz goza de buenas comunicaciones, es un barrio al alza, como consecuencia del desplazamiento de los residentes del centro hacia las afueras, está razonablemente dotado y es "uno de los barrios más seguros de Madrid, y la comisaría funciona muy bien", asegura uno de los expertos entrevistados para este artículo (todos ellos especialistas electorales de los partidos madrileños que han trabajado durante tiempo en Moratalaz).

Esa posición intermedia, ni rico ni pobre, se nota también en el voto. Es un distrito donde prima la clase trabajadora, pero que es cada vez más de clase media en cuanto a mentalidad. Y esa mezcla también subraya una paradoja, que opera también otros distritos de Madrid, como Carabanchel: si la política funcionase desde esa mera identificación con las posiciones materiales, según la cual los que menos tienen votan a las izquierdas y la gente con más recursos a la derecha, en Moratalaz deberían ganar las izquierdas con una mayoría relevante. No es así, y tampoco lo es en el resto de la sociedad española: solo en el decil de ingresos más bajos y en el más alto se deja sentir esa perspectiva de clase de manera nítida.

El Madrid de las piscinas (sin piscinas)

La política madrileña es especial, dadas las características de la ciudad: "Concentra una parte importante de la actividad económica española, es la población nacional con mayor número de habitantes, posee un estilo de vida abierto y suele recoger con prontitud las tendencias internacionales. En ella tienen su sede grandes firmas financieras, de marketing, publicidad, nuevas tecnologías, diseño e informática, así como las empresas más relevantes en gestión, consultoría y abogacía y los medios de comunicación con mayor influencia. El alto funcionariado y los expertos y los académicos con mayor prestigio residen en ella. Es también lugar de paso obligado para buena parte de los jóvenes de otras provincias que pretenden prosperar, así como para los emprendedores con ambición, es la ciudad española que cuenta con una representación más elevada de clases medias altas y la que más dinero mueve". Madrid es un lugar en el que se vive, y al que se viene, para triunfar. Madrid es una ciudad aspiracional. Conviven el deseo de mejorar con la sensación de hallarse en tránsito: incluso cuando las cosas no van bien, la esperanza es alcanzar un lugar mejor en el futuro.

Algunos vecinos de Moratalaz insisten en que ese clima ha penetrado en demasía en el distrito. "Aquí hay mucha clase media baja que vive de su salario, pero en cuanto son propietarios de vivienda, piensan más en lo que se ha revalorizado el piso que en su propia nómina". Temen que, dados los precios de los pisos en el interior de la M30, las clases con más recursos se desplacen hacia Moratalaz, pero también perciben un movimiento a la inversa, al menos en cuanto a mentalidad. Hay un deseo permanente de mejorar el nivel de vida que define a los ciudadanos madrileños, y da igual que ese deseo choque con la realidad: hay gente en el barrio que cree vivir dentro de la M30.

Uno de los expertos electorales consultados ratifica que ese cambio de mentalidad es real: "Domina la autopercepción de clase media, más allá del nivel socioeconómico que se tenga y de que la mayoría sean trabajadores. Y lo cierto es que el PP ha sabido dirigirse a estas nuevas clases mejor que la izquierda. Han marcado, con astucia, un debate propio con cierta coherencia estructural, y han situado mejor sus mensajes".

"En el cambio de mentalidad que ha vivido Moratalaz, hay algo que las izquierdas no acabamos de ver; nadie ha dado con la tecla"

Las izquierdas han intentado combatir ese giro en Madrid desde dos direcciones. La del Partido Socialista madrileño, bien representada por Juan Lobato, consiste en intentar atraer a esa clase aspiracional desde una posición gestora que entienda sus preocupaciones y que ofrezca sensación de solvencia. Muestra un perfil moderado, con una visión quizá más cercana al antiguo Ciudadanos que a cualquier otro partido. La de Más Madrid pone el acento en la ciudad (hay que sentirse orgulloso de Madrid, de sus tradiciones y de su mentalidad abierta) y asume también esa perspectiva aspiracional, aunque con matices distintos a los del PSOE. La reivindicación de los servicios públicos se acompaña de la perspectiva verde e innovadora, y aboga por entornos más sostenibles. Tienen fuerza especialmente entre las clases progresistas y formadas y ahí reside su potencialidad, pero también su límite, y por eso no han logrado imponerse al PSOE de manera definitiva.

Ni por un lado ni por otro han conseguido cambiar el discurso cotidiano, el sentido común dominante, que es el de las derechas. "En el cambio de mentalidad que ha vivido Madrid, que ha afectado a Moratalaz, hay algo que las izquierdas no acabamos de ver o de solucionar. Podemos ofrecer algo distinto, pero no termina de trasladarse a la gente. Nadie ha dado con la tecla del distrito", afirma uno de los expertos.

Trabajadores manuales, trabajadores intelectuales

Sin embargo, por real que sea ese cambio de mentalidad, reparar en él como si fuera la causa única implica perder de vista el mapa general. En los seis barrios que componen Moratalaz, que son diversos en cuanto a renta, edad de la población y nivel de formación, se repiten algunas de las constantes que están definiendo la política contemporánea.

El ascenso de las clases obreras dio mayor formación a sus hijos, pero no para conseguir el nivel de vida de las clases medias

La configuración social es una de ellas. Como explica uno de los expertos, el distrito atravesado por Camino de Vinateros y Hacienda de Pavones se diferencia de otros del sur de Madrid donde la izquierda está algo más fuerte, caso de Villaverde o Vallecas, en el que el perfil del residente trabajador está mucho más ligado a trabajos de oficina que a oficios manuales. Mientras en el sur la mano de obra está formada por obreros de la construcción, fontaneros y electricistas, muchos de ellos autónomos (esos que conforman ese Madrid de las furgonetas blancas que recorren a diario la M30 y la M40), así como limpiadores y camareros, en Moratalaz hay una parte relevante de empleados en tareas intelectuales, ya sea en la empresa privada o como funcionarios públicos.

Esta división entre los trabajadores manuales y los intelectuales y relacionales genera un cambio de perspectiva. En Moratalaz hay muchas personas con salarios de clase media baja, siempre atravesados por la inestabilidad dominante, por lo que están cerca económicamente de las clases trabajadoras, pero su forma de pensar y sus aficiones e intereses están más ligadas a la tarea que desempeñan y, por tanto, encuentran mayor vinculación con las clases formadas. En realidad, están a medio camino, no pertenecen ni a un lugar ni a otro, ni son la clase media alta de la España de las piscinas, ni tampoco clase trabajadora con conciencia de serlo. Son producto de ese ascenso de las clases obreras que alcanzó para ofrecer mayor formación a sus hijos, pero no para conseguir el nivel de vida típico de las clases medias estables.

Clases movilizadas, clases desencantadas

La división territorial es otro aspecto muy relevante para la política actual, en la medida en que el territorio marca a menudo el sentido del voto. Ocurre a nivel nacional en muchos países, y también en el plano local. Si en Madrid la brecha ideológica aparece entre el norte de la ciudad y el sur, en Moratalaz, como explica uno de los expertos, "hay una separación real entre el este y el oeste del distrito ligada al nivel económico". En esa divergencia territorial, opera un factor fundamental: la participación electoral es más alta en los barrios con más recursos que en aquellos cuyo nivel de vida es menor.

Esa diferencia suele ser esencial en las elecciones. Un ejemplo reciente: Madrid apostó en las elecciones europeas por las derechas, que obtuvieron el 56% del voto; Barcelona, por las izquierdas, que obtuvieron el mismo porcentaje. Pero, como bien señala Enric Juliana, en Madrid la participación fue del 56,3% mientras que en la provincia de Barcelona fue del 44,7%, casi doce puntos de diferencia. La mitad de los votos que sacó el PP al PSOE en toda España procedían de Madrid.

No solo la participación es asimétrica, también el desencanto: las izquierdas decepcionan más a los suyos que las derechas

Esa participación asimétrica está presente en Moratalaz. "En Madrid, el PP arrasa", señala uno de los expertos, "porque en distritos con más recursos el voto alcanza un 70%, mientras que en zonas trabajadoras, como Usera, desciende hasta 20 puntos. En Moratalaz, la diferencia no es tan notable entre los barrios, pero la constante se repite: en los que apuestan por la derecha hay una participación bastante mayor".

Esa mayor distancia de los progresistas con su electorado teóricamente objetivo tiene varias causas. Una de ellas, afirma el experto, es el desencanto de sus votantes, en la medida en que "cuando los suyos han gobernado, no han apreciado grandes cambios: les ha seguido yendo igual, sus barrios continuaron sin cuidarse y la sanidad y la educación no mejoraron. Hay mucha gente de la que ha participado en política, que se ha alejado y que solo se moviliza de verdad en situaciones que perciben como excepcionales. Ocurrió con las mentiras de Aznar en el 11M o con el cambio que supuso el 15M". El gobierno de Carmena, la ocasión en que la izquierda logró gobernar el Ayuntamiento, terminó con una derrota electoral que fue causada, en una medida importante, por el descenso de voto en los barrios con menos recursos. No solo la participación es asimétrica, también el desencanto: las izquierdas decepcionan más a los suyos.

Clases airadas contra clases despolitizadas

El informe Digital News Report España 2024, elaborado por investigadores de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra en colaboración con la Universidad de Oxford, asegura que un 44% de los encuestados está desconectando de las noticias por fatiga informativa. El 37% declara evitar las noticias habitualmente, 8 puntos más que en el informe de 2023.

Esa desconexión afecta más a los menores de 34 años, pero se trata de un fenómeno generalizado. Hay cierta saturación, en especial con la cotidianeidad política, que lleva a la sociedad a alejarse de la información como una forma de ganar calidad de vida. Sin embargo, por más que se ponga el acento en la brecha entre jóvenes y mayores, lo cierto es que también opera en términos de clase social. Las que tienen menos recursos desconectan más. Hay un porcentaje amplio de la sociedad que se está despolitizando, pero, como ocurre en la participación electoral, afecta más en unos lugares que en otros.

En esa brecha, surgen nuevos elementos políticos. Hay quienes se conectan políticamente a través de vías alternativas, como whatsapp o los canales de Telegram, y las consecuencias de esa tendencia se han dejado sentir en las elecciones europeas.

Las sociedades suelen deshacerse cuando ocurren dos cosas a la vez: una parte se polariza y otra se aleja de la política

Pero, sobre todo, esta tendencia está generando nuevas divisiones. Por una parte, las personas que se informan con frecuencia, que son cafeteros, tienden a politizarse más y a tomar partido con mayor frecuencia. Por otra, hay personas que se saturan y se alejan. La sociedad se está dividiendo entre aquellos que se interesan por los asuntos públicos, y que cada vez están más molestos e irritados, y entre aquellos que pierden interés por la política y cada vez encuentran menos incentivos para votar a unos o a otros: las clases airadas contra las clases desconectadas.

Esa es la razón última de que, el mismo día que se celebraba una manifestación en Madrid causada por un asunto teóricamente grave, la movilización existiera únicamente en una parte de la ciudad, mientras la otra permanecía mayoritariamente ajena. Unos protestaban airados y compartían en público su indignación, mientras los otros hacían vida normal de domingo. Hace apenas siete meses de aquello, y esa separación se está haciendo más profunda: polarización más intensa, por un lado, y alejamiento de las cuestiones públicas y desconfianza y hostilidad con la política, por otro. Un clima que explica bastante bien el aumento de la violencia verbal en los últimos tiempos, y que contribuye a que la tendencia se refuerce. Las sociedades suelen deshacerse cuando estas dos cosas suceden al mismo tiempo.

Una advertencia

Sin embargo, todas estas brechas están ocurriendo de manera asimétrica, ya que la izquierda sale perdiendo en muchos de estos cambios: la transformación en la mentalidad de las poblaciones occidentales, y su adherencia a valores de clase media de difícil cumplimiento en un momento materialmente complicado; la pauperización de buena parte del trabajo intelectual y relacional, mientras que los salarios del manual continúan siendo mayoritariamente bajos; la distancia con la política y la polarización al mismo tiempo; las fracturas territoriales entre regiones y dentro de las ciudades… Como se aprecia en Moratalaz, en todos estos terrenos, sea con la derecha o con la extrema derecha, la izquierda está perdiendo posiciones. En España aguanta porque hay elementos identitarios, ligados a lo territorial, que la favorecen coyunturalmente, pero eso no puede ocultar el hecho de fondo: es la derecha la que está avanzando en Occidente. Dado que muchas de estas divisiones provienen de elementos materiales, lo lógico, desde los viejos parámetros de pensamiento, es que ocurriera al revés. No es así, y ese mismo hecho es una señal de las transformaciones que vivimos y una advertencia sobre la novedad de los tiempos que vienen.

El domingo 12 de noviembre del pasado año, el PP había convocado manifestaciones en toda España como respuesta al pacto entre PSOE y Junts que otorgaba el gobierno a Pedro Sánchez y en el que se incluía la ley de amnistía. Los populares reaccionaron mediante la movilización en las calles. Esa mañana, en el interior de la M30, se notaba la agitación. Era fácil encontrarse personas en el metro con banderas de España que se dirigían a la Puerta del Sol, o escuchar comentarios negativos hacia el presidente en las conversaciones del aperitivo. Ese mismo día, Moratalaz celebraba una carrera popular, su media maratón. En el barrio, las familias paseaban con sus hijos, iban al parque, los grupos de amigos se sentaban en las terrazas, los competidores tomaban la cerveza tras la carrera. Era un domingo más, en el que se podía disfrutar del tiempo de ocio con una temperatura agradable (para esas fechas). La polémica ideológica estaba completamente ausente. Eran dos clases de ciudad, una politizada, la otra dedicada a la vida cotidiana. La M30 ejercía como frontera entre ambos mundos. En las elecciones generales, el PP había ganado en el distrito con un 38,38% de los votos, con una ventaja sobre el PSOE de más de 7 puntos, y con más de 20 sobre Sumar.

Partido Popular (PP) Isabel Díaz Ayuso José Luis Martínez-Almeida
El redactor recomienda