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Cómo un pequeño museo de arte abstracto consiguió triunfar en el tardofranquismo
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Cómo un pequeño museo de arte abstracto consiguió triunfar en el tardofranquismo

Una exposición en Madrid cuenta cómo fue la creación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca y la importancia que tuvo en la escena internacional. También la relevancia para los artistas españoles

Foto: La exposición. (Alfredo Casasola/Fundación Juan March)
La exposición. (Alfredo Casasola/Fundación Juan March)

Nada era sencillo en la España franquista de los sesenta. Aunque si uno se desplazaba de los focos de poder y tenía la firme determinación de montar un diminuto museo de arte, quizás no todo fuera tan difícil. En 1966, Fernando Zóbel inaugura el Museo de Arte Abstracto de Cuenca en un lugar de ensueño, las míticas casas colgadas cuyo origen se alejaba hasta el siglo XVI.

Aquel proyecto, aventurado y altruista, que puso en el mapa a España dentro de lo que era el ecosistema cultural mundial, también fue relevante para toda la comunidad de artistas españoles. Ahora una exposición resume aquella génesis, y pone en valor un trabajo que fue pionero dentro de lo que ha representado este espacio fuera de las grandes ciudades. Un museo que fue definido por el primer director del MOMA, Alfred H. Barr, como el “pequeño museo más bello del mundo”.

La Fundación Juan March

Ese es el nombre que ha tomado la muestra que puede verse en la Fundación Juan March hasta finales de este mes. "El museo cumplirá 60 años en 2026", dice Manuel Fontán, director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March y miembro del equipo curatorial de la exposición. "Como ocurre con todo lo que atraviesa el tiempo, su significado original tiende a ser olvidado. El museo se ha convertido en parte del paisaje, como si siempre hubiera estado ahí".

Durante estos años, han contado y vuelto a contar "la increíble historia de un artista que se estableció en una ciudad de provincias y terminó creando el primer espacio dedicado al arte moderno y contemporáneo en España".

Una de las salas de la exposición. (Cedida: Fundación Juan March)

Y lo hizo al margen de la política cultural oficial del franquismo, como una operación independiente que, de facto, proporcionó un espacio público para el arte y los artistas españoles de las décadas de los cincuenta a los setenta. El museo nació en un país sin apenas museos, para hacer visibles permanentemente las obras de artistas como Eduardo Chillida, Antonio Saura, Antoni Tàpies o Jorge Oteiza. Esas piezas son las que se pueden ver en la exposición, que además tiene otros trabajos de gran valor de Pablo Palazuelo, José Guerrero, Gustavo Torner, Eusebio Sempere, Modest Cuixart, Elena Asins, Eva Lootz, Soledad Sevilla o Miguel Ángel Campano.

Todas las obras fueron coleccionadas por Fernando Zóbel, artista de cuyo nacimiento se cumplen cien años este 2024", resume Fontán, que además recuerda que la exposición ha sido posible gracias a unas obras de aclimatación que han tenido que llevarse a cabo en el museo. Eso ha permitido también que gire por el Centro José Guerrero de Granada, la Fundación Catalunya-La Pedrera y la Fundació Suñol, ambas en Barcelona. Fuera de nuestras fronteras, se presentó en el Meadows Museum de Dallas y en el Ludwig Museum, en Coblenza, Alemania.

Los principales abstractos españoles

La exposición reúne alrededor de 50 obras, algunas de ellas emblemáticas del museo. "Además, hemos expuesto una gran parte de la documentación histórica y fotográfica", cuenta Fontán, que ha disfrutado como pocos elaborando el concepto museístico. También recordando cómo era la España de aquellos días, a lo que ha ayudado mucho un catálogo que ha contado con María Dolores Jiménez-Blanco, Ramón González Férriz y Santos Julía.

placeholder La exposición. (Cedida: Fundación Juan March)
La exposición. (Cedida: Fundación Juan March)

Este último, uno de los grandes historiadores de nuestra época, señala en su texto cómo 1966 fue el año de la constitución franquista: "El año de la culminación institucional de un régimen que para entonces blasonaba de 30 años de existencia y cuya cabeza nunca había sentido prisa alguna por dotarse de una sola ley fundamental, mucho menos de una Constitución".

Cuatro pistas

Fontán también advierte de cuatro ideas clave que sobrevuelan la exposición. "Primero, lo inverosímil y mágico del momento, su carácter como gesto político, y la independencia que Zóbel mantuvo, evitando ser cooptado por el régimen", comenta de algo que contrasta con la relación simbiótica que la política cultural del franquismo desarrolló con los informalistas y abstractos españoles de los años 50 y 60.

"En segundo lugar, hemos querido resaltar cómo Zóbel, con la ayuda de Gustavo Torner, Gerardo Rueda y otros artistas, acertó al adaptar un edificio laberíntico del siglo XVI en un cubo blanco que seguía los principios de la museografía norteamericana y alemana, pero con detalles exquisitos inspirados en arquitectos y museólogos italianos como Carlo Scarpa", continúa explicando de uno de los edificios más bellos con los que contamos en la península.

placeholder Un punto de difusión del arte abstracto y contemporáneo. (Fundación Juan March)
Un punto de difusión del arte abstracto y contemporáneo. (Fundación Juan March)

El tercer punto es la importancia de la biblioteca del museo desde sus inicios, que servía como una ventana abierta a la cultura moderna. "En Cuenca, en 1967, podías encontrar el último número de Art in America o revistas alemanas y francesas, ya que el museo estaba suscrito a todas ellas y contaba con una excelente colección de catálogos de exposiciones de arte moderno y contemporáneo, ensayos, poesía y literatura", señala de un espacio que fue sinónimo de internacionalización, cuando en España era sumamente difícil estar al día de lo que sucedía fuera de sus fronteras.

"Zóbel también tenía la colección completa de la Beat Generation, obras de T.S. Eliot, la primera edición de Understanding Media de McLuhan y Tristes Trópicos de Lévi-Strauss. Acceder a estos recursos en una ciudad de 25.000 habitantes en la España de los años 60 era casi un milagro", apunta.

El último punto, que puede disfrutarse en la última parte del recorrido expositivo, subraya la idea de Zóbel de concebir el museo desde el principio como un museo sin paredes, un museo imaginario al estilo de Andre Malraux. “Prueba de ello es que, incluso antes de abrir en 1966, el museo ya había producido su primera serigrafía, en 1962”, apunta Fontán. “Comenzó a crear obra gráfica, múltiples, libros de artista, lo que hoy llamamos fotolibros, publicaciones, pósters, postales, reproducciones seriadas y catálogos que también se vendían en inglés, pensando en un público internacional”.

Un artista internacional con contactos

Todo esto convierte al museo no solo en “el pequeño museo más bello del mundo” ubicado en un pueblo de la estepa castellana, sino en un punto de difusión del arte abstracto y contemporáneo. “Así, cualquier persona que lo visite puede llevarse algo que perpetúe la realidad del arte moderno allá donde vaya”, señala.

placeholder Una ventana abierta a la cultura moderna. (Fundación Juan March)
Una ventana abierta a la cultura moderna. (Fundación Juan March)

Y amplía el perfil de un Zóbel que se lanza al vacío con una propuesta de este tipo. “Zóbel es una persona que, aunque nace en el seno de una familia española como muchos de nosotros, lo hace en Manila, Filipinas, bajo el protectorado estadounidense. Estudia en escuelas europeas, en Madrid y Suiza, pero luego va a la universidad en Harvard, cruzando a otro continente. Después de trabajar durante 10 años en la empresa familiar, decide dedicarse por completo a ser artista y se establece en España en 1957”, resume de un artista con una clara visión internacional

El Zóbel que llega a España en 1957 es un hombre viajado, conocedor del contexto internacional. “Ha hecho donaciones a su universidad, creado un museo en Manila y se ha movido por ciudades como Nueva York, Washington, Berlín, París y Londres, construyendo una red de contactos”, cuenta. “Está bien relacionado con los corresponsales internacionales de los grandes medios en Madrid, es plurilingüe, carismático, simpático y buen amigo de sus amigos, con una habilidad especial para tejer relaciones”

Del Time al Frankfurter Allgemein

De esta forma se llega a una de las imágenes de la exposición, y que de algún modo termina por dar el contexto adecuado: las cuatro páginas que ocupó en la revista Time, con las fotografías de Eric Schaal. “Hoy en día, la creación de un nuevo museo en una ciudad pequeña de España probablemente no sería noticia destacada para revistas como Time o periódicos como Frankfurter Allgemeine”, indica.

“Sin embargo, en 1966, en la España de Franco, la situación era muy diferente. Existía una notable dicotomía entre el éxito internacional de los artistas informalistas españoles en lugares como São Paulo, Venecia y Alejandría, y la absoluta carencia de museos de arte moderno y contemporáneo en el país”, añade. España, en ese momento, estaba inmersa en el desarrollismo y el tardofranquismo, habiendo dejado atrás la posguerra pero aún conservando estructuras fascistas y falangistas. No era una democracia, y la creación de un museo moderno en este contexto se va a convertir en un acontecimiento significativo que captaba la atención internacional.

Nada era sencillo en la España franquista de los sesenta. Aunque si uno se desplazaba de los focos de poder y tenía la firme determinación de montar un diminuto museo de arte, quizás no todo fuera tan difícil. En 1966, Fernando Zóbel inaugura el Museo de Arte Abstracto de Cuenca en un lugar de ensueño, las míticas casas colgadas cuyo origen se alejaba hasta el siglo XVI.

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