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La jefa de seguridad de Moncloa, el dircom del PSOE y 4 guardaespaldas: así se blindó Begoña Gómez
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15 breves e intensos minutos

La jefa de seguridad de Moncloa, el dircom del PSOE y 4 guardaespaldas: así se blindó Begoña Gómez

La mujer del presidente no respondió a ninguna pregunta del juez Peinado, pero sí se rodeó de personal de seguridad. Entró al edificio, de nuevo, por el garaje. Esta vez el acceso a la sexta planta del edificio estuvo mucho más restringido

Foto: El vehículo que trasladaba a Begoña Gómez entrando al juzgado. (EFE/Zipi)
El vehículo que trasladaba a Begoña Gómez entrando al juzgado. (EFE/Zipi)
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Hace exactamente dos semanas que Begoña Gómez se acogió a su derecho a no declarar ante el juez Peinado. A la mujer del presidente, imputada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, se le citó en la sala a las 10 de la mañana de un viernes de principios de julio. En vista de que no pronunció palabra -argumentando, según su defensa, que no se le había notificado una de las querellas–, el magistrado del Juzgado de 41 de Plaza de Castilla aplazó 14 días su declaración.

Sin embargo, en este segundo asalto, Gómez tampoco quiso responder a ninguna pregunta del juez. La mujer accedió al interior de la sala a las 10:12 y salió a las 10:25. Un escasísimo cuarto de hora fue suficiente para dejar claro que se acogía, de nuevo, a su derecho a no declarar. Pero, ¿qué más ocurrió en esos determinantes 15 minutos?

Foto: El vehículo que traslada a Begoña Gómez entrando a los juzgados de Plaza de Castilla de Madrid. (EFE/Zipi)

Begoña Gómez accedió al interior del juzgado, una vez más, por el garaje. Subió hasta la sexta planta del edificio por uno de los ascensores, rodeada de cuatro guardaespaldas y vestida de un elegante traje negro. Hasta aquí, pudiera parecer un déjà vu de lo ocurrido hace dos semanas. No obstante, hubo ciertos matices que marcaron la diferencia. Si el día cinco de julio aquello estaba a rebosar de gente –miembros de la acusación popular y periodistas (alegando ser abogados) infiltrados–, esta vez el protocolo de seguridad del edificio estuvo más pendiente de que no se produjeran altercados. Begoña Gómez se protegió las espaldas al máximo: si el dispositivo policial en la rotonda de Plaza de Castilla ya era digno de película, su blindaje dentro de las paredes del juzgado no iba a ser menos.

Fuentes jurídicas que asistieron a la cita señalan que fueron desplazados a la quinta planta. Además, el jefe de prensa de Alvise Pérez, Vito Quiles, también fue expulsado por acceder sin autorización. Por su parte, el director de comunicación del PSOE, Ion Antolín, no fue visto en el sexto piso del inmueble, pero sí se paseó (con gafas de sol y camisa blanca) por las inmediaciones del juzgado junto al abogado de la defensa, Antonio Camacho.

Foto: Un grupo de manifestantes en Plaza de Castilla. (A.F.)

En aquel sexto piso solo había larguísimos pasillos, paredes de mármol, bancos de madera, máquinas de vending con agua fría y chocolatinas, extintores antiincendios, jueces, letrados, abogados de ambas partes, guardias de seguridad privada, demás funcionarios y profesionales de la información de las agencias de noticias. Pocos fueron los testigos que pudieron presenciar de primera mano lo que ocurría a las puertas del Juzgado 41.

Quien sí estuvo presente en dicha planta fue la comisaria María Marcos, jefa de Seguridad de Moncloa. La mujer, de hecho, también fue llamada a declarar como testigo por el mismo magistrado hace justo un mes. Marcos fue la encargada de solicitar a la decana de los Juzgados de Plaza de Castilla que Begoña Gómez accediese por el garaje. Abandonó el lugar una vez pasados los intensos 15 minutos en los que la mujer del presidente estuvo frente al juez Peinado.

Este último, vestido de traje con una corbata de color rojo, salió de la sala mirando al infinito. No saludó a la prensa ni intermedió palabra con nadie; tan solo se dirigió en línea recta hacia las escaleras de barandillas doradas del inmueble. Su jornada, claro, no había terminado. Dos horas después, a la una de la tarde, estaban llamados a declarar dos vicerrectores de la Universidad Complutense de Madrid.

placeholder Una mujer gritando a los vehículos que circulaban en Castellana. (A.F.)
Una mujer gritando a los vehículos que circulaban en Castellana. (A.F.)

Con todo, la calma y orden del interior del edificio contrastaba con la ira de quienes se manifestaban en la puerta. Cuando los manifestantes se enteraron de que (de nuevo) Begoña no iba a declarar, se enfadaron más todavía. Su opinión al respecto era clara: si no tiene nada que ocultar, ¿por qué no responde sin miedo a las preguntas del juez? No obstante, el efecto calor hizo mella en los presentes. Apenas sumaron unas 50 personas.

En la primera jornada, este periódico informó de que muchos de los manifestantes anti-Sánchez se quejaron por la fecha de la nueva citación judicial: algunos no iban a poder asistir a arremeter contra Gómez por estar de vacaciones. Y así fue; la participación fue menor que la del cinco de julio y quienes estuvieron, sufrieron con creces la ola de calor.

Mientras terminaba la declaración de los vicerrectores, el resto de tribunales continuaban haciendo su trabajo. No todo iba a ser Begoña Gómez. Las empleadas del equipo de limpieza se desplazaban de piso en piso dejando el inmueble de punta en blanco, los funcionarios se despedían del resto de sus compañeros de trabajo hasta el lunes y alguno que otro aguardaba en los bancos de madera a ser llamado a la sala. En la esquina derecha del edificio se ubica el juzgado de guardia. Un muchacho de unos 30 años espera desesperado a que su pareja salga de ahí dentro. Se comunican a gritos a través de las paredes.

- No te oigo gorda, ¿qué dices? Sí, sí… ¿Has comido? Hasta las cuatro no creo que salgas de ahí, que se han ido los señores jueces a comer.

Otro hombre, más mayor, trata de tranquilizar a otra de las mujeres que está dentro.

- Estás bien, ¿verdad? Claro que estás bien, tranquila, si de ahí se sale, pues anda que no estado yo ahí veces…

Las historias más allá de las pesquisas sobre la mujer del presidente inundan Plaza Castilla. Hay quienes han apostado, incluso, por tomar un café en una terraza a casi 40 grados a la sombra.

placeholder La puerta trasera de los juzgados. (A.F.)
La puerta trasera de los juzgados. (A.F.)

Unos minutos después, salió del edificio –a toda pastilla– el vicerrector Jose María Coello de Portugal. Por un momento, pareció que había decidido a hacer alguna declaración a la prensa; la realidad, en cambio, es que el hombre frenó en seco porque tenía un semáforo en rojo.

Al poco, salió también –sonriente y satisfecha– la acusación popular del caso. La investigación continúa abierta y Juan Carlos Peinado, todavía, no ha confirmado una nueva fecha para recibir a Begoña Gómez. Ella, sea como fuere, no parece dispuesta a abrir la boca; pero sí a rodearse de escoltas.

Hace exactamente dos semanas que Begoña Gómez se acogió a su derecho a no declarar ante el juez Peinado. A la mujer del presidente, imputada por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios, se le citó en la sala a las 10 de la mañana de un viernes de principios de julio. En vista de que no pronunció palabra -argumentando, según su defensa, que no se le había notificado una de las querellas–, el magistrado del Juzgado de 41 de Plaza de Castilla aplazó 14 días su declaración.

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