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Guerra entre Bildu y sus juventudes disidentes por el control de las fiestas: encierros, peleas y manifiestos
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Guerra entre Bildu y sus juventudes disidentes por el control de las fiestas: encierros, peleas y manifiestos

GKS batalla por su expansión a través de las fiestas patronales. La estrategia es la que siguió la izquierda 'abertzale' oficial en los años 70 y 80 y con la que consiguió expulsar del espacio público a quien no comulgase con sus ideas

Foto: Imagen de una 'txosna' en Bilbao con fotos de etarras. (EFE)
Imagen de una 'txosna' en Bilbao con fotos de etarras. (EFE)

“Lo que Herri Batasuna hizo en los 70 y 80 con los ayuntamientos del PNV y del PSE, ahora GKS se lo está haciendo a Bildu”. GKS es Gazte Koordinadora Sozialista, la escisión de las juventudes de la izquierda radical, y mantiene abierta una pugna con la coalición abertzale por el control de las fiestas populares. En 2022, miembros de las dos facciones terminaron a puñetazos en la puerta de la Herriko Taberna de la Parte Vieja de San Sebastián e integrantes de la disidencia se encerraron en el Ayuntamiento de Hernani, uno de los bastiones de Bildu en Guipúzcoa, para denunciar que se les había prohibido tener una txosna —caseta festiva—. En Bilbao y en Vitoria les han vetado. Y esta semana, un grupo de 150 personalidades vascas, entre ellas, Bernardo Atxaga, han suscrito un manifiesto para pedir a la izquierda abertzale oficial que haga un hueco a sus críticos en las fiestas.

La pugna que mantienen las dos corrientes no es una cuestión menor. De las muchas marcas que conviven en el sector crítico, GKS es la que más éxito y penetración ha tenido. Tiene el control del sindicato de estudiantes, bastante predicamento entre los jóvenes y ha sabido opacar en las calles a Ernai, las juventudes de Sortu, partido matriz de la coalición radical y heredero de Batasuna. Defensores de la ortodoxia comunista, consideran que Bildu es un "partido burgués", una pieza más del entramado institucional contra el que se levantan, y el control del espacio público, como bien saben en la izquierda abertzale, podría ser el impulso clave para un movimiento que aspira a socavar los pilares del sistema.

"El espacio de socialización es muy atractivo para un mundo ideológico que quiere y se apoya en una referencia identitaria. La fiesta, el espacio festivo, al que muchas veces denigramos, consideramos que son días de chufla, tiene un componente fundamental en toda sociedad. Todos, a través de la fiesta, nos sentimos más identificados con una cultura, con un país y por eso resulta fundamental para la construcción nacional a través de la construcción identitaria", advierte Jesús Prieto Mendaza, antropólogo.

El experto, colaborador de Gesto por la Paz y de la Fundación Buesa, explica que, en Euskadi, la izquierda abertzale fue la más rápida en entender este mecanismo y desde los 70 comenzó a desplegar una estrategia de colonización de la calle, que ahora le disputa GKS.

Foto: Imagen de archivo de una jornada municipalista de EH Bildu. (EFE/Javier Etxezarreta)

Con la conformación de los primeros ayuntamientos democráticos, muchos municipios "inventaron" sus fiestas, explica Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco (UPV). El nuevo contexto político permitió la creación de un lugar festivo en el que hasta los años 80 convivieron los diversos partidos políticos, sindicatos, asociaciones de vecinos, casas regionales, clubes deportivos… "La mezcolanza era extraordinaria", elogia Rivera, pero en ese lugar de confluencia irrumpió la izquierda abertzale y la presión constante hacia todo colectivo ajeno a sus postulados acabó por expulsarlos. Todos los recintos festivos en el País Vasco terminaron "monopolizados por Batasuna y sus satélites", con la aquiescencia de los ayuntamientos, que para evitar cualquier polémica les dejaron hacer. Así, por ejemplo, los recintos festivos se llenaron de todo tipo de carteles en favor de ETA, de comidas en recuerdo de los miembros de la banda o en la celebración de colectas para estos.

La estrategia resultó ser todo un "éxito" porque, a través de las fiestas, "un elemento de cohesión social muy importante, de significación identitaria, detectaron muy rápidamente lo que otros sectores no detectaron: la importancia del valor simbólico", ahonda Prieto Mendaza. "A través de la reivindicación cultural, identitaria, territorial e idiomática son grupos que tienen éxito. De una u otra forma interpelan a las personas y les instan a elegir un bando por oposición a otro o contra otro. Se integran dentro de una tribu y eso para un adolescente es fundamental, porque le hace sentirse alguien. Ya no es el tonto, el torpe, el que saca malas notas, el feo… ahora es alguien y ahí radica el éxito y la importancia de querer estar en. No es una txosna, es mucho más", remarca el antropólogo.

Foto: Carteles aparecidos en San Sebastián firmados por las organizaciones políticas juveniles que protagonizaron la pelea en la 'herriko'. (EFE/Javier Etxezarreta)

Ese es el porqué de la lucha que Bildu mantiene con GKS, la fuerza que actualmente controla el mundo universitario independentista en Euskadi y cuya influencia es relevante en determinados sectores de esas nuevas generaciones. Y la izquierda abertzale es la que controla a través de los ayuntamientos en los que gobierna o por su influencia en las diversas comisiones de fiestas y de comparsas, como sucede en Bilbao y en Vitoria, quién puede poner una caseta y quién no. "Es irónico, es una repetición de su propia actuación, pero con los papeles cambiados", apunta Rivera, autor también de la reflexión con la que empieza el artículo.

El historiador considera que "los espacios festivos vascos vienen a ser una metáfora de cómo hace y cómo concibe la política la izquierda abertzale, en las antípodas de la democracia liberal". Rivera censura además el proceder de los 150 intelectuales que firmaron el manifiesto para que GKS pueda tener su propio espacio, no por la petición en sí, sino porque nadie hizo nada parecido cuando los que fueron expulsados de la calle eran aquellos colectivos que no comulgaron con la izquierda radical.

Y en esta pugna juega también un papel importante el dinero que se puede obtener a través de las txosnas. En las casetas se venden bebidas alcohólicas y comidas durante las fiestas y son una importante fuente de ingresos para sus gestores. De hecho, el control que la administración tiene sobre estas ventas es nulo y es un ejemplo más de como los ayuntamientos vascos tienen poco que decir en la gestión de algunos de los aspectos ligados a los espacios festivos.

“Lo que Herri Batasuna hizo en los 70 y 80 con los ayuntamientos del PNV y del PSE, ahora GKS se lo está haciendo a Bildu”. GKS es Gazte Koordinadora Sozialista, la escisión de las juventudes de la izquierda radical, y mantiene abierta una pugna con la coalición abertzale por el control de las fiestas populares. En 2022, miembros de las dos facciones terminaron a puñetazos en la puerta de la Herriko Taberna de la Parte Vieja de San Sebastián e integrantes de la disidencia se encerraron en el Ayuntamiento de Hernani, uno de los bastiones de Bildu en Guipúzcoa, para denunciar que se les había prohibido tener una txosna —caseta festiva—. En Bilbao y en Vitoria les han vetado. Y esta semana, un grupo de 150 personalidades vascas, entre ellas, Bernardo Atxaga, han suscrito un manifiesto para pedir a la izquierda abertzale oficial que haga un hueco a sus críticos en las fiestas.

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