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Condenas de telediario
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Condenas de telediario

Hay una pena no registrada en los códigos jurídicos, con creciente relevancia en estas sociedades que registran todo en imágenes. La llaman ·condena de telediario·

Hay una pena no registrada en los códigos jurídicos, con creciente relevancia en estas sociedades que registran todo en imágenes. La llaman "condena de telediario" porque recae sobre todo tipo de famosos, desde los del faranduleo hasta los de la política. La gran diferencia entre esta condena y las demás es que no la imponen los jueces, sino los medios de comunicación; es firme al mismo tiempo que la sospecha, y se paga por adelantado, caiga o no después el condenado en prisión.

Últimamente está aumentando el número de defensores delos condenados y los muy condenados por este procedimiento; será que también hay más ladrones de guante blanco. Critican la arbitrariedad de la condena de telediario, lo sumario del proceso, la inexistencia de presunción de inocencia y la imposibilidad de defenderse que padecen muchos de ellos. Cuando así hablan, acaban de descubrir la ejemplaridad, que también es negativa. Cuando un delincuente cae con todo su glamour en los infiernos de la sospecha pública está simplemente conociendo el reverso de esa moneda cuyo anverso disfrutó en la época en que se daba por sentada su honorabilidad. Y de algún modo, se trata del castigo que la propia ejemplaridad impone: del mismo modo que el personaje público disfruta del aprecio y la admiración de muchas personas a las que no conoce -y con las que contrae esa obligación de ejemplaridad-, cuando traiciona esa confianza colectiva, lo purga también con publicidad, la misma moneda que se le regaló y empleó mal.

La llamada “condena de telediario” no es más que una catarsis colectiva que se produce cuando somos capaces de identificar, como sociedad, todo lo despreciable que existe en ciertas trayectorias delictivasEn efecto, el procedimiento no resulta de lo más aquilatado, pero también los medios de comunicación son arbitrarios cuando encumbran a ciertos personajes, y no he oído a nadie quejarse de que se le estuviera sobrevalorando. La fama se puede deber a un talento personal, pero es una fabricación colectiva: sin los medios y sin la colaboración de la gente, no habría celebridades. Algunas de ellas las crean las televisiones de forma tan sumaria como las destruyen, aunque tampoco haya famosos indignados por haber sido encumbrados con excesiva rapidez.

En cuanto a la vulneración de la presunción de inocencia, habrá que repetirlo mil veces: ese principio alude a los delitos, no a los adjetivos. Carece de sentido invocarlo para limitar lo que se puede publicar de nosotros, lo que pueden rumorear los vecinos o lo que deben contar los medios de comunicación. Hay muchas posibilidades de que se cometan injusticias, es cierto, pero para eso están los tribunales. Y los medios también son inocentes mientras el libelo no demuestre serlo.

El auge y la caída de ciertos personajes forma parte de las experiencias compartidas de una sociedad, y dice mucho de ésta el tipo de personajes que encumbra y detesta. La llamada “condena de telediario” no es más que una catarsis colectiva que se produce cuando somos capaces de identificar, como sociedad, todo lo despreciable que existe en ciertas trayectorias delictivas. Por eso tiene un efecto pedagógico, aunque a algunos les moleste ser ese mal ejemplo social.

Hay una pena no registrada en los códigos jurídicos, con creciente relevancia en estas sociedades que registran todo en imágenes. La llaman "condena de telediario" porque recae sobre todo tipo de famosos, desde los del faranduleo hasta los de la política. La gran diferencia entre esta condena y las demás es que no la imponen los jueces, sino los medios de comunicación; es firme al mismo tiempo que la sospecha, y se paga por adelantado, caiga o no después el condenado en prisión.