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La historia tras el éxito de Yanes: de orfebres en un pueblo de Toledo a vender joyas por medio mundo

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Un emprendedor de Guadamur, en la provincia de Toledo, se puso a hacer joyas hace 166 años sin saber que, cinco generaciones después, serían un éxito mundial

Cuando una persona emprende, lo hace con un objetivo tan sencillo como entendible: montar un proyecto rentable que, con suerte, le dé para poder trabajar toda la vida. ¿Quién le iba a decir a Claudio que, cinco generaciones después, su pequeña idea iba a seguir en pie y sería un negocio en medio mundo?

La historia de Claudio Yanes (1806-1876) comienza en Guadamur, un pequeñísimo pueblo de Toledo que, a día de hoy, cuenta con apenas 1.781 habitantes. En 1858, un corrimiento de tierras en aquella zona hizo que los vecinos se encontraran ante un tesoro insólito: varias piezas de orfebrería visigoda que varios reyes del reino visigodo de Toledo ofrecieron a los dioses. "Con ese tesoro, su vocación por la orfebrería y la joyería se despertó. Él dijo: 'Me gusta tanto que quiero trabajar en algo relacionado con esto'". Tres años después, empezó a diseñar y vender piezas de joyería.

Quien nos cuenta esta historia es su tataranieta, Cristina Yanes, quien, 163 años después, trabaja como directora comercial y de diseño de Yanes, una joyería que, cinco generaciones después, conserva la esencia de su antepasado: "Es una empresa familiar y, por ello, siempre se ha llevado de una manera muy personalizada, sin profesionales de fuera de la familia. Cada generación que ha estado al frente de la empresa la ha amado".

En toda esta trayectoria, Yanes ha contado con diversos apoyos. Uno de ellos, el de Banco Santander: “Siempre que hemos acometido un proyecto de envergadura, dentro de que somos una pequeña empresa, hemos contado con Banco Santander, que es quien más nos ha ayudado, quien menos inconvenientes nos ha puesto y quien verdaderamente nos ha ayudado a crecer. Para nosotros ha sido el banco referente en todo nuestro crecimiento”. Y es que, al igual que a esta compañía, la entidad bancaria apoya en España a cuatro millones de pymes a través de diferentes productos y servicios financieros para respaldar el crecimiento de sus negocios.

De Guadamur a Emiratos Árabes pasando por Japón

En este más de siglo y medio de historia, Yanes ha tenido la oportunidad de vender piezas de alta joyería en más de medio mundo, pero hay dos países que han marcado especialmente su historia: Japón y Emiratos Árabes. Y es en este último donde Cristina Yanes vivió uno de sus recuerdos más carismáticos: concretamente, con su Casa Real.

"En mi primera experiencia en el mundo árabe, yo tenía unos 25 o 26 años. Si fui con mi padre es porque sabía inglés", recuerda. "Íbamos para una semana... y al final fueron 15 días. Porque llegas y los palacios te dan hora para un día, pero ese día una de las princesas está indispuesta; y te lo pasan para mañana, y mañana para pasado, y pasado, cuando les visitas, quieren que vuelvas para que lo vea la hija, la prima, la vecina...".

Mi padre me dijo que se tenía que volver. Yo tenía que quedarme, porque aquello era apasionante, podíamos vender todas las joyas

En todo ese mareo, hubo un punto determinante: “Mi padre me dijo que se tenía que volver, y me preguntó si quería quedarme". Y en esas, ¿qué hacer? "Yo no podía decir que no, porque aquello era apasionante, probablemente podíamos vender todas las joyas que llevaba en mis maletas".

El final, por suerte, fue feliz: "Cuando iba a vender, yo era la única mujer con la cara sin tapar, pero eso me dio confianza en mí misma. Fue una gran experiencia y vendimos mucho. No las dos maletas enteras, pero yo me volví plenamente satisfecha y con mis maletas menos cargadas de joyas, pero más cargadas de buena energía", nos cuenta.

Sin miedo a la tecnología

En una forma de trabajar tan artesanal, ¿no hay cierto miedo a la revolución tecnológica que ha supuesto internet? Cristina Yanes reconoce que, al principio, fue una fricción importante: “Nos hemos tenido que adaptar. La filosofía de la marca es la atención al cliente directa y hacer sentir la calidad de una joya con la vista, el tacto, el oído… Cuando la tecnología apuntaba ya a ventas a través de plataformas digitales, se nos hacía un poco complicado pensar que podíamos vender una joya sin tener al cliente enfrente”, explica.

Sin embargo, “por supuesto que es posible. Ahora incluso vendemos fuera de nuestras fronteras. Tenemos clientes de todo el mundo que, a través de la página web, están comprando piezas de alta joyería”.

Gracias a la tecnología Blockchain, la empresa recibe certificados de trazabilidad que avalan la procedencia de los materiales con los que trabajan

Esta digitalización ha llegado incluso a otro de los factores que, ahora mismo, más valoran tanto empresas como clientes: la sostenibilidad. “En joyería trabajamos con materias primas como los metales y las piedras preciosas. Nuestros metales son reciclados y, tanto en el oro como en la plata, hacemos que cumplan las claves de sostenibilidad”, añade. En cuanto a las piedras preciosas, “los diamantes, por ejemplo, proceden de lugares donde los trabajadores cumplen un protocolo de sostenibilidad”. De hecho, gracias a la tecnología Blockchain, la empresa recibe certificados de trazabilidad para avalar que los materiales con los que trabajan proceden de mercados sostenibles.

Y en esos mimbres se mueven Cristina Yanes y el resto de su familia, que, siguiendo la estela de su tatarabuelo, han conseguido mantener la esencia de una empresa familiar que, con el tiempo, se ha adaptado a las nuevas tecnologías sin perder sus orígenes. Con todo, si pensamos en el futuro, hay motivos para ser optimistas. Si la joyería Yanes ya ha pasado por cinco generaciones, ¿por qué no pensar en cinco más?

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