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Ni Juan Carlos, ni Sofía: así cambió el covid la hotelería de lujo en la zona alta de Barcelona
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Ni Juan Carlos, ni Sofía: así cambió el covid la hotelería de lujo en la zona alta de Barcelona

Al final de la Avenida Diagonal, frente al elitista barrio de Pedralbes, dos hoteles simbolizan la metamorfosis que está viviendo la capital catalana

Foto: Torre Melina Gran Meliá.
Torre Melina Gran Meliá.
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En la zona alta de Barcelona, al final de la Avenida Diagonal y frente al elitista barrio de Pedralbes, dos hoteles han sido durante décadas símbolo de hospitalidad en la Ciudad Condal. En 1975, poco antes de que Juan Carlos I fuera coronado rey, abrió sus puertas el Hotel Princesa Sofía. Diecisiete años después, con motivo de los Juegos Olímpicos, el monarca puso su nombre al cinco estrellas que se levantó a apenas cuatro manzanas de distancia. Tres décadas después, los dos nombres han sido borrados.

Una combinación de aspectos sociales, intereses empresariales y sensibilidades políticas ayudan a comprender este simbólico cambio. Pero, como tantas otras tendencias, hubo un factor determinante que lo aceleró: el covid. Cuando estalló la pandemia, estos dos hoteles fueron de los primeros en ponerse a la venta. El por entonces Fairmont Juan Carlos I salió al mercado al simbólico precio de un euro en el otoño de 2020. Su entonces dueño, el príncipe saudí Turkin Bin Nasser decidió romper la baraja con tal de quitarse de encima un problema y más de 100 millones de deuda.

En paralelo, el presidente del Gremio Hotelero de Barcelona, Jordi Mestre, había empezado a moverse para vender su cadena Selenta Group, dueña de iconos como el Sofía y el Nobu. Las millonarias reformas que entre 2016 y 2018, justo antes del covid, había llevado a cabo en estos dos establecimientos, cifradas en 110 millones de euros, le cogieron con el pie cambiado desde el punto de vista financiero. El cierre de los cielos al turismo internacional fue la puntilla.

En enero de 2021, Mestre empezó a desprenderse de su imperio con la venta del Nobu al fondo ASG por 80 millones de euros. Cinco meses después, el gigante canadiense Brookfield le compró por 440 millones los hoteles Sofía, Expo Barcelona, el Don Carlos Leisure Resort & Spa de Marbella y el Mare Nostrum Resort de Tenerife.

placeholder Habitación del Sofía Barcelona.
Habitación del Sofía Barcelona.

Por aquel entonces, Hyatt ya había desembarcado en Sofía, hotel que tras la reforma de 2018 perdió el título de princesa, pero que mantuvo el nombre por decisión de Mestre. La cadena estadounidense quería haberlo cambiado, pero solo tenía un acuerdo de franquicia, no de gestión, con su insignia Unbound Collection, un matrimonio de conveniencia con el que Selenta confiaba en disparar el turismo internacional, sobre todo estadounidense. Pero la felicidad duró lo que tardó en llegar el covid y cerrar los cielos durante meses y meses.

La historia del Hotel Sofía tiene muchas notas comunes con la del Juan Carlos I. En 2016, se sometió a una profunda reformada, cifrada en 46 millones de euros, para poder alcanzar los estándares dictados por la cadena de lujo Fairmont, con la que Bin Nasser había llegado a un acuerdo, tras romper con el grupo HUSA de Joan Gaspart, un divorcio que acabó en los tribunales.

Foto: Exterior del Fairmont Rey Juan Carlos I.

Los planes de Fairmont con esta renovación pasaban por doblar los ingresos mediante la combinación de elevar tarifas y aumentar la ocupación, que por aquel entonces se situaba ligeramente por encima del 60% y pensaba llevar hasta el 75%. Pero el covid-19 echó todos estos números por tierra, y con ellos, el esquema de pago de la deuda previsto.

El Fairmont Juan Carlos I formaba parte del conocido como Complejo Real, espacio formado por el hotel, el Palacio de Congresos de la Ciudad Condal, un spa, jardines y piscinas exteriores. Todo esto era propiedad de Barcelona Project’s, sociedad de Bin Nasser, pero los terrenos sobre los que se levanta son una concesión del Ayuntamiento de Barcelona, lo que complicó muchísimo los planes de venta del príncipe saudí, que llevó la sociedad a concurso y terminó aceptando las leoninas condiciones del fondo Tyrus, que propuso una quita de la deuda del 95% e invertir 40 millones en relanzar el establecimiento.

El Fairmont Juan Carlos I y el Selenta Sofía fueron dos de los primeros hoteles en salir a la venta tras estallar la crisis del Covid-19

Ya solo faltaba la guinda del pastel: el acuerdo con la familia Escarrer, que borró el nombre del monarca y rebautizó el establecimiento como Torre Melina Gran Meliá. Fue en enero de 2023 cuando la saga mallorquina se hizo con la gestión del establecimiento, un año antes de que reabriera sus puertas tras una profunda reforma que ha reducido de 438 a 391 el número de habitaciones, de las cuales 61 son suites.

A lo largo de 2023, también Sofía cambió drásticamente de piel. En primavera, Brookfield vendió la propiedad del establecimiento a AXA y Blasson Properties, unos nuevos dueños que permitieron a Hyatt alcanzar un sueño largamente acariciado: desembarcar en la Ciudad Condal con su marca Grand Hyatt.

Además, para garantizar que se cumplen todos los estándares de calidad y servicio que han hecho de esta insignia una referencia mundial, la cadena estadounidense se hizo en septiembre con la gestión del hotel y, desde entonces, ha estado trabajando en todos los cambios que ha necesitado para empezar a operar con esta insignia, hito que cumplió esta semana,

Foto: 'Lobby' del nuevo Grand Hyatt Barcelona.

Ubicados junto al Camp Nou e iconos del poder empresarial catalán como son las sedes de Caixabank, Criteria y Planeta, estos dos hoteles han empezado a dar sus primeros pasos con tarifas medias entre 300 y 400 euros la noche, y el deseo compartido de combinar turismo de negocio y congresos, con lujo internacional. La presencia de una cadena internacional como Hyatt invita a pensar en una importante llegada de norteamericanos. Pero hay más.

En Emea (Europa, Oriente Medio y África), la región que dirige el español Javier Águila, la marca Grand Hyatt está presente en La Manga y Barcelona, Atenas (Grecia), Berlin (Alemania), Estambul (Turquía), Amán (Jordania), Kuwait, Abu Dabi, Omán y Doha (Dubai). Esta fuerte presencia en Oriente Medio está llamada a ser un imán para traer turismo de esos países, cada día más presentes también en el mercado turístico español.

De hecho, el fondo soberano de Abu Dabi (Adia) ha sido el mayor inversor en hoteles españoles desde el covid, con la adquisición de dos carteras a Meliá por 800 millones de euros, operación que le ha convertido de golpe en uno de los mayores propietarios de habitaciones de España. Además, la familia saudí Olayan se hizo el pasado verano con el Mandarín de Barcelona, que se suma al que ya posee en Madrid, por 284 millones. Otro ejemplo del cambio de propiedad, no solo de marcas, que están viviendo los hoteles de lujo de la Ciudad Condal. Pero esa es otra historia.

En la zona alta de Barcelona, al final de la Avenida Diagonal y frente al elitista barrio de Pedralbes, dos hoteles han sido durante décadas símbolo de hospitalidad en la Ciudad Condal. En 1975, poco antes de que Juan Carlos I fuera coronado rey, abrió sus puertas el Hotel Princesa Sofía. Diecisiete años después, con motivo de los Juegos Olímpicos, el monarca puso su nombre al cinco estrellas que se levantó a apenas cuatro manzanas de distancia. Tres décadas después, los dos nombres han sido borrados.

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