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A&O Shearman: cuenta atrás de la fusión que revolucionará la abogacía de élite global
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El proyecto más ambicioso para asaltar EEUU

A&O Shearman: cuenta atrás de la fusión que revolucionará la abogacía de élite global

Los equipos de Allen & Overy y Shearman & Stearling trabajan contrarreloj para concretar los términos de una unión que creará el tercer mayor despacho del mundo y una firma con una identidad única

Foto: A&O Shearman.
A&O Shearman.
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La cuenta atrás empezó hace ya unos meses, con el anuncio de las conversaciones para la fusión y, sobre todo, con la posterior ratificación de los socios. Pero, con el nuevo año, el proceso de integración entre Allen & Overy y Shearman Sterling ha entrado en fase de ebullición. El 1 de mayo es el día marcado en rojo en los calendarios de las oficinas de ambos bufetes. En el bautizado internamente como Day One, el despacho inglés y el norteamericano desaparecerán como estructuras y marcas independientes, y nacerá A&O Shearman, una firma de 3.500 millones de dólares de facturación —3.200 millones de euros—, casi 4.000 abogados y 800 socios repartidos en medio centenar de oficinas por todo el mundo. Será el tercer mayor bufete a escala global.

La unión, una de las operaciones más ambiciosas de la historia del sector legal, tiene el potencial de alterar el mercado mundial de los servicios jurídicos. Si la apuesta sale bien, marcará un antes y un después, y es probable que empuje a otros actores a emprender procesos similares. Pero ni en Allen ni en Shearman las tienen todas consigo. El realismo se impone y nadie oculta que la integración es un camino no exento de riesgos, tanto internos como externos, pero se confía en que los interminables trabajos preparatorios y el entusiasmo que ha despertado la fusión permitan que esta llegue a buen puerto. La combinación de ambos elementos será esencial para salvar el enorme desafío que supone combinar un bufete inglés y uno norteamericano, dos estructuras con culturas y criterios organizativos, en muchos aspectos, antagónicos.

Quedan tres meses y un día para el Day One. Los comités encargados de crear la futura estructura de A&O Shearman trabajan a destajo con la ayuda de tres consultoras de primer nivel, como KPMG y Deloitte, a quien se ha contratado para la parte operativa —sistemas informáticos, contabilidad, etc.—, y McKinsey, asesor para lo cultural —sistemas de compensación, organización interna de los equipos, etc.—. En paralelo, existe un intenso diálogo entre los pesos pesados de ambos partnerships. La integración no solo debe estar técnicamente bien construida, sino asentarse en unos lazos personales y profesionales sólidos. De lo formal a lo material. Crear una cultura común llevará tiempo, por ello se está trabajando en perfilarla desde mucho antes del 1 de mayo. Porque, a pesar de compartir idioma y raíces anglosajonas, en el ámbito relacional y el de los negocios las diferencias entre británicos y estadounidenses son muy relevantes. De ahí que la generosidad esté siendo un elemento clave en este proceso.

Una generosidad que explica algunas decisiones relevantes. La primera de ellas es la de presentar la operación como una fusión entre iguales, cuando la realidad es que es Allen & Overy quien integra a Shearman & Sterling. O, dicho de otro modo, los socios del bufete británico son quienes soportan el peso de la inversión, imponen su sistema de gobernanza y asumen los riesgos financieros y de marca. Sin embargo, interna y externamente, se optó por comunicar el movimiento de la manera más respetuosa posible con los socios del bufete norteamericano —es importante cuidar los egos y la sensibilidad de todas las partes implicadas en el proceso—. Una fórmula que, además, entendían que tendría mejor venta en el ultracompetitivo mercado estadounidense.

Foto: Marcas de Allen & Overy y Shearman.

La segunda decisión en la que se aprecia una importante dosis de generosidad, aunque también un interesante equilibrio de intereses, es en la denominación escogida: A&O Shearman. El asunto no es menor, pues no son pocas las uniones de despachos que se han caído en el último momento por desencuentros en el naming. En este caso, si bien las siglas de Allen & Overy (A&O) permanecen completas y figuran en primer lugar, el nombre que visual y fonéticamente tiene más presencia es el de Shearman —que pierde el Sterling—. La fuerza de la nueva marca contará, a partir del 1 de mayo, con el impulso de una importante campaña de comunicación en todas las jurisdicciones en las que la firma está presente. Preocupa que los clientes entiendan bien qué es A&O Shearman y el potencial que la fusión añade a su oferta de servicios.

Es difícil adivinar si a la larga se impondrá el uso del A&O, más difícil de pronunciar, aunque más sintético, o el Shearman, que figura por detrás. Pero lo cierto es que, de inicio, la nueva firma contará con una marca ya conocida y reconocida en el mercado norteamericano. Shearman & Sterling es un bufete de origen neoyorkino, la Champions League de la abogacía de los negocios. Un punto de partida, el de tener una marca valorada al otro lado del Atlántico, que en Allen tuvieron claro desde el inicio de esta operación, pues asumen que EEUU siempre ha mirado por encima del hombro a los bufetes ingleses. Incluso a los integrantes del poderoso Magic Circle. Es otra liga. De hecho, hay quien explica el fiasco de la fusión de Clifford Chance con el norteamericano Rogers & Wells, llevada a cabo en el año 2000, entre otras razones, por la primacía de la denominación de la firma británica —empezó llamándose Clifford Chance Roger & Wells para, tres años más tarde, quedarse únicamente en Clifford Chace—.

Foto: Sede de Allen & Overy en España.
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Porque el gran objetivo que persigue Allen con esta unión, por encima de cualquier otro, es el de asaltar el mercado yanqui. Una histórica aspiración de las firmas inglesas, que han visto como los bufetes americanos son cada vez más relevantes en Londres, llevándose a sus mejores socios a golpe de talonario —lo que les ha permitido liderar los rankings de M&A—, mientras que ellas han naufragado una y otra vez en sus intentos de expandirse en Estados Unidos. La creación de A&O Shearman es, en este sentido, la operación más ambiciosa planteada nunca por un despacho británico. Algo así como el todo o nada. Un proceso que los socios de Allen & Overy enfrentan con el aprendizaje adquirido en el intento de fusión, en 2019, con el también norteamericano O'Melveny & Meyers. Un flirteo que no llegó a buen puerto, pero cuya decepción no desanimó a la cúpula de la firma, que declaró que el sueño americano seguía siendo una "prioridad estratégica".

Ahora bien, si en EEUU observan con cierta altivez a los bufetes ingleses, ¿por qué Shearman & Sterling aceptó la propuesta de matrimonio de Allen & Overy? No es ningún secreto que el despacho norteamericano se encontraba atravesando una situación financieramente muy delicada, entre otros motivos, por las elevadas pensiones de jubilación que la firma tenía comprometidas con los socios tras su retiro. Unos abonos que ya han causado más de algún terremoto en otras firmas. Es el caso del también yanqui Dewey & LeBoeuf, que colapsó en 2012 cuando, tras el abandono de un importante grupo de socios, se vio incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago.

"¿Qué esperan, que Latham o Kirkland acepten una fusión con un despacho inglés?", ironiza el peso pesado de un competidor de Allen & Overy

"Todos nos hemos sentado con Shearman & Sterling", señalan desde la cúpula de otro de los integrantes del Magic Circle, pues el bufete llevaba meses buscando una operación así que le sirviera de flotador. De hecho, a finales de 2022, se conocieron las conversaciones de Shearman con otro gigante mundial como Hogan Lovells. Un acercamiento que, sin embargo, resultó infructuoso. Los problemas financieros de Shearman le han servido a algunos de los competidores de Allen para agitar el fantasma de que la unión es excesivamente arriesgada y está construida sobre mimbres endebles. De hecho, señalan como prueba de la falta de confianza que suscita la fusión la salida rumbo a Linklaters del socio director global de Shearman, George Casey, y otros cinco socios de Nueva York a comienzos de enero.

Otros competidores, en cambio, asumen con realismo que esas son las únicas condiciones en las que una firma inglesa puede aspirar a la unión con una marca estadounidense. "¿Qué esperan, que Latham & Watkins o Kirkland & Ellis —los dos despachos con mayor facturación del mundo— acepten una fusión?", ironiza el peso pesado de otro gran bufete británico, que encuentra "muy valiente" el paso dado por sus colegas de Allen. "Son los únicos que han hecho una apuesta a la altura del reto que supone Estados Unidos, pero es que, o metemos cabeza allí, o a la larga lo pasaremos mal", reflexiona.

Un 'partnership' único

Quizá la expresión "un trabajo de chinos" se quede corta para definir todos los preparativos en los que trabajan Allen y Shearman para que todo esté listo para el Day One. La integración de las bases de datos de los clientes, de los sistemas informáticos, de las herramientas de RRHH, de la configuración de las áreas de práctica o de la contabilidad —en los despachos americanos, la facturación se tiene en cuenta una vez el cliente paga; los ingleses se guían por la emisión de la factura— son solo una parte de todos los procesos que deben unificarse y que afectan, en el caso de Allen, a decenas de oficinas repartidas por todo el mundo —incluida España—; las de Shearman, por su parte, se concentran fundamentalmente en Estados Unidos —en Europa solo está presente en París, Londres, Bruselas y Frankfurt—.

Foto: Sede de Allen & Overy en Madrid.

Facilita las adaptación, no obstante, el hecho de que Allen & Overy es quizás la menos inglesa de las firmas del Magic Circle. O, dicho de otro modo, es la menos apegada a los usos y costumbres de los que han hecho gala los despachos de su origen. Tanto es así, que, en 2016, fue el primer Magic Circle en reformar su sistema de retribución y abandonar el lockstep clásico —en el que priman la solidaridad y la antigüedad de los socios— para introducir la flexibilidad necesaria para ganar competitividad en la retención de los socios con mayor capacidad de generación —los denominados rainmakers—. Unos cambios que, posteriormente, han tenido que adoptar el resto de despachos ingleses, zarandeados por la salida de sus mejores socios rumbo a los bufetes norteamericanos, en los que se aplica de forma mayoritaria el denominado eat what you kill, un sistema en el que las compensaciones están ligadas con capacidad de generar negocio y es, por tanto, más atractivo para los rainmakers.

Al iniciar la negociación con Shearman & Sterling, Allen & Overy volvió a revisar su sistema de retribución para elevar su tope y dar cabida, así, a las aspiraciones retributivas de los mejores socios del despacho norteamericano. Los socios ingleses tuvieron claro que era fundamental que aquellos que mueven la aguja en el mercado yanqui estuvieran involucrados A&O Shearman. Especialmente porque a lo largo de una operación de este tipo, una travesía no exenta de turbulencias, se multiplican los cantos de sirena que llegan desde las firmas competidoras, que tratan de explotar la aversión al riesgo en la que están formados los letrados. El 99% de socios de Allen y Shearman que con su voto respaldaron el proceso de fusión el pasado mes de octubre parece indicativo de que los mensajes han calado internamente y que los primeros pasos de la integración han sido bien recibidos.

El 99% de socios de Allen y Shearman votó sí al proceso de fusión, lo que indica que las primeras decisiones han sido bien recibidas

Todas estas decisiones permiten adivinar la respuesta a una de las grandes incógnitas que se planteó tras el anuncio de la fusión. A&O Shearman no creará dos estructuras con normas diferentes para Estados Unidos y el resto del mundo, sino que conformará un único partnership en el que todos los socios se regirán por las mismas reglas de juego. Una firma única e integrada, con capacidad de actuar en todo el mundo, que, inevitablemente, ubica a Allen & Overy fuera del grupo de despachos que conforma el Magic Circle —quedan los otros cuatro: Clifford Chance, Linklaters, Freshfields y Slaguther & May—, sin que de momento esté claro en qué otro entorno queda situado, pues ningún despacho tendrá una presencia tan equilibrada entre Estados Unidos, el Reino Unido y la Europa continental —jurisdicciones que, con las proporciones actuales de Allen y Shearman, representarán aproximadamente una cuarta parte de su negocio—. Con estos mimbres, si el proyecto tiene éxito, A&O Shearman será un auténtico game changer para el sector de la abogacía de élite mundial.

La cuenta atrás empezó hace ya unos meses, con el anuncio de las conversaciones para la fusión y, sobre todo, con la posterior ratificación de los socios. Pero, con el nuevo año, el proceso de integración entre Allen & Overy y Shearman Sterling ha entrado en fase de ebullición. El 1 de mayo es el día marcado en rojo en los calendarios de las oficinas de ambos bufetes. En el bautizado internamente como Day One, el despacho inglés y el norteamericano desaparecerán como estructuras y marcas independientes, y nacerá A&O Shearman, una firma de 3.500 millones de dólares de facturación —3.200 millones de euros—, casi 4.000 abogados y 800 socios repartidos en medio centenar de oficinas por todo el mundo. Será el tercer mayor bufete a escala global.

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