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"Plantear grandes trasvases entre cuencas hidrográficas es del todo inviable"
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'EL AGUA, A DEBATE' (II)

"Plantear grandes trasvases entre cuencas hidrográficas es del todo inviable"

Según el catedrático de la Universidad de Alicante Jorge Olcina, la nueva realidad climática exige la puesta en marcha de planes territoriales de adaptación que contribuyan a prevenir el riesgo de forma urgente

Foto: El catedrático de la Universidad de Alicante Jorge Olcina. (EFE/Morell)
El catedrático de la Universidad de Alicante Jorge Olcina. (EFE/Morell)

En esta segunda entrega de nuestra serie de entrevistas sobre el agua y la sequía, conversamos con el profesor Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante y coautor del libro Cambio climático en el Mediterráneo. Este experto, uno de los mejores conocedores de las consecuencias del cambio climático en nuestro país y de los riesgos a los que nos vamos a enfrentar, ya se preguntaba hace un año en este mismo diario si “estamos preparados en España para afrontar las consecuencias de una gran sequía”.

Foto: Foto: iStock.

PREGUNTA. Parece que esa gran sequía de la que nos advertía ya está aquí. En este caso, ¿se sigue explicando desde la variabilidad de nuestro clima o es la demostración clara del cambio que está experimentando?

RESPUESTA. La sequía es un hecho consustancial de nuestro clima. Históricamente hemos padecido sequías incluso más prolongadas que la actual. Las que están ocurriendo desde que comenzó este siglo son más cortas en duración pero más intensas en sus efectos pluviométricos y ponen en jaque el sistema de abastecimiento y gestión del agua que tenemos en nuestro país. El proceso de cambio climático condiciona que se mueva mucha más energía en los procesos atmosféricos y los desplazamientos de las masas de aire que los originan son más intensos. Es un rasgo inherente a las atmósferas cálidas como la que se está generando en las últimas décadas de forma acelerada por la continua acumulación de gases de efecto invernadero de origen antrópico en nuestra atmósfera. Eso está alterando el balance energético de nuestro sistema climático de forma progresiva y de momento, sin posibilidad de que se pueda revertir, porque cada vez consumimos, increíblemente, más combustibles fósiles en nuestro planeta, lo que en lugar de mitigarlo, está reforzando y acelerando el cambio climático. En consecuencia, vamos a tener que acostumbrarnos a vivir en un clima sea cada vez más extremo, donde las sequías resultarán mucho más severas.

placeholder Retirada de peces del río Onyar a su paso por Girona por la falta de agua. (EFE/D. Borrat)
Retirada de peces del río Onyar a su paso por Girona por la falta de agua. (EFE/D. Borrat)

P. Hablamos mucho de mitigación, de las medidas que se deben tomar para combatir la crisis climática, pero poco de adaptación. ¿Deberíamos aceptar que esto es lo que nos va a tocar vivir de ahora en adelante y empezar a adaptarnos?

R. Las dos vías [mitigación y adaptación] son necesarias y complementarias para la lucha contra el proceso actual de cambio climático. Es cierto que a nivel mundial no conseguimos reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de causa humana, y que por el camino de la mitigación no podemos esperar grandes cosas para reducir el proceso de calentamiento climático a corto plazo. Mientras China, India, EEUU, Rusia, Brasil, no decidan reducir drásticamente sus emisiones, los esfuerzos que estamos haciendo en otros países y regiones, como en Europa, no tendrán un gran efecto. Aunque debemos perseverar en estas medidas de cambio de nuestro modelo de energía y movilidad para que no sean dependientes de los combustibles fósiles. Por ello, es imprescindible activar medidas de adaptación de los territorios, de las actividades económicas y de las pautas sociales a los efectos previstos del cambio climático. Y en esto vamos algo retrasados en España, porque hemos comenzado muy recientemente a desarrollar políticas y actuaciones concretas de adaptación.

Foto: El catedrático Javier Martín Vide, experto en agua y cambio climático. (UB)

P. ¿Y qué opinión tiene al respecto?, ¿cree que se están activando las acciones oportunas y necesarias?

R. Afortunadamente, ahora tenemos una ley de cambio climático estatal, de 2021, y algunas comunidades autónomas han aprobado sus propias normativas y planes de adaptación. Por tanto, la cobertura legal ya la tenemos para poder desarrollar las acciones de adaptación. Necesitamos planificar nuestras ciudades adaptándolas al cambio climático: más zonas verdes, más fuentes en parques y plazas, edificios más eficientes energéticamente, movilidad sostenible, gestión circular del agua, etc. Y también las actividades económicas. Algunos sectores ya lo están implantando: automoción, destinos turísticos, distribución, alimentación. Pero quedan otros que consumen muchos recursos naturales, en especial suelo y agua, como la agricultura o la ganadería, y que no tienen más remedio que adaptar sus cultivos y prácticas agrícolas a la nueva realidad climática.

placeholder Río seco en el Pirineo catalán. (Jose Luis Gallego)
Río seco en el Pirineo catalán. (Jose Luis Gallego)

P. Esa adaptación ¿puede ser tecnológica?, ¿la solución pasa por multiplicar las desalinizadoras e incrementar el volumen de agua regenerada?

R. Puede y debe. La tecnología nos va a ayudar a realizar ese cambio de modelo en la planificación y gestión del agua en nuestro país. Venimos de un modelo basado en la oferta continuada de recursos hídricos (embalses, trasvases) y en el contexto de cambio climático estas actuaciones ya no son soluciones que aseguren los abastecimientos. El cambio climático en nuestro país supone precipitaciones menos abundantes y más irregulares. De ahí que plantear grandes trasvases entre cuencas hidrográficas es inviable, porque cuando hay sequía, como la que ahora estamos padeciendo, no hay recursos para trasvasar y lo que se pensaba como una solución que garantizaba los abastecimientos, especialmente agrarios de agua, no sirve para nada. Los grandes embalses que pueden almacenar agua durante dos o tres años, ya están construidos. Y vemos que también manifiestan sus carencias en momentos de sequía intensa.

P. Hay quien opina que la solución pasaría precisamente por construir más embalses.

R. Plantear nuevos grandes embalses es imposible porque las mejores cerradas del país ya están ocupadas. Y el coste ambiental que supondrían tendría una respuesta social tremenda. Por tanto, debemos cambiar el modelo. Debemos planificar desde la demanda. Gestionando con mucha eficiencia los recursos existentes en cada territorio (superficiales, subterráneos, pluviales, depuración y desalación). Diseñando sistemas multifuentes, que no sean dependientes exclusivamente de la lluvia. De manera que si faltan las lluvias, tengamos sustitución. España tiene un gran colchón de aguas depuradas que no se reutilizan. De hecho apenas reutilizamos el 10% de las aguas que depuramos en nuestras ciudades. Por tanto, aquí tenemos una reserva importante para acceder a un nuevo recurso. Y en la franja costera, por supuesto, la desalación es una solución necesaria para garantizar abastecimientos.

Foto: El embalse de Aracena, del que se nutre Sevilla y su área metropolitana, en una imagen de marzo. (Cedida)

P. ¿Y en el campo? Porque el coste de esas aguas es inasumible para los agricultores.

R. Efectivamente, la ciudad puede pagar el coste del agua desalada, pero el campo no tanto. Por eso debemos empezar a pensar en subvenciones que faciliten el acceso de los agricultores al agua desalada, pero no solo eso. También va a ser necesario establecer sistemas de compensación entre la ciudad y el campo, de manera que la ciudad pague en su recibo del agua una parte del coste del agua desalada que necesita la agricultura para abastecer de alimento a las ciudades. Soluciones hay, pero para alcanzarlas hay que sentarse a diseñar un Esquema Nacional del Agua que vuelva a evaluar nuestros recursos hídricos y planifique el abastecimiento de las demandas hasta 2050 como mínimo, en un contexto de cambio climático que, como estamos comprobando este año, nos sitúa ante un régimen de lluvias en pleno descenso y mucho más irregulares.

P. La variabilidad de precipitaciones no es tan clara y acusada como la de las temperaturas, parece que llueve más o menos lo mismo que siempre, pero de otra manera. ¿Eso significaría que lo que no ha llovido hasta ahora nos puede caer de golpe en otoño?

R. El calentamiento climático supone, para las precipitaciones, una mayor irregularidad de los procesos de condensación y una movilización mayor de energía en los mismos. De manera que las lluvias pierden, ya lo están haciendo, su regularidad estacional y se desarrollan en menos días al año y, en ocasiones, de forma torrencial, con lo cual generan más daño que beneficio. Los modelos climáticos para España nos hablan de un descenso generalizado de las precipitaciones, salvo en la fachada cantábrica y los Pirineos. Aun así, la regionalización de las lluvias es muy complicada. Hay comarcas españolas donde está lloviendo ahora más que hace unas décadas, debido a la proliferación de episodios de DANA. Pero como se ha señalado son lluvias poco aprovechables porque no tenemos el territorio, nuestras ciudades, preparadas para asumir grandes trombas en corto intervalo de tiempo. Necesitamos construir depósitos de almacenamiento pluvial en las ciudades, para poder utilizar el agua de trombas de lluvia con posterioridad para diferentes usos urbanos. Y necesitamos rediseñar nuestras redes de alcantarillado porque no están capacitadas para asumir esta nueva forma de llover, cada vez más intensas. Por eso, en las dos últimas décadas, se han disparado las pérdidas económicas por lluvias intensas en nuestro país.

placeholder Embalse vacío en el Pirineo de Huesca. (EFE/J. Blasco)
Embalse vacío en el Pirineo de Huesca. (EFE/J. Blasco)

P. La gestión del territorio es una de las claves para reducir el riesgo de esos fenómenos meteorológicos extremos, ¿se están tomando las medidas necesarias para prevenir los daños?

R. Muy lentamente. La ley de cambio climático obliga a planificar el territorio bajo los supuestos que plantea esta crisis, pero ello implica necesariamente un coste económico mayor para poder preparar los territorios a las nuevas condiciones climáticas. Por eso las administraciones regionales y sobre todo las locales, prefieren mantener planes territoriales antiguos, totalmente desfasados y creados en un contexto climático distinto, que revisarlos y adaptarlos a las nuevas necesidades de sostenibilidad y adaptación al calentamiento global. Necesitamos con urgencia una norma que obligue a revisar todos los planes urbanísticos con una antigüedad superior a los 12 años. Y en España tenemos planes urbanísticos de los años setenta y ochenta del siglo pasado que están todavía vigentes, lo que resulta una auténtica barbaridad.

P. La distancia entre la España seca y la España húmeda parece agrandarse. Si se cronifica, como parece, ¿la sequía puede llegar a provocar desplazamientos migratorios internos?

R. No creo que lleguemos a esa situación. Sería un fracaso como país rico, con posibilidades económicas, científicas y técnicas, como es España. Lo que sí tenemos que hacer es empezar a diseñar actuaciones en cada uno de los territorios para adaptarlos a un clima que cada vez va a ser menos confortable térmicamente, con lluvias más irregulares, con tendencia al decrecimiento y con el desarrollo de fenómenos extremos de manera más frecuente. Si trabajamos desde ya en la preparación de nuestros territorios y nuestra economía para adaptarnos a todo ello, podremos minimizar en buen grado el efecto del calentamiento climático en nuestro país.

Foto: La sequía ha arruinado las cosechas de secano, como la almendra. (EFE/Morell)

P. Y respecto al sector turístico, tan importante para España, ¿seguiremos siendo un destino confortable si nuestro clima deja de serlo?

R. Por supuesto. Aunque lo que va a ocurrir es que las regiones del Cantábrico van a disfrutar cada vez más de unas condiciones climáticas de verano muy benignas, menos lluviosas, para permitir desarrollar en mayor medida la actividad turística de sol y playa, por ejemplo. O el turismo de naturaleza, tan en auge en los últimos años, se podrá potenciar gracias a unas condiciones climáticas más confortables. En cambio, la crisis climática va a obligar a adaptar los calendarios turísticos en la zona del Mediterráneo y el sur de España a la nueva situación. Porque si bien es cierto que los meses de julio y agosto van a ser menos confortables climáticamente hablando, la temporada alta para el turismo quizá se avanzará a los meses de mayo y junio o se retrasará hacia septiembre y octubre. Por tanto, si logramos adaptar nuestra oferta turística a ese nuevo calendario podemos convertir el cambio climático en una oportunidad para desestacionalizarla y hacer las cosas mejor en nuestra relación con el medio ambiente. Y para desarrollar nuevas actividades económicas en zonas que ahora no se dan o no tienen un protagonismo importante en el sector, reconvirtiendo otras que tradicionalmente han acaparado la oferta turística pero que ahora pueden verse seriamente afectadas ante un proceso de cambio climático que, lamentablemente, no va a hacer más que complicarse durante todo este siglo.

En esta segunda entrega de nuestra serie de entrevistas sobre el agua y la sequía, conversamos con el profesor Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Alicante y coautor del libro Cambio climático en el Mediterráneo. Este experto, uno de los mejores conocedores de las consecuencias del cambio climático en nuestro país y de los riesgos a los que nos vamos a enfrentar, ya se preguntaba hace un año en este mismo diario si “estamos preparados en España para afrontar las consecuencias de una gran sequía”.

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