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De coto de caza al mayor vedado de Europa: cómo vivir del campo respetándolo
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De coto de caza al mayor vedado de Europa: cómo vivir del campo respetándolo

Inka Martí y Jacobo Siruela han transformado una antigua finca de caza en un espacio renaturalizado, donde conviven la agricultura ecológica, la ganadería extensiva y la conservación de la biodiversidad

Foto: La antigua finca de caza de Gallegos de Crespes, en Salamanca, convertida hoy en en reserva natural (Jose Luis Gallego)
La antigua finca de caza de Gallegos de Crespes, en Salamanca, convertida hoy en en reserva natural (Jose Luis Gallego)

En la comarca salmantina de Tierra de Alba, en la linde con la provincia de Ávila, se extienden algunas de las dehesas más fértiles de Castilla y León. Y allí, entre los municipios de Larrodrigo y Pedraza de Alba, se ubica uno de los mayores vedados de caza de toda Europa. Una anchurosa finca dedicada a la agricultura regenerativa y la ganadería extensiva en la que las labores de campo se llevan a cabo en perfecta armonía con lo agreste.

El Confidencial ha viajado hasta esta inmensa hacienda, formada por varias fincas y con más de cuatro mil hectáreas, para conocer sobre el terreno y junto a sus propietarios, Inka Martí y Jacobo Siruela, el proyecto de renaturalización o 'rewilding' y producción ecológica que allí están llevando a cabo. Como señala el profesor José María Rey Benayas, catedrático de ecología de la Universidad de Alcalá de Henares, en la revista 'Quercus' de este mes "la renaturalización agrícola consiste en integrar la biodiversidad silvestre y los procesos ecológicos en los paisajes perturbados por los humanos para alimentarse, entre otros fines".

Para Rey Benayas, co-fundador de la Fundación Internacional para la Restauración de los Ecosistemas (FIRE), "los paisajes agrícolas deberían tener ecosistemas naturales en al menos el 20% de su superfície". Asimismo, "es necesario mantener o adoptar las prácticas agroecológicas basadas en la agricultura extensiva, ecológica y de conservación para beneficiar a la biodiversidad y preservar los servicios ecosistémicos que nos presta". El proyecto de Inka y Jacobo incrementa ampliamente ese porcentaje, hasta invertirlo, y esta basado en dichas prácticas. Se trata de un proyecto reparador de vida y paisaje al que han denominado 'Airhón', en honor al dios prerromano de la naturaleza y sus aguas, y que en pocos años ha adquirido una destacada relevancia internacional. Hasta el punto que cada vez atrae a más científicos, expertos y propietarios de todo el mundo.

Foto: Un pastor con su rebaño de ovejas. (EFE/M. Bruque)

El objetivo de quienes acuden a la finca es conocer este modelo de 'agrobiomimesis', un modelo agrícola y ganadero con el que, además de obtener rendimiento de la tierra, se están recuperando los ecosistemas naturales, revelándose así como una eficaz estrategia de adaptación al cambio climático, contra el avance de la desertificación y para detener la pérdida de biodiversidad: una crisis tan importante como la climática y que debe afrontarse de manera conjunta.

La llegada a la finca de Gallegos de Crespes no puede ser más premonitoria. Posado sobre el cartel de la entrada un alcaudón común, el pájaro rapaz, ave muy selectiva que actúa como un excelente bioindicador. Los científicos llaman bioindicador a aquellas especies cuya presencia determina la calidad ambiental del ecosistema que habitan. Si el alcaudón vive aquí es que la cadena trófica esta colmada. La vida salvaje nos va a acompañar durante toda la estancia.

La conversación con Jacobo Siruela transcurre entre trinos de gorrión y mientras las golondrinas sobrevuelan nuestras cabezas para atender sus nidos en el alero del porche. "Cuando murió mi madre [la Duquesa de Alba] en noviembre de 2014, y heredé estas tierras le dije a Inka: si somos ecologistas convencidos y ahora tenemos unas fincas en las que están disparando por todas partes y echando toda clase de abonos químicos y pesticidas ¿no estamos cayendo en una gran incongruencia? Y fue así como decidimos darle la vuelta a la historia y nos convertimos en agricultores y ganaderos ecológicos". Pero también en custodios de la biodiversidad.

placeholder Jacobo Siruela paseando por la finca con sus perros (Airhón)
Jacobo Siruela paseando por la finca con sus perros (Airhón)

Inka asiente mientras mira por el rabillo del ojo al cielo. "Ahí va el milano" Y efectivamente, pasa el milano negro con su cola de cometa, meciéndose en el viento más que volar, la mirada fija en los barbechos, buscando un topillo o un ratón que llevarse al pico: control biológico de alta precisión y sin contaminantes.

Canta el cuco. Y la abubilla. Al rato pasa la cigüeña blanca. Trinan los escribanos y se escucha a lo lejos el aflautado reclamo de la oropéndola. Pregunto si hay cerca un río, pues el oriol es ave de soto. Inka apunta: "ya no, antes era un río pero ahora es tan solo un pequeño arroyo, vamos a poner todo nuestro empeño en que vuelva a serlo".

Jacobo apela a los motivos éticos y morales del proyecto. "Restaurar la naturaleza es restaurar el alma del mundo, nuestras razones son razones planetarias" dice. "La humanidad debe cambiar de mentalidad: somos parte de un gran organismo que es la naturaleza". Sin pretenderlo, o acaso adrede, Jacobo alude a la célebre Hipótesis Gaia, formulada inicialmente por Lynn Margulis pero de la que se apropió intelectualmente el jeta de James Lovelock. Según dicha hipótesis la Tierra es un planeta viviente, origen y fruto de la vida que atesora, un superorganismo al que pertenecemos todos los seres vivos de forma interrelacionada. No es mal principio para ese enfoque holístico de una explotación agrícola y ganadera en plena naturaleza.

placeholder En la finca abundan las encinas centenarias (Jose Luis Gallego)
En la finca abundan las encinas centenarias (Jose Luis Gallego)

Sin embargo, al poco de detectar que nos hemos quedado atrapados en las cuestiones filosóficas, aquellas que les motivaron a emprender la aventura ecológica de Airhón, los dos se apresuran a aclarar las cosas. "Que quede claro —apunta Jacobo— que esto no es la aventura de dos soñadores a los que les ha sonreído la fortuna: esta finca es rentable, obtenemos beneficios de los cultivos y del ganado y recibimos ayudas para mantener los ecosistemas y su biodiversidad. Esto es un negocio provechoso, pero no solo para nosotros". Algo en lo que insiste Inka "Proteger la naturaleza es velar por el bien común, y esta es una experiencia perfectamente escalable, con independencia del tamaño de la finca, ya sea más grande o más pequeña: por eso queremos darla a conocer y compartirla con quien pueda y quiera ponerla en marcha".

El movimiento rewilding no se basa exclusivamente en reasilvestrar fincas rústicas para restaurar ecosistemas y recuperar especies desaparecidas, sino que se basa en el aprovechamiento razonable de sus recursos naturales mediante una agricultura y ganadería responsables, para poder vivir en el campo y del campo cuidando de la biodiversidad y la salud. "Por eso está despertando tanto interés entre las nuevas generaciones de agricultores y ganaderos —apunta Inka— y por eso es tan importante para nosotros dar a conocer lo que aquí está ocurriendo, porque si se queda solo en una experiencia personal no lograremos contribuir a algo mucho mayor, que es a lo que aspiramos".

Para impulsar este modelo de aprovechamiento sostenible de la tierra entre sus objetivos está la creación de un centro de investigación y capacitación agraria que dé a conocer sus hallazgos y experiencias para trasladarlas a otros lugares de la península. "el propósito es configurar un gran corredor verde —dice Inka— un espacio transversal más allá de los límites de nuestras fincas en el que la naturaleza pueda recuperarse y volver a expresarse en toda su plenitud".

placeholder Inka Martí en las avenas de la finca (Airhón)
Inka Martí en las avenas de la finca (Airhón)

Al atardecer, mientras caminamos hacia el bosque escuchando a los primeros ruiseñores, Inka nos habla de la cara amarga de la experiencia que emprendieron, de lo duro que fueron los principios. "No todo el mundo compartía nuestra visión. Cuando llegamos los furtivos campaban a sus anchas. Muchos árboles estaban destrozados. Viví experiencias que no le deseo a nadie. Nos mataron perros, recibí amenazas, personalmente me sentí muy acosada".

El semblante de Inka se entristece al recordar algunos momentos especialmente dolorosos, pero rápidamente recupera la esperanza: "logramos resistir, y aunque aún hay quien se comporta de manera hostil, lo cierto es que algo está empezando a cambiar en la mentalidad de la gente". Llegamos a una vaguada con un nombre que apela al carácter agreste y montaraz de esta parte de la finca: 'El hoyo de los lobos'. Un legar al que ha vuelto el gran carnívoro de la fauna ibérica tras ser perseguido y expulsado de sus ancestrales dominios por el hombre.

El regreso del lobo generó uno de los grandes puntos de fricción con los paisanos. "Nosotros no los trajimos, eso es falso. El lobo regresó por sus propios medios. Cuando llegaron (en 2017) empezamos a sufrir bajas entre el ganado. Pero gracias a los consejos de la Patrulla Lobo y del SEPRONA conseguimos controlarlos. El cercado, los mastines y las moruchas resultaron infalibles para prevenir los ataques del lobo. Hoy en día apenas tenemos bajas, pero contamos con su valiosa presencia: el lobo ibérico es el emblema de la finca".

placeholder Lobo ibérico en la finca captado por fototrampeo (Airhón)
Lobo ibérico en la finca captado por fototrampeo (Airhón)

Mientras caminamos de regreso a la casa salta una liebre entre los setos, huye un jabalí que sesteaba bajo una de las muchas encinas centenarias que conserva la finca. Pasa alto un buitre leonado. Y otro. Y otro más. Empieza el ocaso. Se escucha al mochuelo. Croan las ranas. En los campos resuena con potencia el estridular del grillotopo, al que por estas tierras llaman alacrán cebollero: uno de los insectos más espectaculares de Europa. Este lugar es un paraíso para cualquier amante de la naturaleza.

Inka nos enseña un recorte de la prensa local donde se recogen los frutos del esfuerzo por hacer posible la coexistencia con el lobo. Los ataques del carnívoro en la provincia de Salamanca están descendiendo. En el último año han pasado de dejar 350 reses muertas al año a 70. En cambio en el resto de Castilla y León han aumentado "ese bajón se debe en buena parte a la labor que estamos llevando a cabo aquí. Si nos quisieran escuchar podríamos explicarles como lo hacemos, sin matar lobos, porque por mucho que algunos la defiendan, está demostrado que esa no es la solución".

Las moruchas son vacas de raza autóctona, una especie amenazada y en peligro de extinción que aquí vive a sus anchas, cuidando de sus crías "son unas madrazas como pocas he visto", apunta Inka, en estado de semilibertad. Y en verdad imponen. Altas, ágiles, esbeltas, y bravas: su mirada es realmente intimidatoria. No es de extrañar que mantengan a raya a cualquier enemigo, incluso al lobo. Son la raza propia de la dehesa mesetaria. "Jesús Rodríguez Inselmo, experto en esta raza, las llama las vacas del cambio climático porque están sabiendo adaptarse perfectamente a las condiciones que nos trae el calentamiento global. Son unas supervivientes". Cuando llegaron a la finca habían 500: hoy son 1.800.

placeholder Ejemplar de vaca morucha en la finca (Jose Luis Gallego)
Ejemplar de vaca morucha en la finca (Jose Luis Gallego)

Al día siguiente Inka y Jacobo nos llevan a las avenas para mostrarnos el alto rendimiento que se puede alcanzar con el cultivo ecológico del cereal: "las cosechas van muy bien, y sin usar ningún tipo de plaguicida ni herbicida". De hecho los campos están repletos de plantas silvestres de distintas especies: esas a las que los fumigadores llaman 'malas hierbas'. Hacía tiempo que no levantaba tantos saltamontes al caminar. Revolotean las mariposas, zumban las abejas. Cantan las alondras y las totovías, se adentra una perdiz buscando refugio: campos vivos, campos repletos de biodiversidad… y cargados de cereal.

Antes de despedirnos Inka nos lleva a la parcela donde los agentes medioambientales han localizado el nido de águila imperial: que con apenas 800 parejas criando en la península es una de las rapaces más amenazadas de la fauna ibérica. Paramos lejos, para no causarle molestia alguna. Localizo una encina alta y robusta, de ancha copa. Y nada más llevarme los prismáticos a los ojos logro ver la cabeza erguida del pollo, que pese a estar a medio plumar ya muestra la mirada altiva de la gran rapaz en la que se convertirá.

placeholder Nido de águila imperial en la finca (Airhón)
Nido de águila imperial en la finca (Airhón)

Corzo, buitre negro, ciervo, avutarda, grulla, aguilucho cenizo, lagarto ocelado, búho real, gato montés, nutria, garduña, tejón… el listado de especies que crían o hibernan en la finca, muchas de ellas en peligro de extinción, es tan largo como variado, y podría ampliarse con la pronta llegada del lince ibérico. Y todo ello combinado con la imponente presencia de la vaca morucha y del resto de ganado que pasta por sus tierras junto a los cultivos que crecen sin agroquímicos en las parcelas.

La perseverancia y el tesón de Inka y Jacobo han dado sus frutos. Airhón es un inmenso laboratorio al aire libre en el que se está experimentando un nuevo modelo que puede cambiar las cosas para mejor. Una manera de cultivar la tierra y cuidar el ganado desde el respeto a la naturaleza. Y todo ello obteniendo provecho. Un modelo económicamente viable, replicable y escalable a otros puntos de nuestra geografía que ya se está extendiendo por toda Europa (Alladale Wilderness Reserve, Salviamo l'Orso, Rewilding Portugal, The European National Trust y muchos otros) y el resto del mundo mediante una fórmula de desarrollo basada en la coexistencia.

En la comarca salmantina de Tierra de Alba, en la linde con la provincia de Ávila, se extienden algunas de las dehesas más fértiles de Castilla y León. Y allí, entre los municipios de Larrodrigo y Pedraza de Alba, se ubica uno de los mayores vedados de caza de toda Europa. Una anchurosa finca dedicada a la agricultura regenerativa y la ganadería extensiva en la que las labores de campo se llevan a cabo en perfecta armonía con lo agreste.

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