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El gran desafío de la economía española: volver al punto de partida no es suficiente
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Perspectivas inciertas

El gran desafío de la economía española: volver al punto de partida no es suficiente

Las expectativas de una vacuna alientan la esperanza de que España pueda recuperarse con fuerza desde el próximo año, pero los daños del presente agudizan las amenazas

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La economía española encara la recta final de 2020 entre las esperanzas engendradas por las últimas noticias sobre las vacunas y la cruda realidad de un segundo brote que aboca el país a una recaída en terreno de contracción. Aunque la mayor parte del país está afrontando la segunda ola del coronavirus con medidas de contención mucho menos severas que las de la pasada primavera, el inevitable freno al consumo y el nuevo revés a la industria turística condenan el país a sufrir en el cuarto trimestre una caída que los economistas de Bloomberg Intelligence cifran en el 2,4%, mientras que en Funcas elevan al 5%.

Malas cifras que conducen a unas preocupaciones que, sin embargo, se están viendo enjugadas en las últimas semanas por las crecientes posibilidades de que una próxima solución a la pandemia permita una recuperación más rápida de lo estimado a partir del próximo año. "Un despliegue generalizado de una vacuna eficaz el próximo año debería permitir un retorno bastante rápido a la normalidad para el sector turístico de España, que se ha visto muy afectado, y transformaría las perspectivas económicas a corto plazo", observa Jessica Hinds, economista para Europa de Capital Economics, que augura que la economía española crecerá un 4,5% en 2021, "pero una vacuna podría significar que esté más cerca del doble de eso".

Estas expectativas, combinadas con el potencial de mejora que irradian los fondos europeos, permiten atisbar un futuro de recuperación

Estas expectativas, combinadas con el potencial de mejora que irradia del fondo europeo de reconstrucción, permiten atisbar un futuro no demasiado lejano en el que la economía española pueda haber dejado atrás cualquier rastro de la crisis, recuperando toda la producción perdida.

Pero lo cierto es que, mientras este escenario reposa actualmente en esperanzas por concretar, España afronta una realidad económica poco propicia para las visiones más optimistas. Las encuestas de actividad llevan meses apuntando a un deterioro de la situación, el número de empresas que cierran sus puertas por su incapacidad para seguir navegando un entorno de baja demanda se multiplica y los trabajadores en situación de ERTE, o directamente en desempleo, vuelven a crecer, azuzando los temores de que unos daños inicialmente temporales acaben dejando heridas mucho más profundas.

Steven Trypsteen, economista para España y Portugal de ING, subrayaba en un informe reciente que el limitado impulso fiscal que ha puesto en marcha el Gobierno para hacer frente a la crisis del coronavirus (justificado por el elevado déficit público) y la estructura empresarial y laboral exponen España a una recuperación muy lenta, que debería extenderse más allá de 2021. "Dada la profundidad de la recesión en 2020 y algunas características estructurales, la economía española necesitará mucho tiempo para recuperarse por completo", apunta.

Se asuma este discurso o uno más alentador, lo preocupante para el futuro del país es que a día de hoy escasean las iniciativas tendentes a resolver los problemas que ya se evidenciaban antes del covid y que corren el riesgo de agigantarse tras el golpe de la crisis. Un déficit estructural elevado, que se traduce en una carga de deuda creciente; una tasa de desempleo sin apenas parangón en el resto de Europa; un sistema productivo enfocado a actividades de bajo valor añadido, con una apuesta irrisoria por la I+D... Resulta indiscutible que regresar al punto de partida previo a la pandemia no puede ser un objetivo asumible en un momento que clama por transformaciones.

Sin embargo, en los Presupuestos Generales que el Gobierno español está cerca de sacar adelante, con el respaldo de una amplia suma de partidos, resulta prácticamente imposible encontrar iniciativas tendentes a dar forma a esa transformación. Medidas sociales, más o menos justificables, se combinan con iniciativas que difícilmente pueden encuadrarse en un plan de estímulo de la actividad, mientras se repiten recetas ampliamente probadas, con resultados poco satisfactorios, en materias clave como la del empleo.

Casi todo el peso de la recuperación parece fiarse al plan de inversiones con fondos europeos, del que apenas se han expuesto los grandes titulares

Casi todo el peso de la recuperación parece fiarse al plan de inversiones financiado por los fondos europeos, del que apenas se han desgranado hoy poco más que grandes titulares, mientras cuestiones esenciales permanecen ocultas para gran parte del tejido empresarial español. Y si bien este programa se presenta como una gran oportunidad para reconfigurar la economía española hacia áreas de gran potencial de crecimiento, las urgencias (entendibles) con que el Ejecutivo pretende implementarlo agudizan el riesgo de que se acabe plasmando en planes de impacto superficial, sin corregir problemas de fondo.

De hecho, el escenario se torna aún menos alentador si se contempla que a día de hoy son aún escasas las iniciativas puestas en marcha —al margen de los ERTE o los avales a la financiación— para ofrecer una ayuda que cada vez resulta más crucial a los sectores y negocios más golpeados por la crisis del coronavirus. Mientras se posa la mirada en el futuro que puede llegar a construirse en torno a los fondos europeos, se van deteriorando, sin soluciones, las bases económicas sobre las que debe levantarse ese futuro.

España mira hoy hacia adelante con algo más de optimismo. Pero la esperanza difícilmente puede permitir ignorar los daños del presente. Sobre todo, si esas expectativas de mejora no se revisten de un plan sólido y creíble que permita atisbar que, ante el próximo revés, España no volverá a adolecer de las mismas debilidades que le han llevado en esta crisis (otra vez) a mostrarse como una de las economías más vulnerables de Europa. El coste de dejar pasar la oportunidad puede resultar muy doloroso.

La economía española encara la recta final de 2020 entre las esperanzas engendradas por las últimas noticias sobre las vacunas y la cruda realidad de un segundo brote que aboca el país a una recaída en terreno de contracción. Aunque la mayor parte del país está afrontando la segunda ola del coronavirus con medidas de contención mucho menos severas que las de la pasada primavera, el inevitable freno al consumo y el nuevo revés a la industria turística condenan el país a sufrir en el cuarto trimestre una caída que los economistas de Bloomberg Intelligence cifran en el 2,4%, mientras que en Funcas elevan al 5%.

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