Ajuste de cuentas a Del Pino

Rafael Del Pino ha preferido no ganarse más enemigos. Bastante tiene con Luis del Rivero. Después de semanas de tira y afloja, la constructora Ferrovial ha decido pagar la fiesta de Habitat, la promotora catalana a la que vendió su división inmobiliaria por 2.200 millones de euros hace ahora un año. En el tiempo de prorroga concedido por la banca, con La Caixa a la cabeza, el acuerdo entre las partes ha sido posible, aunque los argumentos no respondían a un tratado de política: “¡Que pague la fiesta el único realmente rico!”.

El interés de Rafael Del Pino y su equipo por distraer recursos de Ferrovial –con el marrón de BAA entre manos- para volver a invertir en el ladrillo era y es nulo. Por eso vendieron. Aún así, la constructora ha llegado a un principio de acuerdo para recomprar activos de Habitat por valor de 100 millones de euros. El poder presión de los accionistas minoritarios de la inmobiliaria catalana, gente de peso como Cuatrecasas, Andik, Rodés, Ortega y Castro, ha tenido la culpa. Arruinados ante la situación de quiebra técnica, decidieron tensar la cuerda.

Mientras Habitat ha ido soltando activos en el mercado para aliviar su delicada situación financiera, los accionistas vip mantuvieron un pulso con Bruno Figueras, presidente de la inmobiliaria y máximo accionista junto a la familia Suñol, para que apretara a Ferrovial. Y si hacía falta, acudir a los tribunales, como finalmente ocurrió el pasado viernes en un juzgado de lo Mercantil de Barcelona. No serían ellos quienes asumirían las pérdidas y la liquidación de la compañía mientras un rico de toda la vida se había llevado el dinero calentito.

De momento, el pago aplazado de 250 millones que Habitat debía hacer a Ferrovial ha quedado anulado. Pasará a la caja de la inmobiliaria, que sumado a los 100 millones de la recompra convenida por las buenas suma un total de 350 millones, un monto equivalente al colchón financiero que necesitan Figueras y Suñol para dar vida a la compañía al menos durante un año. Un todos ganan que sirve para calmar las exigencias cobradoras de la banca, a pesar de que La Caixa no ha querido ejercer nunca de poli malo con la firma de los vip catalanes. Había mucho más en juego.

El cambio de ciclo en el mercado inmobiliario y en el crediticio, o viceversa, truncó la marcha de Habitat como el de otras muchas de las grandes del ladrillo nacidas al calor de los últimos doce meses. Acostumbrados a ganar siempre, los ricos de la catalana no podían quedar por otro Bañuelos o Portillo. Y menos que otro del clan, Del Pino, no asumiera una parte proporcional del “embolao”. Por eso, su estrategia durante los últimos dos meses ha sido tratar de implicar a Ferrovial en el rescate de Habitat como fuera, por las buenas o por las malas.

El consejo de administración de Habitat llegó a ser un a olla a presión antes de la Navidad. Se llegó a sopesar la posibilidad de declarar en quiebra a la compañía (concurso de acreedores) para presionar a Ferrovial, propietario de un 20%, que como licitadora de obra pública no puede participar en ningún concurso si participa en alguna filial con problemas financieros. Sin embargo, tribunales mediante, no ha hecho falta llegar a tanto. La gente de bien siempre tiene maneras para llegar a entenderse, aunque sea con 100 millones de euros por delante.