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Desolación entre los aseguradores de vida ante las oscuras perspectivas de futuro
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Desolación entre los aseguradores de vida ante las oscuras perspectivas de futuro

Los aseguradores están desolados. El negocio del seguro de vida ha sufrido un espectacular frenazo como consecuencia de la última reforma del IRPF que lo iguala

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Desolación entre los aseguradores de vida ante las oscuras perspectivas de futuro

Los aseguradores están desolados. El negocio del seguro de vida ha sufrido un espectacular frenazo como consecuencia de la última reforma del IRPF que lo iguala fiscalmente a otros instrumentos financieros, sin tener en cuenta ni los plazos –se trata por igual al inversor a un día que al que se mantiene fiel 20 años-, ni los parámetros biométricos en los que se fundamenta, ni la obligatoriedad de constituir provisiones y reservas. Todo esto conlleva una imposibilidad real de competir con los demás instrumentos financieros. Hace unos días, Pilar González de Frutos, presidenta de Unespa y vicepresidenta de la CEOE, lo exponía gráficamente: “Ha llegado el momento de decir basta a esta lenta agonía del ahorro”.

Son muchas las alarmas que se encienden ante el escaso interés que se muestra para resolver lo que coloquialmente algunos expertos califican como el mayor siniestro de la historia. Esto es, la falta de financiación ante el alargamiento de la vida debido al envejecimiento de la población. Desde hace años, sólo una parte de los excedentes de recaudación de la Seguridad Social va a parar a su Fondo de Reserva. Mientras, el patrimonio gestionado en fondos de pensiones acusa cada vez más los pagos a los que debe hacer frente.

En 2007 el crecimiento del seguro de vida se estancó. El volumen de primas apenas registró un crecimiento interanual del 1,35%, hasta los 22.754 millones de euros. Las provisiones técnicas crecieron un 2,3% hasta acumular 133.714 millones de euros, una cifra modesta en comparación con las registradas en otros países de Europa, que “nos meten una auténtica goleada” en este tema, según González de Frutos. El promedio de ahorro consolidado en seguros por habitante, en el caso de España, es de 3.000 euros, mientras que en Dinamarca, Irlanda y Reino Unido rondan los 30.000 euros. El promedio de ahorro en seguro de vida supone para franceses y holandeses cinco veces la cifra de los españoles, cuatro la de los belgas y tres la de los alemanes.

El número de asegurados por contratos de vida en España es de 32 millones, un 3,20% más que en 2006. Esta cifra no se corresponde matemáticamente con el número de personas, ya que muchos ciudadanos están amparados por varias pólizas –individuales o colectivas- a la vez.

Joaquín Capdevila, director general de Santander Seguros, opina que a la vista de la evolución del negocio de vida en el último año las cifras “son francamente negativas, desoladoras”, y que es necesario reinventarse para generar nuevas oportunidades de negocio. Los nuevos PIAS (Planes de Ahorro Sistemático) que propició la última reforma fiscal han conseguido el año pasado 177.403 nuevos asegurados y acumular 546 millones de euros, pero ni ese producto, ni los 860 millones de euros que en 2007 acumulan los PPAs (Planes de Previsión Asegurados), productos que compiten con los planes de pensiones, parecen suficientes para impedir que el seguro de vida, como instrumento para acumular ahorro que atienda de forma especializada a contingencias de fallecimiento y supervivencia, frene su crecimiento.

¿Nos van a oir? Nadie parece escuchar

González de Frutos comentó recientemente ante un foro de aseguradores que en España hemos ahorrado poco y seguimos ahorrando poco, y que frente a los criterios que recomiendan ser prudentes y diversificar el ahorro, aquí se ha apostado todo a un mismo número: la vivienda. A pesar de las buenas intenciones de la presidenta de la asociación empresarial de las aseguradoras, y su celebre frase para el público interno -“nos van a oír”-, nadie parece escuchar al otro lado. Ni el Gobierno, ni la oposición.

Los aseguradores están desolados. El negocio del seguro de vida ha sufrido un espectacular frenazo como consecuencia de la última reforma del IRPF que lo iguala fiscalmente a otros instrumentos financieros, sin tener en cuenta ni los plazos –se trata por igual al inversor a un día que al que se mantiene fiel 20 años-, ni los parámetros biométricos en los que se fundamenta, ni la obligatoriedad de constituir provisiones y reservas. Todo esto conlleva una imposibilidad real de competir con los demás instrumentos financieros. Hace unos días, Pilar González de Frutos, presidenta de Unespa y vicepresidenta de la CEOE, lo exponía gráficamente: “Ha llegado el momento de decir basta a esta lenta agonía del ahorro”.

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