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Las mil caras de un economista llamado Miguel Sebastián
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¿PATRIOTA O 'MINNESOTO'?

Las mil caras de un economista llamado Miguel Sebastián

Miguel Sebastián pugnaba con Alberto Ruiz Gallardón por ser edil de Madrid. Ante un foro de 200 empresarios, un periodista económico que no manejaba mala información

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Las mil caras de un economista llamado Miguel Sebastián

Miguel Sebastián pugnaba con Alberto Ruiz Gallardón por ser edil de Madrid. Ante un foro de 200 empresarios, un periodista económico que no manejaba mala información lanzó a bocajarro al hoy titular de Industria: “¿Qué prefiere ser, alcalde ahora o ministro dentro de unos meses?”. Sebastián torció el rictus, una mueca muy personal que repite cada vez que le molesta una pregunta. “Quien piense eso de mí es que no me conoce”, repelió. Olvidó que el tiempo es el mejor profesor.

Muchos se habrán preguntado estos días si conocen realmente al ministro después de que el miércoles abogara por una compra más made in Spain para afrontar la crisis económica. Él, precisamente él, un minnesoto que aprendió del Nobel Leo Hurwicz que el sector público sólo debe intervenir para corregir los errores del mercado, y poco más. ¿Dónde quedaron las tesis de que los ciclos económicos son óptimos y las recesiones limpiadoras, que lo importante es el crecimiento a largo plazo? Como aquel día de 2007, Sebastián ofreció su versión más camaleónica, ese Hyde que a menudo, en forma de propuestas intempestivas, no puede reprimir.

“A mi me ha sorprendido. Yo no creo que piense realmente lo que dijo”, asegura Manuel Balmaseda, quien fuera su número dos en el servicio de estudios del BBVA, al ser preguntado por las declaraciones de Sebastián. “Miguel ha sido siempre muy liberal en términos económicos. Incluso cuando empezaba en política aseguraba que en España la izquierda era más liberal que la derecha, en tanto había llevado a cabo las mayores privatizaciones”, añade. No obstante, advierte que, “ya desde la época del banco, había evolucionado hacía la idea de que había cierto margen de intervención por parte del sector público para suavizar el ciclo”.

Menos extrañado se muestra Carlos Rodríguez Braun, catedrático de Historia del Pensamiento Económico y compañero de Sebastián en la Universidad Complutense, que explica a El Confidencial que, al igual que su hermano, “Sebastián es un economista brillante, pero no hay que engañarse: siempre fue socialista. El PSOE suele recurrir a economistas que no son malos para no asustar a la clase media, como es el caso de Solbes. Lo que diferencia al socialismo como enemigo de la libertad es el gasto público alto. La declaración de la semana pasada fue proteccionista, aunque luego lo matizara diciendo que era a pequeña escala”.

Visiones alternativas

Tanto Balmaseda como Rodríguez Braun hablan de Sebastián como un economista más que competente. “Un doctorado en Minnessota no es igual que uno en el pueblo de aquí al lado”, asegura el tertuliano. Un economista ilustre pero con un abultado registro de apuestas polémicas y alejadas de la ortodoxia. “Miguel es muy inteligente, siempre fue un reto trabajar con él. Con otros jefes ya sabes lo que te van a plantear, pero él a menudo te salía con visiones alternativas. Cuando tú veías la televisión por delante, él ya la veía por detrás. Y esa tremenda capacidad de iniciativa a veces necesita freno, contraste. Además, están los condicionantes políticos”, asegura el que fuera colaborador de Sebastián en el BBVA durante cinco años hasta que el tándem Rato-Montoro forzó la salida del hoy ministro del servicio de estudios.

Colaboradores del titular de Industria corroboran que Sebastián es un hombre que no tiene miedo a tomar medidas arriesgadas y valientes, al margen de lo que pueda pensar la opinión pública. “Podía haber pasado la pelota del déficit tarifario, como han hecho otros”, argumentan. Sin embargo, esas “visiones alternativas”, ese afán por dar un paso adelante, arrojan luces y sombras. Un alto cargo del PSOE, muy próximo a José Luis Rodríguez Zapatero, cuenta que fue él, el propio Sebastián, quien se ofreció al presidente para luchar por la alcaldía de Madrid, ante una situación insostenible en la Oficina Económica de Presidencia que dirigía por sus pugnas con el ministro de Economía, Pedro Solbes. ¿Una leyenda urbana, como define Sebastián las informaciones que acusan al Gobierno de intervenir en operaciones empresariales?

La baza de la frivolidad

¿Cabría aquí conceder esa segunda lectura, esa apuesta de largo aliento, a los llamamientos al nacionalismo económico de Sebastián? Rodríguez Braun lo tiene claro: “Sebastián es un economista competente. Mi sospecha es que, simplemente, está intentando distraer la atención por el incremento del paro”. Por el contrario, un prestigioso economista de uno de los servicios de estudios punteros en este país cuestiona la mayor: “Para empezar, el prestigio le viene de su trabajo en el BBVA, no tanto de sus obras. Quien tenga dudas, que consulte lo que tiene publicado. Y no hay que olvidar que en estos años, aunque ahora nadie se acuerda, el BBVA dijo que la reforma del IRPF de 2002 iba a arruinar al Estado y adelantó en siete años el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Auténticas meteduras de pata”.

Y continúa, bajo condición del anonimato: “Tanto Sebastián como Solbes están sobrevalorados como economistas, sobre todo viendo su desempeño real. ¿Por qué Sebastián hace declaraciones como las de la semana pasada? Porque juega la baza de la frivolidad. Es astuto, tiene una magnífica retórica y maneja bien esa pose. Pero falla en los fundamentos. Al final, más allá de las palabras, o interviene o gasta. Y para eso no hace falta ningún economista. La pregunta no es si Sebastián es más o menos liberal. La cuestión es que, por su formación en EEUU, se le supone una cierta ortodoxia. Y eso lo maneja mejor en la teoría que en la realidad. No le he oído una sola declaración que apoye tesis liberalizadoras”.

Una “frivolidad” puntual que, probablemente sin querer, es la que se traslada a menudo a la opinión pública, ante la que Sebastián no ha podido superar una cierta sensación de falta de calidez y de lejanía, él que tampoco es un amante apasionado de la prensa. “No te mira a los ojos y no es fácil en la distancias cortas”, asegura alguien que ha trabajado con él. Y eso aflora en ocasiones, cuando por ejemplo el ministro aboga por poner en valor España y esquiar en Sierra Nevada en vez de en los Alpes, como dijo la semana pasada en el desayuno de la APIE. En las mesas de los periodistas se sonríe. Nos miramos cómplices. ¿Acaso muchos de los presentes, que apenas alcanzan los mil euros al mes y pagan una hipoteca de 700 pueden pensar en la nieve? ¿Puede hacerlo alguno de los 827.000 hogares con todos sus miembros en el paro?

Miguel Sebastián pugnaba con Alberto Ruiz Gallardón por ser edil de Madrid. Ante un foro de 200 empresarios, un periodista económico que no manejaba mala información lanzó a bocajarro al hoy titular de Industria: “¿Qué prefiere ser, alcalde ahora o ministro dentro de unos meses?”. Sebastián torció el rictus, una mueca muy personal que repite cada vez que le molesta una pregunta. “Quien piense eso de mí es que no me conoce”, repelió. Olvidó que el tiempo es el mejor profesor.

Economía sumergida Miguel Sebastián Ministerio de Industria