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No deje que el atractivo repunte de la bolsa le oculte la realidad
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No deje que el atractivo repunte de la bolsa le oculte la realidad

Puede que los inversores estén mostrando una clarividencia nunca vista, y estén mirando más allá de la pandemia a la recuperación. Pero seguramente no sea el caso

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¡La bolsa ha vuelto!

Tras caer más del 30%, desde febrero hasta finales de marzo, el S&P 500 ha luchado para colocarse a un 5% de su máximo histórico. El tecnológico Nasdaq Composite lo ha hecho todavía mejor, batiendo nuevos récords en las últimas semanas. Todo parece un poco incongruente con el daño que la crisis del covid-19 ha causado a los beneficios corporativos, pero una posible interpretación es que los inversores están viendo, a través de la contracción, la vuelta a la normalidad.

En realidad, esta explicación tiene cierto sentido, pero los inversores nunca han mostrado tanta visión de futuro en recesiones pasadas.

Las empresas han estado anunciando los resultados del segundo trimestre este mes, y no han sido buenos. Para el S&P 500, las previsiones actuales muestran que caerá alrededor de un 37% respecto a hace un año, según Refinitiv (excluidas las partidas extraordinarias como los gastos por reestructuración), marcando la caída más brusca desde que la crisis financiera golpeó en el último trimestre de 2008. Los analistas no esperan que los ingresos vuelvan a crecer hasta el primer trimestre del año que viene, y predicen que no será hasta 2022 cuando los beneficios se sitúen sustancialmente por encima de los niveles de 2019. Y estamos hablando de analistas de Wall Street, que tienen fama de ser demasiado optimistas.

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Aunque la realidad sea más gris de lo que los analistas piensan, el valor subyacente de los títulos no ha caído tanto como se podría pensar teniendo en cuenta el impacto del covid-19 en los ingresos. Eso se debe a que los precios de las acciones reflejan los flujos de ingresos que se espera que las compañías generen a lo largo de muchas décadas. Una reducción de los ingresos durante más o menos un año y después una vuelta a la normalidad puede reducir el valor real de una acción alrededor de solo un 5%.

Así es como funciona en teoría, pero no en la práctica. Las caídas financieras a menudo presentan grandes ganancias para aquellos que esperan a que la teoría se cumpla. El gran economista y especulador John Maynard Keynes observó en 1963 que: "Las variaciones diarias de los beneficios de las inversiones existentes, que obviamente presentan una naturaleza efímera e insignificante, tienden a poseer una influencia totalmente excesiva, e incluso absurda, en el mercado".

En el ejemplo más reciente, las acciones estadounidenses cayeron un múltiplo de sus beneficios perdidos como consecuencia de la crisis financiera. No fue hasta principios de 2013, después de cuatro años, cuando se recuperaron en la medida en la que habían caído en solo cuatro meses. La caída de la bolsa tras la crisis de las 'puntocom' hace veinte años también fue desproporcionada, y la subsiguiente recuperación se prolongó todavía más.

Esa no es la única forma en la que los inversores se muestran irracionales. La fuerte caída reflejó también el excesivo optimismo previo

Naturalmente, esa no es la única forma en la que los inversores se muestran irracionales. Para los valores récord de las acciones registradas justo antes de la crisis del covid, las valoraciones eran elevadas, como suele ser el caso hacia el final de los mercados alcistas. La fuerte caída que el mercado ha experimentado no solo reflejó el excesivo pesimismo entre inversores, sino también el excesivo optimismo que lo precedió.

Sin embargo, todas las crisis son diferentes, y a lo mejor en esta resulta más fácil para los inversores divisar la recuperación final que en las anteriores. Hay una importante incertidumbre acerca del curso que el coronavirus tomará en los próximos meses, la tasa de desempleo, que está por encima de sus niveles más altos tras la crisis de 2008, y el producto interior bruto, que acaba de registrar su caída más pronunciada en el segundo trimestre. Una nueva creencia en que los beneficios se recuperarán se asemeja dudosa.

En vez de concluir que los inversores se han convertido finalmente en Warren Buffett y están menos centrados en las penurias a corto plazo de las empresas que antes, cabe preguntarse si pasa algo más. Por ejemplo, puede que la respuesta que la Fed ha lanzado a la crisis por el covid-19, en la que ha mermado su respuesta ante la crisis financiera tanto en ritmo como en alcance, haya convencido más que nunca a los inversores de que el banco central hará todo lo posible por evitar que los mercados se alteren. Lo mismo puede pasar con el enorme estímulo que el Gobierno Federal puso en marcha esta primavera.

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En cualquier caso, su confianza se reducirá con los rendimientos futuros. Normalmente, lleva varios años que la bolsa recupere el terreno perdido en un mercado bajista y muchos beneficios se concentran al principio. Sin embargo, en este caso, puede que una parte del mercado alcista más grande de lo normal ya haya desaparecido.

Y, ¿qué pasa si la red de seguridad que los inversores creen que Washington ha colocado para el mercado es menos sólida de lo que piensan o el futuro de la pandemia es incluso peor? Bien, entonces puede que los inversores recuperen su comportamiento habitual y vuelvan a huir de los mercados.

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