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Las lecciones para Israel en Gaza del general estadounidense que ocupó Irak
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TÁCTICA CONTRAPRODUCENTE

Las lecciones para Israel en Gaza del general estadounidense que ocupó Irak

El ataque del 7 de octubre, en el que Hamás disparó unos 3.500 cohetes contra Israel y los militantes lo invadieron por aire, tierra y mar, ha sido descrito como el momento 11-S de Israel

Foto: El general estadounidense David Petraeus durante una comparecencia en el Capitolio en 2008. (EFE/Stefan Zaklin)
El general estadounidense David Petraeus durante una comparecencia en el Capitolio en 2008. (EFE/Stefan Zaklin)
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Hamás organizó una operación sorprendentemente exitosa contra el Estado judío, pero la historia demuestra que las guerras rara vez se ganan con ese tipo de tácticas.

"Los ataques sorpresa ocurren tan a menudo", observó una vez el exsubsecretario de Defensa estadounidense Paul Wolfowitz, "que lo sorprendente es que todavía nos sorprendan".

Foto: Combatientes de las Brigadas Ezzedin al-Qassam, el brazo militar de Hamás. (EFE/Mohammed Saber)

Pero la historia demuestra que la táctica casi siempre resulta contraproducente. Las naciones sometidas a ataques por sorpresa pueden quedar debilitadas en los días y semanas inmediatamente posteriores, pero tienden a estar más unidas, más decididas y más centradas en la venganza que las naciones que van a la deriva hacia la guerra. El ataque de Hamás a Israel del pasado fin de semana se ajusta a este patrón.

El ataque del 7 de octubre, en el que Hamás disparó unos 3.500 cohetes contra Israel y los militantes lo invadieron por aire, tierra y mar, ha sido descrito como el momento 11-S de Israel. Pero en términos per cápita es mucho mayor: aproximadamente 1.200 muertos israelíes, en una población de 9,4 millones, equivalen a unos 40.000 estadounidenses muertos, más de siete veces el número de muertos en Pearl Harbor y el 11-S juntos. En ambos casos, la respuesta de Estados Unidos fue justamente devastadora, y lo mismo debería ser la de Israel hoy.

Foto: Refinería en El Paso, Texas, Estados Unidos. (Getty/Brandon Bell)

Las guerras suelen comenzar con ataques sorpresa para obtener una ventaja inmediata sobre el enemigo, por muy a corto plazo que esta sea. Los utilizaron Adolf Hitler contra la URSS en la Operación Barbarroja en junio de 1941, Kim Il-sung contra Corea del Sur en 1950 y Saddam Hussein contra Kuwait en 1990. Israel inició la Guerra de los Seis Días con un ataque sorpresa contra las naciones árabes en 1967, y Egipto y Siria se vengaron con un ataque sorpresa en la Guerra del Yom Kippur en octubre de 1973. Hamás eligió el 50 aniversario de ese ataque para su asalto a Israel el pasado fin de semana.

Con la excepción del ataque de Israel en 1967, los ataques sorpresa tienden a ser iniciados por líderes y movimientos totalitarios, más que por democracias, que necesitan ganarse la opinión del público o de los políticos disidentes antes de ir a la guerra. Y en cada uno de estos casos, de nuevo con la excepción de la Guerra de los Seis Días, el autor del ataque sorpresa acabó siendo derrotado ampliamente o viendo sus capacidades masivamente degradadas. La lección de la historia es simple: los ataques sorpresa no funcionan a largo plazo.

Esto se debe en parte a que la victoria en la guerra suele ser para el bando que consigue durar más que el enemigo, seguir proporcionando apoyo logístico a sus tropas y sobrevivir económicamente. Como señaló el historiador militar Cathal J. Nolan en su libro de 2019 The Allure of Battle, las batallas individuales—-incluidos los ataques sorpresa iniciales, por espectaculares que sean— casi nunca son el factor decisivo en las guerras. Los aficionados pueden concentrarse en las batallas, pero los profesionales se centran en la logística de las campañas.

Foto: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el ministro iraní de Petróleo, Javad Owji. (Reuters/Palacio de Miraflores/Archivo) Opinión
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Una vez superada la crisis actual en Israel, habrá mucho examen de conciencia e investigación oficial sobre cómo las agencias de inteligencia, los militares y los políticos israelíes pudieron fracasar tan estrepitosamente a la hora de anticipar el ataque de Hamás. Es de esperar que los fallos de inteligencia y preparación militar se examinen de forma racional y justa, por muy rencorosa que haya sido la política israelí en el periodo previo a la guerra.

La historia demuestra que los ataquessorpresa suelen parecer previsibles en retrospectiva. La decisión de Israel de atacar preventivamente el 5 de junio de 1967 no debería haber sido una sorpresa para sus vecinos árabes, teniendo en cuenta el lenguaje belicoso que Gamal Abdel Nasser de Egipto y otros líderes árabes habían estado utilizando en los meses anteriores. El 17 de mayo, Nasser ordenó a U Thant, secretario general de la ONU, que retirara la Fuerza de Emergencia de la ONU que había estado vigilando la frontera del Sinaí, y así lo hizo. Nasser trasladó 100.000 soldados a la frontera suroeste de Israel e informó públicamente al Congreso de Sindicatos Árabes de que su intención era destruir Israel. Al mismo tiempo, dijo: "Nuestro objetivo es claro: borrar Israel de la faz del mapa. Nos reuniremos, inshallah, en Tel Aviv y Haifa". Por lo tanto, es difícil comprender por qué el ataque preventivo masivo de Israel fue una sorpresa.

Los grandes ataques sorpresa pueden tener lugar incluso en guerras que ya llevan algún tiempo en curso. La noche del 30 de enero de 1968, durante la semana de celebración vietnamita de la fiesta del Tet, casi 85.000 soldados del Ejército norvietnamita y del Viet Cong atacaron objetivos en todo el sur, incluida Saigón, donde fueron asaltadas numerosas bases militares, edificios gubernamentales y la embajada de Estados Unidos. Los comunistas esperaban que los ataques simultáneos en todo el país incitaran al pueblo de Vietnam del Sur a levantarse y apoyar la insurgencia, lo que no ocurrió. Del mismo modo, Hamás debe estar esperando hoy que los árabes de Cisjordania y del propio Israel, así como el Hezbolá libanés y Siria, abran nuevos frentes contra Israel para aliviar la presión sobre Gaza.

Foto: El ministro de Exteriores, José Manuel Albares. (Europa Press/Edu Botella)

El momento elegido por Hamás para su ataque fue una referencia directa a la Guerra del Yom Kippur de 1973 y, de hecho, ha provocado la mayor pérdida de vidas israelíes desde aquella guerra. Merece la pena examinar la guerra de 1973, que terminó con la derrota total de egipcios y sirios, para preguntarse qué podría querer emular Hamás.

A las dos de la tarde del sábado 6 de octubre de 1973 —Yom Kippur, el Día del Perdón judío—, egipcios y sirios lograron una impresionante sorpresa táctica al iniciar las hostilidades. Unos 32.000 soldados de infantería cruzaron el canal de Suez hacia el desierto del Sinaí por cinco puntos distintos en un frente de 80 kilómetros, apoyados por casi 4.000 piezas de artillería. Egipto y Siria tenían una abrumadora ventaja demográfica, con una población combinada de más de 40 millones de habitantes frente a los tres millones de Israel.

Sin embargo, Israel no tardó en recuperarse y la guerra se convirtió en una derrota devastadora para las naciones árabes. Cuando terminó, el 25 de octubre, las fuerzas israelíes estaban al alcance de la artillería de Damasco y sobre el canal de Suez, camino de El Cairo.

Si los árabes militantes recuerdan la Guerra del Yom Kippur como una victoria, se debe únicamente a esos asombrosos éxitos iniciales. La decisión de atacar en el día sagrado judío de Yom Kippur se reflejó en el ataque de Hamás el pasado fin de semana en la festividad judía de Simchat Torah, cuando muchos soldados estaban de permiso y los israelíes se reunían para actos religiosos y musicales. Al igual que en 1973, esta cínica táctica solo ha servido para enfurecer aún más a los israelíes.

Foto: Residentes de Gaza evacuados por las fuerzas israelíes. (EFE/EPA/Haitham Imad)

Es importante recordar la diferencia de escala entre los ataques de 1973 y los de 2023. Hamás no representa actualmente una amenaza para la supervivencia del Estado judío, como lo hicieron Siria y Egipto en los primeros días de la Guerra del Yom Kippur.

Sin embargo, la situación en Gaza se ha complicado diabólicamente por el hecho de que hasta 150 rehenes están ahora en manos de Hamás, entre los que, según se informa, hay ciudadanos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Nepal. Sin duda, Hamás ha distribuido a los rehenes por Gaza para que sirvan de escudos humanos y no puedan ser liberados en masa, del mismo modo que los comandos israelíes rescataron a los rehenes de Idi Amin en Entebbe (Uganda) en 1976.

Más allá de eso, Gaza es una zona densamente urbanizada donde viven 2,3 millones de personas en solo 140 millas cuadradas. Hamás y la Yihad Islámica se ocultan entre esta población civil: sus combatientes no suelen llevar uniforme, y los grupos terroristas han situado sus cuarteles generales, bases e instalaciones en medio de escuelas, hospitales y edificios de apartamentos.

Foto: Ursula von der Leyen y Roberta Metsola en Tel Aviv. (Reuters/Johanna Geron)

La razón por la que la amenaza de los fundamentalistas islamistas de matar rehenes funciona es que las democracias se atienen a normas morales más elevadas que sus enemigos y, correctamente, no tomarán represalias de la misma clase. Por mucho que los dirigentes de Hamás acusen a Netanyahu de fascista, saben que no se le pasaría por la cabeza comportarse como lo hicieron los verdaderos fascistas en la Segunda Guerra Mundial, cuando la política alemana consistía en fusilar a 10 rehenes por cada soldado alemán muerto a manos de la Resistencia francesa. Otras represalias incluían arrasar pueblos enteros, como Oradour en Francia y Lidice en Checoslovaquia. Las democracias luchan con un código moral más elevado.

El atentado de Hamás es un recordatorio de que la era del terrorismo no ha terminado. Puede que Estados Unidos esté ahora menos interesado en los extremistas islamistas que en China y Rusia, pero eso no significa que los extremistas islamistas hayan perdido interés en nosotros. Su sed de sangre no ha disminuido. En cuanto tengan una oportunidad, atacarán. Como vimos con el Estado Islámico tras la retirada final de las fuerzas de combate estadounidenses de Irak a finales de 2011, cuando se retira el foco militar y la presión, los elementos extremistas pueden reconstituirse. El ataque desde Gaza es una advertencia para estadounidenses, europeos e indios y no solo para israelíes.

Los variados métodos de ataque utilizados por Hamás demuestran también que la guerra evoluciona siempre de un modo difícil de predecir. En una época en la que los ejércitos se centran en la IA, la alta tecnología y las armas robóticas, Hamás logró un éxito utilizando alas delta motorizadas, windsurf, carritos de golf, lanchas motoras, bulldozers y motocicletas, así como drones que derribaron torres de telefonía móvil fundamentales para los sofisticados sistemas de vigilancia de Israel.

Foto: Cúpula de Hierro intercepta varios misiles lanzados por Hamás, el 9 de octubre. (Reuters/Amir Cohen)

Quienes sostienen que la situación actual podría resolverse pacíficamente no han sabido apreciar que Hamás es tan poderoso precisamente porque es un culto irracional a la muerte cuyo programa es totalmente distinto al de otras organizaciones. Es muy difícil negociar con un grupo terrorista que lleva incorporado en su ADN el asesinato del mayor número posible de judíos, excepto en negociaciones a corto plazo para llegar a acuerdos concretos. Hasta los talibanes parecen maestros de la razón y la lógica en comparación.

Los llamamientos actuales a Israel para que respete las leyes de la guerra en su respuesta a Hamás son apropiados y deben ser atendidos. Pero la moderación será extremadamente difícil, ya que Israel no solo pretende castigar el ataque actual, sino cambiar la dinámica sobre el terreno y disuadir de futuros ataques.

El envío de fuerzas terrestres a Gaza para destruir las bases de Hamás y capturar o matar a los combatientes del grupo, como Israel tiene todo el derecho a hacer, provocará inevitablemente importantes bajas civiles palestinas. Es probable que también se produzcan graves pérdidas israelíes. Las dificultades de la operación militar que se avecina no pueden ser sobreestimadas.

Israel debe tener un plan sobre qué hacer si decide ocupar la Franja de Gaza durante meses o incluso años, como hizo hasta 2005

Pero por enorme que sea el desafío, Israel debe mantener su compromiso de siempre con su código ético de la "pureza de las armas", dejando claro al mismo tiempo que está luchando contra Hamás y la Yihad Islámica, no contra el pueblo palestino. Tal y como aprendieron las fuerzas estadounidenses y de la coalición en Irak y Afganistán, las operaciones deben examinarse cuidadosamente durante la fase de planificación para garantizar que no crearán más enemigos debido a la forma en que se lleva a cabo la guerra.

Además, al comenzar las grandes operaciones de combate urbano, los residentes de Gaza —y también de Cisjordanianecesitan y merecen un camino a seguir. Deben saber no solo cuáles son los objetivos militares de Israel, sino qué tipo de futuro pueden esperar ellos y sus hijos después de la guerra. Como se le recordó a Estados Unidos tras la toma de Bagdad y el derrocamiento del régimen de Sadam Husein, es necesario dedicar una reflexión y una planificación considerables a la fase posterior al conflicto, no solo a las operaciones de combate.

Para ello, Israel debe tener un plan sobre qué hacer si decide ocupar la Franja de Gaza durante meses o incluso años, como hizo hasta 2005. Cuando terminó la batalla de varios días por Nayaf, Irak, el 3 de abril de 2004, yo (el general Petraeus) comuniqué por radio a mi jefe, el teniente general William Wallace, que tenía buenas y malas noticias. "La buena noticia", informé, "es que somos dueños de Nayaf". "¿Cuál es la mala noticia?", preguntó. "La mala noticia", respondí, "es que somos los dueños de Nayaf. ¿Qué quiere que hagamos con ella?".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal.

Hamás organizó una operación sorprendentemente exitosa contra el Estado judío, pero la historia demuestra que las guerras rara vez se ganan con ese tipo de tácticas.

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