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Los hábitos financieros que se aprenden de los padres, pero sería mejor olvidar
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Los hábitos financieros que se aprenden de los padres, pero sería mejor olvidar

Adoptamos nuestra personalidad financiera escuchando y observando a nuestros padres. A veces nos sirve de mucho. Otras, no tanto

Foto: Foto: Getty/Isaac Brekken.
Foto: Getty/Isaac Brekken.
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Mi primer recuerdo del mundo de las acciones es borroso. Tenía unos 20 años y mi madre me sentó en la mesa de la cocina, me ayudó a abrir una cuenta de inversión en un bróker y me enseñó a comprar y vender en la plataforma. La lección que me llevé fue: ten cuidado, invierte sólo “dinero sobrante”, no dinero que necesites para sobrevivir, y apunta solo a empresas que vendan cosas esenciales.

También pensé: esto tiene un riesgo de la leche, jamás volveré a tocar esta cuenta.

Años más tarde, sigo abordando las acciones con inquietud, sin duda influida por aquella conversación de 30 minutos con mi madre. Al hablar con mi familia y mis amigos, me doy cuenta de que gran parte de lo que sabemos sobre finanzas personales —cómo invertimos y cómo gastamos— viene de nuestros padres.

“Nuestra personalidad financiera proviene de nuestra infancia”, afirma la asesora financiera Angela Dorsey, de Dorsey Wealth Management. “Así que si en nuestra infancia había muchas dudas al respecto, eso determina cómo te sientes con respecto al dinero y a tomar riesgos calculados”.

Aprender observando

A veces, estas lecciones se aprenden a través de conversaciones específicas, como la que tuve con mi madre. Pero la mayoría de las veces se aprenden simplemente observando. De hecho, Dorsey dice que muchos de sus clientes nunca han charlado sobre dinero con sus padres. “Vienen de observar lo que les ocurrió a sus padres, de ver lo que le ocurrió a su tío”, dice. “Muchas veces, ni siquiera somos conscientes de ello”.

Pero esa falta de conciencia tiene un precio: Cuando la gente no sabe de dónde vienen sus hábitos financieros, a menudo pueden minar sus buenas intenciones. Puede que quieras invertir y gastar con prudencia, pero estas tendencias inconscientes y arraigadas pueden generar problemas financieros en el futuro. Por eso es útil desvelar esas lecciones ocultas y averiguar cuáles nos sirven y cuáles no.

Foto: Bolsa de Nueva York. (Reuters/Lucas-Jackson)

Para sacar a la luz esos hábitos, Dorsey ofrece a sus clientes un cuestionario sobre la personalidad financiera, que puede desvelar actitudes hacia el dinero desarrolladas desde la infancia. Decidí hacer uno y, por si fuera poco, le pedí a mi hermana que también lo hiciera. Las dos acabamos en el grupo de “Bon vivant”, con rasgos como “Adictas al trabajo con largas jornadas laborales” y “Gastan dinero en cualquier cosa que les ahorre tiempo”. ¿Nuestros problemas? “Inversiones ad hoc”, “Pánico a las subidas y bajadas del mercado” y “Confundir aficiones con inversiones” (las dos lamentamos mucho este último).

Echando la vista atrás, los rasgos que marcan mi personalidad financiera son más o menos los mismos que tenían mis padres. Trabajaban muchas horas, daban prioridad al gasto en cosas que les ahorraban tiempo y estaban encantados de comprarme libros nuevos o de ayudarme a adquirir una nueva afición o habilidad. ¿Ropa nueva o maquillaje? No tanto.

Desaprender algunas lecciones

La mayoría de los amigos con los que he hablado se han hecho eco de lo que mi hermana y yo hemos vivido. Aunque sus padres no les dieran consejos concretos, sí influían en sus tendencias de gasto y presupuesto por el mero hecho de ser quienes eran.

“Mis padres no me dieron ninguna clase sobre el dinero, pero sin duda adquirí algunos hábitos”, me contó una antigua compañera de trabajo. “Durante años vi a mi padre prepararse la comida todos los días para ir a trabajar, así que ahora yo también lo hago”. Esta amiga era especialmente ahorradora en los años que trabajé con ella, principalmente utilizaba una tarjeta de débito para no tener deudas y se llevaba su propia comida mientras los demás nos gastábamos 15 dólares en ensaladas y sándwiches.

Foto: Un trader junto a la evolución de diversos activos. (Reuters/Brendan McDermid) Opinión
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Ahora tiene una tarjeta de crédito, pero a día de hoy prefiere improvisar un almuerzo con los aperitivos de la oficina que salir a comprar comida. “Me ha ayudado a largo plazo porque mantiene una base de hábitos de gasto saludables”, afirma. Prefiere que lo de comer fuera sea una elección consciente para ocasiones especiales, en lugar de una práctica habitual.

Otro amigo ha visto cómo sus padres, propietarios de una pequeña empresa, ahorraban y escatimaban en casa. Ahora intenta relajarse y sentirse cómodo gastando parte del dinero que tanto le cuesta ganar para mejorar su calidad de vida, sobre todo a medida que su carrera profesional va teniendo más éxito. Esta es una lección común que Dorsey enseña a sus clientes a desaprender. “Es realmente interesante la frecuencia con la que me encuentro con situaciones en las que tienen suficiente, pero cuando llega el momento de gastar, están aterrorizados”, dice. “Y entonces tengo que decirles: Tienes mi permiso para gastar tu dinero”.

Al borde del agotamiento

Por mi parte, sin duda me he beneficiado de observar la ética de trabajo de mis padres a lo largo de los años. Al hacerlo, me animé a establecer mis propios objetivos profesionales. Su productividad inspiró la mía. Pero en los últimos años, me he encontrado al borde del agotamiento, tanto en el trabajo como con todas mis actividades extracurriculares.

Eso me ha llevado a darme cuenta de que mi trabajo y mi vida personal podrían mejorar si disfrutara más de mis fines de semana y no los llenara siempre de eventos o trabajo extra. Ahora sé que es tan importante tomarme un momento para recargar pilas como lo es el seguir adelante. Y mi cartera sin duda agradecería que comprara menos hilo de ganchillo y entradas para conciertos. Pero, sobre todo, he tenido que trabajar para superar mi miedo a las acciones. Que mi madre se sentara a explicarme cómo funciona el mercado fue más de lo que algunos de mis amigos aprendieron de sus padres. Pero, aunque era una lección bienintencionada, en aquel momento no tuvo el efecto deseado.

Foto: Una persona dispuesta a adquirir un producto digitalmente (Pexels)

Como persona adulta más formada, empecé a replantearme esa conversación. Gracias a mis colegas y amigos, he empezado a ingresar dinero en algo más que una cuenta de ahorro básica. Empecé a depositar ahorros en una cuenta de jubilación después de que un amigo me explicara sus ventajas fiscales. Un antiguo jefe me dio pistas sobre las cuentas de ahorro de alto rendimiento y otro colega me animó a invertir, pero de forma más diversificada, como en los ETF.

Finalmente, entré en la cuenta de inversión que mi madre me ayudó a abrir. Aunque todavía me inclino por el bando más reacio al riesgo, siguiendo los cautelosos pasos de mi madre, aprender más por mi cuenta me ha permitido pensar en la inversión como una forma de hacer crecer mis ahorros, no sólo como una forma de experimentar con “dinero sobrante”.

Aprender más por mi cuenta me ha permitido pensar en la inversión como una forma de hacer crecer mis ahorros

Al final, a veces las lecciones paternas mejor intencionadas resultan contraproducentes. Un amigo invirtió en unos fondos de inversión concretos que su padre le recomendó, pero no funcionaron bien y empezaron a perder valor. Por eso, cuando mi amigo pudo contribuir a su cuenta de jubilación ofrecida por su empresa, decidió no hacerlo, porque se sentía intimidado por las pérdidas anteriores. En lugar de eso, utilizó su dinero extra para poder vivir sin la necesidad de un compañero de piso.

Aunque mi amigo acabó aportando a un plan de jubilación, dice que la experiencia anterior le enseñó que a veces sólo tienes que “negarte a hacer las cosas que tus padres te dicen que hagas”.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo

Mi primer recuerdo del mundo de las acciones es borroso. Tenía unos 20 años y mi madre me sentó en la mesa de la cocina, me ayudó a abrir una cuenta de inversión en un bróker y me enseñó a comprar y vender en la plataforma. La lección que me llevé fue: ten cuidado, invierte sólo “dinero sobrante”, no dinero que necesites para sobrevivir, y apunta solo a empresas que vendan cosas esenciales.

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