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La turismofobia de Barcelona vista desde EEUU: "Me sentía culpable y cambié de planes"
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La turismofobia de Barcelona vista desde EEUU: "Me sentía culpable y cambié de planes"

Las protestas se dirigen contra los turistas, lo que hace que algunos se lo piensen dos veces antes de viajar

Foto: Foto: Getty/Justin Sullivan.
Foto: Getty/Justin Sullivan.
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Los turistas que visitan los destinos más populares de Europa se están encontrando con carteles en los que la población local les pide que se vayan a otra parte, como es el caso de Barcelona.

Casi 3.000 manifestantes marcharon por La Rambla, el epicentro turístico de la ciudad, la semana pasada, mojando a la gente con pistolas de agua. Pronto los vídeos se hicieron virales.

A raíz de estas protestas tan llamativas, las agencias de viajes y las empresas hoteleras afirman que, de momento, no se han producido cancelaciones masivas. Sin embargo, los viajeros con destino a Europa comentan que ahora se lo están pensando mejor. Además, los turistas que han estado en Barcelona y otras ciudades afirman que las protestas y el aumento de las pintadas antiturísticas son difíciles de ignorar.

Foto: Turist go home. (EFE/Alberto Valdés)

"Nos encanta Barcelona, pero si quieren limitar el turismo, sin duda lo tendremos en cuenta de cara al futuro", afirma Val Gui, un ejecutivo de 36 años de Boston que estuvo en la ciudad la semana pasada con su familia. Gui, padre de una niña de ocho meses, dice empatizar con los locales, ya que experimentó en su propia piel cómo San Francisco se volvía una ciudad cada vez más cara. Durante su estancia en Barcelona, cuenta que recibió un trato amable por parte del personal de restaurantes y comerciantes, que apreciaron los intentos de su familia por hablar español. Pero también se sintió algo incómodo por la cantidad de pintadas que criticaban a los viajeros como él.

El elevado nivel de gasto de los estadounidenses está impulsando las economías del sur de Europa a medida que los veraneantes aprovechan la fortaleza del dólar. En los cinco primeros meses de este año, 33 millones de viajeros internacionales visitaron España, por ejemplo, un 13,6% más que el año pasado, según el INE. Pero algunos destinos muy populares están sufriendo las consecuencias de la avalancha de visitantes. Decenas de miles de residentes españoles también han salido a la calle en Málaga y las Islas Canarias para protestar contra el turismo masivo y el aumento del coste de la vivienda, a medida que más casas se convierten en viviendas de alquiler a corto plazo.

La opinión de los turistas

Hace varios meses, Madison Smith, de 25 años, reservó una estancia de un mes en un Airbnb de Barcelona con la intención de trabajar a distancia allí este otoño. Se arrepintió después de ver en las redes sociales cómo los barceloneses rociaban con agua a los comensales. Smith, que trabaja en marketing digital en Boston, había reservado el Airbnb porque era más barato que un hotel. Se dirigió a Reddit para preguntar si debía cancelar su viaje, donde recibió respuestas diversas. "Me sentí un poco culpable e incómoda y no estaba totalmente segura de si debía ir, así que cambié mis planes de viaje", explica. Ahora se quedará en Madrid, con una visita rápida a Barcelona.

Asesores de viajes como Virgi Schiffino Kennedy, de Lux Voyage, con sede en Pensilvania, dicen que algunos turistas le han pedido su opinión sobre la situación. Ella dice que cualquier destino es más que un simple titular sobre protestas, y les anima a viajar allí. Ane Cvetkova, de 42 años, viaja regularmente a Barcelona, su ciudad favorita, desde su casa en Skopje, Macedonia del Norte. Ahora se aloja en albergues debido al encarecimiento de los alquileres de corta estancia.

Foto: Salado, presidente de Turismo Costa del Sol, durante su intervención en el foro 'Turismo consciente, impacto positivo', organizado por El Confidencial. (EC)

Aunque simpatiza con sus amigos locales, considera que las medidas más necesarias son regular los cruceros diarios, hacer frente a los alquileres ilegales de Airbnb y controlar las subidas de los alquileres por parte de los propietarios. "Personalmente, nunca me he sentido mal recibida ni he encontrado hostilidad por parte de los vecinos", afirma.

El efecto local

En la frondosa avenida de La Rambla, muchos comerciantes se han negado a hacer comentarios sobre las protestas o su impacto económico, temerosos de convertirse en el blanco de los manifestantes. Susanna Corominas, dependienta de Torrons Vicens —que vende turrones artesanos y otros dulces— no ve con buenos ojos que los manifestantes rocíen con agua a los turistas, pero dice que los forasteros no han mencionado el tema cuando han visitado la tienda. "No veo ninguna repercusión de las protestas en los negocios locales", afirma. "Los propios turistas se quejan de que esta zona está demasiado concurrida".

Ariadna Cotén, una de las organizadoras de la protesta, asegura que las tiendas independientes frecuentadas por los residentes de Gracia, su barrio, han sido sustituidas por negocios dirigidos a turistas extranjeros, como cadenas de cafeterías especializadas y restaurantes caros. El Parque Güell, uno de los espacios verdes más grandes de Barcelona, se ha hecho tan popular que los turistas tienen que comprar una entrada. Incluso los residentes que viven cerca del parque deben reservar una plaza a través de una aplicación, como medida para reducir la afluencia.

Las tiendas independientes frecuentadas por los residentes de Gracia han sido sustituidas por negocios dirigidos a turistas extranjeros

Cotén señala que su grupo no tiene previsto realizar más manifestaciones en Barcelona en agosto. Planean reanudarlas en septiembre, coincidiendo con la Copa América de vela, que la ciudad acogerá hasta finales de octubre. Las autoridades barcelonesas coinciden en que el volumen de visitantes no debe seguir creciendo, según Mateu Hernández, director general de Turisme de Barcelona, consorcio de administraciones públicas y empresarios destinado a promover el turismo.

El reto de la ciudad es redirigir a los turistas hacia puntos de interés menos masificados, al tiempo que se incrementa la proporción de visitantes que quieren disfrutar de la oferta artística y cultural frente a los que solo quieren salir de fiesta, afirma. "Barcelona está ahora en la liga de ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Oslo, Sídney, Seattle, Austin, Boston... a las que se les plantea la misma problemática del éxito", afirma.

Alquileres de corta duración

Gran parte de la ira en lugares como Barcelona y Málaga procede de los ciudadanos, que afirman que el aumento de las viviendas turísticas ha contribuido a que los alquileres sean inaccesibles.

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, anunció el mes pasado que la ciudad no renovaría las más de 10.000 licencias existentes para alquileres de corta duración y dejaría de conceder nuevas. Al eliminar una lucrativa fuente de ingresos para los propietarios, Collboni espera que haya más alquileres de larga duración disponibles para los residentes. Los alquileres turísticos se eliminarán definitivamente a finales de 2028.

Foto:  Decenas de personas protestan con carteles durante una manifestación contra el modelo turístico. (Foto: Europa Press Canarias) Opinión
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Airbnb afirma que las principales causas del exceso de turismo y de los problemas de vivienda en España se deben a décadas de turismo masivo impulsado por los hoteles y a la falta de construcción de nueva vivienda, y añade que su plataforma representa una pequeña fracción del total de viviendas en España. Aunque los gobiernos municipales tienen la responsabilidad de gestionar estas cuestiones, los asesores de viajes empiezan también a reflexionar más sobre su papel en la publicidad a ciertos lugares, apunta James Ferrara, presidente de la agencia InteleTravel, que cuenta con una red de 118.000 asesores de viajes independientes.

"Tenemos que dejar de mandar a la gente a los mismos 30 destinos de todo el mundo", afirma.

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo

Los turistas que visitan los destinos más populares de Europa se están encontrando con carteles en los que la población local les pide que se vayan a otra parte, como es el caso de Barcelona.

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