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El carisma se puede aprender y te va a venir muy bien para triunfar en el trabajo
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El carisma se puede aprender y te va a venir muy bien para triunfar en el trabajo

Llámese carisma, encanto o magnetismo, algunas personas parecen tener un don natural. Lo bueno es que se puede aprender

Foto: Trabajadores en una reunión en la oficina. (iStock)
Trabajadores en una reunión en la oficina. (iStock)
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El carisma —o rizz, como se dice en la jerga adolescente— puede parecer un don efímero con el que algunos nacen. Los elegidos se relacionan y charlan, exudando simpatía mientras mantienen la compostura sin esfuerzo. Luego está el resto, que se preocupa por los signos de exclamación en los correos electrónicos y se pregunta si el chiste que hizo en la reunión tuvo gracia.

"Es incómodo", comenta Mike Rizzo, responsable de una comunidad de profesionales del marketing, refiriéndose a la elección de rizz como palabra del año 2023 por el editor del Oxford English Dictionary. Está muy cerca de su apellido, pero muy lejos de cómo se ve a sí mismo, ya que a veces le sudan las manos antes de presentar su seminario web.

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¿Quién podría culparnos por obsesionarnos con el carisma, o con la falta de él? Puede facilitar las interacciones sociales, ganarnos amigos y ascensos. También es posible cultivarlo, asegura Charles Duhigg, autor de un libro sobre las personas a las que denomina "supercomunicadores". En el fondo, el carisma no consiste en una gran interpretación. Se trata de un estado que provocamos en otras personas, afirma Duhigg. Consiste en fomentar la conexión y hacer que nuestros interlocutores sientan que son ellos los encantadores, interesantes o divertidos.

La clave está en hacer preguntas más profundas, aunque no indiscretas, que inviten a respuestas significativas y reveladoras, señala Duhigg. Intenta adaptarte a las peculiaridades de la otra persona. Quizá quieran hablar de sus emociones, de la alegría que sintieron al ver a su hijo graduarse en el instituto el fin de semana pasado. O quizá lo que buscan es pura logística y necesitan que les digas rápidamente cómo sacar adelante la presentación para mañana. Puede que te contraten en una empresa por tus habilidades, dice Duhigg, pero tu capacidad para comunicarte y ganarte la confianza de la gente te impulsa en la jerarquía: "En esto consiste el liderazgo".

Accesible y cercano

Al escribir este artículo, me ha sorprendido oír a muchos ejecutivos y profesionales a los que considero desenvueltos y habladores, confesar que no es algo que les sale de forma natural. Tuvieron que trabajar en ello. Dave MacLennan, que fue director ejecutivo del gigante agrícola Cargill durante casi una década, empezó por adoptar un apodo: DMac, que le pusieron por primera vez en una reunión de directivos en la que la mitad de los ejecutivos se llamaban Dave. Le gustaba lo informal que resultaba. Cuanto más ascendía en la jerarquía empresarial, más se esforzaba por ser accesible y cercano. Los empleados "necesitan una razón para seguirte", dice. "Una de las razones por las que lo harán es que sientan que te conocen".

Se empeña en recordar detalles y fechas de la vida de la gente, como los cumpleaños de sus compañeros. Después de conocerle, en una reunión hace años en las oficinas de The Wall Street Journal, me sorprendió recibir un correo electrónico suyo meses más tarde. Asunto: "Usted", un encabezamiento tan convincente que todavía lo recuerdo. Continuó contándome que recordaba que yo iba a tener mi primer hijo cualquier día de estos y que solo quería desearme buena suerte. "Mucha gente dice no tener buena memoria para eso", comenta. Se trata de darle prioridad a recordar, tomando notas en tu teléfono si es necesario, dice.

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MacLennan, que ahora es miembro del consejo de administración y coach ejecutivo, envió cientos de notas manuscritas durante su mandato. Se dirigía a los gerentes de nivel medio que acababan de obtener un ascenso o a los ingenieros que le enseñaban las plantas de procesamiento de carne. Escribía palabras de agradecimiento o felicitación y él mismo ponía la dirección en los sobres.

"Tu letra es algo muy personal", dice. "Piénsalo. Veinte segundos. Tiene un impacto tremendo".

Todo el mundo es importante

Derrochar encanto de forma selectiva puede ser contraproducente, afirma Carla Harris, ejecutiva de Morgan Stanley. Habla con la mujer que limpia la oficina, con la recepcionista del médico o con el tipo que espera a tu lado en el ascensor. "No os confundáis", dice a los jóvenes banqueros. Los asistentes ejecutivos suelen ser las personas más poderosas del edificio, y nunca se sabe cómo alguien puede ayudarte —o perjudicarte— en el futuro.

En una ocasión, Harris pasó un año tutelando a una trabajadora junior de otro departamento sin esperar nada a cambio. Un día, Harris mencionó por casualidad que se le hacía cuesta arriba reunirse con un nuevo cliente. ¡Oh!, dijo la joven de 24 años. Resulta que el cliente era su amigo. Ella hizo la llamada allí mismo, dando a Harris una ventaja en el trabajo. En la oficina, deja de mirar el teléfono, aconseja Harris, y fíjate en la gente que te rodea. Pregúntales sus nombres. Esfuérzate por iniciar una conversación con tres personas al azar cada día.

Carisma para introvertidos

No puedes obligarte a ser una persona extrovertida y dicharachera, pero puedes encontrar tu propio carisma, asegura Vanessa Van Edwards, formadora en comunicación y autora de un libro sobre comunicación carismática. Para los clientes introvertidos, recomienda utilizar señales no verbales. Un movimiento de cabeza lento y prolongado demuestra que estás escuchando. Poner las manos en posición de campanario, juntas y mirando hacia arriba, denota calma y presencia.

Intenta formular una pregunta por la que te conozcan. No una pregunta enlatada para romper el hielo, sino algo informal y sencillo que refleje tus intereses reales. Uno de sus clientes, un ejecutivo aficionado a los libros que luchaba contra los inicios incómodos y titubeantes de sus reuniones, empezó dando el pistoletazo de salida preguntando: "¿Has leído algo bueno últimamente?".

Acepta tus tropiezos

El carisma empieza por la confianza. No es que las personas cautivadoras no pronuncien mal una palabra o no se les caiga el café de vez en cuando, dice Henna Pryor, autora de un libro sobre cómo aceptar la incomodidad en el trabajo. Lo que ocurre es que tienen un ritmo de reacción más rápido que el resto de nosotros. Señalan el tropiezo en lugar de intentar ocultarlo, hacen una pequeña broma y siguen adelante.

Ser perfecto todo el tiempo no solo es agotador, sino imposible. Lo sabemos, y por eso aparentarlo puede parecer falso. Nos gusta la gente que parece humana, dice Pryor. Nuestros colegas más admirados suelen ser los que hacen bien su trabajo y se ríen de sí mismos, los que de vez en cuando tropiezan o meten la pata como nosotros.

"Se crea ese pequeño momento de afecto", dice, "que en realidad encontramos casi como un alivio".

*Contenido con licencia de The Wall Street Journal. Traducido por Federico Caraballo

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