El pasado 15 de enero Suiza firmó un nuevo capítulo en la historia económica mundial. Su banco central decidió levantar el tope que venía imponiendo al franco frente al euro desde 2011 y la reacción de los mercados no se hizo esperar.
La divisa del país se disparaba al mismo ritmo que se hundía su bolsa. Pero el tsunami traspasó los Alpes. De hecho, la decisión dejó una pared vertical en el gráfico diario del resto de plazas europeas aunque, en su caso, sólo quedó en un susto; calentó el precio del oro en su faceta más pura de valor refugio y el euro ahondó más en su caída frente al dólar.
Y es que el Banco Nacional de Suiza (BNS) quería sorprender, y vaya si lo hizo. La medida pilló a todos los brokers y analistas con el pie cambiado. Ninguno de los expertos de Bloomberg consideraba esta posibilidad en sus previsiones sobre la reunión mensual de política monetaria del regulador, en tanto que en el cónclave previo el mensaje que había lanzado al mercado había sido completamente lo contrario.
Por este motivo, a prácticamente todos los traders que operaban con franco suizo les pilló al descubierto, haciendo un roto en sus cuentas que algunas firmas no pudieron asumir. Fueron 72 horas de terremoto que van a seguir teniendo sus réplicas durante mucho tiempo.