Llegó a ser el cuarto lago más grande del mundo, con más de 68.000 kilómetros cuadrados de superficie, aunque hoy ha quedado reducido prácticamente a nada y ocupa una extensión de menos del 10% de lo que llegó a ser en su momento.
Es uno de los mayores desastres medioambientales provocados por el ser humano, que ha cambiado el paisaje por completo en tan solo un cuarto de siglo. Pero no todo está perdido. La zona norte del lago ha recuperado la pesca comercial gracias a una presa que ha separado las aguas del norte de las del sur, donde el proceso de desecación se ha acelerado.
La costa, que en su día llegó a adentrarse hasta 100 kilómetros, ahora sólo se encuentra a unos 20 o 25 kilómetros de Aral. Aunque parece imposible recuperar el esplendor de antaño, la recuperación de esta parte del mar recuerda que no todo está perdido en la lucha contra el medio ambiente.