Aunque muchos recuerdan los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 como los de de Jesse Owens, un atleta afroamericano que desmontó las aspiraciones supremacistas nazis ganando cuatro medallas de oro, la historia detrás de aquél evento es mucho más compleja.

Estos Juegos fueron los primeros en incluir el relevo de la antorcha olímpica desde Olimpia, Grecia, un simbolismo utilizado para conectar con la grandeza de la antigua Grecia y promover la propaganda nazi.

Además fueron los primeros en tener una cobertura mediática masiva, siendo televisados por primera vez y cubiertos al detalle por la cineasta Leni Riefenstahl. Fueron los primeros en los que se usaron cronómetros automáticos para eventos de atletismo y un sistema de puntuación y resultados automatizado. Innovaciones que mejoraron la precisión y eficiencia en la organización de los eventos, y establecieron estándares para los futuros Juegos Olímpicos.

Pero sobre todo, el evento fue una oportunidad para que Joseph Goebbels, el jefe de propaganda nazi, mostrara una imagen idealizada de Alemania. Utilizaron los Juegos para ocultar sus políticas antisemitas y proyectar una apariencia de unidad y prosperidad. La maquinaria propagandística nazi se desplegó plenamente durante los 16 días de competición en los que se aplicó lo que se llamó la "pausa olímpica", que consistió en eliminar todas la señales y acciones de persecución de los judíos en la ciudad y el país.

Al finalizar los Juegos, Alemania había sido capaz de dejar la impresión de ser un país comprometido con la modernidad y la paz, mientras que, en realidad, se preparaban para la expansión militar y la Segunda Guerra Mundial.