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La división de la comunidad científica marca el inicio de la cumbre del clima
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La división de la comunidad científica marca el inicio de la cumbre del clima

La cumbre del clima de Copenhague arranca hoy marcada por la falta de consenso en los encuentros preparatorios y la división de parte de la comunidad científica. Con

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La división de la comunidad científica marca el inicio de la cumbre del clima

La cumbre del clima de Copenhague arranca hoy marcada por la falta de consenso en los encuentros preparatorios y la división de parte de la comunidad científica. Con el complejo objetivo de cerrar un acuerdo que sustituya al Protocolo de Kioto, representantes de 191 países, investigadores y organizaciones ecologistas intentarán tomar el pulso a la Tierra para concretar propuestas y metas de cara a paliar los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, los organizadores de la conferencia pedirán a las naciones desarrolladas una reducción de sus emisiones hasta 2020 de entre el 25 y el 40% por debajo de los niveles de 1990, para limitar el aumento de la temperatura del globo a dos grados centígrados.

Climategate. El término creado por la prensa británica para bautizar el robo de miles de correos electrónicos de científicos de la prestigiosa Unidad de Investigaciones sobre el Clima (CRU, de la universidad de East Aglia), a quienes se acusa de haber manipulado datos sobre el cambio climático, cobra importancia en vísperas de la cumbre. Fortuito o deliberado, el descubrimiento de estos mails demostraría, supuestamente, que los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), a quienes responsabilizan de una "conspiración científica", han querido exagerar y ocultar datos para reforzar su teoría del calentamiento global y su origen antropogénico. Los detractores de esta tesis, los negacionistas, que se desmarcan de la teoría oficial y acusan a sus investigadores de generar un "estridente alarmismo", han recibido estas revelaciones como un maná caído del cielo para cuestionar, de nuevo, la necesidad de reducir las emisiones.

"Consideremos el caso de Phil Jones (director del CRU), el hombre en el corazón del climategate. Según documentos pirateados a este centro, entre 2000 y 2006 Jones recibió, o co-recibió, alrededor de 19 millones de dólares en subvenciones, un incremento espectacular si se compara con lo recibido en los años 90. ¿Por qué el dinero aumentó tan rápido? Porque la alarma ante el cambio climático sigue creciendo a velocidad de vértigo", argumentó esta semana el Wall Street Journal en un agresivo editorial en el que acusaba al IPCC de "manipular analisis y rechazar" a los científicos que difieren de sus teorías.

No obstante, los responsables del IPCC, dependiente de Naciones Unidas y en el que colaboran cerca de 2.000 científicos, han salido en su defensa tras las graves acusaciones que podrían hacer tambalear el trabajo de una década. Aseguran que en los correos filtrados o pirateados se sacan de contexto las expresiones utilizadas y que, si en alguna ocasión se han dado prácticas poco éticas, no son, en ningún caso, extrapolables al conjunto de sus avalados informes. Por eso creen que no afectará a su credibilidad. Según explicó Rajendra Pachauri, presidente del organismo, antes de que las autoridades gubernamentales aprueben sus informes, los borradores de los autores del IPCC -que trabajan en grupos- han de ser revisados por otros expertos.

Para la organización ecologista Greenpeace, presente en Copenhague, el informe del IPCC del año 2007 fue categórico y despejó cualquier duda sobre la teoría del cambio climático. “A quienes no les interesa el cambio de modelo energético deberían dedicarse a demostrar sus teorías y no basarse en el robo de unos correos, lo que implica un acto delictivo. Si no existe el cambio climático que lo demuestren científicamente”, asevera Carlos Bravo, uno de sus portavoces, a este diario.

Una meta inalcanzable

Actualmente, las concentraciones de CO2 en la atmósfera son de 387 partes por millón (ppm), frente a una media histórica de entre 189 y 280 ppm. Ante datos como éstos, los expertos proponen una reducción progresiva de los gases de efecto invernadero del 25 al 40% para el año 2020 para asegurar que la temperatura de la Tierra no llegue a aumentar más de 2ºC, lo que llevaría a una situación de “cambio climático imprevisible”. El objetivo final será reducir las emisiones hasta un 85-90% para el 2050. Es con esta horquilla con la que han jugado los diferentes países a la hora de establecer sus propuestas y compromisos para la cumbre que arranca hoy.

Mientras los desarrollados no están obligados a recortar sus emisiones, sí deberán limitar el crecimiento de sus niveles de dióxido de carbono. El principal escollo para alcanzar un consenso ha sido la negativa de las potencias emergentes a asumir los mismos compromisos que las industrializadas y la exigencia de financiación para llevar a cabo la adaptación tecnológica necesaria para cumplir los objetivos. China e India, dos de los países más decisivos para el acuerdo por ser de los más contaminantes, se comprometen, ahora sí, a favorecer un consenso en Copenhague. El Gobierno chino asumió el pasado mes de noviembre el reto de limitar entre un 40 y un 45% la intensidad energética (emisión de CO2 por cada unidad de PIB) para 2020. India, por su parte, se negó a un pacto vinculante para reducir las emisiones, pero sí se comprometió a una disminución de hasta el 25% consciente de la vulnerabilidad del país asiático ante las consecuencias del cambio climático. Aunque, según el ministro de Medio Ambiente indio, Jairam Ramesh, “el acuerdo quizá no llegue a materializarse”.

De hecho, pese al optimismo que se intentaba insuflar a última hora, el jefe de la conferencia, Yvo de Boer, ya situaba la fecha para un acuerdo jurídicamente vinculante en junio de 2010. Esto significa que en Copenhague sólo se podrán aunar voluntades políticas hacia un documento sucesor del Protocolo de Kioto de 1997, vigente para 37 países industrializados hasta 2012.

Sin embargo, Greenpeace aseguró a El Confidencial que la única manera de que los compromisos de Copenhague se cumplan es “llegar a un acuerdo justo, ambicioso y legalmente vinculante”. Según la organización, el esfuerzo de los países industrializados ha de ser mayor que el de los emergentes, puesto que llevan muchos más años contaminando y deben aceptar una “responsabilidad histórica”. Además, considera necesario que la UE, como líder del proceso, asuma compromisos unilaterales para dar ejemplo y evitar que el resto de países vayan a la zaga. “No es una petición ecologista, sino científica”. Las cantidades multimillonarias anuales que deberían aportar las naciones ricas a las pobres para paliar las devastadoras consecuencias del calentamiento global, cuyos efectos ya son visibles, han sido rebajadas por de Boer y otros expertos a 10.000 millones de dólares al año.

La cumbre del clima de Copenhague arranca hoy marcada por la falta de consenso en los encuentros preparatorios y la división de parte de la comunidad científica. Con el complejo objetivo de cerrar un acuerdo que sustituya al Protocolo de Kioto, representantes de 191 países, investigadores y organizaciones ecologistas intentarán tomar el pulso a la Tierra para concretar propuestas y metas de cara a paliar los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, los organizadores de la conferencia pedirán a las naciones desarrolladas una reducción de sus emisiones hasta 2020 de entre el 25 y el 40% por debajo de los niveles de 1990, para limitar el aumento de la temperatura del globo a dos grados centígrados.

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