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El "mayo nuclear" de Donald Trump: un mes clave para el mundo
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El "mayo nuclear" de Donald Trump: un mes clave para el mundo

Este mes Trump decide si valida el acuerdo con Irán y hará historia siendo el primer presidente de EEUU en reunirse con un líder norcoreano. Todo con la política nacional al rojo vivo

Foto: El presidente Donald Trump camina por el césped de la Casa Blanca, en Washington, el 28 de abril de 2018. (Reuters)
El presidente Donald Trump camina por el césped de la Casa Blanca, en Washington, el 28 de abril de 2018. (Reuters)

Es habitual comparar la geopolítica con una partida de ajedrez, como si las potencias movieran sus piezas en el tablero del mundo. Pero quizá sea más adecuado pensar en el póker. En el ajedrez, las piezas están a la vista de todos, mientras en el póker sólo podemos jugar a oscuras. Eso hace el presidente de EEUU, Donald Trump: apuesta y apuesta para intimidar al contrario. Aunque el montón de fichas, en el centro del tapete, sea la paz mundial.

En los próximos días Trump tendrá que revelar su jugada en dos timbas. El 12 de mayo, decidirá si valida o no el acuerdo nuclear con Irán firmado por su antecesor, Barack Obama, en 2015. Y está previsto que a finales de mes, o en junio, haga historia siendo el primer presidente de EEUU en reunirse con un líder norcoreano, para negociar la desnuclearización del régimen comunista. Dos enredos que nos ofrecen una ventana a la mente de Trump.

En el caso norcoreano, la apuesta de Trump habría sido endurecer las sanciones internacionales al régimen y amenazar con una tormenta de “fuego y furia”; es decir, con la guerra nuclear. “La campaña de ‘máxima presión’ de la Administración Trump aisló a Corea del Norte y contribuyó a su decisión de empezar negociaciones”, dice a El Confidencial Chris Gibson, profesor visitante de política exterior estadounidense en Williams College. “La imprevisibilidad de Trump parece que también ha contribuido”.

Se ha dicho que Donald Trump negocia como un secuestrador de rehenes. Si quiere obtener algo de ti (sea la desnuclearización, menores aranceles, una reforma fiscal), te coloca una navaja en el cuello y luego pide concesiones. Lo que en teoría de la negociación, con una metáfora más amable, se llamaría colocar un “ancla”: marcar los términos con una oferta inicial y negociar desde ahí. Si quieres 70, pide 100 y así luego puedes ir bajando con comodidad.

Este sería el caso de los aranceles anunciados para los productos manufactureros de China o la amenaza de dejar a Canadá y México tirados con el NAFTA. O en política nacional, como cuando retiró la protección a los llamados “dreamers”, inmigrantes indocumentados que llegaron a EEUU de niños, dejándolos en peligro de ser deportados. A cambio de devolverles esta protección, exigió a los demócratas que aceptasen financiar el muro con México.

Foto: El Secretario de Defensa James Mattis, en Washington, en abril de 2018. (Reuters)

El caso del acuerdo nuclear con Irán no es diferente. Donald Trump ha subido de tono la retórica, ha arrimado el hombro con Israel y Arabia Saudí, enemigos jurados de Irán, y se ha rodeado de halcones como el asesor John Bolton. Esta sería su posición de fuerza. Como resultado, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller Angela Merkel han venido a Washington para proponer a Trump un acuerdo nuclear nuevo y más severo que el anterior.

Si su táctica favorita es apretar las tuercas, subir la temperatura y poner cara de póker, sea hablando de botones nucleares, aplicando tarifas al acero y al aluminio o serrando las patas del sistema sanitario Obamacare, su manera de ver el mundo es “transaccional”. El universo, para Donald Trump, cabría en los dos registros contables: el debe y el haber. Unos ganan, otros pierden.

"Trump ve el mundo en términos de acuerdos donde una parte gana y la otra pierde. Para él, cada acuerdo es diferente al siguiente”

“La cuestión nuclear de Irán y Corea del Norte muestra la visión de ‘suma cero’ que tiene Trump en política exterior”, dice a El Confidencial Stephen Dyson, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Connecticut. “Él ve el mundo en términos de acuerdos donde una parte gana y la otra pierde. Para él, cada acuerdo es diferente al siguiente”.

Según Dyson, esta estrategia no tiene precedentes y es arriesgada a largo plazo: “Estados Unidos es tan poderoso que probablemente pueda ‘ganar’ una serie de acuerdos bilaterales a corto plazo. En el largo plazo, sin embargo, la resistencia a ese tipo de cosas se acumula. Si otros países ven que se aprovechan de ellos en cada acuerdo, en algún momento dejarán de desear llegar a estos acuerdos. Eso no beneficia a los intereses de EEUU”.

placeholder Donald Trump junto a Pence y Bolton durante una sesión informativa en la Casa Blanca, Washington. (Reuters)
Donald Trump junto a Pence y Bolton durante una sesión informativa en la Casa Blanca, Washington. (Reuters)

Estos dos hilos de plata que recorren las decisiones de Donald Trump, sus apuestas de alto riesgo y su aparente visión transaccional del mundo, están envueltos en el suntuoso ropaje de la exageración y la campaña electoral permanente. La imagen de negociador implacable que, en parte, lo llevó a la presidencia, y eclipsa las complicadas ramificaciones del mundo real.

“Es casi seguro que Kim Jong-un no va a revertir su programa nuclear, y de todas formas sus científicos no pueden ‘desaprender’ su conocimiento”, explica Stephen Dyson. “Puede ofrecer algún tipo de cosas superficiales y llamarlo desnuclearización, pero retendría su capacidad para tener un arsenal nuclear, o por lo menos reconstituir uno muy rápido. Corea del Norte básicamente ha conseguido sus objetivos nucleares en este momento; si ofrecen, por ejemplo, detener las pruebas nucleares y de misiles, es porque ya no tienen que seguir haciéndolas”.

El tapete de las relaciones internacionales está al rojo vivo, igual que el de la política nacional. La investigación especial de Robert Mueller sobre la presunta connivencia de la campaña de Donald Trump con Rusia, y posible obstrucción a la justicia, se completa día tras día. Según 'The New York Times', Mueller tiene preparadas una cincuentena de preguntas para el presidente; otros escándalos paralelos, como el del abogado Michael Cohen y el pago a la actriz porno Stormy Daniels para que se mantuviera callada después de haber pasado una noche con Trump, son otros de los frentes abiertos.

Foto: Michael Cohen a su llegada al Comité de Inteligencia del Senado en Washington, el pasado septiembre de 2017. (Reuters)

Al final todas estas manos se traducirán en un envite definitivo: las elecciones legislativas del próximo noviembre. Diferentes encuestas predicen la victoria demócrata en la Cámara de Representantes e incluso hay posibilidades de vuelco en el Senado. Si los demócratas, que han ganado la mayoría de las “elecciones especiales” recientes, mantienen la racha, Donald Trump quedaría expuesto.El Partido Republicano ya no podría defenderlo ni aplicar su agenda. Crecería la ya profunda frustración parlamentaria y se abriría la puerta a ese peligroso sueño de algunos demócratas: el 'impeachment', proceso de destitución. Las reglas del juego habrían cambiado para el presidente.

Es habitual comparar la geopolítica con una partida de ajedrez, como si las potencias movieran sus piezas en el tablero del mundo. Pero quizá sea más adecuado pensar en el póker. En el ajedrez, las piezas están a la vista de todos, mientras en el póker sólo podemos jugar a oscuras. Eso hace el presidente de EEUU, Donald Trump: apuesta y apuesta para intimidar al contrario. Aunque el montón de fichas, en el centro del tapete, sea la paz mundial.

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