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El 'sex appeal' de la UE: cómo solucionar el último gran conflicto del nacionalismo
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macedonia y la RECONCILIación de SERBIA Y KOSOVO

El 'sex appeal' de la UE: cómo solucionar el último gran conflicto del nacionalismo

Con Rusia tocando la puerta de Serbia, Bruselas ha demostrado que tiene suficiente atractivo para hacer que algunos países dejen sus fuertes nacionalismos atrás y entren en el camino de la UE

Foto: Varias personas tras una bandera de Kosovo durante las celebraciones del décimo aniversario de la independencia, en Pristina. (Reuters)
Varias personas tras una bandera de Kosovo durante las celebraciones del décimo aniversario de la independencia, en Pristina. (Reuters)

En un momento en el que la Unión Europea está en una situación muy delicada, sumida en una de sus peores crisis de popularidad interna, su "sex appeal" se ha apuntado inesperadamente una victoria que puede llevar a un golpe positivo e inesperado en los Balcanes. Con Rusia tocando la puerta de países como Serbia, con Turquía en el umbral de Bosnia, Bruselas ha demostrado que aún tiene suficiente atractivo para hacer que algunos países dejen sus fuertes nacionalismos atrás para entrar en el camino de la UE: Macedonia ha decidido que para entrar en el selecto club merece la pena cambiar su nombre.

Esta ola de reconciliación que podría expandirse por la antigua Yugoslavia traslucía en la mirada muy sonriente, radiante, de la responsable de Exteriores comunitaria, Federica Mogherini, el día que el primer ministro macedonio y el griego firmaron el acuerdo que resolvía 27 años de disputa nominal entre ambas naciones. Ese día, en el que muchos descubrieron que había un enviado especial de la ONU para el asunto, Matthew Nimitz, todos los ojos se giraron hacia Serbia y Kosovo.

El último gran conflicto en la región

Aunque Serbia y Kosovo han avanzado mucho en sus negociaciones, precisamente gracias a la esperanza -sobre todo de Belgrado- de poder entrar en la UE, y muchos consideran que Serbia reconoce casi de facto a Kosovo, las disputas y provocaciones entre ambos no han cesado desde que en 2014 acordaran una delimitación más o menos formal de sus fronteras.

En enero de 2017, un tren pintado con una enorme bandera serbia y las palabras “Kosovo es Serbia”, entró en el territorio kosovar. En 2018, las fuerzas especiales kosovares detuvieron a un político serbio que visitó la localidad de Mitrovica Norte, de mayoría serbia aunque en territorio vecino. Kosovo entró en la UNESCO con la protesta de Belgrado.

Todos los actores son conscientes de que la disputa entre ambos es de mayor calado, con años de guerra y de mutuas acusaciones de crímenes de guerra a sus espaldas, pero el acuerdo entre Skopje y Atenas a través de la negociación, casi inédito en la región por su carácter amistoso, podría impulsar que Serbia y Kosovo se sienten a la mesa.

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Como subraya el profesor Marko Kmezic, del Centre for Southeast European Studies con sede en Graz, si finalmente Macedonia y Grecia arreglan sus diferencias amistosamente, el suyo quedaría marcado en rojo como “el único gran conflicto que queda en los Balcanes”. En esto está de acuerdo Miguel Rodríguez, investigador en la materia y editor de la revista 'Balkania', ya que “si dos gobiernos nominalmente de izquierdas han puesto de acuerdo sobre una cuestión conservadora, es posible que el Gobierno (serbio) de (Aleksandar) Vucic, con un control absoluto del aparato político y mediático, avance en un acuerdo”.

Aunque Rodríguez matiza que es “pronto para el optimismo”. El Ejecutivo serbio ha destacado por ser el único de la región que no ha dado la enhorabuena a Macedonia y Grecia por la resolución del conflicto. Primero, porque no se ha basado en liderazgos fuertes y la seguridad para lograr una estabilidad regional, como le gustaría a Vucic, sino en el acuerdo y la negociación; segundo, porque el Gobierno serbio y el anterior Ejecutivo macedonio anterior, el del conservador VMRO-DPMNE, son aliados. De hecho la Macedonia de Zaev ha tenido varios incidentes con Serbia que ha llevado incluso a la retirada temporal de los diplomáticos de Belgrado de Skopje.

Rodríguez señala otro gran obstáculo para que este acuerdo influya en Serbia: “Mientras Zaev puede seducir al electorado con la integración europea y la entrada en la OTAN, Vucic no puede hacer lo mismo: el electorado serbio se opone a la entrada en la OTAN y el apoyo a la entrada en la UE está en niveles bajos respecto a años anteriores”.

La UE sigue siendo 'sexy', pero cuanto más corre el cronómetro, menos influencia tiene. El profesor Kmezic subraya que la idea de la UE puede ejercer una fuerza de atracción todavía fuerte sobre Serbia, sobre todo del lado de las élites, y coincide con Rodríguez en que la población ve cada vez con peores ojos a la UE.

placeholder Varias personas pasan ante una pancarta ante el Parlamento serbio, en Belgrado, en marzo de 2018. (Reuters)
Varias personas pasan ante una pancarta ante el Parlamento serbio, en Belgrado, en marzo de 2018. (Reuters)

Seducir a Vucic, una de las tareas de la UE

Por tanto, en los próximos meses el presidente serbio estará observando muy de cerca la evolución del acuerdo, y Bruselas deberá enseñar sus mejores atractivos de cara a Macedonia. Puesto que Vucic ha conseguido casi un monopolio del poder del país, él será el termómetro.

Serbia ya tiene muy avanzada su incorporación a la Unión, y sería el momento perfecto para que la UE pudiera a través de Macedonia, decantar la balanza a favor de la resolución del problema con Kosovo. La clave estará, según Kmezic, en el dinero. “Si ven un progreso, por ejemplo, si Macedonia accede a fondos de cohesión o si entra en una vía rápida de adhesión”, afirma, Vucic podría estar tentado de encarrilar las negociaciones con el presidente kosovar, Hasim Taci, que lleva también fama de autoritario (además de otros asuntos turbios a sus espaldas).

Vucic estará observando también muy de cerca qué pasa dentro de Macedonia. El acuerdo por el nombre, tras ser aprobado en el Parlamento, tiene que ser sometido a referéndum. Esto podría eventualmente despertar todavía más protestas y aumentar la presión nacionalista sobre el Ejecutivo de Zaev, que reposa en una débil coalición, siempre en el filo de la navaja. Macedonia tiene un largo historial de protestas efectivas, como las que acabaron con el anterior presidente, el corrupto Nikola Gruevski. Si el coste político de Zaev supera la ganancia, es decir, a la entrada en la OTAN y en la UE, Vucic puede dejar de tener incentivos para tratar de solucionar el problema con Kosovo. “Si Zaev sufre”, concluye Kmezic, Serbia dejará quieto el dosier por el momento. La UE no será suficiente.

“El escenario ideal sería que la implementación de este acuerdo no tuviera costes políticos para Zaev o Tsipras, y que las resistencias en Macedonia y Grecia quedaran desactivadas porque la ciudadanía de ambos países fuera consciente de las consecuencias positivas del acuerdo para sus intereses nacionales y para la estabilidad regional”, explica Rodríguez, un escenario que él mismo da por improbable.

placeholder Vladimir Putin saluda al presidente serbio Alexander Vucic durante un encuentro en Moscú. (Reuters)
Vladimir Putin saluda al presidente serbio Alexander Vucic durante un encuentro en Moscú. (Reuters)

'Primaveras' en el resto de los Balcanes

En opinión de Rodríguez, el acuerdo Macedonia-Grecia manda dos mensajes: uno “de pragmatismo político en favor del interés general, frente a la tradicional instrumentalización del nacionalismo étnico” y segundo “un mensaje de diálogo: la cesión política no es necesariamente una muestra de debilidad”. Esto, prosigue el analista, podría crear una ola de combate ante las tendencias autoritarias en los Balcanes occidentales, que se han incrementado “desde que la UE decidió en 2014 paralizar el proceso de ampliación hacia la región”.

Es decir, que la UE podría hacer cambiar muchas cosas en la región si juega bien sus carta, pero la duda es si con la gran crisis interna que vive será capaz de verlo como una oportunidad de relanzar su maltrecha imagen -y de paso de arreglar un poco Europa- o como un asunto de segunda categoría.

En un momento en el que la Unión Europea está en una situación muy delicada, sumida en una de sus peores crisis de popularidad interna, su "sex appeal" se ha apuntado inesperadamente una victoria que puede llevar a un golpe positivo e inesperado en los Balcanes. Con Rusia tocando la puerta de países como Serbia, con Turquía en el umbral de Bosnia, Bruselas ha demostrado que aún tiene suficiente atractivo para hacer que algunos países dejen sus fuertes nacionalismos atrás para entrar en el camino de la UE: Macedonia ha decidido que para entrar en el selecto club merece la pena cambiar su nombre.

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