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Este es el 'plan B' de Theresa May para el Brexit: un acuerdo bilateral con Irlanda
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se votará el 29 de enero

Este es el 'plan B' de Theresa May para el Brexit: un acuerdo bilateral con Irlanda

La primera ministra quiere alcanzar un pacto para eludir el polémico 'backstop' en la frontera, con lo que espera poder convencer a los rebeldes en su partido antes de la votación

Foto: Theresa May y su esposo Philip en una visita a su iglesia, en High Wycombe, el domingo 20 de enero de 2019. (Reuters)
Theresa May y su esposo Philip en una visita a su iglesia, en High Wycombe, el domingo 20 de enero de 2019. (Reuters)

Theresa May tiene un carácter complicado. No es la persona con la que resulte más fácil negociar. Y, ni siquiera en los momentos más críticos, su propio Gabinete ha sabido qué pasaba realmente por su cabeza. Políticamente se podría decir que es un “zombie andante”. No cuenta con autoridad entre sus ministros ni liderazgo entre las filas. Y, sin embargo, está determinada a cumplir con su palabra y sacar al Reino Unido de la UE el próximo 29 de marzo. Su obstinación no responde tanto a ansias de poder sino al entendimiento del deber que interiorizó en su niñez, como hija del vicario anglicano. Lo que se empieza se acaba. El problema es que con el Brexit, el empecinamiento está cerca de convertirse en actitud temeraria.

Después de que el Acuerdo de Retirada cerrado con Bruselas fuera rechazado la semana pasada por sus señorías por 432 votos en contra (incluidos los de 118 tories rebeldes) frente a tan sólo 202 votos a favor, May debe presentar este lunes un Plan B. Su estrategia pasa ahora por negociar un acuerdo bilateral con la República de Irlanda. Pero diputados rebeldes de distintas formaciones están preparando diferentes enmiendas para extender el artículo 50 del Tratado de Lisboa con el objetivo de evitar el escenario caótico de un Brexit sin pacto. En definitiva, un auténtico Juego de Tronos que poco ayuda a poner fin a la peor crisis institucional de la historia del Reino Unido.

En Downing Street, los ánimos están realmente tensos. Alrededor de 20 miembros del Gabinete podrían presentar en masa su dimisión en los próximos días si no se apuesta por una versión del divorcio más suave. Pero May -que sobrevivió la semana pasada por sólo 19 votos a una moción de confianza contra su Ejecutivo- no quiere moverse de sus líneas rojas. Considera que un acuerdo bilateral con Dublín puede conseguir ahora el respaldo de la Cámara Baja al eludirse el problemático 'backstop', la salvaguarda para evitar frontera dura en Irlanda.

Foto: Manifestantes en contra del Brexit, frente al Parlamento británico, el 16 de enero de 2019. (Reuters)

A finales de esta semana, la premier tiene previsto viajar hasta Bruselas para presentar su Plan B antes de que éste sea votado en Westminster el próximo 29 de enero. Cualquier cambio legalmente vinculante al Acuerdo de Retirada tendría que contar con la aprobación por unanimidad de los Veintisiete. Aunque, según la prensa británica, Dublín ya habría presentado sus dudas ante esta nueva estrategia.

El Acuerdo de Retirada planteaba dejar temporalmente a todo el Reino Unido dentro de la unión aduanera y a Irlanda del Norte alineada además con el mercado común, sólo para bienes, hasta que se lograra cerrar un pacto comercial. Sin embargo, los norirlandeses del DUP -de cuyo apoyo depende el Gobierno en minoría de May- nunca van a aceptar un convenio que deje a la provincia británica con un estatus distinto al del resto del país. Y, por su parte, los tories euroescépticos tampoco aprobarán una medida que, su juicio, les deja “sine die sometidos a la normativa europea”.

May tiene esperanzas de conseguir el respaldo de los euroescépticos si se realizan retoques a la salvaguarda. Pero su propio jefe de Gabinete, Gavin Barwell, cree que esto no será suficiente y considera que la premier tendría además que prometer a los Brexiteers su dimisión en mayo para así conseguir su beneplácito.

placeholder El euroescéptico Nigel Farage durante un mitin a favor del Brexit en Londres, el 17 de enero de 2019. (Reuters)
El euroescéptico Nigel Farage durante un mitin a favor del Brexit en Londres, el 17 de enero de 2019. (Reuters)

Sin entusiasmo entre los suyos

Al propio Barwell no le convence el acuerdo bilateral con Irlanda. Sugiere que, en su lugar, habría que apostar mejor por dejar al Reino Unido dentro una unión aduanera permanente con la UE, una opción que sí parece contar con el apoyo de la mayoría de la Cámara de los Comunes. Pero May coincide con el presidente del Partido Conservador, Brandon Lewis, y el responsable de disciplina, Julian Smith, en que esta decisión destruiría por completo a la formación. Los tories euroescépticos, al fin y al cabo, siempre han defendido que uno de los principales objetivos del Brexit era poder cerrar acuerdos comerciales con terceros.

En cualquier caso, los problemas para May no terminan ahí. Hay dos grupos distintos de diputados rebeldes que presentarán este lunes diferentes enmiendas al Plan B para intentar hacerlo descarrilar. Quieren dar a sus señorías el control del Brexit, quitar formalmente encima de la mesa la opción de un divorcio sin acuerdo y ampliar plazos para no tener que abandonar el bloque en marzo.

Por una parte, hay un grupo liderado por el tory Nick Boles -creador del modelo Noruega Plus- y la laborista Yvette Cooper. Aunque el que más preocupa en Downing Street es el complot que está preparando el tory europeísta Dominic Grieve. El que fuera Fiscal General del Estado no sólo ha ganado todas las enmiendas presentadas hasta la fecha sino que cada una de ellas ha cambiado por completo las reglas de juego de este complejo proceso. Es precisamente por Grieve por lo que May debe ahora conseguir el respaldo de Westminster antes de firmar cualquier tipo pacto de salida.

Foto: Michel Barnier, negociador jefe de la Unión Europea, durante una reunión en Bruselas, el 25 de noviembre de 2018. (Reuters)

Según The Sunday Times, Grieve ha estado en contacto estos últimos días con Colin Lee, encargado en los Comunes de tramitar los procesos legislativos. Y estudiando la letra pequeña de cada alternativa habrían dado con la clave: la propuesta para ampliar plazos podría ser aprobada aunque no contara con el apoyo de la mayoría de sus señorías. Bastarían sólo 300 diputados, siempre y cuando provengan de cinco partidos diferentes. En definitiva, tan sólo con el apoyo de 10 tories se podría consumar la conspiración.

En el Número 10, varios asesores de May le han advertido que si el estancamiento institucional no logra solventarse en las próximas semanas, la única vía que queda es convocar elecciones anticipadas. Aseguran tener encuestas internas que muestran que los conservadores podrían ganar. Pero existe mucho recelo para sacar de nuevo las urnas. En 2017, a pesar de que partieron con una ventaja de 22 puntos sobre los laboristas, los tories acabaron perdiendo la mayoría absoluta. Con todo, los comicios son preferibles a la opción de un segundo referéndum.

Ante la posibilidad de unos nuevos comicios, el pasado 11 de enero, Catherine Blaiklock, la que fuera portavoz de Economía del partido populista Ukip, presentó una solicitud a la Comisión Electoral para la creación de una nueva formación. Y todo apunta a Nigel Farage como líder. “Está claro que la elite política quiere detener el Brexit y la primer ministra no tiene la fuerza para llevarlo a cabo. Si tengo que regresar para ganar de nuevo la batalla lo haré y la volveremos a ganar”, matiza el que fuera protagonista indiscutible de la campaña euroescéptica del histórico referéndum de 2016.

Theresa May tiene un carácter complicado. No es la persona con la que resulte más fácil negociar. Y, ni siquiera en los momentos más críticos, su propio Gabinete ha sabido qué pasaba realmente por su cabeza. Políticamente se podría decir que es un “zombie andante”. No cuenta con autoridad entre sus ministros ni liderazgo entre las filas. Y, sin embargo, está determinada a cumplir con su palabra y sacar al Reino Unido de la UE el próximo 29 de marzo. Su obstinación no responde tanto a ansias de poder sino al entendimiento del deber que interiorizó en su niñez, como hija del vicario anglicano. Lo que se empieza se acaba. El problema es que con el Brexit, el empecinamiento está cerca de convertirse en actitud temeraria.

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