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Trump está en su peor momento: seis gráficos para explicar su declive
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hay serias dudas para su reelección

Trump está en su peor momento: seis gráficos para explicar su declive

El presidente es ahora mismo una especie de animal herido. La batalla por el muro con México, su promesa estrella, lo ha dejado magullado. Y comienza a perder apoyo entre las mujeres blancas

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters)

“Nos reunimos esta noche en un momento de potencial ilimitado”, declaró el presidente de EEUU, Donald Trump, en su discurso anual del Estado de la Unión. “Juntos, podemos romper décadas de estancamiento político”. El neoyorquino sonó seguro de sí mismo y hasta conciliador. Su corbata roja le brillaba en el pecho. Una luz cálida bañaba el estrado y media bancada espolvoreaba sus palabras con aplausos. El presidente, ante todo, es un 'showman', y su discurso tuvo el color habitual; por él desfilaron astronautas, veteranos de las playas de Normandía, niñas curadas de cáncer y víctimas de malvados “inmigrantes ilegales”. Trump presumió de su gestión, del “milagro económico”, e hizo un llamado a la unidad.

Y sin embargo, el presidente es ahora mismo una especie de animal herido. La batalla por el muro con México, su promesa estrella, lo ha dejado magullado; los demócratas le vieron el órdago del cierre parcial del Gobierno e incluso le obligaron a retrasar el discurso de anoche; su entorno es objeto de varias investigaciones, seis colaboradores suyos han sido imputados, y hasta su partido marca las distancias. Pero, sobre todo, Trump se enfrenta a factores de fondo; una serie de nubarrones que ponen en serias dudas sus posibilidades de reelección en 2020.

Primero un recordatorio: Donald Trump tuvo bastante suerte. Es verdad que su campaña fue original y agresiva, inmoral, temeraria, y que hizo morder el polvo a los dos grandes partidos y a las élites de sabihondos. Fue un logro sorprendente, pero también una carambola improbable. Trump venció gracias a 107.000 papeletas en tres estados: Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Obtuvo casi 3 millones de votos menos que Hillary Clinton, pero esa ventaja mínima (0,08% del voto nacional) en esos tres estados lo salvó. Tres estados que ahora le están dando la espalda.

A día de hoy, según un sondeo de Marquette University, solo un 27% de los votantes de Wisconsin lo reelegirían “indudablemente”, un 12% “probablemente”, y el 49% asegura que “indudablemente” votaría a cualquier otro candidato. Si estas cifras se mantienen, los demócratas ganan seguro, algo que, por otra parte, ha ocurrido siempre en Wisconsin desde hace 30 años (salvo en 2016). En Michigan la situación es similar. Allí Trump ganó por un margen finísimo: 0,23% de los votos. Ahora las encuestas predicen una victoria demócrata con más de 10 puntos de diferencia.

Respecto a Pensilvania, uno de los estados más importantes dado que aporta 20 delegados, las últimas citas electorales hablan por sí solas. El distrito 18, que Trump se había llevado con 20 puntos de ventaja en 2016, eligió a un representante demócrata el año pasado, y en las legislativas de noviembre ganaron la gobernaduría y el escaño del Senado los demócratas, con más de un 10% de margen.

Dentro de este magma electoral, un grupo que inclinó la balanza a favor del magnate es el de las mujeres blancas. Un apoyo que también se está perdiendo, sobre todo entre las mujeres blancas con un diploma universitario. La popularidad de Trump entre ellas ha bajado de un 40% a un 27%, según datos de Washington Post-ABC.

No solo hay desaliento entre los republicanos; el Partido Demócrata está movilizado, en la calle, con sed de venganza, y su vigor se ha visto confirmado en las elecciones legislativas, donde obtuvo el mejor resultado en la Cámara de Representantes desde hace casi medio siglo. Los demócratas batieron también el récord de aspirantes mujeres y parece que harán lo mismo de cara a 2020. De las diez candidaturas demócratas confirmadas o en fase de tanteo, la mitad son de mujeres.

Este mensaje de fuerza se vio anoche en el Capitolio, con decenas de parlamentarias vestidas de blanco en defensa de la igualdad de género, y a través de los invitados demócratas. La presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, se trajo al chef español José Andrés, uno de los críticos más activos y originales del presidente Trump. Hubo inmigrantes indocumentados, refugiados somalíes, líderes sindicales y supervivientes de la matanza del año pasado en la Escuela Parkland de Florida; toda una declaración de intenciones de un partido cada vez más escorado hacia la izquierda.

El presidente de EEUU tendió la mano a la oposición en dos planes potenciales: una ley que limite el precio de los medicamentos y otra que renueve las maltrechas infraestructuras del país. En política exterior, Trump presumió de haber mermado al grupo terrorista ISIS, que ha pasado de controlar 34.000 millas a apenas 20 millas cuadradas en Siria; ha criticado a Irán, defendido su guerra comercial con China y su salida del tratado de armas nucleares de corto alcance con Rusia, y ha anunciado un nuevo paso en las negociaciones nucleares con Pyongyang. Se reunirá con el dictador norcoreano, Kim Jong-un, a finales de febrero en territorio vietnamita. El campo en el que Donald Trump se mostró más combativo es en el de la inmigración.

“La situación sin ley de nuestra frontera sur es una amenaza”, dijo, e insistió en la necesidad de levantar el muro con México para atajar una “crisis nacional urgente”, pese a que los cruces ilegales están en mínimos desde 1990. El presidente no declaró, como se había rumoreado, una “emergencia nacional” que serviría para pagar el muro sin permiso del Congreso; según diferentes medios, los líderes de su partido le habrían advertido que este paso podría generar una rebelión interna.

La demografía de EEUU sigue cambiando a velocidad de crucero, y no en beneficio de Trump. Dice el Pew Research Center que, en 2020, una tercera parte de los electores estadounidenses van a ser de una etnia diferente a la blanca. Su mayor proporción histórica. Los datos dicen que las minorías votan aplastantemente demócrata, y no parece que esto vaya a cambiar en 2020. Sólo un 11% de los afroamericanos y un 8% de los latinos apoya la gestión del presidente. El resto de minorías étnicas lo respaldan aún menos: su aprobación es del 5%.

“En poco más de dos años después de las elecciones, hemos desencadenado un boom económico sin precedentes”, declaró el presidente. Luego recordó que la economía está creciendo casi el doble de rápido que cuando juró el cargo, que EEUU ya es el primer productor de petróleo y gas natural del mundo y que nunca antes en la historia ha habido tantos norteamericanos trabajando.

Cierto. La economía americana está despampanante. Un paro en el 4%, repunte de los salarios, inflación bajo control y un crecimiento del PIB por encima del 3%. Ahora bien: ¿hasta cuándo? El ciclo expansivo está a punto de batir el récord histórico de una década, y ningún ciclo, como el propio término indica, es para siempre. El efecto del recorte fiscal tiene fecha de caducidad, la confianza del consumidor ha caído por tercer mes consecutivo, la incertidumbre crece entre los inversores y pequeños empresarios, Goldman Sachs vaticina un 50% de posibilidades de recesión el año que viene y la Bolsa lleva meses dando signos de turbulencia. Es probable que Trump llegue a los comicios de 2020 en medio de una desaceleración.

Estos datos no están esculpidos en mármol, sino en la blanda arcilla de la política. Quedan 21 meses para las elecciones presidenciales, y la Casa Blanca puede consolarse mirando al pasado. Un presidente llegó a su tercer año de mandato con una popularidad menor a la de Donald Trump (35%). Se trataba de Ronald Reagan. Al año siguiente fue reelegido por goleada: en 49 de los 50 estados.

“Nos reunimos esta noche en un momento de potencial ilimitado”, declaró el presidente de EEUU, Donald Trump, en su discurso anual del Estado de la Unión. “Juntos, podemos romper décadas de estancamiento político”. El neoyorquino sonó seguro de sí mismo y hasta conciliador. Su corbata roja le brillaba en el pecho. Una luz cálida bañaba el estrado y media bancada espolvoreaba sus palabras con aplausos. El presidente, ante todo, es un 'showman', y su discurso tuvo el color habitual; por él desfilaron astronautas, veteranos de las playas de Normandía, niñas curadas de cáncer y víctimas de malvados “inmigrantes ilegales”. Trump presumió de su gestión, del “milagro económico”, e hizo un llamado a la unidad.

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