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Los últimos exploradores españoles de la selva de Papúa en tiempos de guerrilla y pandemia
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Kit de viaje: PCR y Visa de negocios

Los últimos exploradores españoles de la selva de Papúa en tiempos de guerrilla y pandemia

Una expedición española compuesta por Diego Cortijo, Tatiana Pankratof y Olmo Romero ha logrado adentrarse en el territorio indígena de la remota isla de Indonesia

Foto: Los últimos exploradores españoles de la selva de Papúa.
Los últimos exploradores españoles de la selva de Papúa.

Papúa, la parte oriental de la isla de Nueva Guinea, está cubierta por una exuberante selva, hogar de tribus aisladas donde todavía se conservan cientos de lenguas indígenas. También es el inestable escenario de un movimiento secesionista que reivindica la independencia de Indonesia. De sus profundidades acaba de retornar con éxito la expedición española ‘Mamberamo’, que ha desafiado a los elementos, la guerrilla y la pandemia para explorar donde pocos van, cuando nadie va.

El equipo –conformado por el explorador y miembro de la Sociedad Geográfica Española (SGE) Diego Cortijo; la fotógrafa rumana Tatiana Pankratof, diseñadora en Viajes Nuba asentada en España; y el diseñador audiovisual Olmo Romero, “nómada digital” actualmente en Bali– se adentró en la jungla papuana siguiendo el rastro olvidado del río Mamberamo.

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Las fuentes históricas registran que en 1545, el vasco Íñigo Ortiz de Retes desembarcó en su desembocadura y observó un paisaje extrañamente familiar. Los habitantes de aquella tierra se parecían a los de los pueblos que había visitado en la Guinea africana, por lo que bautizó el lugar como Nueva Guinea.

Después de una rocambolesca historia de conquistas y negociaciones estratégicas, la isla más grande del océano Pacífico quedó dividida en dos estados, tal y como permanece actualmente: el país independiente de Papúa Nueva Guinea al este y las dos provincias indonesias (Papúa Occidental y Papúa) al oeste.

placeholder La expedición sufrió cortes de horas en la carretera de acceso desde Jayapura al río Baliem (Diego Cortijo)
La expedición sufrió cortes de horas en la carretera de acceso desde Jayapura al río Baliem (Diego Cortijo)

El grupo buscaba alejarse de los recorridos más transitados. “Planteé la posibilidad de buscar tribus tradicionales en Papúa y empezamos a mirar información sobre los asmat, korowai, dani, yali... pero cuanto más buscábamos más veíamos que era un tema bastante explotado”, explica Pankratof, impulsora de la iniciativa. Las agencias ofrecían paquetes turísticos para visitar comunidades por precios que no bajaban de los 8.000 dólares, algo opuesto a lo que buscaba la expedición.

Tras ocho expediciones al Amazonas, Diego Cortijo estaba preparado para volver a la selva

Cortijo revisó la escasa documentación sobre la desembocadura del río Mamberamo, al que el conquistador vasco llamó San Agustín y que había permanecido prácticamente inexplorado desde entonces. Sus aguas atraviesan la selva hacia el sur y bordean las sagradas montañas Foja, un jardín del edén biológico donde se habían descubierto nuevas especies de ranas, mariposas, palmeras e incluso mamíferos. Tras ocho expediciones al Amazonas, Diego Cortijo estaba preparado para volver a la selva.

Kit de viaje: PCR y Visa de negocios

El primer problema con el que se encontraron son los desafíos de viajar en el ‘planeta Covid’. Ahora mismo resulta imposible entrar en Indonesia como turista y solamente permiten visados de negocios. “El documento más complicado y caro es el Telex, que acredita que un local o una empresa te ha invitado al país porque es absolutamente necesaria tu presencia física en el territorio”, detalla Pankratof. El proceso puede durar unos 7 días.

Ahora mismo resulta imposible entrar en Indonesia como turista y solamente permiten visados de negocios

Una vez logrado el papel, todavía falta presentar una PCR negativa. Tan solo el hecho de no infectarse constituye otro gran reto. “Puedes pasar semanas gestionando un viaje, pero si 48 horas antes te haces el test y das positivo, todo se trunca. Dependes totalmente de unos resultados que muchas veces dan falsos positivos”, rememora con angustia la fotógrafa.

Los tres integrantes tomaron todas las medidas posibles para, “bajo ningún concepto”, propagar el virus en una “green zone” y se sometieron a las pruebas de PCR cada vez que les era posible. Aun así, las medidas isleñas resultaban mucho más laxas que las europeas. “Llegué a pagar 80.000 rupias por hacer un test en el que ponía una talla y peso aproximado con un resultado negativo. Y ni siquiera me habían visto. Por eso hay que tener muy clara la responsabilidad de cada uno”, explica Cortijo.

placeholder Olmo Romero y Tatiana Pankratof charlan de noche en el campamento. (Diego Cortijo)
Olmo Romero y Tatiana Pankratof charlan de noche en el campamento. (Diego Cortijo)

Al llegar a Indonesia, los exploradores se encontraron con los comercios cerrados, las calles desiertas y ni rastro de los antes omnipresentes turistas. Olmo Romero los esperaba en Bali, donde lleva residiendo un año. “Es una isla que vive del turismo, así que la falta de gente y el goteo de los que se marchan hacen que la situación económica aquí sea cada vez más insostenible para muchos balineses. Y en un plano más egoísta, esto significa que los precios están por los suelos, así que vivir es baratísimo. Ahora, ¡Papúa no fue barata para nada!”.

Cortijo explica cómo los precios se iban disparando según iban adentrándose en la parte oriental de la isla. “La zona de Mamberamo es tan remota que triplica los costes. El litro de combustible estaba a dos euros y pico, y cada día podíamos gastar 400 litros”, calcula. El presupuesto de esta expedición, amasado con pequeñas aportaciones de varias empresas y un grueso de sus ahorros, desapareció rápidamente en gasolina y se vieron obligados a limitar las travesías al interior de la selva, que podían llegar a más de 2.000 euros por cada tres días de exploración.

Una tribu aislada sin hombres

Durante dos semanas recorrieron el río en bote, atravesaron la espesa selva papuana y recabaron información que apuntaba a la existencia de al menos tres tribus aisladas en esa zona. “Mi idea era volver a España con una idea general geográfica y antropológica de cómo es el Mamberamo hoy en día, así que hemos recorrido muchas comunidades con la libreta en la mano”, recuerda Cortijo.

placeholder Una mujer baudi en el Lago Bira. La presencia de misioneros cristianos ha provocado la pérdida de la práctica totalidad de costumbres y hábitos tradicionales en esta comunidad.
Una mujer baudi en el Lago Bira. La presencia de misioneros cristianos ha provocado la pérdida de la práctica totalidad de costumbres y hábitos tradicionales en esta comunidad.

Durante el viaje escucharon rumores de comunidades que habitaban en la zona de Mamberamo, de los que trataron de recabar la máxima información posible. “En cada pueblo que parábamos para preguntar, de primeras no sabían, pero de conocido en conocido, al final siempre había alguien que había oído historias, leyendas... El mayor problema, en mi opinión, fue la falta de homogeneidad en la información que nos proporcionaban en cada sitio. Incluso de persona a persona, en un mismo pueblo, la información se tergiversaba”, relata Pankratof. Incapaces de verificar los testimonios, se dejaron llevar por su instinto y por la experiencia de su guía local para cribar fantasía y realidad.

placeholder Pankratof en uno de los campamentos improvisados durante la travesía. (Diego Cortijo)
Pankratof en uno de los campamentos improvisados durante la travesía. (Diego Cortijo)

La primera de las tribus estaría compuesta por los “orejas largas”, individuos con dilataciones excepcionales o algún otro tipo de modificación corporal, algo habitual en diferentes culturas de la isla. La segunda resulta todavía más enigmática. “Documentamos el testimonio de una chica que había visto a una persona desnuda, con el pelo largo, marcas rojas pintadas en la espalda y una cola. Unos rasgos que repitieron otras personas”. La tercera se habría ganado el sobrenombre de “las mujeres del lago” ya que supuestamente se trata de un grupo compuesto exclusivamente por mujeres. “Al principio decían que el río las inseminaba. Luego nos contaron que solamente salen de la selva para fecundarse. Y si tienen hijos varones, los matan”.

“Esta ha sido la única información que ha coincidido en diferentes lugares apartados entre sí y, aunque sean historias bastante antiguas, es evidente que alguna base real tienen. Ahora nos falta poder contrastarlo”, asegura la fotógrafa, al explicar la importancia de estos testimonios.

placeholder Tatiana Pankratof entrevista a unos Baudis en Kasonaweja. El trabajo de los exploradores consistía en obtener información preguntando de aldea en aldea. (Diego Cortijo)
Tatiana Pankratof entrevista a unos Baudis en Kasonaweja. El trabajo de los exploradores consistía en obtener información preguntando de aldea en aldea. (Diego Cortijo)

Más allá de la exageración de ciertos rasgos y atributos, lo cierto es que Papúa Guinea constituye –junto al Amazonas y la isla de Sentinel– el último lugar del planeta que alberga comunidades indígenas completamente aisladas de la civilización. De hecho, fue en esta isla donde identificaron a una de las últimas tribus caníbales modernas.

Papúa Guinea es –junto al Amazonas y la isla de Sentinel– el último lugar del planeta que alberga comunidades indígenas completamente aisladas de la civilización

“Hay que concienciar a la gente de los peligros que implica adentrarse en territorio de comunidades aisladas”, aclara Cortijo. “Requiere un proceso muy respetuoso, guiado siempre por gente local y manteniendo una gran distancia. No solo por nuestra propia seguridad, sino porque podemos transmitirles enfermedades graves”.

La expedición superó los meandros del Mamberamo y llegó hasta las aldeas del lago Danau Bira, donde se aglutinan diferentes comunidades de ‘baudi’ o ‘bauzi’. Muchos de ellos no habían visto a un blanco desde los años setenta. “Esta gente tiene rostros muy bastos y aguerridos. Luego los saludas y son todo sonrisas”, rememora el explorador de la SGE, que dibujó sus facciones en un cuaderno de viajes. “Indonesia es fundamentalmente musulmana, pero aquí hubo una fuerte presencia de misioneros y hay mucho cristiano. Y como suele ocurrir en estos casos, se ha perdido gran parte de su cultura original. Intentábamos indagar en tradiciones y ya ni siquiera las recordaban”.

placeholder Thomas, el guía local de la expedición, navegando al atardecer por el río Mamberano. (Diego Cortijo)
Thomas, el guía local de la expedición, navegando al atardecer por el río Mamberano. (Diego Cortijo)

Una selva militarizada

Sorprendentemente, la mayor preocupación del grupo no eran los peligrosos cocodrilos, el caudaloso río de color oscuro o los enormes murciélagos que salían al anochecer, sino la posibilidad de que la policía los relacionara con el movimiento independentista Free West Papua. El líder de este grupo, Benny Wenda, escapó de la cárcel y se refugió en Reino Unido, desde donde lanza proclamas contra Indonesia.

“Se nota la fuerte presencia militar y policial. Desde hace años Papúa está pasando por una época de sublevaciones contra el Gobierno indonesio”, explica Pankratof. Los habitantes de la región de Mamberamo consideran que las autoridades explotan las tierras ricas en minerales y llevan sus tesoros a Jakarta, dejando con las manos vacías a los nativos, cuya vida “no mejora en ningún sentido”.

placeholder Diego Cortijo atraviesa el río junto a la comunidad de Kwerba.
Diego Cortijo atraviesa el río junto a la comunidad de Kwerba.

Durante el viaje, agentes del servicio de inteligencia indonesio constantemente verificaban sus intenciones. “Me llamó la atención que todas las preguntas sobre qué hacíamos en Papúa en mitad de una pandemia iban dirigidas a saber si éramos periodistas. Querían saber si íbamos a hablar sobre las elecciones de diciembre o sobre el movimiento independentista. En cuanto explicábamos nuestro propósito la cosa se relajaba”, indica Romero.

Se trata de una desconfianza que tampoco sorprende, dado que durante los últimos años aquellos periodistas y organizaciones humanitarias que han denunciado violaciones, asesinatos y torturas por parte de militares indonesios han sido expulsados de la isla. Tal y como les relataron miembros de la comunidad bauzi, pocas semanas antes de su llegada unas protestas acabaron en una batalla campal que dejó varios muertos. “Ellos viven de la madera que sacan de los bosques y de la caza, pero allí también hay oro sobre el que no tienen ningún derecho. Nos contaron que ellos no se llevan nada. Las armas están prohibidas, pero de alguna forma las consiguen y la policía realmente no quiere tener problemas”, relata Pankratof.

Con semejante contexto, la fotógrafa se muestra satisfecha de la expedición. “Al final hemos hecho historia. Hemos sido los primeros en recorrer la totalidad del río Mamberamo en bote, incluso por zonas que hasta los locales desconocían que se podían conectar. Me despierta un sentimiento de triunfo”. Cortijo reconoce que después de estar en la selva, agotado por los bichos y las discusiones con los locales, solo tiene ganas de descansar. Sin embargo, a medida que recuerda los paisajes de Papúa y la cantidad de testimonios que recabaron, su voz vuelve a llenarse de energía y comienza a planear la posibilidad de una segunda aventura. “Quizá...”.

Papúa, la parte oriental de la isla de Nueva Guinea, está cubierta por una exuberante selva, hogar de tribus aisladas donde todavía se conservan cientos de lenguas indígenas. También es el inestable escenario de un movimiento secesionista que reivindica la independencia de Indonesia. De sus profundidades acaba de retornar con éxito la expedición española ‘Mamberamo’, que ha desafiado a los elementos, la guerrilla y la pandemia para explorar donde pocos van, cuando nadie va.

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